Necesito leer tus libros: Capítulo 87.

Capítulo 87.-

.

Mientras Jorge había ido a ocuparse de Álvaro, Carmelo llamó a “El puerto del Norte” y le pidió a Rico que le preparara unas cosas de comer para llevarse a Concejo. Su idea de ir al pueblo a no hacer nada, incluía la de no cocinar. Tampoco quería ir al bar a cenar. Se encontrarían con medio pueblo, y quería que su escritor pasara una noche tranquila, sin ponerse nervioso por conocer a un montón de gente nueva. Esa era una razón. La otra era que a él tampoco le apetecía encontrarse con nadie. Quería estar solo con Jorge. Descansar, pasear, bromear, mirarse a los ojos, y en todo caso, besarse de vez en cuando. No, no había mentido cuando había declarado que iban a ir a no hacer nada.

Pasó a buscar el pedido y luego se fue a casa de Cape para recoger algunas cosas que en sus últimas visitas se había dejado. Quería tener ya todos sus enseres en su casa junto a Jorge. Y lo que no pegara dejar allí o en Concejo, lo llevaría a su guardamuebles o al de Jorge. Tenía que plantearle juntar los dos. Tenerlo todo en el mismo sitio. También estaba valorando vender todos los muebles de su antigua casa. Para él estaba claro que nunca se iba a comprar otra casa en Madrid. Su casa era la de Jorge y no necesitaba más. Si necesitaba jardín, Concejo estaba a pocos minutos del centro. Alternarían esas dos casas, como ya estaban haciendo desde hacía algunas semanas. Ese plan de vida le gustaba. Había tenido un poco de miedo, porque Jorge no era muy amante de los pueblos. Pero Concejo le había gustado. No lo decía, pero era evidente que sí. El día que fue sin Carmelo a revisar las fotos de los móviles, lo tuvo claro. Y las veces que partió de él la iniciativa de irse los dos a recuperarse de sus tropiezos y vicisitudes.

Cuando Jorge llegó a la casa de Cape, de vuelta de su visita a Álvaro, se encontró a Carmelo tumbado en uno de los sofás del salón. En la puerta de la casa, había varias cajas con las cosas que había preparado para llevarse. Pero el cansancio le había vencido también a él.

Carmelo se despertó al oír a Jorge llamarlo. Al verlo incorporarse en el sofá, Jorge sonrió.

-Tanto darme consejos sobre la necesidad de descansar, y resulta que tú estás igual. Habrá que aplicarte tu misma receta: Nada, no hacer nada.

Carmelo bostezó y se desperezó mientras Jorge se acercaba sonriendo a darle un beso.

-Tengo que empezar a salir a correr de nuevo. Estoy flojo.

-Y a descansar en condiciones. Empecemos por ahí.

-Ayudaría no tener que pensar en todas esas mierdas que todos los días ponen a circular. Y a parte, en cuanto me despisto cuando nos vamos a la cama, te busco y no te encuentro. O estás en la terraza, o te has puesto a escribir Así no puedo dormir bien.

Jorge sonrió y le acarició la cara.

-Tenemos que hablar un día despacio de lo que te dijeron en esa reunión con el padre de Esteban y el resto. A mí me da que tu estado de cansancio también tiene que ver con eso.

-Como tú dices a veces, tengo que procesarlo todo. Y no lo descartes. Recuerda lo que dijo Martín con Carmen y Javier respecto a Esteban. Esa gran roca que de repente, parece que alguien te ha pasado a ti para que la sostengas a huevo.

Jorge sonrió. Esa era la verdadera razón del estado de cansancio de Carmelo. Ahora lo tenía claro.

-Antes de que se me olvide, – Carmelo le cortó su línea de pensamiento – se me ha ocurrido que a lo mejor le podría decir a Ely, el secretario del Decano, que si tiene tiempo libre le contrato para que se ocupe de venderme los muebles de la casa vieja. He estado pensando antes que es una bobada seguir con eso ahí guardado. Ya tengo casa en Madrid y está amueblada.

-¿A mí también me consideras parte del mobiliario?

-Te estás aficionando a copiarme los gestos. Y que sepas que eso no me conmueve. Sí, te considero parte del mobiliario. Ahora coges y te jodes, mamón. A ver si eres capaz de copiarme este gesto – Carmelo le sacó la lengua a la vez que le hacía una peineta con su mano izquierda.

Jorge alargó el brazo para coger el dedo anular extendido y se lo mordió.

-¡¡Mamón!!

-Espera, tienes razón. Soy un mamón.

Volvió a meterse el dedo en la boca y esta vez se lo chupó detenidamente. Carmelo lo miraba sonriendo. Como amaba a ese hombre.

-Me parece buena idea lo de Ely. Yo había pensado en ponerlo a leer y etiquetar mis relatos descartados, que ayudara a Martín, ya me oíste el otro día, pero … Javier me lo ha desaconsejado. Parece que tenemos nuevas ediciones piratas de mis obras. La última parece que la ha descubierto Olga en Estados Unidos.

¿”La vida que olvidé”?

No. “La boda sin novios”.

-Vaya. Por eso, como no va a ocuparse de ese tema

-¿Quieres que le llame?

-Pero no ahora. No soy persona. No soy capaz de mantener una conversación con nadie ahora. No tengo confianza con él para enseñarle mis debilidades.

-Venga, levanta. Metemos esas cajas en los coches y nos vamos.

-Será lo mejor. Si vuelvo a poner la espalda en el respaldo del sofá, me duermo de nuevo.

Al llegar a Concejo, dieron su paseo tradicional. Esta vez sí llegaron al “estanque de los encuentros”. Estuvieron allí un rato sentados, recostados el uno en el otro, cogidos de la mano. Volvieron a la Hermida y antes de sentarse en la cocina frente al televisor para cenar, Carmelo les pasó a los escoltas la cena que les había cogido para ellos. Volvió decidido y cambió el canal para buscar el partido del Madrid. Jorge se sonrió pensando que, una vez que Carmelo había salido del armario respecto de su afición por el fútbol y en concreto por el Madrid, ahora le tocaría ver algunos partidos junto a él. “Ya me parecía a mí que era demasiado perfecto. Algún defecto tenía que tener”. Se sonrió al pensar esa puya que se guardó muy mucho de decirla en voz alta. Ya llegaría el momento de tomarle el pelo al respecto.

Jorge pensaba haberse puesto a escribir un rato, pero no fue capaz. Carmelo daba cabezadas viendo el futbol, y él tenía una especie de velo en sus ojos. Parecía que llevara puestas unas gafas muy sucias llenas de grasilla de la piel. Así que apagó la tele y se lo llevó a la cama. Tuvo fuerzas para ayudarlo a desnudarse y hacer que se acomodara en la cama. Él poco más pudo hacer a parte de meterse también en la cama.

Lo siguiente de lo que tuvo consciencia, fue del teléfono de Carmelo sonando muy entrada la mañana. Había quedado con Eduardo para salir a correr y éste le recordaba la cita. No tardó nada en prepararse y salir para encontrarse con Eduardo. Jorge se quedó un rato más dormitando.

Cuando se estaba preparando un café, Helga llamó a la puerta.

-Ten, Eduardo ha dejado pan, yogures, leche y mantequilla. Y esta mermelada que hace su hermana. No he querido entrar porque Carmelo ha dicho que estabas todavía en la cama.

-¿Te puedes creer que todavía no conozco a ese Eduardo? Y por cierto, sabes que no me importa. Como si quieres entrar a tomar un café o algo. Hay confianza.

-No te digo que algún día te tome la palabra. Pues te advierto que cuando Eduardo te eche la vista encima, ya te digo que se va a derretir. Si vieras la cara que pena que ha puesto cuando al salir Carmelo  y preguntarle por ti, le ha dicho que estabas todavía en la cama … Que necesitabas descansar.

-Esta noche se le acabará esa admiración cuando me conozca.

-Que bobo eres. No conozco a nadie que al conocerte se haya desilusionado. Eres lo peor cuando te pones en ese plan de víctima.

-¿Café? – le ofreció Jorge.

-Claro. Ya estabas tardando en ofrecerlo.

-Me lo he pensado. Como no haces más que meterte conmigo …

Estuvieron hablando de temas intrascendentes. Jorge le comentó de esa afición por el Real Madrid de fútbol que había descubierto en Carmelo.

-¿No sabías? Los compañeros que llevan tiempo con él lo comentan. Han estado más de una vez en el Palco del Bernabeu. Él y Biel iban a menudo. Biel alguna vez ha ido a la radio a comentar algún partido en uno de esos carruseles. No sabes las ganas que tienen algunos compañeros de que retome a la costumbre de ir a ver el fútbol en el campo. Y que coincida que estén de servicio con él, claro. Poca gente tiene la oportunidad de estar en el Palco.

-Lo de la radio ya sabía. Biel además da muy bien en antena. Habla bien y su voz es muy bonita.

-El otro día, Carmelo, Martín y tú estuvisteis estupendos en la radio. Vuestras voces suenan maravillosas también. Algunas veces era difícil distinguir las de Martín y Carmelo.

-La de Martín es un poco más aguda. Y a veces le da como un toque gutural. Creo que lo hace sobre todo cuando está con Dani para distinguirse. Son conscientes de ese parecido.

-Los dos son buenos con las voces y con los gestos.

-Sí, lo son sí. Por cierto, y perdona que volvamos a nuestros temas. Llevo días para preguntarte y nunca me acuerdo. ¿Sabes algo del músico ese que faltaba? Del grupo del vídeo. Me contó Fernando que al fin descubriste quien es.

-Creo que Raúl y yo nos acercaremos a él la semana que viene. Fernando va a estar contigo la mayor parte de los días. A ver que tal se nos da.

-Si me necesitáis, me decís.

-Raúl ya tiene práctica poniéndote una videoconferencia.

Jorge se sonrió. Helga se llevó el dedo a su pinganillo. Parecía que sus compañeros le estaban avisando de algo.

-Me dicen los compañeros que Carmelo y Eduardo han emprendido en camino de vuelta. Parece que se les ha acabado el carrete y vienen caminando. – la cara de Helga mostraba un poco de rechifla. Jorge se imaginó a Carmelo sudoroso y con gesto derrotado. Se echó a reír sin poder evitarlo.

-Dani está agotado. No quiere reconocerlo, pero lo está.

-¿Y tú? Los dos deberíais bajar el ritmo. – Helga sonrió – Me salgo y así puedes darle mimos a tu rubito.

-No hace falta. Si eres de la familia.

Helga sonrió pero negó con la cabeza. Le dio un beso a Jorge como agradecimiento por el café y caminó hacia la puerta.

Jorge sacó unas naranjas del frigo y se puso a hacer un zumo de naranja. Echó una mirada al pan que había dejado Eduardo y pensó en tostarlo ligeramente y untarlo con la mantequilla y la mermelada con la que les había obsequiado. Esperaba que Carmelo invitara a Eduardo a entrar en casa. Tenía ganas de conocerlo. Pero para su sorpresa, su rubito entró solo. Y efectivamente, traía el gesto derrotado que había imaginado cuando los compañeros de Helga le anunciaron su regreso a la Hermida.

-¿Y Eduardo?

-Le ha llamado su padre con urgencia. Algo de la granja. Una vaca que está a punto de parir.

-Vaya. Pues dejo de hacer zumo. Le estaba preparando un gran vaso para él, a parte del tuyo.

-Sigue haciendo zumo. Tengo una sed … tengo que volver a salir a correr todos los días. Me siento como si tuviera docientos años. Si fumara, le echaría la culpa al tabaco. Pero ni eso puedo hacer.

-Primero, debes descansar. Después, lo de correr. Tanto en Madrid como aquí. A lo mejor no es mala idea que los dos bajemos un poco el ritmo.

Después de ducharse, Carmelo cogió unas toallas y se fueron caminando de nuevo hasta el estanque de los encuentros. Se tumbaron los dos en un pequeño claro que había cerca del agua. Estuvieron bromeando casi todo el tiempo. Solo se oía el cantar de los pájaros y el rumor del agua desembocando en el remanso.

-Tengo esta tarde una reunión en la productora. – la voz de Carmelo denotaba las pocas ganas que tenía de seguir su plan.

-Aprovecharé entonces y me acercaré a ver a Álvaro.

-¿Sabes algo?

-Kevin me tiene al día. El rodaje del anuncio ha ido bien. Pero Álvaro está apagado. Kevin está maravillado por lo profesional que es. Como cambia cuando suena la claqueta. “Está jodido pero luce maravilloso en el anuncio”. Debe ser como tú.

-Si puedo, organizo una cena con sus amigos para un día de estos. Le sentará bien.

-Me imagino que mañana deberá ir a la Unidad. A reconocer a esos. O a lo mejor ha ido ya.

-¿Sabes algo de como va el tema de la investigación?

-No. Ni Javier ni Carmen me han llamado. No he querido … Carmen ayer estaba también derrotada. Solo se animó con nuestro intercambio de zascas. ¿No te diste cuenta?

Carmelo no pareció escuchar a Jorge. Estaba pendiente de unos mensajes que estaba recibiendo en su teléfono.

-Casi, si no te importa, comemos en Madrid. Me acaba de recordar Sergio que tengo un compromiso a la hora del café. Pero puedes venir …

-No me importa. Y no, tú a tu compromiso y yo a … zascandilear.

-Estaba pensando. A lo mejor podías ir a ver a tus nanas. Siempre lo dices, pero al final vas a dejar pasar otros quince años.

-Pero Álvaro …

-No te preocupes. Me ocupo yo de él. Y le digo a Ester que si tiene libre se acerque un momento conmigo.

-A lo mejor es buena idea. Llamaré a Fernando, que le cayó bien a Evarista – Jorge sonrió picarón recordando como le había tirado fichas su nana.

-No le llames. Entra luego contigo. Helga me ha dicho antes que esta tarde se va al hospital, a ver si hay novedades en su estado. Y no sé si me ha dicho de buscar a ese músico que os falta. El del vídeo.

-Eso creo que al final lo van a hacer ella y Raúl la semana que viene.

-¿Cuándo te ha dicho?

-Ahora, mientras te esperaba. Hemos tomado un café. Habrá hablado con ellos y se han organizado así.

-Pues cambio de planes.

-Sí.

-Huy, ahora que pienso – Carmelo puso su mejor cara de socarronería – Habrías quedado con alguno de tus amantes. Te he jodido el plan

-Cagüen. No quería que te enteraras. Es cierto, había quedado con mi amante secreto.

-Pero como te esperará paciente abierto de piernas … puedes recuperar la cita en cualquier momento.

Jorge agarró un mechero, que fue lo primero que vio y se lo tiró a Carmelo a la cabeza.

.

Gerardo, el del bar de Concejo del Prado, les mandó un mensaje para que pararan en el bar a cenar.

.

Os he preparado un guisado de jabalí para chuparse los dedos”.

Van a venir Felipe y Ana y los niños. Y Luis y Esteban. Y Óliver y sus padres”. “Y tengo una sorpresa para todos”.

.

-Mira Jorge así te presentamos a casi todos los del pueblo. – dijo Cape.

-Porque los demás andarán cerca – rió Carmelo. – No te quejes, te propuse el otro día que los fueras conociendo poco a poco. Y no quisiste.

-Me los presentaréis y no me acordaré de ninguno a los cinco minutos. Y quedaré como un bobo, como siempre.

-Te repetiremos los nombres. Tranquilo. Y tú nunca quedas como un bobo. Quedas como un hombre interesante al que es un placer escuchar. No es un pecado que te presenten un ciento de personas a la vez y no los recuerdes. Me pasa a mí. Luego, vas charlando con los que más te hayan llamado la atención y entonces es cuando les preguntas y te quedas con los nombres y con sus vidas.

Jorge distaba de estar tranquilo. Sabía que eran buenas personas. Le habían contado muchas veces la historia de Luis “el guardia” y su marido Esteban, cuando para agradecer a Luis un gesto que tuvo con Carmelo, les invitaron a una cena para que se sintieran como unos famosos. Carmelo les mandó a sus maquilladores y a Bernabé para que les pusieran de punta en blanco. Una limusina les esperaba en la puerta de su casa que les llevó hasta un helicóptero que había aterrizado en el campo de fútbol. El helicóptero voló hasta Madrid, dando una pequeña vuelta por los sitios más emblemáticos de la capital. Luego, aterrizó en uno de los edificios más altos de la capital. Allí les esperaba Carmelo con una botella de champán francés y disfrutó con ellos de las vistas y de la bebida. De allí, de nuevo en limusina hasta el restaurante de Biel, que había reservado para ellos media sala. Al bajar del coche se encontraron una nube de periodistas que se acercaron a preguntarle a Carmelo por enésima vez cual era su relación con Jorge. Y también por las últimas nominaciones a unos premios en Reino Unido. Ya en el interior, en la parte que tenían reservada solo para ellos, se encontraron a algunos famosos a los que la pareja admiraba y con los que compartieron charla y mesa: Mario Casas, Megan Montaner, Miguel Herranz, Álvaro Rico, Nadia de Santiago, Diego Martín. Pablo López, en los postres, tocó algunas de sus canciones, las que más emocionaban a Esteban, el marido de Luis. Él era de los dos, el verdadero fan del cantante.

Jorge recordaba incluso haber escrito un relato sobre ello, historia que perdió, por cierto. O vete tú a saber, a lo mejor está en un nuevo recopilatorio de relatos de un escritor famoso en la India. O en USA. Estaría gracioso que ganara el Pulitzer. ¿Cómo solventarían los traidores si uno de esos libros gana un premio en su país y cobra notoriedad? Sería gracioso que una de esas novelas con autores falsos llegara luego de nuevo a España porque al haber ganado un premio, llama la atención de una editorial española que decide comprarla y traducirla.

Jorge hizo una mueca de desesperación. Fuera el tema en el que estuviera pensando, siempre acababa llevándolo a sus falsos amigos, a los ladrones de obras y a las traiciones.

Máximo Ubierna García ultimaba los detalles del lanzamiento de su nueva adquisición en el extranjero. Tenía contacto con el delegado cultural de la embajada española en Moscú. Le habló de esa novela que había ganado allí un sinfín de premios. Algo así como “Las cosas de Juan”.

Siempre estaba buscando novelas de mercados poco trillados. Era una editorial pequeña, no podía competir con las grandes para hacerse con los derechos para España de las ganadoras del Pulitzer, por ejemplo. Pero en otros mercados, podían buscar esas obras distintas para sorprender a los lectores españoles.

A parte, tenía una panoplia de autores nacionales que le estaban dando buen resultado. No eran muchos, pero estaban bien escogidos. Las ventas de algunos de ellos le estaban dando buenos réditos. Máximo además, y su ayudante Carlos, tenían un sexto sentido para dar con la promoción adecuada para cada uno de sus autores.

No le había salido muy cara esa novela rusa. Y había encontrado una traductora que era fiable, según sus informaciones. Ya estaba maquetada y la imprenta estaba reservada. Habían decidido hacer una primera edición de tres mil ejemplares, con la esperanza de tener que reimprimir enseguida. En cuanto salieran los primeros ejemplares de la imprenta, los enviarían a un grupo de influencers que tenían en sus listas. A algunos libreros y a los críticos. Máximo estaba convencido de que esa novela iba a ser la sorpresa de la temporada. Y si como esperaba, Caín Varta, su autor de cabecera le mandaba esos días su nueva obra, iba a acabar el año con muy buenos números. Y Genoveva Paris le había llamado que para enero, estaría su siguiente novela.

Una de las becarias que trabajaba a media jornada haciendo prácticas llamó con miedo a la puerta de su despacho. Él la miró con gesto serio. No le apetecía que nadie le distrajera en esos momentos en que estaba soñando despierto con las perspectivas para el resto del año. Además, estaba esperando la llamada de la jefa de compras de “La Central”, una cadena de librerías importante.

-No tengo tiempo para tus cosas Mª Paz – le dijo con tono apremiante.

-Es importante D. Máximo.

-No me jodas. Seguro que será una idiotez, como siempre.

-Es importante D. Máximo. – repitió incansable la mujer.

M.ª Paz era una joven persistente. Decidió escucharla y quitársela de encima.

-No tengo tiempo para tus tonterías así que abrevia.

M.ª Paz le puso encima de la mesa un ejemplar de “deJuan”, una novela de Jorge Rios. Máximo la miró de mala manera.

-No me jodas. ¿Quieres que publiquemos a Jorge Rios? Os he dicho a todos un ciento de veces que ese autor no me gusta. Me niego a leerle. Me parece un autor sobrevalorado. Y además, no creo que Dimas le suelte. Lo odia, pero le sanea las cuentas.

-Lea el primer capítulo, por favor.

-Pero si es nuevo este ejemplar. No me jodas que has bajado a comprarlo. ¿Para eso te pago?

-En realidad no me paga, pero eso es otro tema. Lea, por favor.

Máximo empezó a leer. Pensó en leer en diagonal, para acabar con el tema lo antes posible. Pero el tercer párrafo le llamó la atención. Abrió mucho los ojos. Miró a Mª Paz con cara asustada.

Buscó el capítulo 6. Empezó a leer. Le cambió el color de la cara. Gotas de sudor frío empezaron a llenar su rostro.

Irene su maquetadora estaba en la puerta con cara asustada. Y Carlos, su ayudante.

-El jodido Jorge Rios es un copión. La madre que le parió. Le vamos a desenmascarar. Ha copiado esa novela rusa. No me jodas. Claro, si habla ruso, se lo oí en una entrevista. Carlos, prepara una demanda contra la Editorial Campero. Ese Dimas se va a atragantar con sus pelotas. ¡Ja! Nos van a tener que pagar una millonada. Que se jodan.

-Don Máximo. Mire la mancheta por favor. – le dijo Mª Paz, porque la becaria era la única que se atrevía a hablar. Seguramente por desconocimiento de hasta donde podía llegar el calentón de ese hombre.

Otro cambio de cara.

-2012. – murmuró.

-No puede ser. Tiene que ser un error. – dijo mirándoles por turnos, tras unos instantes de silencio.

-Acabo de comprobarlo en el Registro. En realidad la registró en 2010. Luego llevó una modificación en 2011. Es la que se corresponde con la publicada. La editorial la registró en 2012. En enero.

-Pero esto …

-Ayer me enseñó Irene como quedaba. Y solo las primeras líneas me recordaron algo. Sabe, Jorge Rios es mi escritor preferido. – MªPaz miraba a su jefe mientras le explicaba cómo lo habían descubierto – Sus historias me llegan. Y en esa novela además, el personaje de Tania … me siento identificado con ella ¿Sabe? Se lo comenté. Y hemos estado esta noche leyendo y comparando. Es la misma novela. Hay frases distintas, pero por la traductora.

-Y yo esta mañana me he ido al registro. Tengo un amigo que me lo ha mirado. Para no levantar la liebre. – explicó Carlos.

Sonó el teléfono de Máximo. Carlos corrió a su mesa para contestar. MªPaz e Irene siguieron plantadas delante de la mesa del Jefe.

Carlos volvió. Su cara no presagiaba nada bueno.

-Es Óliver Sanquirián, abogado de Jorge Rios. Quiere entrevistarse contigo.

Máximo empezó a desanudarse la corbata. Le ahogaba. Se desató el primer botón de la camisa. Sudaba a mares.

-Esto es nuestra ruina. Anula la imprenta, Carlos. Por lo menos … y mira de ponerte en contacto con esa editorial rusa. A ver que explicación te dan.

-Lo primero ya lo hice anoche.

-¿Y eso?

-Me pasó Irene la novela ya terminada. Como le pasa a Mª Paz, soy lector de Jorge. Es un tipo que escribe genial, para mi gusto.

-Nunca me has dicho nada.

-Cualquiera le decía algo de él. Si se pone como un salvaje cada vez que escucha hablar bien de él. Supe que era una copia. Y llamé a la imprenta. Iban a empezar esta mañana a tirarla. Lo anulé. ¿Qué le digo al abogado?

Los hombros de Máximo estaban por los suelos.

-Dile que se quede con la editorial. Toma su teléfono y dile que le llamo en media hora. Que me de tiempo al menos para secarme el sudor.

Jorge Rios.

.

También conocía por Carmelo sobre todo la historia de Felipe, Ana y Eduardo. Eduardo ya era hijo legal de Ana y Felipe. Lo habían adoptado. En realidad era su sobrino. Ya podían decir sin faltar a la verdad que tenían cuatro hijos. El pequeño Ignacio tenía apenas 3 añitos. Era la mascota de la familia. Sus hermanos mayores se pegaban por cuidarlo. Era el niño más mimado de Concejo de Prado y toda su comarca. Pero a pesar de ello, al niño no se le subió a la cabeza. Eso al menos decían todos.

A Gerardo ya lo había conocido hacía unos días. Se habían caído bien.

A Óliver su abogado, también. A sus padres no. Gerardo le había hablado de ellos. Encantadores, a pesar que Óliver y su padre no acabaran de congeniar.

Todo el mundo parecían maravillosas personas, amigables, sociales … Estadísticamente no parecía posible. Seguramente había un mundo soterrado de personas no tan agradables. Posiblemente esas que tanto aparentaba ser personas amables y de buen corazón tuvieran una cara oculta. Pero también, con mucha probabilidad, no se enteraría nunca y así podría disfrutar de buena gente, aunque en realidad fueran unos cabrones. A veces la verdad es mejor dejarla de lado. Y si te pones estupendo con tus amigos, al final corres el riesgo de quedarte solo.

El problema no era ese. El problema era que no tenía el vigor necesario para relacionarse con mucha gente a la vez en su vida privada. En muchas ocasiones le suponía un esfuerzo insalvable. Las veces que lo afrontaba, acababa agotado. Por eso, la idea de que Carmelo le acompañara en el viaje de promoción le había parecido bien. Le daba igual que le quitara algo de protagonismo, al fin y al cabo Carmelo era mucho más famoso que él tanto en Francia como en Irlanda e Inglaterra. Pero le daría ese punto de confianza, de familiaridad. Una cara conocida a su lado. Un brazo en el que apoyarse, un hombro en el que reposar la cabeza y echar una cabezada. Una sonrisa en la que zambullirse.

Era distinto como se comportaba ante un auditorio. Allí, en su imaginario, él estaba representando un papel. Y tenía claro como debía comportarse. Y también tenía claro que si se olvidaba de los nombres de las personas con los que interactuaba, sería parte del espectáculo. Tenía esa excusa y se lo perdonarían. El era en ese momento un escritor al que los asistentes a la charla iban a escuchar hablar de sus libros. Tenía ganado a su auditorio de antemano. Y si había algún díscolo, el resto se encargaría de acallarlo y dominarlo.

Pero esa noche no eran suficiente los Danis, como los llamaban en el pueblo, como asidero al que agarrarse. Estar pendiente de esa gente desconocida, atender a sus peticiones sobre sus novelas, sus halagos o sus críticas, por qué no. Sonreír cuando no tenía demasiadas ganas de hacerlo. Álvaro, Carletto, Danilo, Finn … Dimas ese Gonzalo Bañolas … tenía la cabeza en ellos. Le hubiera gustado saber como le había ido a Carmelo con el padre de Esteban, el chico de la barandilla. Pero debía respetar sus ritmos, como hacía con él. Le hubiera gustado haber tenido la conversación pendiente con Ely, aunque éste se mostrara remiso. Y escribir sobre todo lo que le pasaba. La agresión a Carletto y a Danilo le había vuelto del revés la cabeza. Y la noticia sobre el chico de la foto, ese Lucas, antecesor a Galder en su misión de salvamento. Solo esperaba que el hijo de Olga no le odiara como el tal Lucas. Y el tema del violinista. Se había olvidado unos días de él. Álvaro había acaparado casi toda su atención. Tampoco le había preguntado a Javier. Y claro, Álvaro. Le había mandado un par de mensajes que no le había contestado. Yeray le escribió luego para decirle que se había quedado dormido. “Está agotado”; “Ha hecho un trabajo impresionante ayer y hoy”; “Los del anuncio están muy contentos”.

Ese día de descanso le había sentado mal. Había tenido mucho tiempo para darle a la cabeza. Había pasado medio día haciendo un repaso a sus últimos meses. No había ayudado que Carmelo  lo dejara solo por atender a ese compromiso y por asistir a la reunión en su productora. Era todo muy complicado. Su vida de repente se había derrumbado. Ya no tenía editor, su ahijado estaba en la cárcel acusado de pegar a un chico al que había conocido unos días antes. Su amiga Rosa desaparecida, como Nadia. Y Clara, la hermana de su ahijado. El director de su editorial también desaparecido. Teóricamente, claro. Porque a los reservados de la Dinamo seguían yendo. Acababa de leer en su móvil un correo de Esther su editora anunciándole que Elías García se iba a ocupar temporalmente de los detalles del viaje de promoción y que lo iba a acompañar. No le gustaba Elías. Ya tuvo que decirle a Dimas que no lo quería ver ni en pintura. Ahora lo debería hacer de nuevo con Esther. Pero a pesar de todo, no tenía confianza con ella. A pesar de todo, con Dimas sí se sentía cómodo. Era curioso, sentirse cómodo con alguien que te odia. Que te ha traicionado desde el minuto uno de conocerte. Se sentía mal por pensar a veces que estaba mejor antes, sin enterarse de nada. Siendo robado por todos. Traicionado. Pero estaba a gusto. Una de las cosas que le agobiaban cuando meditaba sobre todo lo ocurrido era el detonante. Lo habían comentado un ciento de veces con todo el mundo a su alrededor, incluido con Javier Marcos y su equipo. No encontraba una razón para que todo esto estallara. La aparición de Rubén no era algo que le resolviera mínimamente la cuestión. A no ser que todavía les quedara mucho por descubrir de él y sus circunstancias. Y lo del proyecto de llevar Tirso a la pantalla … ¿Qué más daba? El libro llevaba años en las estanterías de todas las librerías. Ahora no se iba a parar la maquinaria porque él muriera. Al revés, eso ayudaría a que tuviera más repercusión, la convertiría en una especie de homenaje. Y para colofón, el asalto y agresión en la casa de su amigo Álvaro. No dejaba de preguntarse si en el fondo, su amistad con ellos tenía algo que ver. Aunque todo parecía indicar que el tema de que Álvaro hubiera ocupado el sitio de otro actor en esa campaña publicitaria tan jugosa a nivel económico y de repercusión mediática, había sido el detonante. Pero ese actor tenía unos amigos que se habían significado por su poca querencia por ellos. Un odio que parecía venir del pasado. Todo parecía interrelacionado. Las relaciones entre sus enemigos se entrecruzaban.

Ahora, era libre, porque sabía. Pero saber de momento, solo le había dado dolor de cervicales y tener que meterse debajo de una mesa protegido por el cuerpo de Hugo. Ya lo tuvo encima de él, cuan largo es, en el parque. Y la sensación de ridículo que había tenido en las dos ocasiones. No por Hugo, sino por su dignidad. Y también había tenido que salir por patas de uno de los mejores restaurantes de Madrid rodeado por sus escoltas. Y con media plantilla de los antidisturbios abriéndoles camino. No le consolaba que sus ingresos se hubieran multiplicado casi por dos. Acababa de ver las últimas cifras que le había enviado Óliver. Eso le daba una idea de lo que le habían robado en casi veinte años.

Quizás era un buen momento para descubrir todas las cosas que se había ocultado a sí mismo. Las traiciones de su querido marido, al que había llorado siete años. Su muerte había sido la disculpa que se había buscado para apartarse de la vida pública. Lágrimas en realidad, pocas o ninguna. Pero cada vez era más evidente que más gente conocía que Nando le había sido infiel con alevosía, premeditación y continuidad. No era una cuestión de relación abierta o sea que “meapetecefollarconmenganitoymevoyafollar”. Era una cuestión de tener otra relación con otro hombre. Con Salva. Una relación que casi duró tanto como la suya. Y una relación que estaba seguro que había financiado él. Después del comentario de su ahijado en la cárcel, estaba seguro. Pero ese Salva no fue el único. Que él hubiera sabido, hubo un Patrick, un Pablo, un Karim, un Bermejo, un Camilo, un Federico, un Jacinto, un Humanes, un William … que él conociera.

Era pues, la oportunidad de provocar una catarsis en todo su universo. Ya que alguien estaba propiciando ese estado de purga, a lo mejor debería dejarse llevar por él. Mejor pasar la enfermedad toda de golpe. Tenía pendiente una conversación larga con su suegra. Había llegado el momento de poner las cartas sobre la mesa.

-Ya hemos llegado – dijo alborozado Cape. – Fíjate parece que se huele desde aquí el guisado de Gerardo.

A Jorge le pareció una tontería. Desde el día en el que estuvo en su casa y acabó llevándose a Carmelo de vuelta a la suya, le molestaba todo lo que decía Cape. Ya no lo disimulaba. No tenía reparo en ponerlo a parir delante de Carmen, o de Helga. O de Flor. No le había gustado enterarse por ésta que ellos sabían de su huida hacía semanas. Y Carmelo en la inopia. Era imposible que oliera el guisado desde la calle. Pero para su sorpresa, en cuanto salió del monovolumen, lo pudo percibir. Y era cierto. Era un aroma maravilloso. Se le acababa de abrir el estómago. No tuvo más remedio que pedir perdón mental por haber despreciado el comentario de Cape.

-Hombre Ana. Mira, si vienes con el pequeño de la casa.

Carmelo saludó a la mujer que se acercaba a ellos con un niño cogido de la mano.

-Dani – dijo el niño a al vez que le tendía los brazos para que lo cogiera en brazos.

-A ver, un abrazo fuerte, fuerte.

Y el niño lo abrazó sonriendo de oreja a oreja.

-¿M’as taído algo?

-No. Esta vez no. No me ha dado tiempo. Pero he venido yo a jugar. Y mira, te he traído a mi amigo Jorge. Jorge, este es Ignacio, el rey de Concejo de Prado.

-Hola Gorgue – dijo apartando la cara con timidez y escondiéndola en el cuello de Carmelo.

-Es un conquistador nato. Ya está haciendo de las suyas. Soy Ana, la madre del conquistador. – y señaló al niño mientras le tendía el puño para saludarlo.

-Jorge, el conquistado – bromeó.

-Hola Gorgue – volvió a repetir el niño.

-Ven a mis brazos, Ignacio el conquistador. Necesito un montón de besos.

-No soy conquet… – no le salía la palabra.

-Conquistaudor. Que palabra más larga y difícil, a mí tampoco me sale bien. ¿Me das un beso?

El niño lo abrazó como antes lo había hecho con Carmelo y le dio un montón de besos con ruido. Su madre lo miraba extrañada. Normalmente con la gente desconocida el niño era bastante retraído. Una cosa era conquistar y otra regalar cariños, besos y abrazos al primero que llegara. Pero con Jorge se había abierto enseguida.

-Quero cena contigo, Gorgue.

-No, vas a cenar conmigo y con tu hermano – atajó la madre.

-Yo quero con Gorgue y con Dani. – dijo en tono resuelto.

-Claro que sí – le dijo Dani tendiéndole los brazos para dejarle libre a Jorge. – Vamos a cenar al lado. ¿Te parece? Te vas a sentar entre Gorgue y yo.

-Habéis llegado pronto – acababan de llegar Óliver y sus padres. – Jorge, te presento a Camila y Teófilo, mis padres.

Choque de puños y sonrisas escondidas detrás de las mascarillas. Jorge empezaba a sentir la presión de la gente nueva. Aunque para su sorpresa, lo llevaba mejor que en otras ocasiones parecidas.

Tenía una sensación rara con algunas de esas personas. Parecía conocerlas. Ya le había pasado con Óliver en su charla tranquila de hacía unos días. Pensó que podía ser el efecto de las mascarillas, pero lo descartó, porque no le había pasado con otras personas. Pero esa Ana, o Teófilo, el padre de Óliver Jorge dejó aparte sus pensamientos y volvió a atender a las personas que hablaban con él.

-Te estaré eternamente agradecida – le comentaba Camila – Estaba desesperada con mi hijo en casa todo el día. Le has puesto a trabajar, al menos le meteré en el despacho que le ha preparado su padre y dejará de vagar como un espíritu errante por toda la casa.

-Me han dicho que es buen abogado. Y además, me ha parecido un hombre muy cabal, educado y buena persona. No podemos dejar que gente así se pierda.

La respuesta que estaba dando Jorge, según la iba diciendo, le parecía de lo más cursi. “Menuda imagen estoy dando”, pensó para él. Pero a la mujer pareció dejarla contenta y Óliver le miraba agradecido. Le dio una palmada en la espalda y le sonrió.

-Perdona un segundo Oli. – Jorge se acababa de acordar de un tema importante. Los dos se apartaron del resto al rincón de las confidencias.

-Se habrá puesto en contacto contigo un amigo, Aitor. Es mi vigilante de que nada pase en mis teléfonos o dispositivos digitales.

-Yo también tenía previsto comentarte. Me llamó y me quedé sin saber que decir. De todas formas me dio tantos detalles que me convenció. Parece tenerte mucho aprecio.

-Hazle caso. Es de confianza. Se asegurará que todos tus dispositivos sean seguros. Es muy bueno. Si te dice de que cambies alguno, me dices y te mando a una tienda de confianza. Tengo tantas cosas en la cabeza que no me he acordado de decirte. Él vio la necesidad de asegurarse que tus dispositivos fueran inexpugnables, ahora que te ocupas de mis cosas.

-Ya me ha dicho que tenía algo en mis dispositivos. Los ha limpiado y se ha asegurado de que no vuelva a pasar. Pero sí me ha dicho que cambie las tablets y los dos móviles.

-Vete a la tienda de Goya, la que está al lado de la librería de mis firmas, y que me lo apunten en la cuenta.

-Pero …

-Es por mi seguridad. Tú tranquilo. Elige los dispositivos que te haya indicado Aitor y que mejor se adapten a tus necesidades.

-¿Y quién espiaría mis …?

Jorge se lo quedó mirando.

-Ya. Vale. Es evidente. Tengo que repasar lo que he hablado …

-Parece que es reciente. Te espían desde que te llamé para que fueras mi abogado.

-Bueno. No quiere decir nada. Esos dispositivos los compré cuando dejé de trabajar en el bufete de Otilio. He seguido utilizando los viejos hasta poco antes de que me llamaras. Hasta entonces me daba pereza poner en marcha los nuevos. Total, para lo que los usaba … para que mi madre me llamara para llevarla a hacer la compra en coche …

-Díselo a Aitor. Que los mire. Por saber. Y ahí sí, convenía que miraras lo que has hecho o hablado.

-Mañana me pongo a ello.

-Otra cosa. Ponte en contacto con Tere, de la Unidad Especial de Investigación de la Policía. Tiene unas estimaciones que ha hecho y algunos datos sobre las ediciones piratas de mis obras. En Estados Unidos, la comisaria Olga Rodiles ha descubierto una edición de “La boda sin novios”. Debe estar vendiendo muy bien.

-Me da que se han bajado más novelas de las que pensabas.

-Eso me temo. Lo hicieron antes de que Aitor se ocupara de mi seguridad informática. Ten en cuenta que algunas de ellas las he escrito hace muchos años.

Volvieron los dos a juntarse con el resto de asistentes al encuentro. Fue el momento que Cape eligió para empujar a todos a entrar en el bar comentando el viaje y con Carmelo jugando con el niño.

-Creo que voy a tener suerte hoy y no voy a tener niño en toda la noche – bromeó Ana al ver a Gerardo. Ignacio seguía en brazos de Dani. Los dos parloteaban sin parar. Y el niño parecía gozarlo. No hacía más que reírse y abrazar a Dani.

-Y luego se va a dormir en dos minutos. Como siempre que está con Dani. – comentó el tabernero – Hombre Jorge, que alegría verte de nuevo. Ya sabía yo que no te resistirías a venir otra vez.

-Me estoy convirtiendo en tu mejor cliente. – bromeó Jorge. – Desayuno y comida.

-Y como siempre vienes con séquito – bromeó Gerardo – Pues hoy vas a añadir a la lista para volver, la cena. Y esos, porque están en sus cosas, pero que conste que sobre todo Dani, cocina muy bien. Menudas competiciones tenía con Rosa María, su vecina.

-No tenía ni idea. Ese secreto no me ha contado Dani. Que cocina sí. Eso ya lo he catado y cada vez más a menudo, gracias a Dios. Ahora tengo un chef semi profesional para mí solo. Pero no sabía lo de las competiciones …

-En cuanto llegué yo a su vida de nuevo, dejó de hacerlo – Cape se había acercado a saludar a Gerardo. – Al menos no cocinaba para mí. Veo que para ti sí lo hace. Luego quiero hablar contigo – le susurró a Jorge.

Éste le miró extrañado, pero sobre todo fastidiado. Cape no dejaba de jugar con el teléfono. Y tenía un gesto muy serio en su rostro. Pensaba que tendría al menos hasta el día siguiente para hacerse a la idea de esa conversación. Pero estaba claro que Cape tenía prisa.

-Gerardo, éste es Hugo – Carmelo presentó al escolta de Jorge y que había tomado en ese viaje las riendas de todo el equipo de escolta de los tres.

-Encantado – dijo sin acercarse Hugo.

Jorge lo miró extrañado. Hubiera jurado que había hecho un gesto de reconocimiento de Gerardo. Y éste aunque lo había disimulado mejor, también lo había mirado de una forma especial. Había sido solo un instante. Pero había ocurrido. Apartó el tema de su mente y se acercó de nuevo a Cape. Aunque no pudo evitar un flash sobre la apreciación de Óliver respecto a Gerardo.

-Vamos fuera si quieres y hablamos. ¿Pasa algo?

-Luego, luego. Después de la cena. Ahora llamaríamos la atención. Quiero hablar con tranquilidad. Pero no es nada grave. No tienes que preocuparte. Ya te lo anuncié el otro día. A lo mejor no te quedaste con la copla.

Nunca había visto a Cape así. De todas formas, Jorge prefirió una vez más hacerse el tonto y puso su mejor cara de lelo.

-Te tendrás que ocupar de Dani. – le susurró ante la persistente mirada de Jorge.

Juan Ignacio Pérez era el programador de música de la Filarmónica Altamira. El lugar en el que se celebraban sus conciertos era el Auditorio del Banco Exterior en Arganzuela. A Carmen le había costado concertar una entrevista con él. La lista de excusas que había esgrimido era interminable.

-Si prefiere le citamos en el juzgado. – le dijo ya de malos modos al quinto intento.

El amigo Juan Ignacio al final prefirió quedar en una cafetería cercana a su lugar de trabajo. Carmen le había propuesto un café que estaba cerca del Conservatorio de Música, pensando que a lo mejor podía ser más fácil para él, ya que también daba algunas clases allí. Pero la academia de Mendés estaba próxima y debió pensar que corría el riesgo de encontrarse o de que alguien le contara.

Carmen llegó unos minutos tarde a la cita. Al entrar en el bar, miró las mesas y la barra buscando a su interlocutor. Un hombre sentado de espaldas en una mesa pegada a la pared, llamó su atención. Parecía muy concentrado en dar vueltas a la infusión que se había pedido. Estaba muy preocupado con que alguien conocido le viera. Inmediatamente a Carmen se le ocurrió pensar en las posibles causas por las que ese Juan Ignacio tenía tanto miedo de que lo vieran hablar con la policía. En el caso que tenían entre manos, ninguna de las posibilidades era agradable.

Caminó decidida hacia la mesa que ocupaba. Se plantó delante de él.

-¿D. Juan Ignacio?

Carmen le tendió el puño a modo de saludo. El hombre, que había levantado la vista asustado, no pudo por menos que poner un gesto de sorpresa y admiración. Por la mirada Carmen supo que a ese tipo no le gustaban los hombres. Así que tuvo que rechazar la mitad de las hipótesis que había barajado, o en todo caso, cambiar algunas de género.

El hombre rebasaba ya los cincuenta años. Tenía algo de sobrepeso, pero las proporciones de su cuerpo eran agradables de ver. Su rostro era agraciado, de formas suaves. Bien afeitado, ojos marrones. Poco pelo y muy corto. El color del mismo en sus años mozos, debió ser oscuro. Ahora casi era blanco. Su expresión facial daba la razón a la comisaria al pensar que ese hombre estaba preocupado.

-¿Quiere tomar algo comisaria?

Su voz era agradable. La modulaba de forma que te envolvía. Carmen estaba segura que en sus clases atraería la atención de todos sus alumnos.

-Tomaré lo mismo que usted.

El hombre llamó a un camarero y le hizo un gesto. Tuvo claro que era un sitio habitual del musicólogo.

Carmen intentó iniciar una conversación intrascendente con el fin de romper el hielo. Pero el programador no parecía tener ninguna intención de ayudarla. No pasaba de hacer algún gesto con el rostro o con el cuerpo a sus comentarios. Y las pocas palabras que salieron de su boca fueron monosílabos.

-Dígame por favor cual es la relación que le une a Graciano Mendés.

-No le gusta que se use su nombre de pila.

-Está bien saberlo, pero ahora mismo eso me trae sin cuidado.

A Carmen le había salido un tono demasiado brusco. Se recriminó por ello. Respiró hondo y cambió de forma de hablar.

-Ese comentario que ha hecho, posiblemente me ayude en algún momento. Llegará el día en que lo tenga sentado al otro lado de la mesa, en una sala de interrogatorios. Y esos detalles son interesantes.

El hombre hizo un gesto mudo de asentimiento. Parecía que el cambio de tono de la comisaria había conseguido el objetivo de que se sintiera cómodo.

-¿Cuál es su relación? – Carmen repitió la pregunta con voz melosa.

-Nuestras mujeres son amigas. Coincidieron en algunos cursos de jóvenes y se hicieron amigas. Nosotros sabíamos el uno del otro aunque no habíamos coincidido. Luego, por ellas, nos hemos tratado algo más.

Se hizo un incómodo silencio. Carmen no siguió preguntando porque tenía la impresión de que Juan Ignacio quería decir algo más.

-No creo que ese momento llegue.

Carmen al principio no caía a qué se refería. Aunque enseguida se dio cuenta de que hablaba de la sala de interrogatorios.

-¿Por sus amigos?

-Tiene a todo el mundo agarrado de sus partes.

-¿Que tiene de usted para que no acepte contratar a ningún músico al que Graciano Mendés le haya puesto la cruz?

-Si le soy sincero, tampoco programo a ningún músico que haya estado en su academia. Ni los vetados ni los recomendados. Estos últimos no me interesan. Hay cien mil mejores. De los vetados, la verdad, hay algunos muy buenos, casi todos han dejado ya la música.

-Entre ellos está Sergio Plaza, Yura Agmatis

-Sí. Son dos ejemplos de grandes músicos echados a perder por Mendés. Sobre todo el primero que ha citado. Aunque he oído que toca a veces al lado del Teatro Real. Me acercaré un día a escucharlo.

-Dígame por favor, lo que Graciano tiene contra usted.

-Mantuve una relación a espaldas de mi mujer. Durante años.

-Una relación que me imagino que no le llevó a pensar en separarse de ella.

-Tenemos dos hijos. Eran pequeños. Y quiero a Claudia. Aquello fue otra cosa.

-Me imagino que sus hijos ya no serán pequeños.

El hombre suspiró.

-No tengo intención de separarme de Claudia.

-¿Sigue con su relación extra-matrimonial?

-No. Hace años que rompimos. Ella vive ahora en Verona.

-Entonces, digamos que ya está liberado del chantaje.

-Mi mujer está enferma. No quiero que ese tipo pueda incomodarla. Sería capaz de visitarla aprovechando sus estancias en el hospital y contar mi historia.

-¿Lo haría sabiendo que está enferma?

-Usted no lo conoce.

-Por eso quiero que usted me diga cómo es. ¡Camarero! – Carmen levantó la mano para llamar la atención del empleado – Tráigame por favor un vaso con hielo y limón. Se me ha olvidado pedirlo antes. Perdone D. Juan Ignacio. Me iba a contar del profesor Mendés.

El relato que inició el musicólogo fue profuso en detalles. Fue una enumeración interminable de casos en los que D. Graciano Mendés había utilizado el chantaje u otro tipo de asuntos para tener a muchas personas relacionadas con la música y la gestión artística en todas sus facetas, pendientes de sus designios para seguirlos.

-Es de la teoría que todos tienen algo que ocultar, alguna vez han cometido algún desliz, o en su caso, desean algo con todas sus fuerzas. A los que no han cometido deslices en su vida privada, les consigue esos deseos. Pueden ser el acceso a determinadas personas, puede ser tener una cita con un hombre estando casado con una mujer y teniendo cinco hijos en común. Puede ser entradas para un concierto o tener plaza para un hijo en un colegio exclusivo. O lo más común, porque todo el que quiere eso, sabe dónde debe ir a buscarlo, asistir a esas fiestas llenas de glorias de la música y de chicos dispuestos a satisfacer cualquiera de sus deseos.

-Él no lleva a sus hijos a un colegio elitista cuando se lo consigue a los demás. ¿No es extraño?

-Su mujer no le dejó. Adela es de buena familia. A ella no le gusta esa expresión, pero así nos entendemos. Ella no quería para sus hijos el mismo camino que sus padres le obligaron a seguir a ella. Siempre dice que eso le privó del contacto de muchas personas interesantes a las que no pudo acceder porque eran de “una categoría inferior”. Personas llenas de amor, de arte, de pensamientos inteligentes. De sensibilidad, de sentimientos.

-¿Su mujer es así también?

-Sí. Por eso se hicieron amigas.

-¿Y no cree que a su mujer, a ver como lo digo, su aventura no le pasaría desapercibida?

-Estoy convencido de que lo sabe. Cuando nos casamos, lo hablamos. Ahora se lleva más, pero entonces no tanto.

El hombre dudaba de como contarlo.

-Tienen una relación abierta – le sugirió Carmen. Juan Ignacio asintió con la cabeza. – Su mujer no quería que ni usted ni ella se perdieran a esas personas que podían aportarles una experiencia única y que a la larga, les frustrara. – Carmen hizo una pausa para recapacitar sobre el tema – Pero entonces no entiendo por qué se ha dejado chantajear. Salvo que quisiera que no indagara para descubrir otros secretos suyos.

Por la cara que puso el musicólogo, Carmen supo que había acertado. Decidió cambiar de tema.

-¿Qué pasó con el hijo mayor de Graciano Mendés?

El hombre se recostó en la silla. No parecía inclinado a contar secretos de Mendés que atañeran a su familia. Pero el gesto de Carmen, ahora más relajado que al principio de la charla, le hizo pensar que podía confiar en ella.

-Eso posiblemente le hará pedir el divorcio a su mujer dentro de poco. Sigue viendo a su hijo, como no puede ser de otra forma. Y lleva a sus hermanos a verlo. Los cuatro se quieren de verdad. El mayor no está bien. El rechazo de su padre le ha hecho entrar en una deriva de distintas patologías psicológicas que tienen preocupados a la familia. Menos a Mendés, claro. Adela no se ha atrevido todavía a enfrentarse frontalmente a Mendés.

-¿Tiene miedo de su marido?

-¿Adela miedo de Graciano? No. Para nada. Ya le he dicho que ella es de “buena familia”. Poderosa. Adinerada. Tiene dinero propio a parte de un trabajo. Es una mujer inteligente. Decidida. Con carácter.

-¿Y por qué sigue con él?

-Por un concepto de la fidelidad, del amor, posiblemente equivocada. Ella se casó enamorada de verdad. Tuvo que luchar con su familia para casarse. Luego tuvo que luchar contra su marido y sus intentos de anularla. Pero, aunque parezca contradictorio, siente que no debe apartar a sus hijos de su padre. Y sabe que cuando dé ese paso, eso va a ocurrir. Sus hijos no tienen apego por su padre. Y éste tiene otros “niños” que le hacen más feliz.

-¿Piensa que si Adela no fuera la mujer que es, hubiera intentado algo con sus hijos? Y otra pregunta ¿Sabe de su pasión por esos otros “niños”?

Juan Ignacio miró a su alrededor. Parecía preocupado porque alguien pudiera escuchar lo que iba a decir. Cuando estuvo seguro de que nadie estaba pendientes de ellos, se acercó a la comisaria que a su vez se inclinó sobre la mesa para escuchar lo que tenía que decir.

-Creo que los problemas mentales de Ignacio, vienen de eso. De que hace años intentó “jugar” con él. Respecto a la segunda pregunta, nunca lo ha dicho claramente. Pero a veces deja caer algún comentario con mi mujer, que hace pensar que sí lo sabe.

-¿Conoce al chico?

-Sí. Conozco a todos. Mi mujer es amiga de Adela. Y nuestros hijos también lo son. Ésta además está siendo de mucho apoyo para ella en su enfermedad. Y los chicos suelen quedar a menudo. También con Enrique, antes de que pregunte.

-¿Es cáncer por un casual?

El hombre asintió con la cabeza. Volvió a apoyar su espalda en el respaldo de la silla. Parecía derrotado. Carmen supo que el pronóstico no era bueno. O que al menos, la lucha les estaba agotando a todos.

Carmen sacó el móvil.

-Perdóneme pero tengo que contestar unos mensajes. Una pregunta. ¿Usted podría interceder con Adela para concertar una cita de Ignacio y Adela con Jorge Rios?

-¿El escritor?

-Sí. Pensamos que la librería Aladino sería un buen lugar. Enmascarado en un encuentro de Jorge con clientes de la misma. Suele hacerlos periódicamente.

-Eso enfurecería a Mendés. Ha hecho correr la voz de que Jorge Rios es su enemigo.

-Es una posibilidad si se entera. Aunque no tiene por qué ser así. Y no se equivoque: Mendés es el que es enemigo de Jorge. El escritor es capaz de cualquier cosa por ayudar a una víctima de abusos.

-Lo sé. Por eso lo empecé a leer. A parte de que a mi mujer siempre le ha gustado. Y a mis hijos igual. Alguien me contó algunos casos en los que su intervención salvó a chicos como Enrique.

-¿De qué depende que llamen al hijo mayor Ignacio o Enrique?

-Ignacio lo llama su padre. Es el nombre de su padre. Enrique lo llama su madre.

-Ya, es el nombre del padre de Adela ¿no?

Juan Ignacio sonrió y asintió con la cabeza.

-¿Qué me contesta?

-Tiene ojos y oídos en todos sitios. Tiene mucho poder. Puede que pueda hacer que usted pierda su puesto de trabajo. O algo peor.

-Él puede tener poder, pero yo también lo tengo. El puede tener amigos influyentes. Nosotros también. El puede tener los medios para contratar a alguien que atente contra nosotros. Nosotros tenemos el respaldo de la ley y los medios para repeler ese ataque.

Carmen y Juan Ignacio se miraron unos segundos. Carmen seguía con el teléfono en la mano, preparada para escribir unos cuantos wasaps.

-Conteste esos mensajes que tiene pendientes mientras me lo pienso.

-A la vez, haga memoria e intente recordar el nombre de algunos de esos chicos que han acabado mal de su relación con Graciano Mendés. Si todavía están vivos, queremos echarles una mano.

-¿También Jorge Rios?

-Y mis compañeros Javier Marcos y Olga Rodilla, yo misma, los psicólogos de la Unidad, Carmelo del Rio, Dídac Fabrat me ha dicho Dídac que lo conoce.

-¿Conoce a Fabrat?

-Es amigo nuestro. Pero sobre todo de Jorge y de Nuño Bueno, que es un casi hermano de Javier. No hace falta que le diga quien es ninguno de ellos.

-No sabía.

-Pues sí. Llame a Dídac, se lo confirmará.

-Si no le importa, salgo un momento a la calle.

-Yo me pongo con mis mensajes.

Carmen sonrió. Mandó un mensaje a Dídac para avisarle. Solo esperaba que Dídac pudiera acabar de vencer la resistencia de ese hombre. Su colaboración les facilitaría mucho la labor en la consecución del plan que tenía Jorge para empezar a cuidar del hijo mayor de Mendés. Y de paso, darle un par de bofetadas virtuales al ínclito profesor de violín. Las bofetadas virtuales era un camino que a Carmen le satisfacía más que las bofetadas físicas. Y no dudaba que Jorge, si no veía otra posibilidad, utilizaría el método contundente sin dudar.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 85.

Capítulo 85.-

.

Jorge se quedó anonadado a la puerta de la casa de Álvaro. Lo primero que le vino a la cabeza es que cien personas se habían vistos envueltos en una pelea y habían destrozado el lugar por completo. No había ningún mueble que no hubiera sido volcado, todos los espejos o vitrinas estaban rotos, los cuadros o las imágenes rasgadas. Vio las paredes llenas de manchas que con seguridad provenían de alguna botella de vino tinto estampada contra ellas.

Javier y Carmen entraron decididos. Hablaron con la pareja de la patrulla que había ayudado al actor. Luego, Javier se separó de Carmen y fue a hablar con los miembros de la policía científica que estaban procesando el escenario.

-Hemos tenido suerte. Hemos pasado cinco minutos antes de lo previsto. Una vecina nos ha dicho de los ruidos de pelea en casa del actor, como se ha referido a él. Hemos pedido refuerzos y hemos subido a la carrera. – comentaron los agentes a Carmen.

La comisaria se quedó con ellos recabando los detalles. Al parecer eran dos asaltantes. Al darse cuenta de la presencia de la policía, hicieron dos disparos y aprovecharon la confusión creada para salir corriendo.

-Creo que les ha sorprendido nuestra presencia. Acababan de empezar, tenemos esa impresión, por los comentarios de los vecinos que luego hemos recabado.

-Pues menos mal. Si acababan de empezar y han dejado esto así …  y al actor casi le matan …

-Sabe defenderse. Luego es cuando le ha dado el bajón.

Javier fue recorriendo la casa detenidamente acompañado de Charo, la jefa del equipo de la científica que se había desplazado al lugar.

-Debieron empezar nada más entrar. Por las señales en la puerta, cuando Álvaro fue a abrirles, empujaron. El pestillo está forzado. La jamba está astillada ligeramente a la altura de la cerradura.

-La puerta no es de las mejores. – comentó Javier mientras la movía varias veces para verla por fuera y por dentro.

-No pega con el resto de la casa. El que le decoró este piso, no se preocupó lo más mínimo por la seguridad. Es una puerta normal. Me imagino que como las que pusieron de obra. Tienen más de veinte años. Si te fijas, toda la escalera tiene puertas de seguridad.

-Vete tú a saber si ya tenían en mente que tuvieran que ponerse a ello y dejaron preparado el acceso. Me da la impresión de que la pusieron en la reforma.

-Da esa impresión, sí.

-Si ves el nombre del diseñador de esta casa de catálogo, o la procedencia de los muebles, me lo apuntas en el informe.

-De algunos sí he visto, como están volcados – Charo se sonrió. – Algunos van como firmados en la parte de abajo.

Jorge, una vez que había cogido fuerzas, había entrado. No se fijó en el desastre que era el piso que por otra parte solo conocía por las fotos que le había enseñado Carmelo. Tampoco las prestó mucha atención, porque enseguida le recordaron a la casa de Cape. Buscó con la mirada a su amigo, que estaba sentado en el suelo, al fondo de lo que parecía haber sido el salón de la vivienda. Una sanitaria hablaba con él. Al escritor le dio la impresión de que Álvaro no la escuchaba. “Debe estar pensando en qué momento su vida derivó en este desastre”. Jorge se acercó caminando decidido, aunque mirando dónde pisaba. El suelo estaba lleno de cristales rotos. Álvaro cuando lo vio, se levantó de un salto y se abrazó a él. Aprovechó para llorar libremente. La sanitaria se apartó de ellos.

Carmen los miraba desde la puerta. Negó con la cabeza apenada. Parecía que esa historia que les acababa de detallar  Jorge en el coche, mientras iban hacia allí, tomaba una deriva distinta y peligrosa para Álvaro.

-Javier – entró Kevin corriendo, con su teléfono en la mano – les hemos localizado.

-¿Vamos? – preguntó Javier.

Carmen asintió con la cabeza.

La comisaria fue a avisar a Jorge pero al ver que seguía abrazado a Álvaro le dejó estar. Le mandó un mensaje para que lo leyera luego. Flor y dos de sus compañeros entraron en la casa, para que no estuviera desprotegido.

Jorge consiguió que Álvaro se tranquilizara un poco. Fue a sentarse en un sofá que estaba cerca, pero una miembro de la policía científica le paró. Pasó un cepillo por los almohadones. Estaba lleno de pequeños trozos de cristal. Los recogió con cuidado. Luego, pasó su mano enguantada por toda la superficie. Quedó satisfecha y le indicó a Jorge con gesto que podían sentarse.

-Gracias. – le dijo Jorge con una sonrisa.

-Carmelo y Martín te mandan besos. No nos ha parecido bien venir todos.

-Gracias. Joder Jorge. No sabes lo que te agradezco … no he avisado a nadie ¿Sabes? No sé que contarles. Los polis me han dicho que de momento no diga nada, no cuente nada. ¿Pero luego? ¿Qué les digo?

-De eso ya nos preocuparemos. No tienes de que avergonzarte. Yo no entraría en detalles, solo que han asaltado tu casa. Aunque si te ha dicho la policía que de momento no digas nada, aguanta y no llames a nadie.

Volvió a abrazarlo. Jorge le empezó a acariciar la cabeza suavemente. Tenía alguna pequeña herida y no quería que volviera a sangrar. La sanitaria le había hecho un gesto para que tuviera cuidado. En la espalda parecía también tener pequeñas heridas.

-Me han dicho que te defiendes bien.

-Los hijos de puta querían marcarme la cara.

-El anuncio ¿Lo grababas hoy o era mañana?

-Mañana es la segunda sesión. Justo llegaba del rodaje. Pasado es la sesión de fotos y alguna entrevista. ¿Vosotros estáis bien?

-Sí. No ha pasado nada. Parece que los que pretendían atentar contra nosotros se han asustado.

-Joder, al menos una buena noticia. Estaba preocupado, cuando me han contado. Pero no quería molestaros, por si acaso.

-¿Quién era el actor que iba a hacer esta campaña?

-Elfo Jiménez. Pero le dio por pedir el doble un par de días antes de empezarla. Y eso que ya habían cambiado el rodaje para adaptarse a su agenda. Debe creerse algo.

-No lo conozco.

Jorge se quedó pensativo. Algo no le cuadraba en la explicación de Álvaro.

-Había oído algo de que el actor que lo iba a hacer había cogido el covid.

-Primero se lo dieron a un modelo. Ese fue el que cogió el covid. Está chungo además. Sigue ingresado en el hospital. Pensaron entonces en Elfo. Y aceptó. Pero luego, debió pensar: les corre prisa, que paguen el doble.

-No me suena, no sé.

-Sale en esa serie de Amazon. Trabajó con Álex en …

-Ya, ya. Ya caigo. Creo que hasta le he saludado alguna vez.

Jorge no pudo evitar un gesto de cierto desagrado. Era evidente que no le caía bien.

-Conozco esa cara. Es amigo de Willy, sí, pero mío también. Nadie haría esto por un papel. No me jodas. Si me llegan a rajar la cara, no es algo que luego me la joden de por vida.

-Pero esto … – Jorge abrió los brazos abarcando todo el desastre – ¿Qué es lo primero que se te ha venido a la mente?

Álvaro bajó la cabeza.

Jorge entendió. Prefirió no preguntar exactamente la línea de pensamiento que seguía Álvaro. Era claro que tenía que ver con ellos. Primera opción: que se hubieran enterado de quién había pagado la deuda de Álvaro que le había sacado del servicio de acompañamiento de hombres. Dos, que fueran esos amigos de Álvaro que no les tenían a Carmelo y a él ningún cariño. Y se habían cansado de que no les hiciera caso. Además, era más fácil mandarles un mensaje a través de él, que intentar sortear la barrera de los equipos de seguridad que les seguían a todas partes. La tercera opción es que fuera un mix de las dos anteriores. Aunque el detalle de que le quisieran rajar la cara, le hacía no descartar un tema profesional. El problema es que el tema profesional les volvía a llevar a las mismas personas, porque en este caso, el que perdió la campaña de publicidad que estaba haciendo Álvaro, era un allegado a los mismos implicados en los préstamos a Álvaro y los que les odiaban con todas sus ganas. Sacó el móvil y le escribió a Carmen sus reflexiones. A la vez vio los mensajes de ella que le anunciaban que los habían detenido y que se los llevaban a la Unidad y que esperaría al menos veinticuatro horas para interrogarlos.

-Acaban de detener a tus atacantes. Puede que mañana o pasado tengas que ir a reconocerlos.

-Joder, que guay. Pensaba que se iban a escapar.

-Ha habido suerte. La patrulla que estaba pendiente de ti ha llegado un poco antes de lo previsto.

Esa noticia pareció relajar a Álvaro. Jorge estaba seguro que había algo que no le contaba. Pero no quiso insistir. Le agarró del brazo y permanecieron en silencio un rato. Álvaro acabó recostando su cabeza en el hombro del escritor.

Al cabo de un rato, Jorge le preguntó que pensaba hacer.

-Iré a mi antigua casa. Ya he llevado parte de mis cosas. Esto solo lo ha adelantado. Lo que no sé es lo que voy a hacer con todo este desastre …

-Si quieres, te mando a la empresa que se ocupó de mi casa cuando los disparos. Son buenos.

-No tengo dinero …

-¿Me dejas invitarte? Cuando vendas la casa, me invitas a comer en compensación. O nos hacemos una escapada a algún sitio guay y te dejo que pagues tú la excursión.

-Pero luego no te rajes.

-Por supuesto que no.

-Siempre me estás haciendo favores.

-El otro día me lo hiciste tú a mí viniendo a la discoteca conmigo. Tenías otros planes y los descartaste por apoyarme.

-Encima que invitasteis a todo. Y lo vio mogollón de gente. Ha tenido mucha repercusión. Los vídeos que hice los están viendo muchos de mis seguidores. Y me pasan decenas de enlaces de vídeos de la gente que estaba en la disco. Mi cuenta de Instagram echa humo.

-¿Sales favorecido en los vídeos?

Álvaro no pudo por menos que echarse a reír.

-Ya sabes que suelo salir bien. No es por presumir. – Álvaro le guiñó un ojo.

-Tranquilo, nos invitó la discoteca. No nos costó nada.

-Mira, eso me … no te creas que le estaba dando vueltas al coco. Porque un reservado para nosotros solos, uno de los grandes. Y toda la bebida que consumimos, todo de marcas de alta gama, los piscolabis Sé que todo eso no es barato. Una vez nos juntamos un grupo de amigos y alquilamos un reservado, uno menos lujoso, nos costó una pasta. A mí me dejó temblando la cuenta corriente.

-Tranquilo. Además, era una performance de mi cosecha. Si no hubiera sido así, lo normal es que todo hubiera corrido de mi cuenta.

-¿Y por qué no os cobran nada?

-Primero, porque somos amigos de algunos de los socios y del personal. Y, también te diré, que Carmelo tiene algo con ellos que no me quiere decir. Eso entre tú y yo. Pero a la vez, de la forma que lo hicimos, aumentamos su negocio. Los de los reservados que fuimos a visitar, consumieron mucho más, hubo más público al ver en las redes que estábamos allí fue una combinación de todo ello.

-Tranquilo que no le diré nada a Carmelo.

Kevin y Yeray entraron en la casa. Les buscaron con la mirada. Cuando les vieron, fueron a su encuentro. Jorge se levantó para saludar a Yeray, al que todavía no había visto. Éste sonrió y le abrazó decidido. Se guardó la segunda clase de choque de pechos para otro momento.

-Me alegra verte – le dijo Jorge.

-Lo mismo digo. Pero si me permites un consejo, necesitas descansar.

-Creo que Dani y yo nos iremos luego a Concejo a tumbarnos a la bartola.

-¿Qué tal está?

Yeray señaló a Álvaro al que la sanitaria con la que estaba al llegar él, le estaba sacando algunos pequeños cristales que tenía en el cuero cabelludo.

-Parece que se ha animado un poco. Cuando hemos llegado, estaba completamente hundido – Kevin asintió con la cabeza, apoyando la percepción del escritor.

Kevin le dio una palmada a Yeray en la espalda y se acercaron a Álvaro.

-Si nos dejas un sofá, nos quedamos a dormir en tu casa esta noche. – le dijo Kevin a bocajarro a Álvaro. – Y mañana también. Hasta que acabes el trabajo ese.

-No quiero molestar …

-No es molestia. Mi sueño es compartir casa con un famoso guapo y simpático. Así te curamos esas heridas de la espalda y la cabeza. Tranquilo, Yeray antes de ser policía, era enfermero.

-No me has dicho … – se quejó Jorge en tono preocupado.

-No es nada. Unos pequeños cortes. Cristalitos que han llenado todo cuando han roto las figuras y las vitrinas.

-Y por lo que veo alguna que otra botella de vino. O de licor. – añadió Kevin.

-Me gustaría que fueran contigo esta noche. – le pidió Jorge, al ver que  Álvaro no parecía muy conforme con esa posibilidad – . A Yeray y a Kevin les da igual que tu casa esté desordenada ni que la despensa esté vacía. No te van a juzgar ni van a ponerlo en las redes sociales. Yo confío en ellos al cien. Se han jugado varias veces la vida por salvar la mía.

Álvaro sonrió encogiéndose ligeramente de hombros. Parecía haberse rendido.

-Todo sea por dar gusto a un fan. – sonrió Álvaro refiriéndose a Kevin.

-Dos – dijo Yeray. – Yo también soy fan. Aunque no sueñe con verte en calzoncillos.

-Oye, capullo – Kevin le dio un puñetazo en el brazo. – Que yo me refería a su pericia como actor, no a lo bueno que está.

-Ten cuidado, que todavía estoy dolorido. – se quejó Yeray.

-Eres un quejica – se rió Kevin. De repente se puso serio de nuevo poniendo su atención en el actor – Aprovecho para darte otra mala noticia: antes de venir a verte a casa, se han ocupado de tu buga. Hoy me toca a mí ser el mensajero del mal.

-Pues mira. ¿No querías taza? Pues toma taza y media. Ya tampoco tengo coche. Esto mejora por momentos.

-Otro ahorro más. –  Jorge le guiñó el ojo y sonrió.

-Ya sí, al menos ese estaba pagado. Pero por poco. Terminé la financiación hace un par de meses.

-Piensa que podrás acabar la campaña. Dos días te faltan ¿No?

-De eso nos ocupamos nosotros también – dijo Kevin muy serio. – No vas a tener más contratiempos.

Jorge les miró con atención. Jorge tuvo claro que las pesquisas de la policía llevaban al amigo Elfo y sus amigos. No comentó nada en voz alta. Álvaro parecía abrumado y agotado.

Parecía una marioneta. Un juguete que se movía por la acción de unos hilos invisibles. Era un hombre sin voluntad. Jorge lo acompañó hasta la calle. Yeray se adelantó para acercar su coche. Kevin iba con ellos. Para despedirse, Jorge volvió a abrazar a Álvaro.

-Mañana te llamo.

-¿Os vais a Concejo?

-Sí, en un rato, nos vamos Carmelo y yo a descansar. La reunión con amigos es pasado mañana. Por la tarde estaremos en Madrid para luego volver a irnos a Concejo. Mañana te llamo. Y si nos necesitas, nos volvemos antes. O te vienes, como quieras. Te mandamos un coche. Allí tienes una habitación esperándote. Yo también quiero verte pasear en calzoncillos – Jorge puso cara de pilluelo.

-Serás bobo. Ya me has visto en calzoncillos. Y no me miraste con deseo.

-Esas miradas las guardo para cuando creo que tengo posibilidades.

-Pues a lo mejor si me hubieras tirado fichas, te hubiera dado una sorpresa.

Jorge fue el que se sonrió ahora.

-Me cagüen la puta … si lo llego a saber … vente, vente entonces y lo intento … – su tono era de broma, pero lo cambió para lo que fue a decir a continuación – Eres bienvenido, ya lo sabes.

-Na. Aprovecharé a descansar. Mañana y pasado van a ser días duros. Dudo que hoy pueda dormir nada.

Kevin entró con Álvaro en la parte de atrás de su coche oficial. Yeray le hizo un gesto a Jorge con la mano a modo de despedida antes de arrancar. Jorge se quedó un rato mirándolos como se alejaban.

-Te espera Carmelo en casa de Cape. – le dijo Flor. – Ha ido igualmente para acabar de recoger algunas cosas que tiene allí. Me da que su idea es dejar la casa al irse Cape.

-¿Ya lo sabes?

-Nos lo dijo hace semanas. Se va en tres días. Nos avisó que no iba a necesitar la escolta.

-Que cabrón. No le ha dicho nada a Carmelo. Ni a mí. Todos nos lo imaginábamos, pero él callado. Y resulta que vosotros lo sabéis hace semanas.

-No sabrá como decíroslo.

-A mí no me tiene que decir nada. En todo caso a Carmelo. Su alma gemela. Él, que lo protege a toda costa. Se le llena la boca y luego no lo respeta.

-Estás enfadado.

-Sí, es cierto. Me da la impresión de que sale huyendo. Lleva huyendo desde que sus padres desaparecieron. Por fin en tres días, acabará ese proceso. Y a Dani, que le den. Que se las componga solo.

-Te tiene a ti. No puede tener mejor compañero y mejor protector.

-Cuando empezó a idear esta huida, yo no era nada. Un fantasma. Y me sigue considerando así. De hecho, desde que apareció de nuevo en la vida de Dani, intentó por todos los medios, eso sí, sutilmente, apartarlo de mí.

-No seas tan duro, anda. Nunca has sido un fantasma. A mí no me engañas. Y para Carmelo lo has sido todo al menos desde que lo conozco a él. Desde la primera vez que coincidí con él, no ha habido día que no te haya nombrado varias veces.

Jorge se encogió de hombros. Le hizo un gesto para pedirla perdón por su discurso.

-¿Te vienes a Concejo?

-No. Nosotros te dejamos en casa de Cape. Allí esperan Helga y otro equipo. Mañana para vuestra reunión, se encargará Hugo como responsable de la escolta. Estará Fernando también.

-Vaya.

-Pero no te preocupes, nos vemos en unos días.

-Perdona. Debes descansar. Me gusta tenerte cerca, nada más.

-Fernando se acerca mañana también. Sé que también confías en él. Y Raúl y Helga también estarán estos días con vosotros. Y Hugo fue el primero que conociste.

-Bueno. Al menos personas conocidas, tienes razón. Hugo además, hace tiempo que no lo veo.

-Se le han juntado unas vacaciones y un problema con el covid.

-Al menos ya esta bien ¿no?

Flor afirmó con la cabeza.

-¡¡Jorgito!!

Jorge apartó su móvil de la oreja. Volvió a mirar el número que aparecía en la pantalla. Era un móvil desconocido. Debería luego etiquetarlo.

-Tío ¿Estás bien? La peña no hace más que decir un día sí y otro también que te han matado. Y a Carmelo.

-Estamos los dos bien, tranquilo. Alguien parece empeñado en anunciar nuestra muerte prematuramente.

-¿No me engañas?

-Para nada. De verdad. ¿Quién te ha dejado el teléfono?

-Eso es mejor que no lo sepas.

Jorge se puso tenso. Eso le debería haber costado a su ahijado algo …   innombrable.

-¿Cómo estás cariño?

-No lo soporto, tío. Si sigo mucho tiempo aquí te lo juro, me mato.

-No digas esas cosas. Ten paciencia. Pero si quieres acelerar el proceso, sería mejor que nos contaras. Si quieres, voy con el comisario Javier Marcos, o con la comisaria Carmen Polana y nos dices.

-No puedo, Jorge. Te lo dije el otro día. Nos matarían a todos.

-Dime al menos quién nos mataría.

-Puedes tener el teléfono pinchado.

-Por eso no te preocupes. Mis dispositivos son seguros.

-No hay nada seguro.

-Tengo al mejor hacker del mundo protegiéndolos.

-Si es un hacker no es de fiar.

-Este sí. Es mi amigo. Y perdona, los hacker tienen sus códigos. Son de fiar más que algunas agencias gubernamentales. Así que puedes contarme lo que quieras.

-Aquí en la cárcel, no estoy seguro. Creo que me quieren matar.

-¿Quienes?

-Los protegidos del Director.

-Se lo diré a la policía.

-No, por favor …

-Claro que sí. Confía en mí. Javier Marcos es un hombre de toda confianza.

-Te lo dije el otro día, pero quiero que me perdones por todo esto.

-Me debes una explicación. No me he olvidado de ello.

-Y me dijiste que me ibas a venir a visitar …

-Eso es verdad. De eso tengo que pedirte perdón. Pero … es tan … complicado … Javier organizando la reunión. Esa sala especial … y ese Director del que me hablas … un tipo … siniestro.

-¿Ves como tengo razón?

-Una cosa es que me parezca siniestro y otra que mande matarte.

-No me crees.

-Claro que sí. Y en cuanto acabemos de hablar, voy a llamar a la comisaria. Para contarle. Dime una cosa. ¿Cómo conociste a Rubén?

-No puedo decírtelo.

-Mira, Jorgito. Claro que puedes decírmelo. He cambiado mucho en estas semanas. Antes me hacía el tonto y procuraba apartar la oreja cuando hablaba la gente a mi lado. Ahora es al revés. Me estoy convirtiendo en un policía aficionado.

-Me vino a buscar él.

Jorge no se esperaba esa respuesta.

-¿A donde?

-A la salida del colegio. Un día que tenía gimnasia. Ya sabes que estoy exento. Iba yo solo. Me esperaba a la salida.

-¿Qué te dijo?

-Que te conocía. Que erais buenos amigos. La forma de decirlo me pareció … vaya, entendí que era tu amante. Me extrañó, porque sé que Carmelo y tú … bueno … lo de que hacéis una buena pareja y esas cosas.

-Eso que que éramos amantes ¿Te lo dijo alguien o sacaste tú esa conclusión?

Jorge pudo distinguir las dudas de Jorgito antes de contestar a su pregunta.

-Me lo dijo mi padre. Que te habías ennoviado con él. Lo dijo como si fuera algo … que le gustara.

-¿Fue tu padre, no tu madre?

-No. Mi padre nos lo dijo a todos.

-¿Entonces tu padre sabía de Rubén antes de que le hablaras de él? ¿Y eso cuando fue?

-Semanas antes de suceder todo. No se decirte …

-¿Antes de Navidades?

-Bastante antes.

-¿No te extrañó que ese Rubén que hablaba tu padre apareciera en tu colegio?

-Me dijo que le habías hablado mucho de mí. Que se lo habías contado. Que eras mi padrino y que me querías mucho.

Jorge fue a protestar, porque entonces, cuando decía Jorgito que había sucedido, él no lo conocía. Dudaba de que ni siquiera hubiera empezado a seguirlo por las fiestas clandestinas de Madrid en pandemia.

-Todo. Me dijo que se lo habías contado todo.

Jorge suspiró resignado. El mejor truco de todos: hacer sentir importante a la otra persona. Suelen caer las defensas de inmediato.

-¿Se lo contaste a tus padres?

-Sí.

-¿Les has contado lo de mi nube? ¿Las novelas acabadas?

-Bueno …

Jorge suspiró.

-Pero solo las que veía Nadia. Tío, te tengo que dejar. Te vuelvo a llamar.

-¡¡Jorgito!!

Jorge miró la pantalla, pero la llamada se había cortado.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 84.

Capítulo 84.-

.

Cuando Carmelo abrió la puerta de casa con su llave, le dio un codazo a Jorge. Martín portaba una bandeja con varias tazas y con lo que parecía un plato con porciones de una tarta de queso que había hecho Juliana el día anterior. Lo llevaba al salón, donde estaban sentados Carmen y Javier. Estaba haciendo de perfecto anfitrión.

-He preparado chocolate – les dijo al verlos. – ¿Os apetece? Les voy a sacar también a los escoltas para que se les endulce el mal trago.

-Yo me apunto – dijo Jorge con una sonrisa.

-Y yo.

-Vale. Ahora vuelvo. Os traigo una taza.

-¡Oye! ¡Está bueno! – reconoció Carmen en voz alta.

-¡Gracias! – contestó un jubiloso Martín desde la cocina.

-¿Se está entrenando para cuando se venga a vivir con vosotros? – Jorge fue el destinatario de la pregunta porque Carmelo fue tras Martín a la cocina.

-Crucemos los dedos – Jorge guiñó un ojo a la vez que hizo lo que decía.

-¿Qué tal el rodaje? – Carmelo había ido tras Martín para preguntarle por el rodaje. Cuando Carmelo había llegado a hacer sus escenas Martín acababa de irse.

Éste hizo un gesto de desesperación mientras llenaba las tazas que iba a sacar a los escoltas que le faltaban.

-Si no ha valido para nada. Han intentado rodar la escena del balcón de nuevo, con Berta en lugar de Maribel, que tuvo que dejar la película. Quieren hacer como una cosa rara, desdoblando el personaje en dos, para no tener que repetir todo. Pero a mi no me cuadra para nada. Creo que no lo han solucionado bien. Quiero decir, el argumento queda cojo. Cojo no, es incomprensible. Yo a estas alturas no sé de que va la peli. Te lo juro. Ellos sabrán. Corrijo, no lo saben. Han estado discutiendo el director y el productor y los guionistas. Pero mientras tanto, ya me han dicho que posiblemente la semana que viene haya que volver. Otras dos mierdas de escenas. ¿Y tú? No te he podido esperar, había quedado para al sesión de ICON. Querían que me quedara más, pero les he dicho que nanay. Lo de ICON estaba concertado hacía semanas y ellos lo sabían. Así que por las moscas, me las he pirado a todo correr. Y mañana tengo rodaje en la otra película. Todo el día. ¿Ves? Estos …  concentran todas las escenas en unos pocos días. Así se puede trabajar. Porque si eres un pobre actor secundario y para diez minutos que vas a salir en pantalla debes ir cuatro meses a rodar, ni que fuera una peli de Malick. ¿Y tú?

-Na. Igual. Una mierda. Menos mal que no tengo supuestamente escenas con Berta. Pero creo que tendré que ir a Londres la semana que viene. Otra vez a teñirme para dos escenas de nada. Que pasa como en esta peli. Que … están intentado arreglar algo que … no sé si tiene arreglo. Me pasa como a ti, no tengo ni idea de quién es mi personaje a estas alturas. No sé si tengo que poner cara de congoja, de sufrimiento, no sé si me han matado o fue todo un sueño

-Si ya no tienen ninguno pasta. Me apostaría a que la nuestra, ni se estrena en salas. – opinó Martín.

-Yo ya más no me puedo rebajar el sueldo.

-Ya me he enterado que cobras según convenio. Pero luego al menos cobrarás beneficios.

-¿Beneficios?

Martín se echó a reír.

-Eso es una quimera, es cierto. A lo mejor se convierte en la frikada del año y la peña se hace pis por verla. No sería el primer caso.

-Fíjate lo que te digo, si es así y da beneficios, los comparto contigo.

-Vale. ¿Es un trato? – Martín le tendió la mano para sellarlo con un apretón.

-Es un trato. Pero no sueñes

-Si nos quitamos de soñar, yo que no le doy a la priva, ¿qué nos queda?

Carmelo le dio una palmada cómplice en el hombro.

-Por el olor me has copiado la receta del chocolate.

Carmelo se inclinó sobre el cazo en donde Martín estaba haciendo más chocolate. Lo olió y cerró los ojos satisfecho.

-Sip. Como decías tú, chocolate de media tarde. No para mojar. Para beber. Y es ligero. Creo que me ha quedado bien. Te advierto que es la segunda vez que lo hago. En el hostal lo hice el otro día que me llevé a un ligue. Le gustó. A él le eché un poco de coñac. – Martín guiñó el ojo a la vez que ponía cara de pillo.

-Eso del ligue no nos has contado.

-Na. Fue hace días. Creo que a Jorge se lo dije en Concejo. Fue un ñaca-ñaca sin más. El tío estaba bueno, pero era gilipollas. Cuando se fue, le dije adiós con la manita.

-¿Vais a venir o tenemos que ir a la cocina el resto? – les gritó Jorge desde el salón. – Qué estos señores quieren iniciar su interrogatorio.

-Ahora vamos, pesao. – le contestó Martín.

Carmelo le llevó la taza a Jorge y se sentó a su lado en el sofá. Martín se sentó en el suelo, a los pies de Jorge.

-¿Y qué ha pasado? – preguntó el escritor a los policías. Ya estaban todos, ya era hora de afrontar lo que había pasado en el Intercontinental.

-Pues un mensaje que han interceptado los servicios de inteligencia de la Gendarmería francesa. Daban el lugar, el restaurante del Hotel Intercontinental, y tanto los nombres vuestros como los de los amigos del embajador. Ahora está Álvar hablando con ellos en la embajada. – explicó Carmen. – Queremos determinar la línea temporal: cuando concertaron la comida, cuando llegaron esos amigos del embajador y su madre, si todo fue antes o después de quedar contigo ¿Cómo lo recuerdas tú?

-Pues si no me equivoco, fue en aquella recepción en la embajada cuando surgió la posibilidad de comer juntos. Marguerite, la madre de Damien, quería charlar tranquila conmigo. Y esa era la idea. Allí charlamos unos minutos pero estaba lleno de gente queriendo saludarla. Acababa de llegar de París. Ella pues quería tener la posibilidad luego de presumir con las amigas de haber comido conmigo. Luego, por mensaje, Damien me fue cambiando el plan incorporando cada vez a un amigo más. Primero creo que fueron las amigas de Marguerite, que querían conocerme. Sobre todo Elodie, según creo recordar y en parte confirmado por la circunstancia que era la que tenía una historia que contarme. Si no me equivoco llegó hace un par de días en tren con su otra amiga que ahora se me escapa el nombre.

-Léa – apuntó Carmelo.

-Eso. Y luego, pues me mandó un mensaje hace unos días en el que me anunciaba a los matrimonios. Que fue cuando yo a mi vez le dije que se apuntaba Carmelo.

-Necesitaba apoyo – Carmelo le sacó la lengua ante el gesto de indignación que puso Jorge ante el comentario. Aunque luego se acordó de que cuando lo planteó, algo de eso había, una noche de esas, sentado en su butaca con Carmelo sentado encima de él y charlando sobre mil cosas. Una noche en la que a Jorge le embargaba el cansancio y la comida esa le había dejado de apetecer.

-Mi rubito quiere darse importancia – bromeó Jorge. – En realidad la charla con Marguerite me apetecía. Damien me ha hablado mucho de su madre y de lo mucho que le gustan mis novelas. Que la comida empezara a crecer en número de asistentes y todos desconocidos para mí, dejó de ser algo tan agradable. Empezaba a tener la sensación de que no era una simple comida de amigos para charlar de temas intrascendentes, de libros, los míos y los de otros de música, del advenimiento del fin del mundo como así resultó al final. Por eso, cuando Carmelo se ofreció a acompañarme, no lo dudé y envié un mensaje al embajador.

-¿Habéis detectado algo sospechoso? – preguntó Carmelo.

-Nada. Ningún movimiento. Por cierto, tu influencer está bien. Lo único que ha pasado es que ha ligado. Le ha sentado tan bien conocerte que … parece que ha decidido recuperar su vida.

-Lo que hace el dormir un par de noches – dijo en broma Jorge. Le fastidiaba que en eso Carletto no le hubiera hecho caso. Estaba seguro que era con Danilo con el que se había visto. Y eso les ponía en peligro a los dos. Pero no podía comentarlo delante de Carmelo. Seguía sin saber nada de su excursión después de la discoteca. Y pretendía que eso siguiera siendo así. Martín le miraba cómplice. Cuando la mirada de Jorge se cruzó con la suya, Martín le guiñó el ojo. Jorge se sonrió. Definitivamente, había minusvalorado a Martín.

-Ya te digo – comentó Martín sonriendo.

-Oye sobrino. ¿Algo que tengas que contar a tu tío? ¿También has ligado?

-Me ha llamado el futbolista de la otra noche.

-¡Anda!

-Hemos quedado la semana que viene, el martes. No tiene entrenamiento. Me ha pedido que vaya a su casa. Es más discreto. Porque lo del hostal, está descartado.

Jorge le dio un par de golpes con el pie en la rabadilla.

-Estate quieto. Hemos quedado a hablar de tus libros – explicó todo digno.

Javier se echó a reír.

-Me apunto esa excusa. Cuando ligue la daré como tapadera.

-Oiga usted. Que es cierto – Martín puso cara de indignación. Aunque no resultó muy creíble.

-Entonces todo ha sido para nada – comentó Carmelo a Javier, volviendo al tema.

-Que no hayamos detectado nada, no significa que la amenaza no fuera cierta o estuviera en proceso de llevarse a cabo. El despliegue de fuerzas puede haberlos disuadido. Ese era uno de los motivos para hacerla. Seguimos de todas formas preguntando a los vecinos y por los alrededores. Y comprobando las cámaras de tráfico y de los establecimientos de la zona. Seguiremos investigando. Pero tampoco podíamos desechar ese aviso. Era un sitio público, muy concurrido, y digamos que ni vuestros acompañantes ni el resto de los clientes que abarrotaban el restaurante pasan desapercibidos. Ni vosotros, claro. Y eso que hoy no habéis firmado autógrafos.

-Pues mira, no me había percatado – dijo Carmelo mirando a Jorge, que tampoco se había dado cuenta de ese detalle.

-Las personas con las que estabais comiendo, son importantes. Muy importantes. La Gendarmería tiene mucho interés en que no les pase nada. – apuntó Carmen. – Ya estábamos preparando un protocolo para proteger a esos chicos en su estancia en Madrid para asistir a tus cursos.

-Si estaban preocupados por los chicos, no te quiero ni contar por los padres. Y después de esto, mientras estén en España, al menos dos días más, irán protegidos siempre.

-Me han parecido gente de alta cuna, es cierto. El vocabulario que utilizaban, sus ademanes, eran de gente culta y de posibles. Resumiendo, buenos colegios. Pero ¿Tan importantes son para que la Gendarmería os de la vara para que los vigiléis? ¿Qué peligros les pueden asolar en España que en Francia no? ¿Quiénes son? ¿Por qué alguien quiere atentar contra ellos o sus hijos?

-¿Te has fijado en la filigrana de las camisas de ellos? – le preguntó Jorge a Carmelo.

-Sí. Y me había apuntado mentalmente preguntarte. Me suena mucho pero no las he situado. Y me ha dado palo preguntarles. De todas formas, luego como se ha precipitado todo  A lo mejor se suponía que debía saberlo. Por la cara que pones, te conozco, es que sí debería saberlo. Menos mal que no he abierto la boca.

-Las has llevado encima. Has vestido camisas con esas filigranas. Has comido en platos con ellas. Tus pañuelos los llevaban.

Carmelo se quedó mirando a Jorge con la boca abierta. Estaba completamente despistado. De repente se acordó.

-¡Anda! Joder. “Puis. L’aube est venue”, el escudo de la casa de Orleans. ¡Menos mal que no he abierto la boca! Hubiera hecho el ridículo. ¡Cómo no me he dado cuenta! Estuve dos meses con ese escudo en cada prenda que llevaba puesta, en la vajilla que se utilizaba en el palacio donde se suponía que vivía.

-Hiciste de rey francés. Sin trono, eso sí. Rey sin reino.

-Hice a lo mejor de padre de uno de nuestros compañeros de mesa.

-A tanto no llego. No me tengo estudiado el árbol genealógico de la casa real francesa. Y tampoco sabemos el lugar que ocupan en él nuestros compañeros de mesa. No recuerdo haber oído, cuando nos presentaban, que eran familia entre ellos. A lo mejor hiciste de uno de ellos en su juventud. O de su padre o tío.

-¿Nos lo vais a contar o tenemos que emplear el tercer grado?

Jorge les explicó que los dos matrimonios pertenecían a la Casa de Orleans, la Casa Real Francesa. La filigrana de la que hablaban era su enseña, su escudo. La llevaban bordada en sus camisas los dos hombres amigos del embajador.

-Esa familia no reina, es evidente, pero tiene un poder enorme. A parte de su influencia en muchos estratos de la sociedad francesa, poseen uno de los fondos de inversión más poderosos del mundo. Por eso el interés de la Gendarmería en que no les pase nada. Ahora es evidente.

-Se rifarán el primer puesto con el Fondo de Inversión de Mark Lemon – comentó Carmelo.

-El amigo Mark. Ha ido a Estados Unidos unos días a hacer negocios. – Javier lo dijo en tono de chunga. Solo Carmelo y Carmen entendieron la broma.

-Ha ido a estar con su novia, Olga – dijo sonriendo Carmen.

-¡Ah! – A Jorge le sorprendió la noticia. Martín hizo un gesto con los hombros para indicar que no sabía quien era el uno ni la otra. Pero pensó que no era el momento de preguntar.

-¿Y cómo es que sabéis todo eso de la casa real francesa? – preguntó una sorprendida Carmen.

-Para preparar el papel me dieron un montón de información. – explicó Carmelo. – La compartí con Jorge. Y profundizamos en algunas cuestiones que nos parecían relevantes o que sencillamente nos daban curiosidad.

-¿Y de qué iba la reunión?

-Son todos fans – dijo Jorge. – Querían conocernos. Y decirnos lo bien que escribo y el magnífico actor que es Carmelo. Ya sabes, un poco de jabón para el ego. Los artistas no somos nadie sin esos masajes.

Javier y Carmen se los quedaron mirando fijamente.

-Es cierto. Son fans de Jorge – afirmó Carmelo sonriendo. – Y míos. Marguerite me ha confiado antes de que llegara Jorge, que si fuera más joven, me tiraba fichas.

-¿Y? – reiteró la pregunta Javier.

-Pues resumiendo. – Jorge se puso serio a la vez que levantaba las cejas para indicar la resignación que le embargaba – Lo mismo que el otro día en la librería de la calle Goya, pero esta vez con los padres.

-¿Más chicos de esa red? – preguntó una sorprendida Carmen sin intentar disimular que sabían lo que había pasado en la charla de Jorge.

-Compras. Señora que se acerca a ellos y les ofrece comprar un niño. Una cantidad indecente de dinero a cambio, claro. Y niños atormentados. Pero como esas parejas estaban desesperadas, era ya la última bala, aceptaron. Y parece ser que al menos en estos casos, se desarrolló un autentico sentido paterno-filial. La abuela del chico fallecido en accidente, estaba compungida mientras lo contaba. Y los otros se mostraban solidarios y preocupados por la suerte de sus hijos.

Fue Carmelo el que les hizo un resumen de lo hablado en la mesa. Javier y Carmen le escucharon con atención.

-Voy a llamar a Thomá. – dijo Carmen levantándose del sofá y yendo a sentarse un poco apartada, en una de las butacas del rincón de Jorge y Carmelo. – ¿Eloy me has dicho que se llama el chico fallecido?

-Lo único es que no sé el apellido – Carmelo miró a Jorge.

-Si lo han dicho, no me he quedado con él. Lo siento. – aseveró éste.

-¿Y de verdad os han comentado lo de los órganos? ¿Qué el faltaba un pulmón y un riñón?

-Pensaba haber preguntado a la abuela más detalles. No me ha parecido bien interrumpirla. Luego todo se ha precipitado. Coméntale a Álvar si está con ellos.

-De todas formas, es un poco loco … no me viene el concepto adecuado … pero …

-Desfachatez. Ese es el concepto que buscas – le apuntó Jorge – Una organización que te ofrece chicos para comprar y te los vende hechos una mierda. Y te dice: pero eso da igual. Suelta cinco millones de nada por ellos. Y luego, espera un año por si nos apetece que nos pagues otros cinco, o si no, lo hacemos público. A lo mejor esperaron un año para extorsionarlos por si se morían antes.

Javier se sonrió y asintió con la cabeza.

-Lo peor no es eso que contáis. Los órganos, los trasplantes, las anemias, roturas de huesos mal curadas … desnutrición … Y lo sabéis – empezó a hablar Martín. – Lo peor es el coco.

Martín se señaló la cabeza con un dedo. A Jorge le llamó la atención ese gesto. Era el mismo exactamente que el chico de la barandilla y el mismo de Saúl. Y también se lo había visto a Carletto. No era la forma habitual de indicar que estás loco o “pallá”. Simulaba casi una pistola a punto de ser disparada en la sien. Faltaba el gesto del dedo gordo simulando apretar el gatillo.

-Eso, no se arregla. Para nada. Vi a ese chico de la charla. – siguió explicando Martín – Fue … sentí como si de repente tuviera que sostener sin ayuda una enorme roca de una tonelada de peso, sobre mis hombros. Eso fue lo que me dejó grogui. No me lo pude quitar de … del ánimo. No es que le diera vueltas al coco, pero me sentía como si de verdad fuera por la calle con ese peso. Y en el restaurante igual. Y luego en la ducha, en casa, fue como si … de repente se me hubieran acabado las fuerzas y me … me quedé ahí, aplastado. Esa roca me había vencido y me había aplastado contra el suelo. Literal. Me apoyé en la pared y me resbalé por ella hasta llegar al suelo y quedarme completamente dormido. Me quedé sin fuerzas.

Jorge y Carmelo se miraron. Éste levantó las cejas. Parecía preocupado.

-Tienes que tener cuidado, hermano. Te pasó en casa y estábamos nosotros. Pero ¿Y si te pasa en ese hostal de mala muerte y solo? Te quedas a merced de cualquiera.

Martín se quedó mirando a Carmelo.

-No creo que me encuentre con chicos así. Todos los días quiero decir. Eso de ayer no me había pasado nunca.

Jorge carraspeó.

-Vale, tío, el otro día en la cena. – reconoció Martín, – Pero no fue lo mismo. Luego estuve con Raúl y Arturo en la Hermida 3. Y guay. De todas formas, tranquis. Cuando volvamos de Concejo con lo de mis viejos, me traslado a vuestra casa, como quedamos – se quedó mirando a Jorge.

-Flor me ha dicho que ya te han preparado tu habitación en la otra casa. Pero tienes la tuya de siempre en la nuestra a tu disposición. Carmelo te ha pasado algo más de ropa y te la ha colgado en tu armario.

-Vale. – Martín parecía contento con las noticias. Eso tranquilizó a Jorge que supo que no iba a necesitar convencerlo de nuevo. – Y la semana que viene te registro dos largas de esa carpeta. Ya he llamado a Amancio. Y a tu imprenta.

-La madre que te parió. Te quedas con todo lo que ves. – Carmelo lo miraba asombrado.

-Lo que se refiera a la gente importante, sí.

-Están investigando la muerte de ese chico. – dijo Carmen volviendo a sentarse al lado de Javier. – Como os comentó la abuela, no les cuadra nada. Y confirma lo de los órganos. Eso …

-Eso nos amplía la gama de productos o servicios que ofrece esa red. Pero eso requiere de una infraestructura. Y además, de profesionales contrastados. – razonó Javier. – Porque es de suponer que si venden pulmones, riñones … venderán hígados y corazones.

-Eso supone muchos chicos muertos por la causa. – resumió Jorge.

-Y Thomá ha ampliado su petición de protección a esa mujer, la abuela de ese chico y a la otra amiga de la madre del embajador. – apuntó Carmen.

El comisario se quedó en silencio. Pero ninguno quiso comentar nada. El gesto de su rostro indicaba que estaba pensando decir algo. Carmen sabía que no estaba pensando lo que decir, sino como decirlo.

-¿Desde cuando conocéis al embajador?

Javier lanzó la pregunta sin un destinatario claro. Aunque enseguida fijó la vista en Jorge. Carmelo se adelantó y contestó él a la pregunta.

-Lo conocí yo primero. En París. Hace años. Sería poco después que empezáramos a tratarnos Jorge y yo.

-¿Por esa película que has dicho antes? – fue Carmen la que preguntó esa precisión. Sabía que tanto en Jorge como en Carmelo, su medida del tiempo era un poco indeterminada. Solían equivocarse bastante a la hora de situar sus recuerdos en el pasado. Con una referencia externa, podría buscar el dato y centrarlo.

-No, no. “Puis. L’aube est venue” fue en el 2017. Lo conocí en el 2014 ó 2015. Rodando “La famille brisée”.

-¿Y como fue?

-En una fiesta. Se me acercó. No recuerdo ninguna cosa especial.

-Ya conocías a Jorge.

-Sí. Eso… creo que fue en nochevieja del 2012.

-¿No fue en la de 2013?

-Pues la verdad, ahora que lo dices … no estoy seguro.

-¿Te preguntó por Jorge?

Carmelo se quedó pensando.

-Ese día no. Nos volvimos a encontrar en la fiesta fin de rodaje de la película. Ahí sí, me preguntó por él. Y se lo presenté.

-¿Estabas en esa fiesta? – esta vez, Javier dirigió la pregunta a Jorge.

-Sí. Estaba. Pasé un par de semanas en París. Estaba de promoción y tenía varios compromisos en televisiones y algunas firmas de libros. A algunas me acompañó Carmelo. Yo fui a los últimos días de rodaje y a algunas de las fiestas.

-O sea que en el rodaje de “la serie”, no fue la primera vez que conviviste con Carmelo.

-No. En “la serie”, fue la primera vez que pasamos seis meses conviviendo. Antes Carmelo me acompañó en una gira que hice por América. Él rodó en Estados Unidos una publicidad de Calvin Klein, mientras yo hacía promoción allí de una reedición de un par de mis novelas. Luego me acompañó por una pequeña tournée por varios países, Méjico, Colombia, Chile, Argentina. En alguno de esos países Carmelo no había estado y aprovechamos para hacer turismo de la mano de algunos amigos. Y algunos viajes de promoción más cortos, nos hemos hecho compañía. Tanto de él como míos.

-¿Por qué eso no lo tiene nadie presente?

Carmelo se sonrió. Fue él el que contestó.

-Esos viajes son para lo que son. Quiero decir, el tiempo está muy medido y controlado y las apariciones públicas están muy preparadas. Y porque en esos países, a Jorge no le hace sombra nadie. Yo era uno más de su séquito. Su fama no tiene parangón posible.

-Carmelo quiere decir que fue en modo camuflaje. Ha sonado como si fuera disfrazado, no era así. No hizo nada para tener protagonismo, a eso me refería. En el hotel, me daba masajes y me servía de almohada para que me relajara. Aquellas firmas fueron multitudinarias. Si algunos comentan la firma que tuve en la Feria del Libro del 19, casi seis horas firmando, pero la de Medellín y la que se pudo celebrar en Buenos Aires … fue algo espectacular. Allí no me podía detener a hablar con nadie. Era casi coger el libro, rubricar, y una foto. Tuve que subirme a un escenario para decir unas palabras a los que no pude firmar. Para que se quedaran contentos. Era imposible atender a todos. Me dolía todo el cuerpo y apenas me mantenía de pie. No podía mover la muñeca ni abrir los dedos del todo. Me fui apoyado en el brazo de Carmelo. Pero apoyado de verdad. Me tambaleaba como un borracho. Estuvo una hora dándome masaje en la habitación del hotel, y dándome de beber como si fuera un niño. No podía mantener el vaso en la mano. Sujetarlo, vaya.

-Pero si es que a veces me sacas de quicio, escritor. Nadie me miraba en sus actos. – explicó de forma vehemente a Carmen y Javier – No es que fuera con gorras y gafas de sol, o me pusiera pelucas o me escondiera. En algunas firmas me senté a su lado. Todos iban a verlo a él. En Argentina hubo un problema en un centro comercial por aglomeración de personas que fueron a la firma. Se tuvo que suspender. La policía era incapaz de controlar ese maremágnum de gente. Luego, al día siguiente, Jorge fue a ver a los heridos en el hospital. Estuve a su lado todo el tiempo. Nadie me pidió un solo autógrafo, ni una foto. Y en la prensa, sí hacían referencia a mí pero te lo juro, y guardo algunos periódicos para demostrarlo: era como si hablaran de su perro.

-La gente a veces se entera de lo que quiere. El otro día en Espejo Público Carmelo dijo claramente que no se había casado nunca, ni con Cape ni con nadie. El noventa de la gente, no se ha dado por enterado. Entre ellos, Cape. Los comentaristas de las teles y las radios, siguen echándome en cara que estoy rompiendo el matrimonio de Carmelo y Cape. En esos actos de los que habla Carmelo, todos los asistentes iban obsesionados con que les firmara un libro. No veían nada más.

Volviendo al embajador … Entonces Carmelo, ¿se lo presentaste?

-Sí. Entonces era embajador en Ucrania. Estaba en París por unas reuniones de los embajadores de la zona en su Ministerio de Asuntos Exteriores. Eso me contó al menos.

-Me imagino que el embajador era un fan de tus libros – dijo Carmen.

-Pues sí. Y a partir de ese día, fuimos intercambiando mensajes y nos encontramos varias veces. Cuando vino destinado a Madrid, enseguida me llamó y le enseñé algunos sitios no solo de Madrid. Fui con él a Sevilla, a Málaga, Valencia, Bilbao, León, Burgos …

Jorge hizo amago de preguntar a qué venía ese interés por el embajador, pero no se atrevió a hacerlo por si Javier o Carmen hablaban de su excursión por los pasillos de servicio de la embajada para salvar a Galder.

-De repente, vuestro amigo aparece en todos los fregados. – parecía que Carmen había interpretado las intenciones de Jorge y le contestaba a la pregunta no dicha en voz alta. Jorge levantó las cejas y miró a Carmen fijamente. Ella siguió explicando:

-Ese affaire de la embajada con esas llamadas del amigo Mendés. No hemos logrado determinar con quién habló. Nadie parece conocerlo allí. Algunas cosas que ocurrieron en la recepción de hace unas semanas y que no ha acabado de aclarar su servicio de seguridad. Resulta que fomenta un curso en Madrid, que solo puedes dar tú en la Universidad Jordán para alumnos franceses. Un curso elitista, caro de cojones. Sus amigos del alma, compran niños de la trama que nos interesa. Casualmente organiza una comida para que los conozcas. Y de nuevo, casualmente, la inteligencia de la Gendarmería avisa de un peligro inminente para esos dos matrimonios y la abuela de ese Eloy y para vosotros.

Javier hizo una mueca para indicar que era todo muy raro.

-Nunca he pensado nada raro de él. Es cierto que me buscó él en aquella fiesta de París y que luego ha sido él el que digamos ha insistido en mantener el contacto. En esa época no hacía nada por … no era demasiado sociable. Con Carmelo, Martín y Quirce, mi hermano y sus niños, Jorgito, pocos más … me bastaba. Pero tampoco … me ha sacado temas escabrosos. No sé.

-Mi madre tampoco te los ha sacado – dijo Martín. Jorge se incorporó para observarlo, pero Martín procuró que no le pudiera ver la cara. Y aunque esperó que añadiera algo más, eso no ocurrió. Aunque el comentario había sido lanzado con toda la intención. En ese momento, fue cuando Jorge de verdad, empezó a pensar que a lo mejor, debía revisar en su cabeza todos sus encuentros con el embajador. Le preocupaba esa analogía que había hecho Martín sobre su madre y el embajador.

-Ha habido un detalle … ¿Te has fijado en como miraban a veces las mujeres a Damien? – apuntó Carmelo.

-Sí, es cierto. Ellas me parece a mí que no estaban de acuerdo con algo. He pensado que había algún tema que ellos por ser amigos del Lycée no lo tenían en cuenta.

-Y si ha sido ha sido cuando, al confesar el precio del curso, han dicho eso de “gastos, trámites y algo más”. ¿Y si el embajador ha cobrado por las gestiones?

-¿Una mordida? – Carmen había enarcado las cejas. No se esperaba esa posibilidad.

La primera intención de Jorge había sido la de contradecir las afirmaciones de Carmelo. Pero hubo de reconocer que era posible que estuviera en lo cierto. Esos gestos de enfado, porque era eso, se produjeron en el momento de los dineros. Y si esas mujeres que nadaban en la abundancia, parecían enfadadas, esos gastos de tramitación y demás, debían haber sido cuantiosos.

-No tiene por qué ser nada, JorgeJavier intentaba quitarle importancia a sus preguntas, se había percatado del cambio en la actitud del escritor. – Pero comprenderás que todos los que se os acercan en estos momentos o lo hicieron en el pasado venciendo tu falta de sociabilidad … no podemos dejar de preguntar.

-Ya, sí, no sé … me ha sorprendido, nada más. – Jorge se removió inquieto en su asiento.

-¿Algo más nos quieres contar? – le preguntó Carmen a Jorge.

-¿Algo que quieras preguntar en especial? Como estáis tan preguntones …

-¿La exhibición de la disco?

-¿La exhibición de hoy del Intercontinental? ¿Con quién compartíamos local sin saberlo, al que queríais decir: ¡vamos a por todas!?

Javier se echó a reír.

-¿No te han convencido nuestras razones?

-¿Las razones para sacarnos de allí? No lo sé. No puedo opinar. La forma en lo que lo habéis hecho … ha sido un show. Eso solo se hace cuando quieres mandar un mensaje claro. Lo único que me falla es el o los espectadores a los que iba dirigido. Solo sabéis vosotros si eran ciertas o si os lo habéis inventado lo de los peligros inminentes, porque además queríais por alguna causa, tener excusa para hablar con el embajador y sus invitados. O quizás queríais por alguna razón, interrumpir la reunión. Habéis comentado que está Álvar con ellos. Es curioso que os hayáis venido a vernos a nosotros y le dejéis a él al embajador y a influyentes miembros de la nobleza francesa a parte de manejar un suculento fondo de inversión de miles de euros de capital.

-¿Miles?

-Perdón, miles de millones.

-La madre que te parió …

-No me llevo muy bien con ella – respondió Jorge.

-Tío, no te llevas nada. Y eso que insistía de pequeño en tener una abuela. Pero no me diste placer. – se quejó Martín.

Carmelo se echó a reír.

-Esto sí que es un giro de guion. – Carmelo miraba a Jorge y a Carmen alternativamente. Decidió centrarse en la última afirmación de Martín, ya que parecía que todos querían rebajar la seriedad de la conversación – ¿Te tengo que recordar tu encuentro con ellos el otro día? – Carmelo le miraba sorprendido. Ese “olvido” era muy propio de Jorge, pero no se lo esperaba de Martín. Aunque en seguida apareció en su mente la posibilidad de que Martín lo hubiera hecho a posta con la misma intención que tenía él ahora, rebajar la seriedad de la entrevista. – ¿Te tengo que recordar todo lo que te llamaron en cinco minutos?

-Na, deja. Yo que quería seguir haciéndome la víctima …Martín puso su mejor gesto de broma. – He de reconocer que tus viejos tienen un buen repertorio de insultos, tío.

-Que todo esto de mi madre no te despiste Javier. – le recordó Jorge. No parecía conforme con el cambio de conversación propiciado por Carmelo y Martín.

-Que no te despistes Jorge, que yo he preguntado antes. Hasta donde nos cuentan de ti, lo de las discotecas, para observar a la gente que habita la noche, vale. Llevando a un grupo de amigos, el que menos con cinco millones de seguidores en redes, Álvaro que debe tener del orden de cuarenta millones, Mario, parecido, Ester, otros cuarenta…

-Ester tiene más. Casi cincuenta – aclaró Carmelo.

-Yo el contra punto. Cien mil. – confesó Martín. -¡Qué vergüenza! Bajo mucho la media.

-Pero el resto de tus fans están en las redes de Carmelo, tu hermano mayor – bromeó Jorge. – Y a través de sus redes te siguen a ti.

-Tampoco las haces ni caso – le reprendió Carmelo.

-Eso es cierto. Cuando sea más cotizado, buscaré alguien que se encargue. A mí me da pereza.

-Eso lo ponemos en marcha ahora mismo – le dijo Jorge.

-¿Tú?

-No. Pero voy a poner a alguien con las mías, se puede encargar de las tuyas. Si me dejas.

-¡Ah! ¡Guay! Pero te advierto que no tengo un chavo …

-Me ofendes sobrino …

-Que conste que me he dado cuenta Jorge que no me has contestado – se rió Javier. – Que Carmelo y tú no necesitáis verbalizar para comunicaros, estábamos informados. Veo que hay que extender eso a Martín. Menudo cómplice te has echado. Hasta vestís igual. ¿Quién ha copiado a quién?

Jorge se echó a reír.

-He de confesar que yo a él. Él se ha vestido antes.

-Aunque a mí me sienta mejor la camiseta – bromeó Martín. – Son de “La Casa Monforte”. Las estrenaron Álvaro y mi tío en Pasapalabra.

-Si quieres te llevo la cuenta de las veces que no me has contestado tú. O tu equipo. – Jorge volvió al tema que les ocupaba – Y por lo que llevo visto, tú con Carmen tampoco es que necesitéis deciros nada de palabra. Ni siquiera miraros. Sabéis perfectamente lo que piensa el otro. Y seguro que con Olga os pasa lo mismo. Y me da que con Matías, al que solo conozco de saludarlo el día que presentaste a Sergio a todos, por mucho que habléis de que su carácter de que se lleva fatal contigo, Javier, todo pura comedia, y seréis los cuatro mosqueteros. Uno para todos, y todos para uno. Y sin abrir la boca, que entran moscas y para qué, si con sentirnos, ya sabemos lo que hay.

Carmen se lo estaba pasando en grande. Se había descalzado y había doblado las piernas a lo indio.

-Esto se está convirtiendo en una competición de zascas – bromeó divertida. – Me gusta.

-Zascas… – tomó la palabra Carmelo, que sonreía – lo único que estamos haciendo, entiendo, es corroborar lo que todos ya sabíamos. Que nos queremos. Que vosotros dos tenéis un pasado juntos, que lleváis muchos años en los que no solo trabajáis sino que sois fundamentales en la vida privada del otro. Solo hace falta veros como os miráis. Que Martín cuando llama tío a Jorge, lo dice porque es la forma que encontró de pequeño para comunicar a todo el mundo que Jorge era fundamental en su vida. Que lo quería. Y eso parece que solo lo indicas con una figura que haga referencia a la familia. Martín y yo … nuestro parecido físico que no os despiste: nos queremos como si de verdad fuéramos hermanos. Tenemos Jorge y yo una discrepancia para el reparto de “Tirso”. Jorge quiere que Martín haga de Tirso joven y yo me encargue del personaje en la segunda parte de la novela. Eso lo hace porque a parte de que los dos tenemos facilidad para el lenguaje corporal y no sería problema crear una forma de moverse al personaje común para las dos etapas, es que ya eso … lo hacemos en nuestra vida particular. Tenemos gestos parecidos, muecas exactas …

-Y a veces hasta vuestra voz suena igual. – apuntó Jorge.

-Eso ya sabes que los afectados somos los únicos que no podemos opinar. Yo cuando hablo, no me escucho de la misma forma que lo hacéis los demás. Nos pasa a todos. Por eso nos sorprendemos cuando escuchamos grabada nuestra voz.

-¿Y por qué quieres que el papel … dividirlo en dos? – le preguntó Javier.

-Porque es un personaje duro. Y creo que la parte de Tirso joven, podría afectar a Carmelo. Y creo que Martín será capaz de … poner distancia entre personaje y actor. Y porque el físico de cada uno daría más credibilidad al personaje. Martín es un poco más bajo y no es tan ancho de espaldas como Carmelo. Da mejor el pego de ser un adolescente. Y al tener esas diferencias físicas, y tener en cambio esos rasgos faciales tan parecidos, mostraría la evolución del personaje en el tiempo.

-Y en caso de no hacer de Tirso joven … – preguntó Carmen.

-Martín se ocuparía de Hernando.

-¡Joder! Un mamón con pintas. ¿Y tú que opinas? – le preguntó Carmen a Martín.

-Me gusta cualquiera de las dos opciones. Y tampoco me importaría Juan. Alguna vez lo habéis barajado. Porque para Hernando a Jorge le gustaba Álvaro.

-Pero si haces de Tirso joven tendrás como … aparecerás antes en los créditos. Tendrás mucho más protagonismo. Puede ser un papel importante en tu carrera.

Martín se encogió de hombros.

-Eso me da igual, Carmen. Trabajar en Tirso, con Carmelo de compañero de reparto y otros amigos como Mario, o Jose, Miguel, Mariola, Ester… Álvaro, con mi padrino dirigiendo … y haciendo la primera adaptación de una de las novelas de mi tío Jorge … lo demás me da igual.

-Y Jorge y yo – Carmelo quería acabar su exposición – creo que desde el principio que nos conocimos, la gente cuando nos veía se daba cuenta que había algo, que nos queríamos. Esa famosa frase de “Que buena pareja hacéis, deberíais ser novios” lleva muchos años persiguiéndonos. Casi desde el día siguiente de conocernos.

-Lo sabemos casi todo el uno del otro. Somos nuestra memoria. Él la mía y yo la suya.

-¿Quieres más chocolate, Carmen? – Martín hizo amago de levantarse del suelo para atender a la comisaria.

-¿Hay? Es que me ha encantado. No sé que le has echado … pero si lo tienes hecho. No quiero molesta r…

-Es secreto. Si te lo cuento, Carmelo me mata. Tranqui, tengo una jarra entera. Solo es rellenarte la taza. ¿Javier?

-Pues ya que lo dices, no me importaría repetir, no. Y voy a aprovechar y coger otro trozo de esta tarta de queso. Felicita a la vecina. Está riquísima.

Jorge le tendió su taza para que le trajera más. Martín se levantó de un salto y fue a rellenarlas. No tardó porque tenía la jarra isoterma llena, no había mentido al decirle a Carmen.

-Cuéntanos por qué quisiste decir: ¡Aquí estamos nosotros, rodeados de amigos! Sabes que la foto tuya mirando al público con Carmelo rodeándote con sus brazos por detrás, con una copa que compartíais, se hizo viral en minutos. Vídeo, quiero decir. No era foto, era vídeo.

-Martín anda, acerca unas servilletas.

-Perdón se me han olvidado – dijo volviendo a la cocina y trayendo un montón de servilleta de papel. Le tendió una a Javier que acababa de comerse con los dedos una porción de la tarta.

-Era muy tierna esa secuencia. – dijo Carmen sonriendo. – Bailabais abrazados y bebiendo del mismo vaso. Y os mirabais de una forma …

-Ni nos dimos cuenta – soltó Jorge con su mejor cara de inocente. Javier no tardó en soltar una carcajada. Jorge no tuvo más remedio que sonreír y relajarse y reconocer con un gesto que eran conscientes en todo momento de la repercusión que iba a tener ese gesto de ellos.

-Nos levantamos todos los días con bulos sobre si estamos muertos. En esa discoteca llegó a mis oídos que se reúnen a veces “buenos amigos míos”. Están esas amenazas que enviaron a Carmelo al rodaje. “No os caséis”. Os juro que no soy muy proclive al matrimonio. Pero solo por eso, tengo claro que nos casaremos. Si Carmelo me acepta claro – bromeó Jorge. Carmelo le respondió dándole con un cojín que tenía al lado. – Volvíamos de casa de un amigo y … se me ocurrió. A la Dinamo iba mucho Carmelo. Así que al llegar, después de velar el sueño de Carmelo durante un par de horas, que estaba matao por el rodaje, lo preparé todo. Tuvimos suerte que tenemos amigos que rompen sus compromisos si les llamamos y nos fuimos todos para allí.

-Pediste hasta vestuario.

-Fernando me hizo ver que ellos iban a desentonar. Y ellos eran parte fundamental de la performance. Y los coches … fue el toque. Fernando y el resto de vuestros compañeros se encargaron de pasar las luces a los coches de alquiler. Iban incluidos conductores, así que solo teníamos que encargarnos de hacer nuestro papel y que se nos viera.

-Fue guay, porque en cuanto llegamos y los porteros abrieron las puertas de los coches y apareció mi tío y detrás se bajó Carmelo, la gente de la discoteca se puso hasta nerviosa. ¿No os disteis cuenta? Y cuando al final se bajó Álvaro a la vez que Mario lo hacía del coche de detrás y Ester del de delante … los gritos de la peña … las carreras de los porteros y los de seguridad de la disco … Uno, que parecía medio el encargado de puerta habló por su interfono. Salió más personal para hacernos pasillo. Tardamos en entrar.

-Os regodeasteis al salir de los coches. – se jactó Carmen – Sabes como provocar expectación – dijo dirigiéndose a Carmelo.

-Esto sí que es un giro de guion. – Carmelo miraba a Jorge y a Carmen alternativamente. Decidió centrarse en la última afirmación de Martín, ya que parecía que todos querían rebajar la seriedad de la conversación – ¿Te tengo que recordar tu encuentro con ellos el otro día? – Carmelo le miraba sorprendido. Ese “olvido” era muy propio de Jorge, pero no se lo esperaba de Martín. Aunque en seguida apareció en su mente la posibilidad de que Martín lo hubiera hecho a posta con la misma intención que tenía él ahora, rebajar la seriedad de la entrevista. – ¿Te tengo que recordar todo lo que te llamaron en cinco minutos?

-Na, deja. Yo que quería seguir haciéndome la víctima …Martín puso su mejor gesto de broma. – He de reconocer que tus viejos tienen un buen repertorio de insultos, tío.

-Que todo esto de mi madre no te despiste Javier. – le recordó Jorge. No parecía conforme con el cambio de conversación propiciado por Carmelo y Martín.

-Como yo – dijo Martín. – También empecé a los nueve.

-Lo que pasa es que te dio el siroco y lo dejaste. Y me jodió, porque ibas a hacer un papel conmigo y al final el actor que lo hizo … no hubo química.

Sus viejos eran remisos a que trabajara contigo. Le dabas repelús. Se lo oí comentar a alguien. El chaval estaba acoquinado.

-Pues ahí se acabó su carrera de actor. Que le de las gracias a sus padres.

Martín se encogió de hombros.

-Eso fue lo único por lo que luego me arrepentí: por no hacer esa peli contigo. Por lo demás, tú sabes lo que pasó. Cero ganas de hacer cine. Y mira que mi viejo me ha dado la brasa. Lo quiero mogollón, pero no. Sigue Carmelo.

-Dimos tiempo a los que estaban en la cola para entrar, primero para que supieran quienes éramos. Y después para que nos grabaran con sus teléfonos. Era improbable que entre todos los que íbamos, ninguno fuera el ídolo de alguno de los que estaban esperando a entrar. Cada una de esas personas grabó a uno de nosotros y lo subió a sus redes.

-Pero es que los de la disco – retomó Martín – cuando entramos, estaban echando de los reservados principales a los que estaban para dárnoslos a nosotros. Alucina. Y había gente de la tele y futbolistas.

-O sea que os consideran VIP de primera. – comentó Carmen.

Jorge hizo una mueca.

-No sé si de primera. Pero alguno de los socios es amigo. Y parte del personal nos tiene aprecio.

-Eso es lo que no entiendo – dijo Javier casi en tono enfadado. – Resulta que cuanto más sabemos de ti, Jorge, o de ti, Carmelo, aparecen amigos o “colegas” hasta de debajo de las piedras. Hasta protectores misteriosos. Y en cambio, seguís con esa fama de violentos, de malencarados, de agrios … la gente os ve entrando en los sitios y os aplaude. Como el otro día en Barquillo, en la puerta de ese hotel. O en la disco.

-Martín lo resumió muy bien en la charla del otro día. – explicó Jorge.

Martín les hizo un resumen de lo que había dicho en la charla.

-Pero eso da alas a los que prefieren ponerlos a parir. Hay mucha peña que les tiene envidia porque son buenos. Y por mucho que lo intenten no pueden brillar en pantalla como Carmelo ni pueden escribir algo que pueda ser considerado un relato medianamente pasable. Y Jorge es capaz de escribirte 40 en un día poco productivo.

Llamaron a la puerta.

-Voy – dijo Martín levantándose.

-¿Esperamos a alguien? – preguntó Jorge a Carmelo, que hizo un gesto negando.

-Anda, si estáis aquí.

Era Kevin. Su expresión de sorpresa había sido a causa de encontrar allí a Carmen y Javier. Jorge se levantó a abrazarlo.

-¿Pasa algo? – dijo Carmen mirando el teléfono.

-Os iba a escribir ahora. Pensaba que estabais en la embajada. Álvaro.

Jorge, Carmelo y Martín se pusieron en tensión.

-¿Nuestro Álvaro?

-Sí. Le han agredido en su casa. Menos mal que la patrulla de la ciudadana que se pasaba cada media hora ha llegado a tiempo.

-¿Está bien?

-Está vivo. Han intentado marcarle la cara, pero parece que sus clases de defensa para algún papel le han servido para evitar que lo consiguieran. Pero la casa … venía por si queríais acompañarme. Está muy afectado.

-Vamos sí – dijo Jorge. – Vosotros quedaros aquí. – les dijo a Martín y Carmelo. – Tienes que preparar el viaje a Concejo. Me quedaría más tranquilo si te quedas a dormir aquí hoy – le dijo a Martín. – Mañana haces el paripé con tus padres … te quedas de amo y señor de la casa. Puedes traerte a tu ligue futbolista.

-Sí, guay. Me quedo aquí hoy. Tranqui. Pero lo de Concejo es pasado. ¿No Carmelo?

El aludido afirmó con la cabeza.

-Pero vamos, si quieres nos vamos tú y yo a no hacer nada. Escritor, a no hacer nada. Escúchame bien: no hacer nada.

-Bueno, me dejarás escribir un poco.

-Según te portes. Pero nada de ir a ver a no sé quien ni hacer pesquisas ni preguntas ni nada. Pasear, dormir y comer.

-No me parece mal plan.

-Yo me quedo aquí – dijo Martín sin que nadie le preguntara.

Jorge intuyó que le había dado una idea a Martín y que iba a seguirla.

-Venga, nosotros te acompañamos – dijo Carmen. – Voy a ampliar la vigilancia al resto de vuestros amigos.

-¿Él está bien? – preguntó Martín.

Kevin hizo un gesto con la cara que si pretendía ser tranquilizador, no lo consiguió.

Roberto pidió unos emparedados para que Carter recuperara un poco las fuerzas al acabar su declaración. Roberto había sido muy comedido en las preguntas. Ese hombre altanero y prepotente que había aparecido en el Yard con una hora de retraso y creyéndose el Rey del mundo, se había desmoronado poco a poco al ser consciente de que el mundo en general, y la policía española, y por ende, al británica, conocía de sobra la manipulación a la que había sido sometido por su profesor de violín.

Hacía meses que sabía que la historia que vivió mientras Mendés fue su “maestro” no era como él creía que había sido. Las noticias de los vídeos le abrieron a escuchar los testimonios de otros afectados con menos suerte que él y a los comentarios que abundaban en el mundo de la música. Escuchaba y callaba. Aunque hasta ese momento, ni siquiera había querido escuchar. Algún programador, al ver su currículum le había dejado caer alguna indirecta que Carter había obviado. Esas indirectas no cayeron en saco roto, sino que permanecieron en el ánimo del músico esperando el big bang perfecto que hiciera estallar todo por los aires. Eso fue cuando recibió en su móvil un enlace desde un número privado. Y ese enlace le llevó a una nube en la que pudo ver uno de sus “momentos de amor” con el “maestro”. Al alcance de cualquiera que tuviera dinero para pagarlo. Por eso había retirado ese curso de su currículum. Aunque ya todos en el mundillo musical sabían. Antes de eso, lo había ido pregonando con orgullo: “Maestro del violín extraordinario”, lo calificaba Mendés en el certificado que le entregó al final.

No habían cortado su trato, aunque ahora era …  era a distancia. La pandemia ayudó mucho. Le propuso asistir a alguna “reunión” de la “Logia” en Londres. Eso fue antes de que encontrara ese vídeo. Luego llegaron otros. Algunos los tuvo que comprar para poder verlos.

Y aunque en un principio esa invitación había pensado en aceptarla, en el último momento se arrepintió. Pretextó una enfermedad para no ir. En la siguiente invitación que recibió había un comentario añadido al final, casi en letra pequeña que venía a decir que sería bueno que “asistiera con la mente abierta para mejorar su carrera musical que no acababa de despuntar”.

Eso hirió su amor propio. Aunque no dejaba de ser una verdad absoluta. Y tampoco le hizo cambiar de opinión. Rompió el tarjetón de la invitación y lo tiró a la papelera. Aunque tuvo un arranque y recogió los trozos y los guardó en un cajón de su escritorio, que se podía cerrar con llave.

Luego llegaron los vídeos. Los otros vídeos. Los vídeos en las fiestas de esa “logia masónica”, como lo llamaba eufemísticamente el profesor Mendés. En ellos, salían algunos compañeros a los que se vejaba y se humillaba. Y él participaba. Toda su preocupación se centró en conseguir que su familia no se enterara.

Carter masticaba despacio sus emparedados. Roberto le dejó solo con sus pensamientos. Dídac le anunció en un mensaje que estaba subiendo en el ascensor. Fue a su encuentro. A parte de que le apeteciera abrazar al músico y actor, le intrigaba el anuncio que le había hecho de que iba acompañado de una sorpresa en forma de amigo.

Llegó a tiempo de verlos salir del ascensor. Roberto abrió los brazos sorprendido. La sorpresa era Mark Lemon, la pareja de Olga. Se abrazó a él con alegría.

-¿No estabas en USA?

-Pero Olga no me hace ni caso. Así que me he vuelto.

-Mentiroso …  – bromeó Dídac que también se abrazó a Roberto. – ¿Y Carter?

-Ahí está.

Roberto señaló la estancia en la que permanecía. Se le veía a través de las cristaleras. Los miraba sorprendido. Seguramente, pensó Roberto, no esperaba que él tuviera tanta cercanía con Dídac. O a lo mejor había reconocido a Mark Lemon, que a la sazón, era el responsable del mayor Fondo de Inversión del mundo, a parte de venir de una mezcla de linajes de dos de las familias más importantes del Reino Unido y de Alemania.

-¿Y si te acercas a hablar un rato con él? Está derrotado – Roberto miraba a Dídac. Sabía que esas cosas no le gustaban y que normalmente era demasiado brusco para ser buena opción en esas circunstancias. Pero a la forma de ser de Carter, a lo mejor le venía bien un poco de “falta de delicadeza”.

-Dadme quince minutos. Luego os acercáis.

Le tendió a Roberto su bandolera y caminó decidido hacia allí. Carter cuando Dídac entró en la sala, sí se levantó para recibirlo, no como había hecho con Roberto. Al principio se dieron la mano, pero Dídac se sintió impelido a abrazarlo. Sería el primer abrazo que le daba a ese joven. No eran tan amigos. De hecho, pocas personas podían presumir de ser merecedoras de un abrazo de Dídac.

-¿Estás bien? – Mark miraba con preocupación a Roberto.

-Sí, no te preocupes. Ya estoy bien de lo mío. Hombre, tengo mis momentos, pero ya son anecdóticos. Llevo escuchando dos horas a ese músico … que hasta hace unos meses se creía el rey del mundo y que ha ido descubriendo poco a poco que le han engañado como a un campeón. Le han engañado, han vendido su intimidad, le ha timado, todo el que tenga dinero para pagar, sabe que tiene una marca de nacimiento en el culo. Y ha descubierto que todas las decenas de miles de libras que se ha gastado en su formación con ese Mendés, han sido trituradas por una destructora de papel: no le han servido de nada. No es mejor músico que antes, ni le ha abierto puertas.

-Yo creía que a los que daba el certificado, los programadores …

-Pues no. Todos creíamos eso. A los que Mendés pone la cruz, no se atreven a contratarlos. Pero a los que les da el certificado, tampoco les contratan. O dos de cada cien.

-¿Qué tal toca? ¿Es como ese Sergio? Olga me puso alguno de los vídeos, y es una pasada.

-Carter es bueno. Pero nada que ver con Sergio. Luego te mando un par de enlaces para que lo escuches. Sergio es … excepcional. No se puede comparar con él a nadie. Está al nivel de Nuño Bueno. Yo diría que alguna obra … el concierto de Brahms, por ejemplo … Vivaldi en general … me gusta mucho más tocado por Sergio que por Nuño.

-Vamos, ya ha pasado el cuarto de hora – dijo Mark empujando a Roberto hacia la sala.

Pero Dídac y Carter se habían adelantado e iban a su encuentro.

-Podemos tomar un té ahí al lado.

-Carter, quiero presentarte a Mark Lemon. Me parece que no te es desconocido. No dejas de mirarlo.

-Encantado Carter – Mark le tendió el puño para saludarlo.

-Mi padre habla mucho de usted, Mr. Lemon.

-¿Quién es tu padre?

-Julius Edwards. El presidente de RTP Inc.

-Hombre. No sabía. Dentro de unos días tenemos prevista una reunión. Dale recuerdos, si lo consideras. Y no le voy a hacer comentario de que te he visto, tranquilo.

-Le diré que me lo han presentado. Y que le manda recuerdos.

-Dale también recuerdos a tu madre.

-Si no les importa, les dejo. Tengo mucho que meditar.

-Vente a tomar un té con nosotros – reiteró Dídac.

-No, de verdad. En otra ocasión. Muchas gracias Roberto. Y perdona si te he ofendido en algún momento.

-Tienes mi teléfono. Llámame si necesitas algo o te encuentras mal.

-Nosotros hemos quedado para la semana que viene. Ensaya.

Carter no dijo nada más. Se dio la vuelta y caminó hacia los ascensores.

-Creo que si tenéis contacto con Jorge … según he oído es bueno con estos chicos …

-Lo es – respondió Dídac – pero no puede … se va a volver loco.

-¿No iban a crear una Fundación? – comentó Mark.

-No les da el tiempo.

-Deben buscar a alguien que se haga cargo. Y tú no me vales, Dídac. Estás igual o más liado que ellos. ¿Y Néstor?

-Es una idea. Luego le llamo desde el hotel. Hablo con Jorge y Dani. Habría que buscar a otra persona, en caso de que Néstor quiera. Dani o Jorge seguro que tienen a alguien en mente. Uno de esos chicos, por ejemplo. O tú Mark.

-No sé si podría comprometerme. En aportar fondos, que cuenten con ello. Hombre, a lo mejor con Néstor … entre los dos podríamos organizarnos. Ya pienso en ello.

-O uno de los padres que compró a alguno de esos chicos.

Mark no pudo disimular un gesto de indignación.

-Es una pena, pero … los que lo han hecho por salvar a uno de los chicos … verdaderamente los han salvado. Y les ha costado un dinero. Y problemas. Muchos problemas.

-Tienes razón. Pero no puedo evitarlo. Cada vez que Olga me cuenta, me pongo de los nervios.

-Estaba pensando que ya, por la hora que es, podemos tomar un cóctel y si no tenéis otros compromisos, os invito a cenar con mis abuelos y mi tía Beatrice. Seguro Mark que hace tiempo que no los ves.

-Pues si no molestamos, por mí estupendo. Tus abuelos me caen genial. ¿Donde nos invitas?

-Al The Arts Club. Hemos quedado en poco más de una hora.

-Dejad que haga una llamada y me uno. Tengo ganas de conocer a tus abuelos. – dijo Dídac.

-¿Sabes que te van a pedir que toques el piano? Hay un piano. Lo siento, he presumido de ti y te siguen.

-Pues toco el piano. Y les tocaré en primicia un trozo de mi nueva obra. A medias con Jorge. Pero guardad el secreto.

-Vamos. Que necesito olvidar por un rato todo lo que he escuchado esta tarde. Por lo menos me has proporcionado algo en lo que ocupar la mente. ¿Qué estáis tramando Jorge y tú?

-Esperemos que Carter se serene. – Dídac pareció de repente sumido en una nube de preocupación. No había escuchado a Roberto.

-Llamo a Olga a ver si se le ocurre qué hacer.

-Y yo llamo a Carmen. No tengo confianza con Jorge para llamarlo y decirle – dijo Roberto.

-Me ocupo yo del escritor – propuso Dídac. – Le pediré perdón por meterle en danza.

-Vamos entonces.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 83.

Capítulo 83.-

.

Le despertó una llamada de Carmelo. La historia del día anterior se repetía: se había vuelto a quedar dormido sin darse cuenta. Y esta vez, sí era el día de la comida con el embajador.

-¿Estás bien?

Jorge tenía la boca pastosa. Empezó a moverla para generar un poco de saliva y poder hablar.

-Me he quedado dormido. Otra vez. Seré bobo … el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.

-Pues apresura. Mira la hora.

Jorge apartó el móvil de su oreja e hizo lo que le decía Carmelo.

-Te dejo. Tengo que ducharme y vestirme.

-Abrevia. Hay atasco.

Jorge se fue corriendo al baño y se lavó la cara con energía. Dejó la ducha para la tarde y se fue al ropero. Eligió la ropa sin pensar mucho. De repente vio en la mesa que había delante, las camisetas de “La Casa Monforte”. Tuvo un impulso y se puso una de ellas, la misma que había escogido Martín al irse. Se puso un chaleco de color negro y luego una americana de color claro, uno de esos colores indefinible. Pantalones negros y zapatos castellanos sin borlas, negros también.

Miró en el joyero. Había un collar de oro, parecido al que se había puesto Martín. Decidió ponérselo. Y cogió un pendiente a juego. Hasta el día de la embajada, hacía tiempo que no llevaba pendientes. Pero hoy le apetecía repetir. Era un aro pequeño con una pequeña especie de borla a juego con el collar.

Llamaron a la puerta. Jorge corrió hacia allí.

-Llegamos tarde – le dijo Flor.

-Ya estoy. Me echo colonia y nos vamos. Pasa mientras. ¿Sabemos algo de Fernando y Nuño?

-Todo bien, parece. Nuño ha dormido en casa de Fernando, como vaticinaste. Y esta mañana, no hace demasiado, o sea que no han madrugado mucho, Fernando ha acompañado a Nuño a la Residencia. A Fernando le hemos dado el día libre. Entre el tute que le damos entre todos y me imagino que hoy no ha dormido demasiado, me han dicho mis compañeros que esta mañana parecía contento, pero a la vez parecía un espectro.

-Pobre hombre. Encima nos tendrá que aguantar las bromas.

-No. Te aseguro que ninguno vamos a bromear. Nuño parecía feliz esta mañana. Y eso, para todos los que lo conocemos, es importante. Y Fernando, es un compañero al que queremos todos mucho. Se desvive por todos. Suele ser muy reservado con su vida privada, con sus ligues, con su pasado sobre todo. Te puedo asegurar que ninguno le vamos a tomar el pelo.

-A mí la verdad es que me cae genial. Pero he de reconocer, que no sería yo si no le pico en algún momento ¿Nos vamos?

Salieron los dos de casa. Jorge  saludó a Lidia y Carla, que estaban en el descansillo.

-Están bien esas camisetas. – le dijo Flor en el ascensor.

-Estoy esperando que me manden para vosotros.

-Ya me ha dicho Fernando que les disteis cuando fuisteis a grabar Pasapalabra.

-Tengo pedidas para todos los equipos. Lo que pasa es que la verdad es que han quedado bonitas y me da que Bernabé no tenía previsto hacer muchas. Era una cosa así para que Álvaro y yo las luciéramos en Pasapalabra, como publicidad. Pero a Álvaro se le ocurrió dar al público, al equipo del programa y a vosotros. Martín ha pedido también y varios amigos. Y no hacemos más que pedirle más. Y de todos los modelos. Todos vais a tener un juego completo, con chaquetas y sudaderas incluidas.

Al final hubo suerte y no tardaron en llegar al Intercontinental. Aunque Jorge fue el último en incorporarse. Carmelo charlaba tranquilamente con el embajador y sus invitados. Su madre había agarrado del brazo a Carmelo y lo miraba embelesada. Fue ella la que vio a Jorge la primera y llamó la atención de su hijo y del actor. El embajador fue a su encuentro y le dio un abrazo.

-Siento mucho todo eso de los bulos sobre que estáis muertos. Nos estaba contando Carmelo que te había afectado hoy mucho.

Jorge levantó las cejas. No tardó en darse cuenta que era la excusa que había puesto para justificar su tardanza y el haberse quedado dormido a media mañana. Se apuntó mentalmente preguntarle que bulo había tocado, si es que había habido alguno.

-Hay días y días. Y estoy pendiente de un amigo que no contesta al teléfono. Y había recibido amenazas… – Jorge decidió darle un toque dramático más. Carmelo le hizo un gesto para que no se pasara de rosca al respecto. Jorge se encogió de hombros como si fuera un niño pillado en falta por su padre.

-¿Lo conocemos? – le preguntó el embajador.

-No creo. Es un influencer que me entrevistó el otro día.

-¡Ah! Mi hija me dijo. Suele verlo. Le gusta. Me lo comentó porque te vio y sabe de mi querencia por ti.

-Anda, mira. No sabía. Pero no se trata de él. Es un compañero suyo. – No quería poner a Carletto en un aprieto. Si el embajador se lo comentaba a su hija, ésta podía hacer algún comentario en sus cuentas y hacer que se difundiera la noticia. Y eso no sería bueno para nadie.

-Se ha aficionado a leer en español. Se guía mucho por la opinión de ese influencer. ¿Carletto se llama?

Jorge después de ese primer impacto, tomó las riendas de la situación con la intención de llevar la conversación hacia otros derroteros más festivos, como se suponía que debía ser esa reunión. Se acercó a la madre del embajador y la abrazó y besó con cariño. Ella cambió encantada el brazo del actor por el del escritor.

-Hoy soy la envidia de todas las mujeres y hombres de medio mundo.

No conocían al resto de las personas que habían invitado el embajador y su madre. Eran dos matrimonios amigos de Damien. Según entendió Jorge, eran antiguos compañeros de colegio en París. Ernest y Camile y François y Lys. Los dos matrimonios parecían moverse en círculos elitistas, por la forma de comportarse y de vestir. Y por otro lado, asistían también dos mujeres de la edad de Marguerite, la madre del embajador: Elodie y Léa. Parecían muy cercanas a ella. Y parecían las dos muy entregadas tanto a Carmelo como a Jorge. En realidad, todos parecían encantados de reunirse con ellos. A Jorge le dio la sensación de que el objeto de la reunión eran ellos. Conocerlos. Se sonrió al pensar que parecía una asamblea de un club de fans. Él, que supiera, no tenía ninguno; Carmelo en cambio, sabía que tenía unos cuantos y alguno de ellos muy activo. No se arrugaban si tenían que defenderlo de los ataques de esos que disfrutaban criticándolos o peor, que se dedicaban a amenazarlos con todos los males posibles, incluso la muerte. Habían llegado a manifestarse delante de la televisión Integral, mientras se emitía su programa estrella de las tardes, en el que con mucha frecuencia, solían reunirse algunos comentaristas poco proclives tanto a Jorge como a Carmelo, como el amigo Poveda. Ésa reunión podía ser el germen de uno que fuera de los dos, aunque tuviera su sede en París. Tendría que hablarlo con Sergio, a ver que le parecía.

Una vez que estaban todos, un camarero les guió hacia su mesa. Carmelo y Jorge se sentaron uno al lado del otro. En otras circunstancias se hubieran separado para poder hablar con más cercanía con esas personas que parecían admirarlos. Pero algo en el ambiente les hizo ponerse al lado para darse apoyo. La madre del embajador, Marguerite, se sentó al otro lado de Jorge. Damien se sentó enfrente de Jorge y Carmelo. Y al lado de éste se sentó Elodie, seguida de Léa, las dos amigas de la madre del embajador.

-Tengo que confesarte una cosa – le dijo Damien nada más sentarse a la mesa. Le pareció a Jorge que su amigo iba con un guion preparado y no quería perder el tiempo. – No es el mejor día, según nos ha contado antes Carmelo. Espero que no te molestes.

Jorge levantó las cejas expectante. Se declaró derrotado en su intención de que la reunión fuera festiva. Sus hombros levemente caídos eran buena prueba de ello. Su amigo Damien, parecía decidido a tratar temas escabrosos. Tenía que habérselo imaginado al ver el gesto y el lenguaje corporal que tenía. Y esas miradas furtivas que lanzaba a sus amigos de vez en cuando. Ellos a su vez, sobre todo las mujeres, parecía que había algo en el ambiente ellas, pensó Jorge, al fin y al cabo, no eran antiguas compañeras de liceo de Damien, lo eran sus esposos. Las mujeres tenían algo en contra del embajador que sus maridos, quizás por la vieja amistad o camaradería, decidieron pasar de largo o al menos no darle importancia. Aunque sería difícil que compartieran esa discrepancia con ellos. Al fin y al cabo eran unos desconocidos. Famosos, pero no eran de su círculo.

-No te preocupes, que mi hijo te aprecia. No es nada malo – le tranquilizó la madre de Damien, que se había fijado a su vez en los gestos de Jorge.

-Tu dirás. No sé por qué me tendría que enfadar contigo. – Jorge decidió no cejar en su intento de que la reunión fuera simplemente una reunión de amigos. – Aunque si hay que enfadarse, me enfado. Eso sí, para las hostias, Carmelo. Es más alto y tiene más práctica.

-Será bobo el tío – Carmelo le dio un ligero golpe en el brazo.

Vano intento. El embajador obvió la broma de Jorge, lo que desconcertó a éste. Miró a Carmelo que levantó las cejas y se encogió ligeramente de hombros. También había cambiado tanto el gesto como su forma de estar. Se aprestaron ambos a poner su mejor expresión de seriedad, con pompa y circunstancia, si era menester. Se estaba empezando a inquietar. Iban dispuestos a pasar un rato agradable, con conversaciones intrascendentes. Parecía que eso no iba a ser así. La verdad, eso a Jorge le molestaba.

-Vas a dar un curso en la Universidad Jordán sobre Escritura Creativa.

-Sí. ¿Quieres apuntarte? – le preguntó Jorge con un tono un poco de broma. Se arrepintió al momento. Volvió de nuevo a su ademán circunspecto.

-No. Es otra cosa.

Le explicó que en realidad las dos parejas de amigos que estaban con ellos eran los padres de dos de los apuntados para el curso.

-Tenían muchas ganas. Era su sueño. – apuntó Lys, la madre de uno de ellos. Lo dijo mirando a Jorge directamente, aunque antes y después miró a su marido con un gesto de reproche.

-Me vas a perdonar Damien, pero no acabo de entender lo que me dices. Es un curso en una Universidad Española. Pero me parece que vuestros hijos – se dirigió ahora a los dos matrimonios – no dominan el castellano, mucho menos habrán estudiado a nuestros dramaturgos, a nuestros novelistas o a nuestros poetas. ¿Cómo lo van a hacer? ¿Va a haber traducción simultánea y no me he enterado? No me han dicho nada al respecto.

Damien se sonrió.

-Me dirigí a la Universidad y les solicité que organizaran un curso, contigo de profesor. – hizo una pausa dramática que consiguió acaparar la atención del escritor – En francés, claro. Y la Universidad aceptó, porque les aseguré además que tú hablas el francés como un nativo. El decano tenía alguna duda de que fueras capaz de dar un curso así completamente en francés. Me vino a decir que una cosa era hacer un par de declaraciones que estaban preparadas antes y otra hablar dos horas seguidas en francés para nativos.

Casi se indignó más Carmelo que Jorge. Le parecía imposible que ese decano pudiera pensar que Jorge llevaba algo preparado cuando hacía alguna declaración. Y además, las decenas de entrevistas que daba cada vez que iba a Francia de promoción, los programas que visitaba en directo, sin red… Jorge le apretó la mano para que lo dejara correr.

-Les debíamos un premio – comentó Ernest. – No ha sido fácil su vida. Sabíamos que Damien tiene amistad contigo y en los años que lleva en Madrid se ha creado buenas relaciones en el mundo universitario.

-Bueno, me pilla de sorpresa. – reconoció Jorge.

-Sé que todavía no le has dicho al decano que sí en firme.

-Pero él sabe de sobra que los voy a dar. Me conoce. Si digo que no, lo digo en el primer momento. Pero tampoco me atrevo a decir un sí rotundo. Hasta ahora no he tenido la cabeza muy centrada y la verdad, con todos estos nuevos acontecimientos que nos encontramos cada día, tampoco… no me gustaría que … vamos no me gustaría que si no puedo darlos por alguna circunstancia sobrevenida, alguien se le rompan las ilusiones y además le cause un quebranto económico.

-Sabemos que eres capaz de dar ese curso. Te he ido a escuchar alguna vez tus lecturas o charlas para lectores o fans. Y personas de mi confianza también lo han hecho. Y eres un tipo que sabe hacerse escuchar. Y que provocas el debate y que las personas te cuenten sus …

-La madre que te parió. Ayer … no, antes de ayer, no sé en que día vivo ese joven que estaba al lado de uno que iba trajeado y que luego me pidió que le firmara la camisa, a parte de un libro. Es la segunda vez que firmo una camisa en unos días, por cierto. Antes nunca. Su compañero, al menos el que estaba sentado a su lado, me sonaba y cuando se acercó a que le firmara me pareció que tenía acento francés. Me extrañó porque el libro era en español. Ese hombre trabaja para ti en la embajada. ¡Me has enviado espías!

Damien sonrió.

-No se te escapa una. Ha estado contándome desde que llegó de vuelta a la embajada, todo excitado, como fue la charla. Y como tanto tú como tu sobrino conseguisteis que para esas personas fuera un encuentro inolvidable. Te va a escribir algo y te lo va a mandar a ese correo que el secretario del Decano creó para la ocasión. A lo mejor lo hace en francés.

-Damien, creo que ya que te has puesto a ser sincero – intervino Carmelo – es mejor que no te pares. Esa decisión del Decano de organizar ese curso con dos turnos, al parecer uno en francés y otro en castellano, ha originado un movimiento entre parte del profesorado de la Universidad en contra de Jorge. Tengo claro que nuestros nuevos amigos – señaló a los dos matrimonios – deben ser personas con un estatus envidiable. Primero para conseguir que tú hagas esas gestiones y muevas a una Universidad importante a organizar ese curso apartando a los profesores que lo daban hasta ahora. Aunque el curso en su nuevo planteamiento, no tenga nada que ver con el que había otros años. Y después para que de repente, un montón de profesores se muestren interesados en dar un curso que no parece que sea prestigioso ni que sea un maná que les vaya a solucionar la vida económicamente. Les supondría un ingreso extra, pero nada escandaloso. Pero me imagino que las influencias que podrían conseguir al tratar con los alumnos apuntados, merecen la pena, hasta para hacer un curso acelerado de francés. Porque para su desgracia, ninguno de esos profesores que se postulan ahora, hablan francés.

-El curso hasta donde yo sé no es barato. – comentó Jorge.

-Nada barato. Pero hay lista de espera. – afirmó rotundo Damien – Y está claro que el curso se celebra si lo das tú, Jorge. Si no lo das tú, la Universidad deberá devolver el dinero más un 10% de penalización. El resto de profesores de la Universidad Jordán, se pueden poner como quieran.

Jorge levantó las cejas. Fue a decir algo, pero se contuvo porque les estaban sirviendo los entrantes. Cuando los camareros se retiraron, Jorge retomó la conversación.

-No entiendo por qué me lo estás contando tú ahora. No es por menospreciarte, ni mucho menos, pero a la altura que estamos, esto me lo debería estar diciendo el decano, con el que he estado hace unos días. Al menos avisarme de que tengo que dar un curso en francés, que no es por el idioma. Es porque no puedo plantear el curso de la misma forma. Veinticinco franceses no tienen las mismas referencias culturales que veinticinco españoles.

-Eso no creo que sea ningún problema para ti.

-Sabiéndolo no. Pero imagina que me presento en el aula. Empiezo un speech en español. Y empiezo a hablar de Lope de Vega. De Calderón, de Larra, de Cela. Después de un cuarto de hora me doy cuenta que no me entiende nadie y que Lope de Vega para ellos es como si les hablara de “la zarzamora” de Lola Flores. Pregunto. ¿De dónde sois? ¡Franceses! Mira que bien. Y vale, cambio al francés. Ningún problema. Si han pagado dos mil euros por el curso… pero debo hablar de Victor Hugo, no de Lope de Vega. Debo tener citas preparadas de él, o de Émile Zola, o de Flaubert, o de Molière. Y no las tengo. Y no queda bien que me ponga a buscar en el móvil un fragmento de “Le Malade Imaginaire”. Contar la anécdota del camisón amarillo de Molière queda ya muy visto.

-¿Dos Mil? – exclamó sorprendida Léa, una de las amigas de Marguerite. Miró por turnos a todos los sentados a la mesa.

Jorge y Carmelo se miraron sorprendidos.

-¿Cuanto cuesta el curso, por curiosidad? – Carmelo fue el que hizo la pregunta en voz alta.

-Seis mil euros. Más gastos de matrícula, de seguro de tramitación – era Camile la que había respondido en un tono glacial. A Jorge y a Carmelo no se les escapó una mirada que lanzó a Damien.

Jorge y Carmelo se miraron sorprendidos. Pero a la vez, por los gestos de los padres, supieron que esa cifra no era del todo correcta. Aunque nadie abrió la boca. Tuvieron claro los dos que el coste final era muy superior.

-El que ha pagado esa cantidad, espero que sea consciente de que no va a salir del curso con una novela publicada y súper ventas. – Jorge no pudo disimular su indignación.

-No Jorge. Van a aprender la forma que tienes de ver el arte de escribir. Van a intentar entender de dónde salen esos personajes que nos hacen tanto bien – le explicó Ernest. – Cómo eres capaz de inventarlos y sobre todo, de hacerlos cercanos. De que lleguen a la gente, que calen en ellos.

-Seis mil euros mas la estancia durante tres meses en Madrid … más otros gastos indeterminados – siguió razonando Jorge en voz alta. – Perdonad, pero me parece una barbaridad.

A Jorge no le entraba en la cabeza. Se le habían quitado hasta las ganas de comer. Carmelo le tocó con la mano la pierna. Jorge suspiró al sentirlo y respiró hondo.

-Ahora si os parece, quisiera que me contarais de verdad la razón de todo esto. Intuyo que todo partió de vosotros – y señaló a los dos matrimonios. – Es un premio el que les dais a vuestros hijos cuando menos cuantioso. Debe de haber una razón de peso.

Carmelo le sirvió en su plato algunos entrantes de los que les habían puesto en el centro de la mesa. Jorge entendió el mensaje y se relajo. Cogió su tenedor y los fue probando.

-Están riquísimos – dijo sonriendo.

-El otro día, cuando nos vimos en la embajada – empezó a hablar la madre de Damien – te conté que el hijo de una amiga le había supuesto …

-La amiga era yo – interrumpió Elodie. – Déjame Marguerite que lo cuente yo.

La aludida afirmó con la cabeza y sonrió.

-Mi nieto Eloy, murió hace unas semanas en un accidente de coche. Lo quería como… lo quería de verdad. No era mi nieto biológico. Era adoptado. Pero eso me daba igual, como a sus padres. Lo buscaron durante años. Buscaron tener un hijo. Lo intentaron todo. Pero… nada salió bien. Mi hijo estaba desesperado. Frustrado. Toda la vida amasando una fortuna para que luego, en lo más básico, la vida le diera un bofetón.

-En una fiesta en casa de unos amigos se les acercó una mujer. A mi hijo y a mi nuera. Estaban los dos. Esa mujer no era una desconocida, según me contó mi hijo, pero tampoco era de su círculo de amistades. Era una persona que se solían encontrar en algunas reuniones o eventos. Tenía un acento raro, entre español y del norte, ruso, pensaron. Español sabía, porque les habló en algún momento en castellano. Y ruso… mi hijo creyó que hablaba por teléfono en ese idioma. Aunque podía haber sido otra lengua de la zona, ucraniano, checo… ya sabéis. El caso es que les propuso una adopción fuera de los cauces oficiales.

A Jorge se le hundieron un poco los hombros. Miró desanimado a Carmelo que también estaba afectado por la deriva que iba tomando la conversación. Intuían los dos el resto del argumento de esa novela. Esta vez Carmelo no ocultó la mano debajo de la mesa y agarró la de Jorge. Éste se la empezó a acariciar con su dedo pulgar. En un momento dado, se la llevó a la boca y le dio un beso.

-Mis hijos lo debatieron largamente. Sabían que iba a ser un chico problemático. Sería ya de una edad, no iba a ser un bebé. La mujer no les ocultó que esos niños había sufrido y que necesitaban mucho cariño. Ella se comprometía a arreglar todos los papeles. A que a partir del momento de la adopción, el niño se convirtiera ante la ley en hijo legítimo a todos los efectos. Sin necesidad de ese estudio de capacitación y saltando las normas de la edad… ya sabéis que pasada una edad no se puede adoptar. Mi hijo ya la sobrepasaba, aunque mi nuera no, pero por poco.

-Al final se decidieron. Pudo más su deseo de ser padres, de poder cuidar a un joven… que la prudencia.

-Parte de las gestiones las llevó un bufete de Madrid. Otra parte, uno de París. Cada uno presentó luego una minuta desorbitada. Casi quinientos mil euros cada bufete. A parte, a esa señora había que darla dos millones de euros, en metálico.

-Llegó el chico. Estaba muy delgado. Casi demacrado. Mi nuera lo abrazó nada más verlo. Y el chico… se abandonó en sus brazos. Mi hijo hizo lo mismo. Le abrazó fuerte. Los tres conectaron inmediatamente. Supieron que no debían preguntar, porque supieron que ese chico lo había pasado muy mal. Al cabo de unos días, le llevaron a un hospital para hacerle un reconocimiento médico. Los doctores dudaban de por dónde empezar a recomponer todo lo que tenía mal. El golpe más duro fue saber que solo tenía un riñón y un pulmón. Los médicos estaban seguros de que se los habían extraído para venderlos en el mercado negro. Seguramente algún jeque árabe o un millonario ruso lo llevaría en su cuerpo.

El cuerpo fue sanando. Sus niveles de anemia y otras enfermedades fueron corrigiéndose. Pero lo que no lograban corregir era … – la mujer se señaló la cabeza con el dedo. – Los terrores nocturnos, la ansiedad…

-¿Qué edad tenía el chico cuando lo adoptaron? – preguntó Carmelo con la voz más dulce que pudo poner.

-Quince. Aunque en las pruebas médicas determinaron, por los huesos, que no tendría más de trece. Lo que pasa es que estaba muy desarrollado. Acabó siendo casi tan alto como tú, Carmelo. Muy delgado, eso sí. Me recordaba a esa película que hiciste en Francia hace unos años y que estabas la mitad de como estás ahora.

-¿Y su nombre? Creo que se me ha escapado cuando lo has dicho – preguntó Jorge también intentado ser muy delicado.

-Eloy.

La mujer se emocionó al decir su nombre. Marguerite sacó un pañuelo de su bolso y se lo pasó. Elodie se lo agradeció con un gesto.

-¿Era francés? ¿Español? Ruso, como esa señora que abordó a tu hijo y tu nuera…

La mujer se encogió de hombros.

-No lo sabemos. Francés o español. Hablaba los dos idiomas sin acento. Aunque yo creo, sin nada que lo sustente, que era español de nacimiento.

-Y ¿Se lo ofrecieron en una fiesta en París?

-En Saint Tropez.

-Fui yo el que le aconsejó a Elodie que le diera un libro de Jorge para que lo leyera – Camile retomó el relato – Tanto Ernest como yo somos lectores empedernidos de tus obras. Ahora estamos esperando a volver a Francia para comprar la última novela. No te perdonamos que nos hayas tenido siete años esperando – su reproche fue hecho con una sonrisa. Jorge hizo un gesto con la cara para disculparse. – Hablábamos mucho Ernest y yo de tus novelas. De tus personajes. Creo que te dijimos – ahora se estaba dirigiendo a Elodie – que le dieras “La angustia del olvido”. Con ese libro empezamos a ver la luz con Philippe. Nuestro casos, sé de sobra que eres muy perspicaz, que lo sois los dos – miró también a Carmelo – ya os habréis dado cuenta que son un calco del de Eloy, el nieto de Elodie.

-Y funcionó. Luego leyó “Todo ocurrió en Madrid” y “Tirso”.

-Y por fin “deLuis”. Y la cosa empezó a mejorar.

-En realidad fuimos todos leyendo a la vez que ellos. Para buscar lo que les hacía reaccionar y poder… ayudarlos. Todos los habíamos leído antes… pero cada detalle era importante.

-Pero la muerte de Eloy nos ha… impactado. Y nos ha metido el miedo en el cuerpo. – comentó Lys. – por eso el curso. Por eso la decisión de que vengan a Madrid a …

-Escucharte. – zanjó Damien la frase. – Ayer fue claro para Didier mi secretario, y así me lo expresó con vehemencia, que … esos chicos te buscan. Y tú sabes entenderlos. Te buscan porque te han leído y han encontrado consuelo en tus libros. Me habló de un chico que se subía a la barandilla de la terraza de su casa, un piso alto, y miraba al vacío. Y de esa chica que teníais Martín y tú sentada justo en frente como contó que leyendo “deLuis”, supo entenderse y quitarse de la cabeza la idea de … quitarse la vida.

Jorge suspiró un poco sobrepasado. No sabía que contar ni como contestar a la expectación que ahora había en la mesa esperando lo que tuviera que decir. Miró a Carmelo que parecía tan indeciso como él.

-Ya sé que es duro, pero ¿Cómo murió tu nieto, Elodie? – preguntó Jorge con apenas un hilo de voz.

-Un accidente de coche incomprensible. La Gendarmería no lo acaba de dar por cerrado. No les cuadra.

-Hemos pedido a la Gendarmería que pida apoyo a la Policía Española para que nuestros hijos estén seguros en Madrid. – informó Ernest. – Creo que se va a encargar un amigo vuestro, Javier Marcos y su Unidad.

-A lo mejor sería buena idea que vuestros hijos no vinieran a ese curso – sugirió Carmelo.

-Eso no es una opción. Si esos que nos vendieron a nuestros hijos ahora se arrepienten y quieren hacerles daño, han pinchado en hueso. Si pudimos pagar por adoptarlos la millonada que pagamos, porque luego al cabo de un año tuvieron la desfachatez de volver a pedirnos dinero…

-¿A las tres familias?

-Y a una cuarta que no es de nuestro círculo, pero con la que hemos tomado contacto. Y estamos seguros que habrá más. Estamos buscando.

Carmelo le hizo un gesto a Jorge. Éste levantó la cabeza y vio como sus escoltas se habían levantado todos a la vez y rodeaban su mesa. Algunos de ellos habían hecho visibles sus armas de repetición y habían sacado sus acreditaciones que ahora colgaban de su cuello. Flor se acercaba a ellos de forma decidida y con gesto preocupado.

-Lo siento, debemos interrumpir la reunión. Jorge, Carmelo, debemos irnos. Hay una alerta… luego os explico. Señores, – ahora se dirigía a embajador y sus invitados hablándoles en francés – mi compañero Álvar a indicación de nuestro comisario jefe, Javier Marcos, está llegando para hacerse cargo de su seguridad. Álvar es la persona que se encarga de las relaciones con los cuerpos policiales franceses. Es de la máxima confianza de Javier y Carmen. Les rogaríamos todos que siguieran sus instrucciones sin demora. El comandante Thomá de la Gendarmería está al tanto. Según me han comunicado, creo que alguno de ustedes ya lo conoce.

Carmelo y Jorge se miraron. No lo dudaron. Dejaron la servilleta sobre la mesa y se levantaron. Hicieron un gesto de despedida con la mano y emprendieron el camino de la salida con sus escoltas rodeándolos por completo. El resto de comensales estaban pendientes de ellos. Se había hecho un silencio sepulcral en el comedor. En el momento de la salida a la calle, todos sus escoltas llevaban armas cortas de repetición y llevaban sus acreditaciones colgadas del cuello. Parte de ellos se habían puesto un pasamontañas que tapaba sus caras. Fuera, en la calle, se habían desplegado varias unidades de intervención de la policía. Algunos de ellos entraban en el restaurante para hacerse cargo de la seguridad del embajador y sus invitados, mientras otro grupo de ellos hacía un segundo cordón alrededor suyo. Un policía de paisano parecía capitanearlos a todos. Hizo un gesto de saludo a Carmelo.

-¿Qué pasa Álvar? – preguntó Carmelo.

-La Gendarmería ha interceptado un mensaje en el que se encargaba el asesinato vuestro y de vuestros amigos. Hemos ido a buscar a Martín por si acaso. Y una patrulla de la ciudadana está pendiente de Álvaro, de Mariola y de Ester.

-No me jodas.

-Es por precaución. Javier prefiere pasarse de frenada que quedarse corto. Creo que Martín  acaba de terminar una sesión de fotos y se dirige a vuestra casa en el coche de los compañeros de uniforme.

Se montaron en los coches. Cuando ya estuvieron los dos en el interior, los escoltas se subieron a los suyos y salieron de estampida. Iban precedidos de dos furgonetas de Intervención y seguidos por otras dos. Cuando llegaron a su casa, vieron que la calle estaba cortada y que varias furgonetas tapaban completamente la puerta de su portal. Hacían una especie de barricada improvisada.

-Martín ya está en casa. Como os ha adelantado Álvar, ha preferido volver aquí por ver si estabais bien. Y menos mal, porque el hostal donde está … han ido dos compañeros a echar un vistazo … – Flor hizo un gesto para significar la impresión nada satisfactoria que le habían trasladado sus compañeros.

-Cuando acabemos con el paripé con sus padres de Concejo, le digo que se mude a casa como quedamos.

-Ya hemos preparado su habitación y reorganizado los espacios. Fernando me comentó y lo hemos puesto en marcha.

-Gracias Flor –  Jorge le sonrió.

Jorge y Carmelo no salieron del coche hasta que les indicó ella. Caminaron a paso rápido rodeados de nuevo por sus escoltas. Una vez en el portal, todos parecieron relajarse un poco.

-Javier os espera en casa. – les anunció la jefa de sus escoltas.

Para el inspector Roberto Martínez, ese viaje a Londres fue su reencuentro con sus contactos en Scotland Yard, su reencuentro efectivo con su trabajo.

En el año que había estado de baja, había pasado alguna temporada en la finca de sus abuelos maternos en Oxford. Era un sitio que desde niño le gustaba y le relajaba. A parte, sus abuelos, a pesar de llevar sobre sus hombros el peso de una familia con siglos de antigüedad, siempre relacionados con los círculos de poder del Reino Unido, siempre le habían mostrado su cariño y apoyo, aunque él hubiera decidido seguir otro camino en la vida. Cuando tuvo el accidente de tráfico en el que murió su padre, fueron un soporte importante para él. Y en el largo tiempo de recuperación, habían seguido siéndolo. El abuelo Arthur y la abuela Arabella.

El matrimonio era una excepción en el círculo en los que se movía la familia. Les daba igual que los amigos de sus hijos y nietos no estuvieran entre lo más alto de la sociedad mundial. Que las profesiones que habían elegido, no fueran todo lo glamurosas que se suponía que debían ser. Habían apoyado a Roberto en su decisión de hacerse policía en España. Y nunca habían interferido en su carrera. Cuando les anunció su decisión, ellos le preguntaron si había valorado hacer su carrera en Inglaterra. Pero él tenía claro que quería trabajar en España y vivir en España, lejos de la influencia de su familia. Él quería conseguir dirigir su vida y llegar a dónde sus capacidades le llevaran. Aunque tenía una asignación económica de sus abuelos todos los meses, él vivía de acuerdo con su sueldo. Alguna vez se daba un capricho con ese dinero, pero nada más. Y alguna vez lo había utilizado para ayudar a amigos que pasaban por una mala racha.

Javier, Olga y Carmen habían respetado escrupulosamente sus ritmos en su recuperación. Matías y su novio Elio, se habían acercado muchos días a su casa a pasar un rato o lo habían empujado a dar un paseo, cosa que al principio, le costaba. Las primeras semanas después de que le dieran el alta en el hospital, no soportaba la idea de salir a la calle. Y más cuando se enteró de que su novia le había dejado. Entre sus objetivos en la vida, no estaba el cuidar a un enfermo de depresión.

La recuperación física llegó antes que la psicológica. Conducir el coche en el que tuvo el accidente y que tuvo como consecuencia principal que su padre falleciera, no había sido algo fácil de sobrellevar para él. Había estado distanciado muchos años de su progenitor. En los meses anteriores al accidente, su padre había dado el paso de acercarse a él para retomar el contacto. En ese proceso estaban cuando sucedió el fatal accidente. A parte de ese reencuentro frustrado, a Roberto le apareció el síndrome del superviviente: “¿¿Fui yo el culpable??”. Culpable de su muerte, culpable de su enfado, de que discutieran hasta perder el contacto completamente … de no haber sido él el que se acercara a él algunos años antes … su renuencia a perdonarle la actitud que había tenido con él y con su madre … de la que se divorció en la época de su disputa.

Antes de ese viaje a Londres, llevaba unas semanas poniéndose al día de los casos vivos en la Unidad. Javier se había acercado varias veces a su casa para charlar y mantenerlo al tanto de todo. Pasaban horas hablando. En una de esas visitas, Roberto le dijo que quería pasarse por la Unidad y ver papeles.

-Y si te parece adecuado, te puedo ayudar con algunas cosas desde casa. Me dices y así voy cogiendo ritmo. No te prometo que sea el más rápido haciendo las cosas, pero me servirá para tomar contacto y coger ritmo.

-¿Estás seguro? No hay prisa.

-Creo que me vendrá bien. Y así suplo la falta de mis abuelos que se fueron ayer de vuelta a Inglaterra. Y si te parece, voy a llamar a mis amigos del Yard. Para retomar el contacto.

La posibilidad de entrevistar a uno de los antiguos alumnos de Mendés en las instalaciones de Scotland Yard supuso la excusa perfecta para empezar a tomar la iniciativa y acelerar el proceso. Aprovecharía el viaje para cenar con sus abuelos y sus tía Beatrice en un selecto club de Londres, en The Arts Club.

Carter Edwards llegó a la sede de la policía londinense cerca de las 16,00 h. Roberto estaba en ese momento hablando con la Jefa de Scotland Yard, Cressida Dick. No pensaba verla en ese viaje, la agenda de la Comisaria jefa era complicada esos días, pero ella, al saber que estaba, había bajado a saludarlo un momento. Se había interesado a menudo por su estado de salud. Ahora parecía que quería comprobarlo en persona.

-Creo que ese es tu hombre – sonrió la comisaria señalando a un joven que se dirigía hacia el mostrador de recepción. Sus ademanes eran distantes, rotundos, marcando distancias con los funcionarios con los que hablaba.

-Solo ha llegado una hora tarde. Pero era de esperar. Ya me avisó Dídac Fabrat. Ha sido él el que nos ha conseguido el contacto.

-¿Conoces a Dídac? Tuve la oportunidad de escucharlo una vez en directo y me pareció un artista estupendo. Mi mujer salió entusiasmada. Tuvimos la suerte de que nos saludara en un pequeño ágape que se organizó después del acto.

-Es amigo de Jorge Rios. Dídac se ha implicado en el caso a petición suya.

-A lo mejor me puedes hacer el favor de darle un libro al escritor para que me lo firme. Eso es lo único bueno que parece tener vuestro caso.

-Claro. Házmelo llegar. Estará encantado de firmártelo. Todos dicen en la Unidad que es un tipo estupendo. Yo todavía no he tenido la suerte de tratar habitualmente con él. Carmen y Javier hablan muy bien de él.

-Por cierto, da recuerdos a Javier y a Carmen. A ver si saco un rato y les llamo para cambiar impresiones.

Un policía de uniforme se acercó a Roberto para anunciarle que había llegado la visita que esperaba. Roberto se encaminó hacia la sala en donde habían acomodado al músico.

El joven no se levantó cuando Roberto  entró en la sala. Roberto fue a sonreír, pero el gesto serio incluso agresivo del músico le hizo aparcar ese gesto de cercanía.

-¿En su país no es costumbre no hacer esperar a las visitas?

Roberto levantó las cejas sorprendido.

-Son las 15,45 h. Si no me equivoco, y tengo en el teléfono el correo de D. Dídac anunciándome la hora del encuentro, hemos quedado a las 14,30 h. Usted ha llegado a esta comisaría – Roberto miró el móvil una vez más – a las 15,35 h.

-Ustedes los españoles tienen fama de impuntuales. No quiero perder mi valioso tiempo.

-Es mejor que lo perdamos los demás ¿No?

-Creo que esta entrevista ha acabado.

El joven se levantó y cogió la bandolera que había dejado en otra silla. Roberto esta vez sí sonrió y lo miró directamente a los ojos. Cogió el teléfono y llamó a Dídac, sin apartar la mirada de él.

– ¿Ya has acabado de hablar con Carter? – fue el saludo de Dídac al contestar la llamada.

-De hecho acaba de llegar y parece que ya se va, porque está un poco enfadado porque no le estaba esperando en la puerta. Su tiempo es muy valioso.

-Dile que me espere. Que ahora voy. Vamos. Me va a oír. Y que no te engañe, habla perfectamente el español. Estoy con un amigo tuyo. Quiere saludarte.

La cara de Carter Edwards se había puesto roja de la rabia.

-¿Y quién es?

-Sorpresa.

Roberto se quedó mirando al músico, que había escuchado toda la conversación.

-Parece que no te conviene que Dídac se enfade contigo – le dijo en tono melifluo. La ironía era clara, pero el antiguo alumno de Mendés no estaba para esas sutilezas.

Roberto se sentó en frente de Carter, que había vuelto a ocupar la misma silla del principio. Salvo la conversación con Dídac, Roberto siempre se había dirigido a Carter en inglés. Ahora, Roberto decidió seguir hablando en español, haciendo caso del comentario de Dídac.

-No creo que sea agradable venir aquí a encontrarte con un inspector de policía español y hablar de tu antiguo profesor de violín. Tu maestro. Si no me equivoco, has quitado de tu currículum la mención a los dos años de clases con ese profesor. En estos años, desde que acabaste su curso, te has dado cuenta de muchas cosas. De sus engaños, de que el amor que decía sentir por ti era… mentira. Que no te consideraba como un ser especial, sino como un hombre, uno más, con el que “jugar”. – Hizo el gesto con los dedos para marcar el sentido figurado de la palabra “jugar”. – Él te convenció de que eras único en su vida. Su gran amor. Y al despedirte te dijo que … “si la vida fuera de otra forma, tú y yo estaríamos juntos para el resto de nuestros días, tú, yo y la música. Pero no es posible y ahora nos tenemos que despedir. Pero tu lugar en mi corazón no lo ocupará nadie más el resto de mi vida. No sé como podré sobrellevar tu ausencia. Al menos me solazaré cada vez que te escuche tocar en la radio o en la televisión.”

-Lo nuestro fue algo verdadero. No tengo nada que reprocharle.

-¿Estás seguro? Esas palabras que te he citado, no te las dijo a ti. Al menos … no solo a ti. Nos las ha trasladado Vladimir Rostova, otro alumno de buena familia y con mucho dinero. El que ocupó tu puesto dos años después de irte. Aunque te podemos poner otra grabación que hizo Paul Bemel, un violinista francés con el que coincidiste en Madrid uno de los años. Tú eras el de los jueves y sábados, él era el de los martes y los viernes.

Roberto sacó una tablet buscó en ella y encontró enseguida el vídeo que buscaba. Puso la tablet en su soporte y lo giró para que viera las imágenes.

El músico no esperó para girar la tablet para evitar ver el vídeo. Su gesto empeoraba por momentos. La rabia, el odio … lo gracioso es que parecía que Roberto tuviera la culpa de todo.

-No hace falta decirte lo que cuesta comprar este vídeo. Con quinientas libras de nada. ¿Cobraste algo por él?

-¿Quién se ha creído que soy? Yo no necesito venderme. Mi familia … es … rica. Mucho más rica que lo que … usted no puede hacerse una idea …

-Y tú, como persona individual ¿Qué eres? ¿Quién eres?

La rabia volvió a predominar en la forma de estar del músico. De nuevo, Roberto era el objetivo de ella. Éste le mantenía la mirada, pero procuraba tener un gesto lo más aséptico posible, dándole eso sí, un matiz de cercanía y comprensión.

-¿Por qué no me cuentas como te hizo creer que eras el mejor de sus alumnos, el único que era digno de ser su amante y de entrar en esa “logia” que formaban los más poderosos, los mejores músicos de la Tierra, y en la que el resto ocupaban el puesto de sirvientes, de juguetes que solo servían para dar placer a los “Maestros”?

Carter  se hundió en la silla en la que estaba sentado. Ahora ya no miraba con odio a Roberto. Pero la rabia, la furia, seguía en él. Había cerrado los puños con fuerza. Roberto temió que se hiciera sangre con las uñas. Alargó sus brazos y le cogió las manos con las suyas. Carter lo miró sorprendido. Poco a poco le obligó a abrir los puños y a relajar las manos.

-No tienes que avergonzarte. Todos estamos de tu parte. Queremos ayudarte y a la vez que tú nos ayudes a parar a ese Mendés y a sus amigos. Vamos a tardar todavía un tiempo, pero con tu declaración y con la de otros músicos que han pasado por sus manos, podremos hacerlo. Meterlo en la cárcel y evitar que quince o veinte músicos jóvenes que empezarán a estudiar con él en septiembre, pasen por lo mismo. Tú, a pesar de todo lo que has ido descubriendo después de acabar con él, has tenido suerte. Parte de tus compañeros han acabado mal. Otros no logramos encontrarlos… algunos han tenido que cambiarse el nombre… sus familias los han repudiado…

-Alguno sé que se quitó la vida.

-Luego te agradecería que me dijeras sus nombres y las circunstancias. Pero antes, quisiera que me contaras tu historia. Con calma.

Roberto se levantó un momento y cogió dos botellas de agua que había en un pequeño frigorífico en una esquina. Le tendió una a Carter que sin ningún gesto de agradecimiento, cogió y pegó un buen trago. Roberto hizo lo mismo y se dispuso a escuchar.

-En cuanto entré por la puerta de su estudio, me empezó a comer la oreja.

Roberto se sonrió. Sin darse cuenta, Carter había vuelto al inglés. Imaginaba que le daba seguridad. Aunque su español era casi perfecto. O quizás quería poner distancia de los hechos que iba a relatar, vividos indudablemente en español.

La entrevista duró casi dos horas. Aunque Roberto se había preparado muy bien el encuentro y Tere le había pasado muchos de los vídeos que habían encontrado, algunas de las declaraciones del joven músico le conmovieron. Aunque se abstuvo de demostrarlo. Mendés, en opinión de Roberto, era un gran manipulador. Y un gran psicólogo. Iba a ser difícil pillarlo. Mientras escuchaba a Carter, Roberto fue quedándose con algunos nombres de personas de renombre y con poder. Seguro que con ellos, había hecho el profesor el mismo trabajo que con sus alumnos. Habría que desmontarlos uno a uno. Romper esos vínculos. Iba a costar. Esperaba poder hacerlo antes de que alguna otras de sus víctimas acabaran muertas. Por su propia mano, o por la mano de los matones que cada vez era más evidente, tenía en nómina esa “Logia” de los “Excelentes de la Música y el Arte”.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 82.

Capítulo 82.-

.

Nuño no mentía cuando decía que era presumido. Fue casi una hora y cuarto lo que tardó en acicalarse. Pero Jorge no pudo evitar silbar de admiración al verlo. Era claro que iba a ser el más atractivo de la cena. Jorge pensó que a lo mejor debería haber ido también él a cambiarse. Carmelo no iba a pasar por casa, así que no le quedó más remedio que pedirle a Raúl que le acercara una americana.

-¿Nos vamos? – dijo Nuño. Se le notaba un poco nervioso – No vaya a ser que me arrepienta.

-¿Me dejas darte dos besos? No me resisto a los chicos guapos.

Nuño sonrió guasón.

-Si no me lo llegas a pedir, me hubiera enfadado. Tu fama te precede.

Nuño fue el que tomó la iniciativa y no fueron dos besos, sino un suave pico.

-Si me lo permites, te cojo del brazo. Y no te preocupes por el violín, que te lo llevo yo.

-Tu marido se va a sentir celoso.

-Que se fastidie. No voy a perder esta oportunidad. Y espero que sea la primera de muchas.

Nuño le tendió el brazo. Jorge lo rodeó con el suyo y empezaron a caminar hacia la salida. El personal de la “Residencia” saludaba a Nuño, feliz por ver que se había arreglado y por ver que salía por decisión propia. Era la primera vez que lo hacía desde que se había auto ingresado en ella. Jorge se dio cuenta enseguida que había cuatro personas más en su escolta. Y un coche adicional. Era claro que fuera donde fuera luego Nuño, no iba a ir solo. Tenía que enterarse por qué la familia de ese juez Bueno debía llevar vigilancia.

Jorge y Nuño empezaron una charla intrascendente pero alegre. Los dos estaban a gusto hablando. Lo hicieron de música, de los libros de Jorge, de Carmelo, de su historia de amor, Nuño le contó algunas de sus aventuras con hombres o mujeres… Jorge le preguntó si ninguno o ninguna había sido lo suficientemente interesante como para ser una pareja estable.

-Viajaba continuamente. Era complicado. Y luego, los primeros días bien, pero luego… todos empezaban a querer cambiarme. A que viajara menos, a que me comportara de otra forma. No estaban cómodos con mi cercanía con Javier. O con mis hermanos. Algunos intentaban que le pidiera a mi padre favores. O a mí, para enchufar e alguien en el conservatorio, o para concertar citas con otros músicos… todo eso no me gustaba, así que cortaba por lo sano. Ninguna persona me llegó tanto como para cambiar de vida. ¡Anda! Si está tu Carmelo en la puerta. Y con Biel Casal. ¿No se llevaban mal?

Jorge se echó a reír.

-No. Son amigos. Y en su momento hasta tuvieron un rollete. Lo de que se odiaban era cosa de los productores para hacer más interesantes las películas en las que trabajaron juntos. El restaurante donde vamos a cenar es de Biel.

-¡Ah! Por eso tienes siempre mesa reservada.

Jorge pensó en explicarle que era para que pudiera escribir tranquilo, si le apetecía, y que lo mismo pasaba en otros bares a los que solía ir, pero prefirió dejarlo. Su caravana se paró frente a la puerta. Carmelo sonrió al ver a Jorge.

Fue éste el primero en salir del coche, después de los escoltas. Jorge seguía siendo el portador del violín de Nuño. Luego, bajó éste. Carmelo no pudo evitar un gesto de asombro al verlo. Le sorprendió su elegancia. Entendió por qué le había dicho Jorge que si podía fuera a cambiarse. Y luego, a pesar de que Nuño se había peinado de forma distinta a la de Javier, su parecido era extraordinario. Nuño sonrió al cruzar su mirada con él y Carmelo entendió cuando Jorge le había comentado que su sonrisa iluminaba los alrededores.

Jorge hizo las presentaciones. Carmelo y Nuño se saludaron con dos besos. Presentaron a Biel a Nuño. Parecía que el músico había seguido las carreras de ambos.

-Son dos hombres muy atractivos. – le explicó a Jorge. – Y buenos profesionales. Es una combinación a la que no me puedo resistir.

-Pero vienes del brazo del escritor. – se quejó Carmelo amargamente. Le guiñó el ojo a Nuño.

-Es que él es muy atractivo también. Y me ha ganado. Eso no lo hace casi nadie. No me extraña que no tardaras en caer rendido ante él.

-No te preocupes, Carmelo, que yo te cojo del brazo.

Carmen acababa de hacer su aparición estelar. Ella sí había ido a cambiarse porque estaba radiante y vestida para la ocasión.

-¡Guapa! – piropeó Carmelo.

-Lo siento, – dijo mirando a un sorprendido Jorge – me he autoinvitado. Nuño es uno de los hombres de mi vida.

Nuño se soltó del brazo de Jorge y abrazó a la comisaria. Ella lo pegó a su cuerpo y lo beso varias veces. De vez en cuando se separaba de él ligeramente para mirarlo. Y luego volvía a abrazarlo. Ninguno pudo evitar que sus ojos de humedecieran.

Fernando sin que ninguno se diera cuenta, todos estaban pendientes del abrazo de Carmen y Nuño, se puso detrás de Jorge. Éste se dio la vuelta al notar su presencia. Llevaba una americana de Raúl en la mano. Éste estaba a unos metros. No se había atrevido a acercarse. Fernando le abrió la chaqueta para que Jorge se la pusiera. Éste le hizo caso. Tuvo un arranque y se acercó a Raúl para agradecerle.

-Ven, no … te presento a…

-No, deja. No te preocupes. Me voy. He venido solo a traerte la americana.

-Si no os importa entramos dentro. Parece mentira, Carmen.

Flor estaba enfadada por esa reunión en plena calle. Sus compañeros se habían visto obligados a hacer una especie de muralla de protección.

-Perdón – dijo la aludida – no me he dado cuenta. Estoy emocionada, lo siento.

El siguiente en llegar, nada más que el resto hubiera entrado en el restaurante, fue Sergio. Lo primero que hizo fue abrazarse a Jorge. Le había hecho caso y había llevado el violín de Nuño. Éste le miraba con interés. Parecía querer mirar dentro de él. Buscaba seguramente esas cosas que solo los músicos pueden ver en otros músicos. Y pareció satisfecho. Jorge hizo las presentaciones. Sergio, tímido, le ofreció el puño a modo de saludo. Pero Nuño lo abrazó. Eso emocionó y sorprendió a Sergio a partes iguales. Luego fue a saludar a Carmen a la que también abrazó. Su viaje de vuelta desde Salamanca los dos solos, les había acercado mucho.

-Me alegra que te hayas decidido a venir.

Nuño se había puesto al lado de Fernando.

-No podía rechazar esta invitación. Lo único, te agradecería que me fueras poniendo en antecedentes… habrá muchas cosas que no sepa…

-Tú tranquilo. – Nuño puso su mano suavemente sobre las del policía – Te sientas a mi lado y te voy contando.

Jorge levantó las cejas casi imperceptiblemente. Carmen se dio cuenta y se sonrió. Luego le explicaría esa nueva faceta de Nuño que no conocía.

-Cuando te dije que te invitaba a cenar, no pensé que iba a haber tanta gente. Me voy a gastar lo de todo el mes. – bromeó Sergio acercándose al escritor después de que Fernando le presentara a Carmelo y a Biel.

-Pero merece la pena ¿No?

-Joder – dijo mirando de refilón a Nuño – Es un puto crack de la música. ¿Le has oído tocar? Él si es un genio. Joder… y lo dejó… es…

-Lo he escuchado, sí – le dijo Jorge hablándole al oído. – Y es un genio. Pero… tú también lo eres. No, no pongas esa cara. De verdad lo pienso. Luego, espero que los dos aceptéis y nos toquéis algo. Juntos.

-Joder. Que nervios.

-Es tu elemento, Sergio. Es música. Sabes que solo tienes que mirar a Nuño y los dos conectaréis en un idioma que los demás no podemos entender. Y haréis magia.

Sergio se acercó más a Jorge y le habló al oído.

-Tu rubito está como un tren. No pensé que en persona fuera cien veces más atractivo que en la pantalla. Es un puto Dios.

-¿Y Biel?

-Sin comentarios – Sergio se pasó la lengua por los labios.

-¿Falta alguien de llegar? – preguntó Carmelo. – La mesa está para siete.

Jorge distinguió a Aritz a través del ventanal. Supo que Javier ya estaba cerca.

-Sí – respondió Jorge. – Pero ya llega.

-Ya estoy.

Javier entró en ese momento. Era claro que había venido a paso rápido. Sergio no pudo evitar poner cara de sorpresa. Se le iluminaron los ojos y se le puso una sonrisa en la cara. Se lanzó a los brazos de su novio sin dudarlo. Se besaron los dos con pasión.

-Joder, policía opresor. Me has engañado. Que tenías mucho trabajo, jodido.

-Quería darte una sorpresa. Para verte esa cara de alegría. Me da la vida, becario.

Nuño miraba a su hermano sonriendo. Le gustaba verlo así. Había estado muy preocupado mientras sus amigos comunes le contaban que estaba afectado. Javier llevaba semanas sin ir a verlo. Nuño lo conocía y sabía que eso era señal de que no estaba bien. Javier se acercó a él. Nuño abrió los brazos para recibirlo. Su abrazo fue tranquilo y sereno. Los dos apoyaron sus cabezas en el hombro del otro. Cerraron los ojos y se dedicaron a sentirse en su espíritu. Carmen se giró para llorar a gusto. Tanto lloro le iba a fastidiar el maquillaje. Para una vez que se ponía a ello. Jorge le indicó a Carmelo con un gesto a Biel.

-Si no tienes ningún compromiso, podías unirte a nosotros.

-No. No pinto nada.

-Yo me he pajeado mirando tu foto – confesó Sergio poniendo cara de sádico sexual.

-Yo también – levantó la mano Nuño.

-Carmelo y tú habéis consumado más de una vez… y de diez… – explicó Jorge.

-Faltas tú escritor por confesar. – le picó Nuño.

-Lo siento. Mis pajas siempre han sido a la salud de mi rubito.

-¡¡Mentiroso!! – le espetó Carmelo riéndose.

-¿Pongo otro cubierto entonces?

Rico el encargado, se había puesto a su lado.

-Venga. Tanta leche en mi honor… debo agradecéroslo de alguna forma.

-Si no os importa sentaros… ¿No escucháis el silencio? Todos están pendientes de vosotros. No me extraña. Tanto chico guapo… y la comisaria, una mujer extraordinaria. Por ti, cambiaría de acera – la piropeó Rico.

-Es el mejor piropo que me han hecho en mi vida.

Carmen se acercó y le besó en la mejilla.

-Y encima es la única que me ha dado un beso.

Carmelo le abrió los brazos e hizo intención de acercarse a él.

-No, ya no vale. Tarde. Tarde.

Rico se fue sonriendo.

.

Jorge aprovechó la llegada de los cafés, para salirse a la terraza. En verano solían utilizarla también como comedor, pero para eso, todavía faltaba un mes. En mayo solían ser las primeras comidas al descubierto.

La terraza era un antiguo patio de la casa, reconvertido en jardín. Estaba rodeado por un muro de piedra de los antiguos.  Jorge se sentó en una de las sillas que tenían apartadas en una esquina. Cogió otra y la puso para poner las piernas en alto. Empezaba a estar cansado. De nuevo, le estaba volviendo la tontería que había tenido en la mañana, después de quedarse dormido en su butaca. Ahora Fernando no podía ir a despejarlo. Estaba muy enfrascado con una conversación con Nuño. Estaba seguro que Nuño no iba a volver a la Residencia hasta la mañana del día siguiente. Esa noche la pasaría en casa de Fernando.

Le hizo un gesto a Nano, que había salido para vigilar y estar cerca de él. Éste se acercó con un paquete de Lucky. También le tendió un mechero. Jorge cogió un cigarrillo y le fue a devolver el paquete.

-Quédatelo. Tengo otro.

Jorge sonrió agradecido.

Había sido una velada muy agradable. Era claro que todos en la mesa se tenían aprecio. Eso se había notado toda la noche. La conversación fluía sin detenerse en ningún momento, salpicada por bromas y por risas. Nuño parecía feliz. Parecía mentira que esa misma tarde hubiera salido de una Residencia que se dedicaba a tratar la depresión y las adicciones, entre otras enfermedades mentales. Sergio estaba en su salsa. Con Nuño, al que admiraba, y con Javier pegado a él, su amor. Para Jorge  era cada vez más palpable que lo que había comentado con algunos hacía poco, era cierto. Lo que empezó siendo algo de una tarde de sexo, se había convertido en amor de verdad. Javier era otro al de hacía apenas un mes. El gesto de Carmen, que lo miraba de vez en cuando, no mentía. Estaba orgullosa de él, feliz por haberlo recuperado. Y feliz a su vez de ver por primera vez en muchos meses a Nuño fuera de la residencia.

Jorge escuchó la puerta del jardín abrirse de nuevo. Miró hacia allí. Javier venía a su encuentro. Cogió otra silla y se puso a su lado. Jorge le tendió el paquete de tabaco y el mechero.

-¿A quién hemos sableado el tabaco esta noche?

Jorge señaló con un gesto a Nano.

-Te quería dar las gracias – le dijo Javier mientras se encendía un cigarrillo.

Jorge sonrió y se encogió de hombros.

-No puedo evitar ayudar a los chicos guapos.

Javier meneó la cabeza sonriendo.

-Nunca pensé, cuando te pedí que fueras a verlo y que te diera el violín para Sergio, que en tan poco tiempo, convencieras a Nuño de salir una noche.

-Tenía una apuesta que ganar. – bromeó Jorge – Y no sabes las ganas que tengo de volver a la Ópera bien acompañado.

-Carmelo no es muy de Ópera. Alguna vez hablando con Olga lo ha comentado.

-Estoy en proceso de que sepa apreciarla. Y ahora tengo a Nuño.

Javier se echó a reír.

-Si te digo una cosa, prométeme que no se lo echarás en cara a Olga.

-Ella quería que yo ganara. La apuesta fue la forma de provocarme para que lo consiguiera.

Javier asintió con la cabeza mientras echaba el humo por la nariz.

-Habéis abierto el fumadero y no me habéis avisado.

Carmen era ahora la que salía al jardín. Siguió el mismo proceder que Javier. Se puso entre los dos y estiró las piernas cruzándolas.

-Ojala todos los días acabaran así. Hoy, puedo decir que he disfrutado de un momento de felicidad. Os advierto que Nuño y Sergio van a empezar a tocar en cualquier momento. Sergio y Fernando han contrarrestado todas las excusas que ha puesto Nuño. Que hayas descubierto sus durezas en los dedos, ha sido fundamental.

-Cuando lo ha contado Fernando, me ha hecho gracia. Hice lo mismo con Sergio – dijo Javier – Lo hacía a veces con Nuño. Me encantaba sentir esos callos. Callos artísticos. Me ha extrañado que te haya dejado. No le suele gustar el contacto físico con la gente.

-Si ha venido del brazo con Jorge.

-¿A sí? Me estás dejando sorprendido, escritor.

-Hoy ha habido suerte. No tengo ningún mérito. Casi el mérito lo tiene Fernando que esta mañana ha tenido una paciencia inmensa conmigo. Me he quedado dormido y me he despertado completamente perdido. Ido. Casi ni me acordaba de quien era. Nunca me ha pasado. Ha sido por eso además, que en medio de ese aturdimiento general, ha llamado a Nuño. Y encima no se las ha dado de interesante ni de presumir que había estado un montón de tiempo hablando con él.

-Debes bajar el ritmo. Y menos mal que a ver a Rubén y revolotear por el hospital, les mandas a estos en lugar de ir tú.

-Estoy perdido con ese chico. Me dijo el otro día algo Fernando que me descolocó. Insinuó que Rubén estaba fingiendo y tomaba el mismo las drogas que le dejan así. Y todo lo que os contó Nabar

-Sigue tu misma estrategia entonces – apuntó Javier sonriendo. – Con las drogas.

-Que cabrón. – sonrió Jorge al decirlo – Si llego a saberlo no hubiera aceptado ir a escuchar a Sergio. O a ver a Nuño.

-No nos creemos nada – Carmen le sacó la lengua – No puedes resistirte a ayudar a los chicos dolientes. Sean guapos o feos. Lo de guapos lo dices para quitarle hierro

-Por cierto, debéis valorar muy seriamente que Nuño ha tenido una experiencia traumática en su adolescencia o juventud.

Carmen cambió de postura. Dobló las piernas para sentarse a lo indio. Javier se incorporó mirando a Jorge fijamente.

-¿Te ha dicho algo?

Jorge negó con la cabeza. Había prometido no contarle a Javier y pensaba cumplir.

-Tiene dos hermanos ¿Verdad?

-Sí – afirmó rotundo Javier. No estaba cómodo con esa revelación que les había hecho Jorge.

-¿Podías preguntarles?

-Viven en París. Y en todo caso, de hablar de eso con ellos, me gustaría hacerlo cara a cara. ¿Por qué has llegado a esa conclusión?

-He seguido la misma estrategia con la que me gano a esos jóvenes de Anfiles. Tiene las mismas rechaza el contacto físico, no parece amar demasiado su vida, no es capaz de tener una relación de pareja larga tiene una sensibilidad extraordinaria, solo hace falta escucharle tocar el violín. Desde el día que fui a verlo por primera vez, he escuchado todo lo que he encontrado de él. Es una maravilla.  Pero … donde destaca sobre todo, es en las piezas trágicas, en las que el dolor predomina, el odio, el sufrimiento. Cada nota que da lleva adherida el dolor, la angustia la soledad suprema y si no solo escucháis, sino que lo veis a él interpretando, todo se refleja en la cara. Muchos realizadores de televisión lo conocen y es el músico que al que más enfocan el rostro. A él y a un pianista muy joven ruso. Y rubio, por cierto. Rubio, rubio. ¿Qué me has dicho antes Carmen sobre una faceta que desconocía de Nuño?

Javier se echó a reír.

-La de conquistador – dijo Carmen sonriendo también. – Es un ave de presa. Y Fernando me da que desde que ha hablado con él cuando tú estabas grogui, le ha gustado. Es que Fernando tiene una voz muy seductora y Nuño es algo que valora mucho. Seguro que la otra vez que fuiste, ya le echó el ojo. ¿Le escuchó hablar?

-Sí. Se acercó a recordarme que nos debíamos ir. Tiene voz seductora y dulce. Tienes razón. No lo había pensado hasta ahora.

-Ya le echó el ojo entonces.

-A lo mejor esa ha sido la razón de que saliera esta noche. No yo. ¿Entonces es un cazador?

-Si te digo que es igual a Dídac

Jorge se echó a reír.

-A lo mejor has caído en las redes de Dídac. – bromeó Javier.

Jorge se echó a reír.

-O él en las mías.

-¡Hummmmm! Otra faceta oculta del escritor. – se mofó Carmen.

-Cada día una nueva – bromeó Javier.

-Aunque puede que el amigo Jorge ahora esté dándose ínfulas…

-Ya sabes que un cazador coge una y se cuenta veinte, como en el parchís.

-También puede ser. No os sacaré de dudas al respecto. Reíros, reíros.

-Mañana llamo a Dídac y se lo pregunto.

-Llama, llama. Como que te va a contar. Una cosa, cambiando de tema, y perdonad por ser aguafiestas. ¿Qué te dijeron los de la Uni cuando fueron al local de Jimena?

Javier se recostó en su silla. Llevó el cigarrillo a los labios y aspiró con fuerza.

-Hay que comprobar muchas cosas – Carmen habló por Javier.

-Fueron todo rumores. Deja que …

-¿Debo fiarme del Decano? ¿De Paula? ¿Por qué os pone pegas Jacinto a que Aritz o tú preguntéis por el Campus? ¿La fiesta esa?

-Hubo casi treinta personas en esa reunión. Luego se unió Levy el camarero que la convocó que salió de turno. La opinión mayoritaria era que de momento, es mejor no fiarse de nadie. Ten en cuenta que fue una charla de casi tres horas. Menos mal que lo grabamos. Al final te juro Jorge, que si no llega a ser porque estaba Aritz, me quedo allí mismo a dormir.

-Debió irse el último, y caer casi redondo. Ese Levy y Jimena ayudaron a Aritz a llevar a Javier al coche.

-Mal que me pese es así. Pero a grandes rasgos, la conclusión que sacamos es esa. Todos son un dechado de falsedad.

-Me vais a quitar los únicos amigos que me quedaban.

-Tú eres el que más duda de ellos. Sobre todo cada vez que Martín te cuenta algo.

-O sea que sobre todo, de los que no os fiáis es de Paula y Laín.

-Nosotros de momento, solo te podemos decir que tengas cuidado con todos ellos. – Javier le hablaba en un tono que indicaba a las claras la pena que le daba darle esas apreciaciones.

-Te repito, no es nada nuevo que tú no sepas… mejor dicho, que no sientas – Carmen tomó el relevo. – Están metidos en una lucha interna por el poder. Jacinto tiene a su favor ahora el curso que vas a dar. Eso reportará a la Universidad unos ingresos cuantiosos, además de una notoriedad importante, no solo en el mundo universitario, sino en… general. Y la perspectiva de convencerte para dar otro en el primer trimestre del curso. Es una idea que circula por el Campus… no me mires así… prácticamente todos los de la reunión lo habían escuchado. Pero a la vez que eres un activo que le ayuda a mantenerse en su puesto, eres una rémora porque muchos quieren echarte desde hace años. No les gusta que les hagas sombra.

-O sea que a la vez, soy el ariete de los “malos” y la barricada de los “buenos”.

-Y es que tú eres un escritor de éxito y eso no te lo perdonan. Es el sueño de la mayoría de ellos, pero ninguno ha alcanzado un nivel de ventas o de reconocimiento que se pueda asemejar al tuyo. Y eso, produce mucho rencor.

-Y además, resulta que a tus alumnos, les gusta como das las clases. En tu cuatrimestre, tienes casi la mitad de tus alumnos, que no cursan la carrera. Que pagan solo por ir a tus clases. Y si aprueban, la Universidad les da un diploma acreditativo. Y para colmo, no regalas las notas… no has permitido nunca que tu asignatura sea una “maría”.

-En esa reunión no pretendíamos sacar evidencias. Esos estudiantes no las pueden tener. Queríamos pulsar lo que se decía, lo que hacían las personas relevantes en este tema.

-¿Que se dice de esa fiesta?

-Que fue una trampa de alguien al Decano y al Rector.

Javier era evidente que no quería contar demasiado. Pero por otra parte, se sentía mal por no decirle a Jorge cosas que podían ser fundamentales para tener un plan de acción y para saber como comportarse con toda esa gente que tenía alrededor.

-Aunque en realidad, el objetivo de la oposición, no es Jacinto, sino el Rector. Quieren que uno de su cuerda, sea el que ocupe ese puesto.

-Pero eso da igual. El puesto al que ahora pueden optar es el de vicedecana. Las elecciones a rector no son hasta dentro de año y medio. Y las de Decano, dentro de tres. Ahora el objetivo es Jacinto para forzarle la mano y deponer a la vicedecana y nombrar a otra persona en su lugar. Desde ese puesto tendrá más visibilidad para optar a ganar al rector. Tiene que ser Paula. Roberto, el antiguo profesor de Martín estaba equivocado. No era el puesto de Decana el que perseguía Paula, sino el de Rectora. Aun que ahora deba conformarse con ser vicedecana, que es un puesto no electo. Y eso es para lo que están maniobrando. Que cabrona mi amiga Paula.

-Tú eres una de las piedras que usan en su guerra. Jorge Rios sí, o Jorge Rios no.

-Y está claro que Anfiles ha tomado partido.

-Un día te oí comentar algo de Ely, el secretario de Jacinto.

-Es un chico de Anfiles, fijo. Aunque no he conseguido que se sincere. Ni a Fernando, que son amigos, le ha contado nada.

-Y si Jacinto le protege, es que sabe.

-Jacinto es un hombre con mucho mundo, con muchos contactos.

-Arenas movedizas.

-Alguien le pediría que cuidara de Ely, que le diera trabajo. Iria, la mujer de Jacinto le tiene mucho cariño al chico. Cada dos por tres lo invita a casa a comer. Y ahora que tiene novio, a los dos.

-Y Ely también parece ser objeto de disputa. Parece que quieren que lo eche. Dicen que no tiene experiencia y que no hace su trabajo en condiciones.

-Me dio permiso para contratarlo como ayudante a media jornada. Quizás le estaba ya buscando un trabajo alternativo. Si Ely es de Anfiles, conocerá a gente. A esa gente. Y si ganan la batalla y empiezan a ocupar puestos en la Uni… no les interesa que uno de sus juguetes retirado los reconozca y se pueda ir de la lengua. A lo mejor debería hacerlo. Contratarlo. Proporcionarle un plan B.

Carmen movió la cabeza dudando de la última afirmación de Jorge.

-De momento no lo haría. Le pondrías en una situación difícil. Si Paula es tan amiga de Dimas… no sabemos hasta que punto pueden estar buscando otro camino de acceso a tus novelas inéditas. Y si Paula se entera que Ely trabaja para ti…

-¿Tú crees que persistirán en publicarlas por ahí si ya estamos…?

-Lo están haciendo. Hemos detectado alguna obra tuya atribuida a otros autores en los países que no publicas. Rusia, Corea… Estados Unidos…

-¿De las inéditas? Esas solo las estaban publicando en dónde si lo hago yo oficialmente. Parece entonces que las dos tramas en ese aspecto se han unido en la causa. Y parece que siguen teniendo esperanza de que acabe muerto en medio de la calle.

-De las cuatro que nos dijiste que se había bajado, el 2º olvido y otra que ahora no recuerdo.

-“Una boda sin novios” – apuntó Carmen.

-Pasadme los datos para decirle a Óliver.

-Cuenta con ello.

-Mira, han empezado a tocar. Joder que bien se escucha desde aquí. – dijo Carmen alegre.

-Le he pedido a Rico que nos encendiera los altavoces. Tienen algunos micrófonos distribuidos por la sala, para momentos como éste.

-¿Qué tocan? – preguntó Carmen – ¿Lo sabéis?

-El concierto para violín de Tchaikovsky. – contestó Javier – es uno de los conciertos preferidos de Nuño. A Sergio le gusta mucho también.

-Fue lo que tocó Nuño en la clausura en Moscú del concurso que ganó Sergio.

-No sabía ese detalle – dijo Javier.

-Nuño fue espectador cuando Sergio tocó en el concurso, en la final, y Sergio lo fue cuando Nuño fue el protagonista de la jornada de clausura y entrega de premios. Me lo contó Nuño el primer día. Luego he buscado esas interpretaciones. Bueno, ya lo estáis escuchando. Es una maravilla. Y os digo una cosa: casi suena mejor ellos dos solos, que con orquesta. Están haciendo una versión increíble. Y sin ensayar.

-Y sin partituras. – apostilló Javier.

-Una pena que no lo esté grabando nadie.

-Carmen, siento llevarte la contraria de nuevo: Lo están grabando. He llamado a Christian, que se va a encargar del sonido en Tirso. Así se lo podéis mandar a Olga. Le emocionará escucharlos. Y verlos. Nos sirve de prueba para… a ver si sale bien, ese concierto improvisado en la calle. Que por cierto, deberíamos organizar… y pedir permisos… por si acaso se aglomera mucha gente. Nuño es una estrella de la música. Si alguien lo reconoce… y hace correr la voz, puede juntarse mucha gente.

-Y pensar que uno lleva más de un año sin actuar y el otro… toca de vez en cuando en la puta calle. – Carmen estaba emocionada escuchando.

Javier había salido al jardín detrás de Jorge con la intención de comentar con él un montón de cosas. Jorge se le había adelantado sacando un tema que hubiera preferido no tratarlo hasta más adelante. Al final decidió aparcarlo. Ninguno de los tres parecían dispuestos a dejar de escuchar la música. Jorge les pasó el paquete de tabaco después de servirse él un cigarrillo.

-Habrá que comprar a Nano un paquete nuevo –  dijo Javier sonriendo.

El Salón de actos del colegio “La Estrella” estaba a rebosar. Había tenido lugar el festival de música y poesía que inauguraba la primavera. Ese año se habían apuntado más alumnos que nunca. Y por primera vez el APA había conseguido patrocinadores para que los ganadores tuvieran un pequeño detalle.

Había llegado el momento de la entrega de premios. Los alumnos participantes ocupaban tres filas de sillas que habían puesto en el lateral derecho del escenario. En el izquierdo estaba el presentador de la gala, Enzo Pollés, una estrella emergente de la televisión local y que es antiguo alumno del colegio. En el centro, la mesa con los trofeos.

-Me comunican que las sorpresas que teníamos anunciadas desde el principio del festival de primavera, acaban de llegar. – comentó contento el presentador. – Me es grato anunciaros a todos que para entregar los premios, contamos con la presencia de… redoble de tambor por favor…

El público, ya aleccionado desde el principio del acto por el presentador, empezó a simular con la boca y haciendo gestos con la mano un gran redoble de tambor. El presentador no dejaba de alentar a todos los asistentes, incluidos los participantes a que no bajaran la intensidad, sino al revés, que fueran creciendo.

-Estoy hasta nervioso… – el presentador verdaderamente daba esa impresión.

-¡¡¡Ester Portillos y Jorge Rios!!!

Todos los participantes se levantaron de un salto y empezaron a aplaudir. Todos los participantes en el festival, se apartaron de sus sillas para ver mejor la parte del escenario que estaba tapada con una gran cortina que hacía de telón y por la que deberían entrar los invitados. Todos querían ser los primeros en divisarlos. El primero que los vio los señaló con el dedo y los ojos muy abiertos. ¡Era cierto! ¡Estaban ahí!

Ester y Jorge caminaban cogidos de la mano. Sonreían y saludaban a algunas personas con las que se encontraban entre bambalinas. Justo antes de entrar en el escenario, Jorge abrazó a Roberto Córvega, el profesor que fue de Martín y que se había encargado de preparar esa gala. Aprovechó y se lo presentó a Ester, que le saludó con dos besos. El profesor comentó que Martín hablaba mucho de ella y que era un placer tener la ocasión de saludarla.

-¿Entonces tú eres ese profesor de Arte y Literatura que tanto le exigió? ¿No le hiciste escribir algo sobre un relato de Jorge? – preguntó Ester.

-Me temo que sí. Algunos días me miraba atravesado, pero luego, se le debía encender una lucecita en la cabeza, y su visaje cambiaba radical. Escribe muy bien. Y no sé si te ha enseñado esas redacciones de las que habla Ester… – ahora el profesor se dirigía a Jorge.

-Después de nuestro encuentro, se las pedí. No me había dicho nada. De otros trabajos que le pediste, de Javier Marías o de Arturo Pérez Reverte, me comentó, lo escribió y me las dejó leer y luego comentamos. De las mías, nada.

-Entrad, luego hablamos. La gente se está poniendo nerviosa – les comentó el profesor.

Ciertamente había sido una sorpresa para todos. Era la primera vez que dos famosos se acercaban a dar los premios. El público aplaudía de pie. Jorge y Ester saludaron con su mano libre a todo el público, puesto que seguían cogidos de la mano. Ester le dijo algo al oído a Jorge y éste asintió. Se pusieron de frente a los participantes y agradecieron sus aplausos inclinándose ligeramente y llevándose la mano libre al corazón. Luego se enfrentaron al patio de butacas y volvieron a repetir el mismo gesto. Alguno de los chicos y chicas se echaron a llorar emocionados. Ester se separó de Jorge y fue a abrazarlos. Parecían muy fans de ella. Jorge también se acercó y tres de los participantes lo abrazaron inmediatamente. Jorge se agachó y habló brevemente con ellos y les tranquilizó. Dos de ellos estaban muy emocionados y no podían evitar llorar compulsivamente. Al final los dos tuvieron que saludar a todos los niños y jóvenes que estaban pendientes de los premios. Uno de los más mayores, al saludar a Jorge le dijo algo al oído. Éste le miró sonriendo. Todos pudieron ver como le decía claramente “Claro, estaré encantado”. “Cuando tú me digas.””Luego hablamos.”

El presentador empezó a hacer gestos para que la gente se sentara. Aunque los alumnos participantes eran los más reacios. Tuvo que salir el profesor Córvega a convencerlos para que volvieran a sus sitios. Cuando la calma volvió, el presentador dio la palabra a Ester y a Jorge.

-A los actores siempre nos gusta salir de estos trances, diciendo que solo somos actores y no sabemos desenvolvernos sin guion. Y como además tengo a mi lado a mi amigo Jorge, un gran constructor de historias, voy a hacer honor al dicho y le cedo la palabra a él. – Ester le señaló con los brazos. Jorge le hizo un gesto que indicaba claramente que tenía mucho morro. Aunque a continuación le dio un beso en la mejilla que Ester contestó acariciando el rostro del escritor.

-Buenas tardes a todos. – empezó su discurso Jorge – Es un placer estar hoy con vosotros y hacer de entregantes de estos premios relacionados con la cultura. En realidad, para mi amiga Ester y para mí, la verdadera entrega de premios la acabamos de hacer hace unos segundos. Ha sido abrazaros a todos. Porque todos vosotros, gustáis del arte, de la poesía, de las historias, de la música y os habéis atrevido a subiros al escenario y hacer vuestra propuesta. Os habéis esforzado, habéis ensayado o escrito vuestros relatos y vuestras poesías. Habéis estudiado vuestras partituras y las habéis ensayado para que nosotros las disfrutáramos. Ya habéis ganado. Ahora, ha habido un jurado, que ha decidido lo que les ha gustado más en cada categoría. Pero es eso, lo que más les ha gustado a ellos. Así que hoy, los que recibáis el premio, estad contentos. Pero los que no, por favor, también tenéis que estarlo. Y no os rindáis. El mundo necesita personas que sigan escribiendo, haciendo música, llenando nuestros espíritus de belleza y sensibilidad.

En ese momento, un niño de unos diez años subió corriendo al escenario y se echó sobre Jorge, abrazándolo. Lloraba de emoción. Roberto fue a salir al escenario para retirarlo pero Ester le hizo un gesto para que estuviera tranquilo. El joven que había cambiado unas palabras con Jorge al llegar este, fue a buscarlo. Era su hermano.

-¿Como te llamas? – le preguntó Jorge agachándose.

-Mayo – le dijo entre sollozos.

-Que nombre tan bonito – comentó Ester.

-May, ven, siéntate conmigo. – le dijo su hermano abrazándolo por detrás – Perdonad…

-Que te vamos a perdonar. No hay nada que perdonar. Antes no me has dicho tu nombre – le dijo Jorge.

-Adonai.

-Bonito también. Bueno May, creo que debes hacer caso a tu hermano Adonai. Luego, si quieres y te dejan tus padres, Ester y yo os invitamos a un chocolate. ¿Te parece?

El niño hizo un gesto con la cara asintiendo, pero no acababa de creérselo.

-Te lo prometo – dijo Ester, porque el niño la miraba a ella para convencerse.

Los dos hermanos caminaron hacia las sillas. El mayor se sentó en ella y luego abrazó por la cintura a su hermano pequeño y lo sentó sobre sus piernas. Le dio un beso en la mejilla que el pequeño pareció recibir con agrado.

-Creo que una vez que hemos mostrado nuestra admiración por los chicos y chicas que aman el arte, solo queda hacer la entrega de premios. Enzo, veo que tienes ahí el listado de premiados.

-Gracias Jorge. Pues empecemos con los más jóvenes.

Todos los premiados fueron yendo a recoger sus reconocimientos. Aunque todos habían recibido instrucciones de no abrazar a los maestros de ceremonias, todos lo hicieron y Jorge y Ester correspondieron a todos felices. De todas formas, ya no tenía mucho sentido esas instrucciones cuando Jorge y Ester los habían abrazado ya al llegar.

-Y por último, el premio en categoría de juvenil de relato corto es para… “Adonai Mendés”.

El agraciado sonrió feliz y abrazó a su hermano que se había dado la vuelta para darle un beso. El niño no estaba dispuesto a soltar a su hermano, así que éste lo llevó aúpas hasta Ester, que le esperaba para entregarle el premio. El pequeño al estar a la altura de los oficiantes, le echó los brazos a Jorge que recibió a Mayo de brazos de su hermano. Entonces se giró para ver como Adonai recibía el premio de manos de Ester mientras aplaudía feliz.

La función estaba acabando. Jorge le dijo algo al oído a Adonai antes de que bajara del escenario para reunirse con sus padres, su madre en este caso.

Jorge miró hacia el público que ya estaba abandonando la sala. Al fondo, vio a un hombre que lo miraba con gesto hosco. Jorge juntó las piernas y se inclinó mirándolo fijamente. Ese hombre recibió un mensaje en el móvil. Al leerlo, volvió a mirar a Jorge. Su cara de odio y de asco era imposible de ser superada. Jorge se giró para atender a Ester y Enzo, el presentador y a Adonai y Mayo que estaban pendientes de que Jorge y Ester cumplieran su promesa de invitarlos a un chocolate. Ester fue la encargada de hablar con la madre. Ésta miró hacia atrás, buscando a su marido, pero no lo encontró. Se encogió de hombros y aceptó gustosa la invitación para tomar junto a sus hijos un chocolate en algún bar cercano.

Camino de la salida del salón de actos, Helga se acercó a Jorge.

-¿Qué le has enviado? Se ha ido muy enfadado. – preguntó mientras le devolvía el móvil que durante el acto, había portado ella.

-Yo nada. Tenías mi móvil, recuerda. Alguien puede que le haya enviado una foto de uno de sus antiguos alumnos.

-¿Lo conocemos?

-No. Es un chico que ha descubierto Dídac. Ha aceptado encontrarse con nosotros dentro de unos días y contarnos. Ahora está en el extranjero. A lo mejor te tienes que encargar tú. ¿Me harías ese favor?

-¡Claro! Estaré encantada. ¿Y si manda los vídeos…?

-Eso esperamos. Que lo haga.

Jorge Rios.