Si vamos a contar una historia de amor por Navidad, ya sabemos como va a acabar. Los dos hombres protagonistas acabarán juntos, mirándose a los ojos y declarándose amor eterno.
No vamos a darle misterio entonces.
Darío y Jesús se piden matrimonio. Ya era hora, dijeron todos los que los querían. Incluso algunos de los que los odiaban.
Pero para que una historia de amor, mejor dicho, para que una historia, a secas, tenga emoción, hay que hacérselo pasar mal antes. Deben encontrarse, dudar y luego buscarse. Pero al buscarse no se encuentran o se encuentran cuando uno de ellos, o los dos, están en otras cosas.
Y entonces el encuentro es especialmente difícil. Y parece que no va a ser posible. Jesús llora en su casa y Darío en la de sus padres.
Pero al final, todo se arregla. Y se ven, y lloran juntos, se besan y fijan la fecha de la boda.
Pero Jesús no ha llorado nunca. No ha estado con otro hombre. No ha estado con otra mujer. Una vez creyó que una amiga, Adelina, le gustaba. Pero no era amor, era amistad. Se dio cuenta pronto y se lo hizo saber a la interesada, que empezaba a soñar con presentarle a sus padres en formato: “Papá, mamá, este es mi novio Jesús y nos casamos mañana en la catedral”.
Adelina borró rápido ese sueño y ahogó sus penas en el regazo de Luis. Se casaron hace unos años. Y no invitaron a la boda a Jesús, porque le cogió manía.
– ¿Nosotros amigos? – le espetó con la mirada inyectada en odio y sangre – De qué vas. Eres un soso y un aburrido, solo me interesa tu polla, que me han dicho que es enorme.
Era cierto. Es cierto. El miembro viril de Jesús es enorme. No lo pudo disimular nunca en los vestuarios, al cambiarse para la clase de gimnasia. En la piscina, se metía siempre en un reservado y procuraba llevar bañadores holgados. A parte, era imposible meter su pene en un speedo. Su fama le precedía. Todo el mundo parecía saberlo. ¿Ese es el de la polla enorme? Decían a su paso. Jesús tenía un poco de complejo al respecto. Alguna vez incluso dejó de hablarse con algunos conocidos que sacaban el tema con demasiada frecuencia para el gusto del aludido. Posiblemente querían verla directamente, incluso tocarla. A Jesús todo eso le aburría.
Darío es su amigo de siempre. El que siempre conoció su anatomía pero no hacía de eso el centro del universo.
Desde pequeños siempre estuvieron juntos. Inseparables. Parecían hermanos siameses. Trabajos juntos, en el patio juntos, estudiaban juntos alternando sus casas. Cuando los dos dijeron a sus padres que eran pareja, ninguno de ellos se extrañó. Los cuatro lo sabían desde que tenían 7 años. A los padres de Darío les pasó igual. Se conocieron de pequeños y siempre estuvieron juntos. Luego, un día se miraron a la cara y dijeron: deberíamos casarnos. Así que en el caso de Darío al menos, la cosa venía de familia.
No pensemos que eran unos mojigatos y que no hicieron sus cosas antes de esa decisión. No. Pero todo lo hicieron como si fuera algo natural, como si lo supieran de siempre, desde que se miraron en parvulario y se cogieron de la mano por primera vez para ir detrás de la profe a ver el museo de la pintura.
Con el primer beso pasó lo mismo y con los siguientes. Se acercaron y se besaron. Nada premeditado. Les tocaba ese día. Y la primera vez que se tocaron. Todo con naturalidad el día que tocaba.
Jesús, al ser famosos por sus atributos sexuales, pudo haber elegido hombre o mujer a discreción. Darío no entendía eso del todo, porque a veces, el tamaño descomunal de la polla de Jesús, era más un problema que una bendición. Bien lo sabía él. A veces le decía en broma a su amigo que debía darles placer a todos esos que le miraban el paquete babeando y le declaraban amor eterno sin haberle siquiera escuchado decir hola.
– Quita, quita – le contestaba asustado Jesús.
– Así se enteran de lo que vale un peine.
Se reían.
Un día, el jefe de Darío, al enterarse de que éste salía con Jesús, salir de salir, se enfadó mucho con él por no contarle que era gay.
– Creía que confiabas en mí.
– Y confío.
– Pero no me has dicho que eras gay.
– Conoces a Jesús desde los primeros días de trabajar aquí. No te lo he ocultado.
– Pero pensaba que erais amigos.
– ¿Amigos que se besan en la boca cuando se encuentran? ¿Te besas con tus amigos en la boca?
– Bueno…
– Es que eso de ser gay o no, no sé si lo soy. Ni me importa. Jesús forma parte de mí. Punto. Eso es lo que me importa. Los dos somos uno.
– Pero follas con Jesús – le dijo todo ofendido.
– Pero Jesús es Jesús, no es un hombre. Es una persona determinada. La persona que amo. Desde hace veinte años.
Siguieron hablando sobre el tema muchos días. Al final el jefe de Darío se dio por vencido. Él tenía una obsesión por etiquetar. Cada cosa en su caja, decía siempre a sus empleados. Quería meter a Darío en la caja de los gays. Pero éste se resistía.
El caso es que sin prisas, porque no se dieron prisa, con los treinta muy superados, han decidido casarse. Y que mejor que hacerlo el 24 de diciembre.
– Ya que tenemos a las familias reunidas, aprovechamos.
Ninguno supo decir luego, al contarlo, a quien se le ocurrió la idea. Pero eso pasaba mucho con ellos. Hablaban tanto y se contaban todo, pero todo, que al final lo del uno y lo del otro se juntaba en un terreno indefinible como personal. Este es un caso claro de dos que eran uno. Pero no uno se comía la personalidad del otro. Sino que los dos, formaban una personalidad independiente de cada uno, con cosas de los dos, que había fagocitado por completo las de cada uno por separado.
Hemos hablado de los múltiples pretendientes de todos las sexualidades posibles que ha tenido Jesús. Pero Darío no se queda corto. Porque Darío no tiene un miembro viril descomunal, no. Pero tiene una belleza apolínea, casi rayana con la perfección.
Estaban Esther y Paula, que se liaron a golpes por él, en el instituto. Pero literalmente. Ginés en aquella época, soñaba con él hasta que un día se atrevió a declararse. Al día siguiente se lió con el profesor de gimnasia, un hombre recién salido de la Uni y que era más receptivo que Darío. No salió bien aquello. Ahora Ginés sale con Jaime, pero la cosa no va nada bien. Cortarán cualquier día.
Matías, Jesús, Ana, Leyra y Pili, lo intentaron.
Manuel, Pepe, Lolo y Jon.
Kevin y Beatriz.
Laura.
Rosa.
Benigna.
Jesús, un profesor de la Universidad cayó casi en la locura porque no podía soportar verlo todos los días y no poder poseer esa belleza.
Los dos pudieron casarse por dinero y haber solucionado su vida económicamente.
Pero el destino les marcó desde muy jóvenes. Y no desearon en ningún momento a ninguna otra persona. No entraba en su cabeza. Menos en su corazón.
Ahora están haciendo los preparativos de la boda. Va a ser en un restaurante del centro. La ceremonia en el juzgado. Oficiará Obdulio Heraclio de los Mozos Salvatierra. Un amigo de las familias. Algunos comentan que también intentó seducir en su día a Jesús. En este caso no subyugado por su miembro, sino por su donosura y buen humor. Dicen las malas lenguas, aunque cualquiera de los protagonistas al preguntarles lo niegan rotundamente, que incluso llegó a firmar delante de él la petición de divorcio de su mujer, para convencerlo.
– Nos iremos lejos, muy lejos. Le dejo todo a mi mujer y los niños y nos perdemos en el monte, los dos solos.
Pero es una historia ésta que apunto, que no se puede corroborar en fuentes solventes. Todo son habladurías de personas cuyo interés pudiera ser la venganza o la envídia. El juez por su trabajo, y Jesús y Darío por su relación y por sus cualidades, levantan muchas pasiones a su alrededor. Y mucha gente no soporta que le digan que no, aunque lo hagan con delicadeza y hasta con cariño.
Solo irán la familia más allegada y los amigos de la pareja más cercanos. Un par de amigos de los padres de cada uno, y ya. Pero aún así, se juntarán casi 70 personas en el convite. Luego bailarán y luego, empalmarán con la celebración de Nochebuena.
Y esa ha sido la historia de hoy. Una historia de Navidad sin emoción, porque ya sabíamos que esta historia iba a acabar bien.
Lo sabíamos desde que los protagonistas tenían 6 años. Y nada ha alterado la historia que estaba escrita desde que se cogieron de la mano, aquel día, detrás de la profe, camino del museo de la pintura.