Necesito leer tus libros: Capítulo 113.

Capítulo 113.-

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Nico acabó yendo a dormir a casa del comandante Garrido. No era algo que le hiciera feliz en un principio. No le gustaba molestar. El cambio de pasar de ser un apestado en el cuartel de Somo a estar sentado con los jefes de la comandancia Madrid-Norte de la Guardia Civil y con los de la Unidad Especial de Investigación de la Policía Nacional, era un hecho que le estaba costando procesar. Y más que todo un comandante se preocupara por su bienestar. Y más que ese comandante fuera Rui Garrido.

El comandante no cedió ni atendió las protestas de Nico. Cuando éste intentaba excusarse y propuso irse a un hostal, fue inflexible:

-Mi mujer cuenta contigo para la cena. No querrás defraudarla. – y se lo quedó mirando fijamente.

Cuando llegaron a la casa, el pequeño de la familia salió a recibirlo. Primero se abrazó a su padre que le besó profusamente en la cabeza.

-Mira, quiero que conozcas a Nico. Va a trabajar conmigo.

-Hola Nico – saludó con voz tímida y sin mirarlo directamente, casi escondido entre las piernas de su padre.

-Hola Miguel.

Nico le tendió el puño para saludarse. Miguel entonces sí le miró. No se esperaba ese gesto de Nico. Sonrió tímido y chocó el puño con él.

-Sabes mi nombre – sonreía volviendo a esconder la cara.

-Me ha hablado tu padre de ti. Y desde que lo ha hecho, tenía ganas de conocerte.

-Te enseño tu habitación si quieres. – le dijo con apenas un hilo de voz.

-Te lo agradecería en el alma. Tengo ganas de sentarme un rato. Ha sido un día muy cansado. ¿Y tú? ¿Qué tal tu día? ¿Has jugado con tus amigos? ¿Y el cole?

-No tengo muchos amigos. Mi hermano Kike está conmigo en el cole.

-Vaya. Eres como yo entonces. Yo tampoco tengo muchos amigos. Pero sabes, me gustaría que fueras mi amigo. Lo voy a necesitar ahora que he venido a un sitio nuevo a vivir.

-Soy muy aburrido. No creo que te lo pases bien conmigo de amigo.

-Eso también dicen de mi. Aunque yo creo que no soy tan aburrido. Estoy seguro que lo mismo pasa contigo.

-Ven, sígueme. Te llevo yo esta bolsa. Te acompaño a la habitación.

-¡Ah! Muchas gracias.

Abril, la mujer de Garrido, salió de la cocina.

-Hombre, tú debes ser Nico.

Se acercó sonriendo y le dio dos besos para saludarlo.

-Bienvenido. Me había dicho Rui que eras alto, pero no pensé que tanto. No sé si vas a caber en la cama. Es tan alto como Carmelo. – dijo mirando a su marido.

-Por ahí andarán sí. – respondió su marido.

-No se preocupe, estoy acostumbrado. En casi ninguna quepo. Me sobran los pies siempre.

-Pero no te los cortes ¿eh? – le dijo el niño poniendo cara de pillo.

-No tranquilo. No pienso. ¡Que haría yo sin mis pies! Tendrías que llevarme un vaso de agua a la cama. Tendría que regalar mis botas. Y no podría regalártelas a ti, porque no te valdrían. Y no tengo más amigos.

-No son muy grandes. Aunque los míos son más pequeños. Me falta mucho para alcanzarte.

-¿A ver? Comparemos.

Nico puso su pie derecho al lado del del niño.

-Nada, en unos años me alcanzas.

-No me gustaría tener los pies muy grandes. Mi hermano Líam los tiene más grandes que los tuyos.

-¿A sí?

-¿Qué dices de mi renacuajo?

Líam bajaba las escaleras corriendo.

-Tami, baja, ha llegado papá con Nico. Kike, deja de chatear con tu novia.

-No es mi novia. ¿Cuántas veces te lo tengo que decir? – se oyó desde el piso de arriba. – A ver si cambias de bromita, que ya te vale.

-Si necesitas algo, nos lo pides. Voy a acabar de preparar la cena. Y no dejes que todos estos te avasallen.

-No creo que … son muy amables. Si puedo ayudarla …

-Si quieres llevarte bien con mi madre, mejor que la trates de tú. – le recomendó Líam tendiéndole el puño para saludarlo. – Y tranquilo, mi madre es un torbellino en la cocina. Es mejor no ponerse en medio.

-Líam, tengamos la fiesta en paz. Si tienes quejas, el resto de la semana preparas la cena.

-No problem, mama.

-Ya veremos si “no problem” mañana.

Abril se volvió a la cocina sonriendo. Había conseguido que su hijo Líam se ocupara de la cena el resto de la semana. Y sabía que, al estar Nico, no se echaría atrás. Tenía que quedar bien con la visita.

-Nico tiene los pies más pequeños que tú. Y es más alto.

-Y eso que llevas botas. Sin ellas todavía serán más pequeños. Ya he superado mi complejo de pies grandes enano.

-No son tan grandes – dijo Nico – Te lo aseguro. ¿Un 44?

-Sí.

-Algunos compañeros en Somo tenían un 45 y más.

-Vamos, Líam, que Nico está cansado y quiere sentarse un momento. – dijo el pequeño.

-¿Qué has hecho con mi hermano pequeño? – dijo Tamara, bajando las escaleras. – ¿Lo has abducido? Si habla con un desconocido. Y le va a acompañar a su habitación. – dijo mirando a su hermano mellizo que se encogió de hombros.

Miguel le dio una palmada a su hermana en el brazo a modo de queja. Su hermana respondió revolviéndole el pelo.

Nico enseguida se sintió como en casa. Era una sensación nueva también. Todo lo ocurrido en ese día había ido acompañado de sensaciones desconocidas. Cuando estuvo en la habitación, se desnudó para ducharse. Se demoró un rato en el baño, por el gusto que le daba el agua caliente sobre su cuerpo. Luego, mientras se vestía, entró Miguel y le vio las marcas en la espalda. Sin decir nada se acercó y le empezó a pasar sus dedos por algunas de ellas.

-Espera que mamá tiene una crema muy buena. Te la doy. Tienes la piel muy seca. Yo la suelo tener y me la da mi hermano Kike.

Nico intentó que no fuera, pero el niño estaba decidido. Al poco apareció con un bote de crema hidratante que el niño le extendió con cuidado por la espalda. La verdad es que Miguel se la daba muy bien. Y estaba notando como su piel se relajaba un poco. No es que le doliera, pero a veces le molestaba. Abril subió intrigada por la petición de su hijo. Al ver la espalda de Nico no pudo evitar un gesto de indignación. Fue a decir algo, pero Miguel parecía cuidar bien de su invitado. Y Nico parecía estar a gusto con la atención. Se dio media vuelta y se fue a la cocina a acabar de preparar la cena. Aunque al cruzarse con su marido, se lo comentó. Garrido le explicó por encima.

-Tiene que estar machacado. Alguien le debería mirar esa espalda. Le tiene que molestar esa piel tan dañada y seca.

-Deja que coja confianza. Ya iremos buscando soluciones poco a poco. Y con un poco de suerte, nuestros hijos serán los que se ocupen. Le ha caído bien a Miguel. Él meterá en danza a los otros tres.

La cena fue agradable. Todos hicieron lo posible porque Nico se sintiera cómodo. Y por la sonrisa que tuvo la mayor parte de la velada, parecían haberlo conseguido. Luego, se pusieron a jugar a la consola. Hicieron tres equipos. Garrido con Tamara, Líam con Kike y Nico con Miguel. Al final jugaron tres partidas y cada equipo ganó una. Era la primea vez que Miguel ganaba a sus hermanos. Estaba feliz. Se abrazó a Nico para agradecerle.

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Raúl había sido el elegido para, a media mañana, ir a recoger a Nico. Todo había cambiado mucho desde la noche del atentado de _Concejo y aunque Aritz se iba a encargar, ahora debía ocuparse de otras gestiones. Fue una decisión de Garrido y Carmen. Garrido de momento, prefería que Nico no fuera con otros compañeros guardias. Había escuchado algunos comentarios a raíz de su aparición de la mano del comandante. Fernando volvía a tener razón.

Iban a empezar yendo a ver la casa de ese chico fallecido hacía ya casi un mes. Los guardias civiles de tráfico que habían acudido al aviso, habían llevado todos los efectos personales de Líam a la Comandancia de Garrido. Carmen, Kevin, Yeray y Raúl se habían acercado.

-Le he dejado durmiendo – explicó Garrido a Carmen – Estaba agotado anoche.

-Menudo giro dio ayer su vida. Era como para estarlo. ¿Te fijaste que en la reunión mientras nos escuchaba, él no paró de hacer indagaciones?

-Iker me ha dicho que no se le da mal la informática. Que entrar en ese blog no era sencillo. Ahora está él echando un vistazo. Está intentando recuperar lo que alguien ha borrado. Parece que ha sido después del accidente. Así que no fue Líam.

-¿Era aficionado a escribir?

-Le gustaba. Eso parece, pero dicho con cautela. Parece que era su hobby. Lo que si tenemos confirmado es que era biólogo de formación y había encontrado trabajo nada más acabar la carrera en unos laboratorios de una farmacéutica importante, T.R.O.P. International. Era investigador. Y debía ser bueno, según las primeras impresiones. Tuvo bastantes ofertas al acabar la carrera. Parece que había hecho un proyecto de grado que había llamado la atención.

-Ahora habrá que comprobar si lo que aparenta es.

-Vamos a acercarnos al lugar donde apareció, si os parece. Hemos vuelto a quedar con Fermín. – hablaba Yeray, por él y por Kevin. – Hemos estado cambiando impresiones con los de tráfico. Lo tienen todo bien estudiado y argumentado. Y los informes de los CSI que fueron a petición suya, corroboran su visión.

-Pues no entiendo entonces que vuestro hombre estuviera de acuerdo con la tesis de nuestro amigo el comisario Antúnez. – apuntó Carmen.

-Melgosa ha quedado con él esta tarde. – anunció Garrido. – Me extraña porque es buen investigador. A media mañana está prevista la autopsia. Melgosa va a estar en ella. No queremos sorpresas ni que alguien diga que hay que aplazarla de nuevo.

-Si os parece, me voy a buscar a Nico. Nos hemos mensajeado y quiere que luego le ayude a buscar casa por la zona.

-Te paso unas direcciones en Concejo. Hay un edificio cerca del bar de Gerardo que tiene dos pisos vacíos que le pueden convenir. – le dijo Garrido. – Conozco al dueño.

-Pero el presupuesto que maneja …

-Si le gusta el piso, me escribes sin que se entere. Veré de que se lo pongan barato.

-Nosotros nos vamos también. Fermín va camino del sitio del accidente. – Kevin se levantó y ayudó a Yeray a hacerlo.

-¿Estás cojo? – le preguntó Carmen – ¿Te ha entrado envidia de Aritz?

-En lo de los chicos, en el estanque ese. En la segunda visita, pisé mal una rama y me retorcí el tobillo.

-Eres el pupas de la pareja. Está claro – se burló Garrido.

-Quita, que lo siga siendo. Él es buen enfermo. Si me toca a mí, volvería loco a todo el mundo.

-Tu madre te aguanta lo que sea. Salvo que estés sin pareja. ¿Ya ha dejado de emparejarte con todos los hombres del vecindario? – Carmen no quería dejar pasar la oportunidad de tomar el pelo a Kevin.

-Si está tonteando con uno al que fuisteis a visitar, Carmen, en una investigación.

-¿De verdad? ¿Lo has vuelto a ver? ¡Pablo! Se llamaba así ¿Verdad?

-Nos encontramos hace unos días. Por casualidad. A ver que sale de ello. Y sí, se llama Pablo.

-Ya que no me hiciste caso y no lo llamaste, al menos el destino os ha vuelto a juntar.

-No sé.

-Ya está el agonías. Yeray, lo siento, prefiero que seas tú el pupas. No quiero ni pensar en aguantarlo siquiera si se le rompe una uña. Todo lo ve negro el tío.

-Te estás ensañando conmigo hoy, Carmen. Y yo te quiero mucho.

-Ya lo sé. Por eso te tomo el pelo.

-Ya sabes lo de la confianza …

-Iros ya de una vez, que Fermín el pobre se va a aburrir de esperaros – Garrido levantó la mano como gesto para echarlos. – Y tú Raúl, vete a buscar a Nico, que ya me dicen que se está duchando.

-Día de cama.

-Imagina lo que no ha dormido en los últimos meses.

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Cuando Raúl llegó a casa del comandante y Nico le abrió la puerta se sonrió. Nico se había vestido con el uniforme.

-Vete a cambiarte, anda.

-Estoy atontado. No creo que tenga mucho que ponerme. Es que vas muy guay. Voy a desentonar.

-Tranquilo. Tengo una americana en el coche. Te va a quedar un poco corta, pero he visto a algunos famosos que la llevan así. Y con unos vaqueros y unas zapas … y una camiseta, ya está.

Al final no quedó tan mal. Las deportivas se notaban ya muy usadas, pero como eran Converse, Raúl estaba seguro que Carmelo le iba a regalar unas si le contaba el caso.

-No has cogido el arma.

-Solo bajaba para que me dieras la aprobación.

Raúl mientras volvía, llamó a Carmelo. Le contó.

-Vete a casa en Concejo. En el armario hay cinco pares en sus cajas. Coge el que quieras. Y dentro de unos días me recuerdas y le damos otro par. Y si quieres, coge algo de ropa. Si dices que es de mi misma constitución… le valdrá todo.

A Raúl le costó que Nico aceptara las deportivas. Tenía su orgullo. Lo de la ropa ni lo intentó. Aunque se guardó la bolsa con lo que había cogido en el maletero.

-Tiene seis como esas. Se las regalan. Y dentro de tres meses le darán otros diez pares.

Raúl no se había arriesgado al escoger las Converse que le había bajado. Eran como las que llevaba puestas, unas clásicas azules. Nico se las puso sentado en uno de los cenadores de las Hermidas.

-¿Y de quién dices que es la casa?

-De Carmelo del Rio y de Jorge Rios. ¿Sabes quienes son?

-De oídas.

-Ya te los presentaré un día.

-No hace falta. No creo que tengamos nada en común.

Raúl no dijo nada aunque se sonrió. Había notado un ligero tono de ansiedad en Nico cuando había escuchado esos nombres. Seguro que había leído a Jorge.

-Vamos a ver la casa de Líam – propuso Raúl cuando Nico estuvo listo.

No había un tráfico agobiante, así que no tardaron mucho. Durante el trayecto, Nico aprovechó y le puso al día a Raúl de algunos detalles de Líam que el policía no sabía.

-¿Es ese edificio? Tiene pinta de ser uno de esos con pisos enanos para estudiantes o para empleados de las universidades. – apuntó Nico mientras miraba por el parabrisas. Raúl iba atento a buscar un sitio para aparcar.

-Mira, ahí sale uno.

Raúl frenó en seco y echó marcha atrás en un momento. Un coche se detuvo en el otro carril y empezó a pitarles con insistencia desde el otro lado de la calle. El hombre empezó a insultarlos y sus gestos eran amenazadores.

-Frena un momento que me bajo. A ese parece haberle dado un siroco.

Nico se fue hacia el hombre. Éste salió del coche y se fue enfurecido hacia él.

-Niñato de mierda, te vas a enterar. No hay respeto a los mayores. Te voy a dar las tortas que te perdonó el marica de tu padre.

Raúl aparcó corriendo y llamó para pedir apoyo mientras caminaba para ayudar a su compañero.

El hombre sin más le tiró un puñetazo al guardia. Parecía de la opinión que lo que las palabras podían expresar sobraba cuando el puño podía hablar sin gastar saliva. Éste lo paró con su mano izquierda. A la vez, con la derecha le puso su documentación en las narices. El hombre entonces hizo intención de echar a correr, pero Nico no le había soltado el puño y le retenía. Fue a darle una patada, pero en un gesto rápido, Nico le dobló el brazo y se lo puso a la espalda. Sacó sus esposas y se la enganchó a la muñeca mientras con la otra mano le agarraba el otro brazo y lo llevaba también a la espalda. Le dio una patada en las piernas y le hizo caer al suelo, sujetándolo por los brazos para que no se estampara contra el asfalto. Ahí acabó de esposarlo.

-Espero que tenga permiso para la pipa que lleva en la cintura – le dijo a la vez que se la sacaba y le quitaba el cargador y expulsaba la bala de la recámara. – Queda detenido por agredir a dos agentes de las fuerzas de seguridad.

-Eso se llama atentado ¿Lo sabía? – dijo Raúl.

Una patrulla de la Policía Local llegó en apoyo. Raúl estaba registrando al hombre. Le sacó la cartera y un puñal que llevaba en la pierna derecha. Nico le dio la vuelta cuando Raúl acabó la inspección. Empezó a palparle los bolsillos de su chupa y de su camisa. De ahí sacó una bolsa llena de bolsitas más pequeñas llenas de un polvo blanco.

-¿Raúl? – le dijo uno de los policías locales cuando llegó a su altura.

-¡Anto! Pero bueno. El otro día os topáis con Aritz y hoy con nosotros.

Su compañera llegaba después de haber apartado el coche para dejar paso.

-Menudo compañero te has echado – dijo Susana señalando a Nico.

-Nico, son Susana y Antonio.

Nico les tendió el puño para saludarlos.

-Salvador, que no eres bueno.

Susana se había inclinado sobre el hombre que estaba en el suelo esposado y le dio un pequeño sopapo en la cara. Parecían viejos conocidos. La mujer no recordaba todas las veces que se lo había encontrado en el desempeño de su trabajo.

-Os voy a denunciar, hijos de puta. Por maltrato. Se os va a caer el pelo. Y tú niñato, eres hombre muerto.

Nico echó su rodilla izquierda al suelo. Le agarró la cara con su mano derecha por la quijada. Se la giró para mirarle a los ojos.

-Salvador, ¿Tienes algo que contarnos?

El hombre fue a insultarlo de nuevo, pero fue incapaz de articular palabra. De repente parecía asustado, desconcertado. Nico no movía ni un músculo de su rostro. Simplemente lo miraba a los ojos.

-Miremos en el maletero de su coche. Con precaución. – Nico a la vez que habló, soltó la cara del detenido y se puso de pie. Se echó la mano a su pistola y la empuñó.

Raúl no se lo pensó. Sacó su arma también y fue hacia el coche. Dos coches patrulla de la Policía Nacional llegaron en ese momento. Raúl y Nico volvieron sobre sus pasos para informar a los compañeros.

-¿Os hacéis cargo del detenido? Tened cuidado. Le hemos registrado pero por si acaso, volverlo a hacer con detenimiento. Le hemos encontrado una automática y un puñal. Y un poco de polvo blanco.

-¿Estáis bien Raúl? – le preguntó una de las agentes. – Éste se las gasta …

-Sí Ainhoa. Nico se ha encargado de él. Se ha incorporado al equipo. – la policía y el guardia se saludaron con un gesto de la cara.

-¿Es su coche?

Nico había dejado al hombre en manos de dos de los policías que acababan de llegar. Fue detrás de Raúl y de Susana y Antonio que también se acercaban al coche de ese individuo. Anto echó un vistazo al habitáculo. Se puso unos guantes y se cubrió también los zapatos. Se coló por la puerta que el conductor había dejado abierta cuando había salido a pegar a Nico. Abrió la guantera y ahí encontró varias jeringuillas autoinyectables llenas de un líquido transparente. Las enseñó a sus compañeros. Susana dio la vuelta al coche y abrió una de las puertas de atrás.

-¿Y si llamamos a los Tedax? – propuso uno de los policías de la segunda dotación que había acudido a la llamada de apoyo de Raúl.

-Espera Tinet.

El aludido se había acercado. Susana se señaló la nariz.

-¿Orina? – dijo sorprendido.

-¿Me cubrís Nico, Tinet? – Raúl al escucharlo, tomó la iniciativa.

Nico asintió con la cabeza. Apuntaba el arma hacia el maletero. Tinet se puso en el otro lado. Ainhoa, la compañera de Tinet estaba dos pasos detrás a la expectativa.

Raúl empezó a contar con la mano hacia atrás empezando desde cinco. Cuando se quedó sin dedos abrió el maletero y se apartó de un salto. Nico y Tinet se acercaron con las pistolas apuntando. Pero los dos volvieron a poner el seguro de sus armas y las guardaron, a la vez que Raúl volvía y se agachaba y acariciaba la cara de la joven que estaba maniatada en el maletero.

-Tranquila, todo ha pasado. Somos policías. Ainhoa, acércate.

Raúl le enseñó su documentación a la vez que Tinet se hacía más visible para que viera el uniforme. Su compañera le sustituyó y le cortó las bridas que sujetaban sus manos. La chica pareció suspirar de alivio, aunque era palpable que la habían drogado. Posiblemente su percepción de la realidad fuera muy pobre. Apenas podía mantener los ojos abiertos más de unos pocos segundos. Hacía esfuerzos por abrirlos de nuevo, pero siempre acababa perdiendo la batalla. Entre Tinet y Raúl sacaron a la chica del maletero. Sacaron unas mantas de los coches patrulla y la tumbaron en el suelo con cuidado. Antonio ya había pedido una ambulancia. Otra patrulla de la local llegó para controlar el tráfico de la zona.

El detenido estaba custodiado en uno de los coches patrulla de la Nacional. Se acercó Raúl a preguntarle. Pero el hombre no quiso ni mirarlo.

-Raúl, llega tu jefa – Susana fue la que le avisó desde el otro lado de la calle.

Carmen había dejado el coche justo después del cordón policial. Nico y Anto seguían revisando el coche casi palmo a palmo.

Varias furgonetas de la UIP acababan de hacer su aparición. De una de ellas se bajó su jefe, Pablo Lubo. Sus efectivos tomaron el control de la zona, haciendo un cordón más estricto. El comisario Lubo fue al encuentro de Carmen, que ya estaba al lado de Antonio y de Nico. Nada más llegar se dio cuenta del olor a orina.

-La pobre. Está aterrorizada. ¿Sabemos quién es?

Nico y Antonio se encogieron de hombros mostrando su impotencia.

-No encontramos nada que nos diga algo. No queremos levantar la moqueta para no entorpecer la labor de la científica. Aunque no esperamos que haya nada. Al menos algo que nos aclare la identidad de la chica.

Nico parecía querer decir algo, pero no se decidía. Carmen le hizo un gesto para que hablara.

-Convenía a lo mejor revisar las papeleras de los alrededores. Yo de él, la hubiera tirado a una. La cartera, su documentación, su móvil. Papeleras, alcantarillas, los setos de los jardines …

Pablo Lubo que lo escuchó dio instrucciones a sus equipos para que se encargaran.

-Nico, te presento a Pablo Lubo, el jefe de la UIP.

-Encantado comisario.

-Veo que no te gusta perder el tiempo – le dijo sonriendo mientras le estrechaba la mano. – Acabas de llegar y ya te metes en fregaos de importancia.

-No sé que decir, la verdad. Veníamos a echar un vistazo a una casa. Algo sencillo y tranquilo, en apariencia. Sobre todo después de un mes de su fallecimiento.

-¿Crees que tiene relación?

-No sabemos nada de Líam en Madrid, salvo donde trabaja. Puede ser una amiga o su novia. ¿No? O nadie y que no tenga relación. Pero es mucha casualidad. Nos empezamos a mover en relación a este caso y resulta que nos topamos con este tipo que nos ha visto jovencitos y ha querido achantarnos a gritos y puñetazos. Parecía muy importante para él aparcar donde íbamos a hacerlo nosotros. Y estamos frente a la casa de Líam Romero. No soy partidario de las casualidades. En principio en mi opinión, yo lo tomaría como algo relacionado con nuestra víctima. Ya habrá tiempo de descartarlo si no es así.

-Ha sido porque quería aparcar dónde nosotros lo hemos hecho. – Raúl se había acercado y no había escuchado a Nico. Señalaba el coche en el que habían llegado.

-El de Salvador, es un coche robado – aportó Susana mirando su tablet. – Lo denunciaron anoche en Vicálvaro.

-Lo iría a abandonar aquí.

-No cuadra. Si partimos de la suposición que tiene que ver con lo de Líam, no lo va a dejar a las puertas de su casa. Me cuadraría más que viniera a buscar algo a la vivienda y que necesitara ayuda.

-Iba a dejar el coche y a irse en otro. Pero puede que alguien viniera a recogerlo luego para ocuparse de la joven. Salvador no es de “ocuparse” de esa forma – opinó Tinet que también se había topado varias veces con el detenido.

-A lo mejor pensó que esta chica le podía ayudar con algo que tenía que buscar en el piso. Comparto la opinión de Nico.

-¿Iría a dejar a la chica en el coche o se la llevaba él? Es otra posibilidad. Que ya hayan estado en la casa.

-En todo caso, pasarían días hasta que el coche llamara la atención. Las matrículas están dobladas. – Antonio era el que había hablado.

-Es que partimos de la idea de que la ha cogido aquí o cerca. Pero no tiene por qué – apuntó Raúl.

-Esto es un barrio universitario. Casi todos los edificios tienen alguna relación con la Universidad. Pisos para estudiantes, para empleados, Residencias… becados…

-Puede que la haya cogido en uno de esos a un par de manzanas de aquí. – apuntó Nico.

-Les digo a mis hombres que amplíen el radio de búsqueda en las papeleras y alcantarillas.

-¿Tenéis las llaves? – preguntó Carmen a Raúl. Éste las sacó de su bolsillo y se las enseñó. – Que alguien mire entre los efectos personales de ese Salvador por ver si tiene un juego de llaves o de “llaves maestras”.

-Vamos a echar un vistazo.

-Comisaria, yo…

Carmen cogió del brazo a Nico y lo apartó unos metros.

-Como me vuelvas a llamar comisaria, te aliño. Carmen y punto. Que muchos no saben que soy comisaria y prefiero que lo sigan pensando.

Carmen le guiñó el ojo. Nico la miraba asombrado. Levantó las cejas como gesto para transmitirla que había recibido el mensaje.

-¿Estás bien? He visto que ha ido a pegarte directamente.

-¿Lo ha visto?

-Raúl lleva una cámara encima. Luego me recuerdas y te doy tu equipo. Es algo nuevo que estamos implantando. Todos vamos a llevar cámaras y micrófonos para que todo quede reflejado y así podamos actuar desde la central con toda la información, en caso de situaciones complicadas.

-Carmen, estábamos hablando – Raúl se había acercado a ellos – creemos que conviene investigar todos los coches alrededor del nuestro. Toda esta manzana.

-Si lo crees conveniente, nos encargamos nosotros – propuso Susana a Carmen.

-Me parece bien. Dame un abrazo, anda, que hace siglos que no te veo. Y gracias por cuidar de Aritz el otro día.

-Nos cuidamos unos a otros. Yo ya sabes que estoy con vuestra filosofía de trabajo en común. Y Antonio igual. Y más si sois amigos.

-Carmen, si te parece, os llevamos al detenido a la Unidad – Tinet se había acercado también a ellos.

Nico hizo un gesto de que quería decir algo.

-Yo lo dejaría aquí un rato más. A lo mejor me siento luego con él para cambiar impresiones.

-Quieres que lo vean detenido. – Lubo lo tuvo claro y sonreía.

-No sé si hay alguna posibilidad de poner cámaras que enfoquen hacia fuera del perímetro para estudiar a los que se acerquen.

Carmen y Lubo se miraron.

-Si te parece pongo las furgonetas de tal forma que las cámaras que llevamos enfoquen como dice Nico. Me parece buena idea.

-Manda la señal a la Unidad. Le digo a Patricia que monte una sala de visionado.

-Y esas cámaras de tráfico podíamos dirigirlas hacia esa zona. Con su altura puede ayudarnos a seguir a quien sea que nos de el cante – propuso Raúl.

-Le llamo a Pati y que lo ponga en marcha. ¿Cuál es el portal?

-Ese de ahí – señaló Raúl.

-Pablo …

-Mando a mi gente que os abra camino. ¿Piso y letra?

-Apartamento 348. – dijo Nico.

-Hago una llamada y vamos. Nico, no me has contestado a si estás bien.

-Sí, no me ha tocado. Iba tan seguro de si mismo que era fácil dominarlo.

-Eres como Javier. Todos le ven como un crío al que pueden pisar, y al final, acabáis pisándolos vosotros.

-Literalmente. Lo ha pisado. – dijo Raúl. – Has estado bien, compañero.

-Gracias – ese halago de Raúl parecía haberle dado más fuerzas a Nico. Carmen sonrió triste. Para ella estaba claro que una de las cosas de las que Nico estaba falto, era de amigos, de compañeros con los que poder tomar algo de vez en cuando. Que le respetaran.

-¿No es ese Garrido? – preguntó el comisario Lubo.

-Buenos días a todos – saludó el comandante. – Susan, Anto tiempo sin veros.

-Porque tú no quieres. No te acercas a tomar unas cañas donde sabes.

-Es cierto. Prometo enmendarme.

-Raúl, transmite a Fernando ese mismo reproche, que sabemos que le ves casi todos los días.

El aludido se echó a reír a la vez que lo hacía Garrido.

-Me da que en los últimos días, le han llovido esos reproches. Si se lo digo otra vez, a lo mejor me pega, que como dices, a mí me ve todos los días y tiene más confianza.

-Venga, vamos. ¿Vienes Pablo? – Carmen quería ponerse en marcha.

-Te dejo con mi gente. Voy a mirar lo de las furgonetas, para que no haya ángulos muertos.

-Vienen dos compañeros más para ayudarnos con los coches de la zona – anunció Anto. – Hemos pensando ampliar un poco el perímetro.

Carmen hizo un gesto a Tinet y a su compañera Beca para que se unieran a la excursión. Los hombres de Pablo Lubo ya habían revisado la escalera y custodiaban la puerta del apartamento. Raúl sacó las llaves y abrió la puerta. Lo hizo despacio y con todos bien protegidos para evitar sustos. Según iba abriéndola, era evidente que nadie parecía haber entrado en ese piso en varias semanas. Cuando la puerta estaba abierta completamente, todos se relajaron y entraron. Antes, se pusieron guantes y unos protectores para los pies.

El piso estaba bastante ordenado. Su ocupante parecía organizado y cuidadoso. Desentonaba en esa impresión una mesa al lado de la cocina en donde estaban los restos de un desayuno de hacía ya muchos días. Carmen les hizo un gesto para que no tocaran nada.

-Se fue corriendo – dijo Carmen. – Está todo a medio comer.

-Se fueron – puntualizó Nico señalando las dos tazas y los dos vasos de zumo.

-¿Veis fotos por algún lado? – preguntó Garrido.

-No.

-¿Ese no es un marco digital? – Tinet señalaba una pantalla que estaba sobre un soporte en una de las baldas de lo que parecía el cuarto de estar. Era apenas una esquina de la cocina, con un sofá de dos plazas frente a una mesa baja y con una televisión en la pared de enfrente. Había algunas baldas con libros. Un par de ellas estaban dedicadas a libros profesionales. Otra parte, eran novelas.

-Mira a ver si puedes encender el marco.

-Creo que se ha quedado sin batería. Mira, está ahí el cargador. Lo enchufo.

-El amigo Líam también lee a Jorge – apuntó Raúl señalando cuatro novelas que parecían de reciente adquisición.

-Mira en ellas Raúl. Por si hay algo.

Nico a la vez que hacía esa sugerencia a su compañero, hacía lo mismo con los libros profesionales.

-En este cajón parece que hay nóminas y papeles del banco. – Beca mientras comentaba su hallazgo iba vaciando el cajón y estudiando su contenido.

-Ponlos en una caja. Nos los llevamos – dijo Garrido. – Habrá que estudiar sus cuentas. Y sus llamadas, y su localización… todo el pack.

-¿Habéis visto su portátil por algún lado?

-No. Nico ¿Que has visto?

El guardia estaba con el último libro que había abierto y un papel que había encontrado entre sus páginas. Lo giró para que el comandante y Carmen lo vieran. Raúl se adelantó a la comisaria y le cogió el papel.

-Es la dirección de Jorge en Madrid.

-¿El teléfono? No es el de Jorge. – aseguró Carmen.

-Es el de Martín. – contestó Raúl compungido.

El tono de voz indicaba lo incomprensible para él del descubrimiento.

-Martín tenía llaves de la casa de Jorge ¿Verdad?

-Sí. Desde hace tiempo. Creo que desde que cumplió los dieciocho. Jorge le regaló la esclava que lleva en el tobillo y las llaves de su casa.

-¿Lo sabía alguien?

-No. Lo sabemos algunos de los escoltas que vamos con Jorge. Los que le hemos visto usarlas. Últimamente le ha registrado algunos de sus relatos y le dejaba su copia en papel en su despacho para que los guardara en la caja fuerte. Aprovechaba y se solía duchar. Y el día en que intentaron matarlo, Carmelo le dio un juego de llaves de la Hermida. Por la tarde le iba a instalar la APP que controla la domótica de todo el complejo. Es donde hemos estado antes, en Concejo del Prado – le explicó a Nico, que no sabía de qué hablaban – Eso no le dio tiempo. Pero Martín esas cosas, no las cuenta. Es hermético con las cosas de su tío y de Carmelo. Yo intenté muchas veces sacarle anécdotas o … no quiso contarme nada. Alguna cosa de cuando era niño, pero tontadas y de él. Alguna cosa de cuando le mandaba sus padres a los campamentos y llamaba a Jorge asustado y éste iba a consolarlo. Jorge era casi anecdótico en ellas.

-Carmen, aquí está el portátil. Estaba escondido en el dormitorio – Tinet salía del mismo con el ordenador en la mano y dos tablets.

-Embólsalo para revisarlo.

-Mira ésto Nico. Parece un post de su blog impreso en papel.

Nico se acercó a Raúl y le cogió la hoja.

-Es el primer post que había ayer. Ves, comandante, te lo enseñé ayer mientras íbamos camino de tu casa.

Garrido se lo cogió y empezó a leer.

-Sí. Romanes ha logrado recuperar gran parte de lo que se ha borrado. Tenías razón ayer en la reunión cuando lo sugeriste. Pero es un post inocente.

-Vecinilla y Jorge Rios en el mismo escrito. – Carmen movía la cabeza negando. – Tenemos que saber todo de este chico. Con quien hablaba, con quien se encontró … tenemos que buscar la última vez que salió de esta casa y a partir de ahí, buscar hacia delante y hacia atrás. A alguien le preguntó la dirección de Jorge y el teléfono de Martín, a no ser que conociera a éste. Llamadas, localización del móvil antes del supuesto accidente …

-No creo. – dijo Raúl en voz baja.

-¿Te lo hubiera contado?

Raúl asintió con la cabeza. Se acababa de poner triste.

Carmen se acercó a él y lo apartó del resto de compañeros.

-Llama a quien tú sabes y dile que es urgente que de el cambiazo a todos los objetos personales que llevaba Martín en el momento de los disparos.

-Ya lo estaba pensando. A lo mejor ya lo ha pedido Jorge.

-No. Solo ha pedido que lo cuidaran. Y sacarle sangre para unos análisis en condiciones. Pero esto es secreto.

-Llamo desde la calle. Nico, te espero abajo. – le dijo a su compañero.

-Ahora bajo.

Beca conectó de nuevo el marco digital.

-Carmen, ya funciona.

-A ver que fotos hay. Raúl, espera, no te vayas. Mira estas fotos antes. – le pidió Garrido. – Puede haber personas habituales del entorno de Jorge que no conozcamos nosotros. La aparición de Martín abre las posibilidades.

Raúl volvió a entrar. Y empezó a mirar las fotos que iban saliendo en el marco.

-Esos son sus padres. Y esos sus hermanos. – dijo Nico.

-¿Los conocías?

-De la playa. Les gustaba pasear por ella.

-Los dos pequeños son mucho más pequeños. Quiero decir, hay mucha diferencia de edad entre ellos y los mayores.

-Y los pequeños parece gemelos. Se parecen a la madre. Los otros en cambio …

-Mi hijo Miguel no se parece a ninguno de sus hermanos. Mis mellizos, salvo en los ojos …

-Pero Kike tiene un aire a Líam. – comentó Nico. – Pero sí, los cuatro son muy distintos. Podrían fingir que no son hermanos.

-Esto parece del trabajo.

Beca había avanzado a otra foto.

-Y esa chica que está detrás…

-Si es la del coche…

-¡Para! – dijo Raúl. – Éste es el chico que estaba con Esteban el otro día. Esteban el chico de la barandilla del encuentro de Jorge con los lectores jóvenes. No me acuerdo ahora como se llama. Ese que estaba enfadado… cuando Carmelo quedó con ellos para charlar con el padre.

-Pues en esa foto, desde luego, no parece estarlo. Sonríe feliz.

-¿Y con quién está? ¿Y qué relación tienen todos estos con Líam? Tanta como para tener una foto de ese grupo en su marco digital.

-Otra vez aumentamos las preguntas y no encontramos respuestas. Esto es… desesperante – dijo Carmen en tono cansado.

-Este caso no va a ser fácil. Ya me perdonarás haberos metido en ese berenjenal – Garrido la sonreía con pena.

-Antes o después, nos hubiéramos topado con él. Hala, a organizarnos y a preguntar a todos los que pudieran cruzarse con él por amigos, conocidos, aficiones… novios o novias, no me queda muy claro… puerta a puerta.

.

A Fernando al final le contaron al llegar al hostal dónde vivía Martín. Tanto él como Jorge se quedaron dormidos en el coche. Nano decidió dar un rodeo para que tuvieran más tiempo para descansar. Él mismo se notaba fatigado, no quería ni pensar cómo estarían ellos dos.

De nuevo, Jorge, al bajarse del coche y mirar el edificio y el letrero cutre que anunciaba el establecimiento, se le vino el ánimo al suelo. Ganas le daban de recoger todos los enseres de Martín y dejarla vacía.

El edificio no tenía ascensor. En realidad lo tenía, pero según le comentó Nano, debía estar estropeado desde hacía años. Se cruzaron con una pareja que bajaba. Los saludaron pero la pareja ni siquiera les miró. Era un matrimonio mayor. Jorge pensó en escribir un relato sobre como una pareja que había vivido toda su vida en un edificio, se dan cuenta que poco a poco, la gente que era como ellos se va yendo. Y les sustituyen personas con las que no tienen nada en común. Y que algunos de ellos les dan miedo. Ellos se irían, pero sus circunstancias económicas se lo impiden, porque no pueden pagar otra casa en la misma zona. Y a su edad, cambiar e irse a vivir a uno de esos barrios de las afueras, les daba pereza. Ya eran muy mayores. Y eso les abocaría a la soledad.

Nano abrió la puerta del hostal. Fernando les guió por el pasillo hasta la habitación 7, que era la de Martín. Jorge miraba todo con los ojos muy abiertos. Su impresión del lugar no hacía más que empeorar. Un cartel en la puerta del baño, anunciando a los huéspedes que si querían agua caliente, debían pagar un suplemento de cinco euros por día, le hizo indignarse.

Nano se encargó de abrir la puerta de la habitación. Jorge se esperaba lo peor. Pero al menos la habitación era amplia. Había sitio hasta para una mesa de buen tamaño en la que estaba el portátil de Martín y su tablet. También estaban los guiones de las últimas películas que había rodado. En eso, pensó, al menos había habido suerte. Ya había acabado dos de ellas. La tercera que iba a empezar en unos días, no la podría hacer, era claro. Mandó un mensaje a Sergio Romeva para que mirara de ofrecer a Álvaro, si es que le interesaba. Sus perfiles eran parecidos. A lo mejor les podía encajar a los encargados del reparto.

-¿Y ustedes quienes son?

Una mujer les miraba con gesto enfadado.

-Ya le dije a ese actor de tres al cuarto, que no me gustaban las reuniones en las habitaciones. Que estaban prohibidas.

Nano y Fernando le enseñaron sus acreditaciones.

-Jorge Rios. – se presentó Jorge tendiéndole el puño a modo de saludo.

La mujer pareció relajarse un poco.

-Me dijo el chico que usted era la única persona que estaba autorizado a entrar. Es el escritor ese ¿no?

-Sí señora – dijo Jorge poniendo su mejor sonrisa.

-El chico tiene todas sus novelas en aquella estantería de allí. – la mujer señaló una esquina – la compró él, como la mesa y la silla. Solo tiene sus novelas y un par de esos guiones o como se llamen. ¿Y a qué han venido?

-A recoger algunas de sus cosas. Ha tenido un accidente. Necesita algunos papeles y sus ordenadores.

-¿Y qué va a pasar con la habitación?

Era claro que a la mujer, el estado de salud de su inquilino le daba igual. Solo le importaban sus ingresos.

-Tranquila. Yo le pago los tres próximos meses.

La mujer pareció relajarse.

-Si me da un número de cuenta, le hago una transferencia ahora mismo.

-Nada de eso. En cash. Ya se lo dije al chico.

Si Martín no hubiera estado en el hospital inconsciente, y la situación fuera la que era, se hubiera echado a reír por la forma que había tenido de decir “cash”.

-Dígame lo que le debo. Me imagino que este mes ya lo había pagado.

-Son mil doscientos euros.

Jorge levantó las cejas.

-¿Cuatrocientos euros por mes?

-Es la habitación más grande. Y solo para él.

-¿En los cuatrocientos se incluye el agua caliente?

-No. Eso es un extra. Pero me imagino que no lo va a utilizar. Solo está incluida la limpieza de la habitación una vez a la semana.

Jorge sacó su cartera. No llevaba esa cantidad ni por asomo. Sacó una de sus tarjetas y se la tendió a Nano.

-Sácame dos mil. ¿Me harías el favor?

-Claro. No tardo. Hay un cajero a cincuenta metros. Por aquí viven mis padres y los tengo estudiados.

-Me pega una voz, que tengo otras cosas que hacer que estar mirándolos a ustedes.

Jorge se asomó al pasillo. Luisete y Carla estaban en el hall del hostal. Cuando Nano partió camino del cajero, de la habitación de al lado, salió un hombre que era la perfecta encarnación de lo que en los libros y periódicos llamaban quinqui. Su mirada se quedó clavada en Fernando y luego en Luisete y Carla. Jorge se sonrió. El hombre no sabía que hacer. Era claro que su relación con la policía no era la mejor. Y también era claro que había distinguido perfectamente la profesión de sus escoltas.

-Me llamo Jorge. – le tendió el puño al decirlo.

-¿Es el escritor?

Su forma de hablar era gangosa. Arrastraba mucho las palabras. A ratos parecía perder el contacto con la realidad y viajaba a algún sitio perdido de su cabeza.

-Sí.

-Su sobrino habla mucho de usted.

-¿Es amigo de él?

-A veces charlamos. Es buen chaval. Siempre me dice que tengo que dejar de ponerme. Que a usted le drogaban y que cambió radical cuando lo dejó.

-Es cierto. Y eso que tengo la impresión de que lo que yo tomaba no era tan dañino como lo que toma usted. ¿Heroína?

-Es una mierda. Te crees que lo controlas. Te das cuenta de la mierda que es cuando te despiertas en un basurero tirado, no te acuerdas de nada de los últimos días y en lo único que piensas es en conseguir guita para volverte a poner.

-¿Lo conocías de antes? A mi sobrino.

-No creo. Aunque él pensaba que sí. ¿Le habló de mí?

-No. No quiero mentirte. Es muy … no le gustaba hablar de esta parte de su vida. Apenas me ha contado nada desde que se fue de casa de sus padres.

-Decía que no quería defraudarlo.

Jorge se quedó mirando al hombre. Era raro que Martín hubiera confiado en un tipo así. Un desconocido. Parecía saber más de Martín que él mismo. Jorge estaba seguro que ni con Raúl, con el que había tenido una relación de ida y vuelta y que no obstante, se había convertido en un amigo, se había confiado tanto como con ese hombre.

-No me he quedado con su nombre.

-Orlando.

-No pareces de aquí.

-Soy portugués. Aunque llevo muchos años en España. Me trajeron de pequeño.

El hombre hizo un ruido con la garganta que al principio despistó a Jorge. Enseguida se dio cuenta que era su forma de reír. No quería enseñar sus dientes, seguramente los tendría podridos y le daba vergüenza.

-Él enseguida se dio cuenta. Y me hablaba en portugués. Era alucinante lo bien que lo habla.

-¿Qué años tiene?

-Veintiséis. No los aparento ¿verdad? Mira la cara de flipao que ha puesto el madero. – señaló a Fernando. – Me tengo que ir. No vaya a ser que a estos les de por …

-Tranquilo, es tu día de suerte. – le dijo Fernando con una sonrisa triste.

-¿Cómo te ganas la vida Orlando?

-En lo que se puede. No le voy a engañar, pequeños robos y tal. Y alguna mamada. Las hago muy bien.

De nuevo ese ruido gutural a modo de risa.

-Aprendí de peque.

-¿Follas con mi sobrino?

-Qué más quisiera. Es un diosito. Le hubiera hecho ver las estrellas. O él a mí. Los diositos saben mucho de sexo. Les preparaban para eso.

Orlando de repente se puso serio. Parecía que se había arrepentido de esas últimas palabras.

-Si quiere llevarse los libros de Martín, tengo dos que me dejó. Dos de sus novelas.

Cada vez arrastraba más las palabras. Necesitaba su dosis. La charla le había interrumpido. Jorge sacó la cartera y le tendió cien euros.

-¿Te vale? Así te ahorras hoy un par de chapas o no robas a nadie.

-No me gusta …

-Imagina que me has hecho tres chapas.

-Quién pudiera. La chapa más deseada, la de Jorge Rios.

El aludido sonrió. Sacó otros cien euros y se los dio.

-Me tienes que prometer que no los vas a malgastar.

-No puedo prometer eso. A usted no. Puedo decirle que lo intentaré. Usted ha sido sincero conmigo antes, yo debo serlo con usted.

Al final el hombre había cogido el dinero.

-A cambio te pido que cuides del cuarto de mi sobrino. Si ves a alguien que viene por aquí y pregunta, sea quien sea, me llamas. ¿Tienes móvil?

-Claro. Así aviso a mi camello.

-Apunta mi teléfono. Y mándame una perdida. Así sé quien eres.

-Guayyyy. Yo cuido de él.

-¿Quieres que te deje más libros?

-Ya los leí todos de joven. Pero me gusta releerlos.

Jorge se fue hasta la estantería al fondo de la habitación y cogió tres libros.

-Ten, para cuando acabes los que estás leyendo.

-¿No va a venir Martín?

-Está enfermo. Tardará un tiempo en volver. – Orlando se puso serio y triste al escuchar a Jorge – Pero yo cuidaré de él, no te preocupes.

-¿Le han matao?

Jorge se quedó sorprendido por la pregunta.

-Lo han intentado.

-Putos hijos de puta.

Cogió los libros que le tendía Jorge. Los echó un vistazo. “deSergio”, “deDaniel”, “deRosario”. Abrió de nuevo su cuarto y los dejó allí.

-¿Por qué has pensado que lo habían matao? – preguntó Fernando.

-Él decía que lo iban a intentar. Que sabía demasiado y eso había puesto nerviosos a algunos.

-Me tienes que explicar eso, Orlando.

-Me tengo que abrir, de verdad. Mola haberle conocido. Y si quiere una chapa, sería un honor.

Jorge sonrió pero no contestó. El hombre sin decir nada se fue hacia la puerta y salió sin entretenerse más.

-No ha sido buena idea lo de darle dinero.

Jorge se encogió de hombros.

-Puede que no. Pero al menos no necesitará robar en un par de días. Se ha asustado, por eso se ha ido con tanta prisa. No ha cerrado ni la habitación. Piensa que ha hablado demasiado.

Nano volvía ya con el dinero. La mujer del hostal parecía tener ojos en todos lados, porque enseguida estaba junto a ellos.

-Tenga, dos mil euros. Este cuarto es sagrado. Y nada de como está vacío, se lo dejo a alguien de paso.

-No, no se me ocurriría.

-Señora, no se lo digo en broma. Conmigo a buenas, perfecto. A malas, no digo nada.

-Confíe en mí, señor escritor.

-Si necesita contactar conmigo, Orlando tiene mi teléfono.

-¿Ese?

-Sí. Ese. ¿Le debe algo él?

-Paga tarde, pero paga.

-Échele un ojo.

La mujer parecía querer más dinero por ese pedido último.

-Ochocientos euros dan para echar muchos ojos. Incluso para pagarle el agua caliente – le dijo Jorge muy serio. – No tiente la suerte, señora Horacia.

-¿Y como sabe mi nombre?

-Esto a buenas. Imagine lo que sabré y lo que puedo hacer a malas.

La mujer decidió dejar el tema e irse a guardar el dinero.

-Vamos a mirar las cosas de Martín – les dijo a Fernando y Nano.

-No he acabado de pillarte, Jorge – le dijo Fernando mostrando su estupefacción con todo lo que acababa de pasar.

-Luego hablamos. No es el sitio.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 110.

Capítulo 110.- 

.

Todo era nuevo para Nico. Nunca había montado en avión. Nunca había estado en un aeropuerto.

En el aeropuerto de Madrid le sorprendió que todos los guardias con los que se cruzaron, parecían conocer a Garrido. Y todos lo saludaban con respeto, pero también con cariño. Con alguno se paraba a hablar y se sabía sus nombres. Eso le parecía asombroso.

Un coche oficial les esperaba en la salida restringida de autoridades.

-No le esperábamos tan pronto – le saludó la guardia Iria.

-Cambio de planes. Ya sabes.

-Han avisado a Vigo para que no le esperen hoy.

-Bien.

-¿Dónde vamos?

-A la Unidad. Nos espera Carmen y Melgosa.

-Perfecto.

.

Jorge se levantó e hizo un gesto a Nano.

-Tenemos que irnos. Es la hora.

-¿Qué vas a hacer? – le preguntó Carmen.

-No lo tengo decidido. Esto funciona así. Por pálpitos del momento. No sé por qué, pero es así. Es una de las pocas cosas que tengo claras de esa parte de mi vida.

-Hay unidades preparadas para actuar.

-Esperamos que la suerte nos ayude y haga que todo se coordine de la mejor manera posible.

Carmen sonrió.

-Quieres darles antes de.

-Partirles la crisma, sí. Ten en cuenta que en el otro tema que tenemos entre manos, me estoy conteniendo. Y no sabes lo que eso me cuesta.

-¿Estáis hablando en clave o solo me lo parece a mí?

-No cariño. Solo que a veces, ya se lo dije a Carmen el otro día, me apetecería ser como uno de los personajes de Bruce Willis o del Ex-Gobernador de California. Manda cojones, ese tipo, Gobernador.

-Tiene un hijo que está bueno.

-Todos sus hijos son guapos.

-Dejemos al amigo Arnorld con sus cosas.

-Debes irte sí. Me vas contando.

Jorge asintió con la cabeza. Dio un beso a Carmelo y Nano y él salieron de la sala.

Jorge Rios.

.

En el trayecto, Nico y Garrido apenas hablaron. Los dos estaban pendientes de sus teléfonos y de toda la información que les iban pasando. El caso de Líam era más complejo de lo que suponían.

-¿Por qué tengo la impresión de que aquí hay personas que no están interesadas en que esto se investigue?

Garrido sonrió con pesar.

-Porque es lo que es. Alguien ha dado la orden de que este caso, duerma el sueño de los justos. – respondió Garrido guardándose el móvil. Ya habían llegado a la sede de la Unidad. Iria dio al mando que le abriría el garaje. Una vez en el sótano, dejó a Garrido y a Nico a la puerta de los ascensores.

-Tengo que coger la bolsa con mis cosas. – avisó Nico a su jefe.

-Tranquilo. He llamado a mi mujer para que te prepare la habitación de invitados. Así conoces a Líam, del que me has oído hablar antes.

-Pero tiene cuatro hijos. Yo solo sería una molestia.

-Tamara, la melliza de Líam, Kike de once años, que es el jefe de todos. Y Miguel, el callado, el peque. Creo que con él vas a conectar enseguida. Es tímido hasta decir basta. Pero a la vez, es el más sensible.

-Por eso es tímido – dijo Nico sin dudar. – Lo que siente, le asusta. Y piensa. Siente cosas que nadie percibe.

-¿Ves? Ya has conectado con él antes siquiera de conocerlo.

Se abrieron las puertas del ascensor en la Unidad. La policía que estaba en la recepción saludó con cercanía a Garrido.

-María, te presento a Nico. Es un nuevo miembro del equipo.

María y Nico se dieron dos besos.

-La madre del cordero, eres más alto y más guapo que en la pantalla – Tere se había acercado a saludarlos.

-Es Tere, una de las mujeres fundamentales del equipo de Javier.

-Encantado.

-No me jodas, no me traigas a chicos tan altos que me tengo que poner de puntillas para darles un beso. Joder, es tan largo como Carmelo.

Patricia también se había acercado a darles la bienvenida.

-Bienvenido Nico. Has estado muy bien en Somo.

-Patricia, la jefa de gabinete de Javier.

-Ya estamos con lo de jefa de gabinete. La de los marrones. Esa soy yo. Están esperándoos en la sala de reuniones.

-¿Está Javier? Pensaba que solo estaba Carmen.

-Ha llegado hace un rato. Pero ha venido de tranqui. Creo que sigue necesitando unas horas de dormir.

-¿No vas Pati?

-Ahora. Tengo que pegar un par de voces. Hoy me van a dar las mil de nuevo. Todo se ha juntado, joder. Por cierto, Rui, los chicos parecen revivir poco a poco. Los que encontraste tú y los de Jorge y Carmen. JL ha llamado hace un rato. Se viene también. Creo que quiere echarte la bronca por meterle en este lío.

-Va, pero si le gusta.

-Eso le he dicho yo. Pero me ha colgado – Patricia se echó a reír después de encogerse de hombros – Creo que Carmen se lo va a tener que llevar al karaoke para que mejore su humor.

Nico miraba sorprendido a todos en la sala. Era un hervidero de actividad. Pero el ambiente era tan distinto al que había vivido hasta ese momento … empezó a sentirse a gusto, sin apenas darse cuenta.

-Tú debes ser Nico. Bienvenido. Soy Bruno, el de la oficina. Hay otro Bruno, el de la escolta.

-Bruno es un as con las telecomunicaciones y muy paciente y concienzudo para demostrar que quien jura que no estaba, si estaba. Es además un buceador consumado y experto en los archivos. Tú pide que él encuentra.

Cuando se separaron de Bruno, Nico le mostró su extrañeza por lo que veía.

-Y usted se conoce a todos. Y lo que hacen. Y no son guardias. Y en el aeropuerto, muchos guardias … los conocía. Y sus nombres.

-Javier y yo nos conocemos hace tiempo. Hemos colaborado muchas veces. Él conoce a mi gente y yo conozco a la suya. No podemos conocer a todos, pero lo intentamos. Y de los que tenemos más cerca, intentamos saber todo de ellos: sus problemas, sus alegrías, si necesitan una mano en una mudanza, por ejemplo. Vamos todos. Siempre hemos pensado que hacer piña con nuestro equipo es la mejor forma de que todos estén a gusto y que las cosas funcionen. Aquí, Javier es Javier. Carmen es Carmen. No son comisarios y menos jefes. Yo soy Garrido o Rui para los más cercanos. Y no me trata nadie de usted. Nos juntamos todos a comer, a merendar, hacemos competiciones de tiro entre todos …

-¿Y quién gana?

-Suele andar entre Javier, Olga y Carmen. Menudas tres. Alguna vez les ha hecho sombra Alberto, un poli que está ahora camuflado. Y es alto, ahora que pienso – Nico se sonrió por la broma. – Olga es la que más veces gana.

Llegaron a la sala de reuniones que tenía las persianas bajadas. Javier levantó la cabeza de los informes que estaba leyendo en su tablet. Sonrió y se puso de pie para saludar a los recién llegados.

-Nico. Bienvenido. Y enhorabuena. Has estado muy bien en Somo. Soy Javier.

El guardia fue a tenderle la mano, pero Javier lo cambió por un abrazo. Nico no ocultó la sorpresa y el gusto que le daba ese recibimiento. También le sorprendió que Javier fuera casi tan alto como él. Se lo había imaginado algo más bajo. Pero en realidad, por lo que veía, salvo Patricia y Tere, todos eran bastante más altos que la media. Por eso en las fotos que había visto de él junto con otras personas, no parecía tan alto.

-De verdad, estoy abrumado. No me esperaba esto.

-Somos así. Ahora te saludará Olga, desde Estados Unidos. Estamos esperando que nos llame. Se acuerda de ti cuando fuiste a su charla.

-No me lo puedo creer. Si había mucha gente.

-Pero todos no se acercaron a ella al final. Tú lo hiciste y no dejaste de preguntar. Y fuiste con ella a tomar unas cañas después.

-Pero eso le pasará siempre. No se puede acordar de todos.

-Y no lo hace – le dijo Carmen que había acabado de hablar por teléfono y se había acercado a ellos – pero de ti si se acuerda. De hecho, nos habló a todos de ti. Bienvenido. Soy Carmen.

Carmen también lo abrazó y le dio dos besos. De nuevo le sorprendió la altura de la comisaria.

-Gracias antes por la ayuda.

-Todo lo has hecho tú. Ese Jose María hoy ha tenido mucha suerte encontrándoos a los dos. Rui, tu también has estado bien. No te me pongas celoso.

-Pues no te creas. Con el dolor de piernas que he sacado sentándome en el suelo … Ya pensaba que nadie se había dado cuenta de mi esfuerzo.

-Ahí llegan Kevin y Yeray.

-Aritz sube en el ascensor. – anunció Patricia desde su mesa.

-Hola Nico. Éste es Kevin y yo Yeray. Encantado de conocerte. Nos alegra que te hayas unido al equipo.

-Son la pareja de moda en la Unidad. Pareja laboral solo. Aunque en algunos momentos pueda parecer que también lo son en su ámbito privado.

-Pues sí, lo único que me hacía falta, aguantarlo en casa también. – comentó Yeray dando un puñetazo a su amigo en el brazo.

-Y luego dirás que soy yo el que te maltrata.

-Pero yo estoy convaleciente.

-Mucho te dura el cuento, por un par de tiros de nada que te dieron.

-Que poco valorado es mi …

-Deja ya de llorar, pesado.

Aritz acababa de llegar. Kevin y Yeray se acercaron a saludarlo. Nico se dio cuenta que Aritz cojeaba ligeramente.

-Soy el herido más reciente. Así que los mimos para mí. Lo siento Yeray, pero yo soy el herido más reciente.

-Que no te repitas, coño. Que te cedo el trono encantado. Y ojala lo tengas por siempre. Te juro que te doy un beso cada día.

-Yeray dando besos. Cosa más rara – dijo Teresa entrando en la sala.

-Pues a ti bien que te doy.

-Pero soy mujer.

-Como si no diera besos a hombres.

-Yo soy testigo y destinatario de alguno – dijo Javier.

-¿Veis? El jefe ha hablado.

-Ya tenemos a Olga – dijo Patricia – toca sentarse y ponerse serios. Está en la sede del FBI.

-Buenas tardes a todos.

-Qué maravilla. Parece que has descansado y todo.

-Pues sí.

-Se nota que Mark está por ahí.

-Que va. Si se ha ido a Chicago por negocios. Y entre medias estuvo en Londres.

-¿Y no te has ido con él?

-Quita, quita. Para que se pase todo el día de reuniones. Con suerte una copa por la noche. Nico, encantada de verte de nuevo. Me han dicho que tu despedida de Somo ha sido a lo grande.

-Hola Olga. Encantado de saludarte. No esperaba verte tan pronto.

-¿Que te dije cuando nos despedimos después de las cañas?

-Que nos veríamos de nuevo antes de lo que creía.

-Tu pensante que era una de esas cosas que se dicen, pero que no se cumplen. Pues ahí estás, al lado del comandante Garrido. No creas que va a buscar a cualquiera.

-Ha sido un viaje muy instructivo y fructífero. – reconoció el comandante.

-Y a ver, cuéntame como es que tienes mi móvil y no me has llamado – le recriminó Javier en broma.

-Joder, es que …

-También tenía el mío.

-Pero tú llevas un huevo frito en la galleta. Eso impone a los guardias. No te quiero ni contar si llevas dos o tres. Pero yo soy un puto poli.

-Joder, un puto poli. Comisario jefe a los treinta y pocos.

Nico abrió los brazos y recorrió con ellos toda la sala.

-Mandas a todos estos …

-Y muchos más que no están aquí – se rió Patricia.

-No hagas ni caso – dijo Javier – en realidad las que mandan aquí son Carmen y Patricia.

-¿Le das tú o le doy yo? – dijo Patricia mirando a Carmen.

-Déjalo. Está cansado. Y no hay forma de mandarlo a dormir.

-Pero si cuando me voy, me llamas al rato.

-Que no dejan de pasar cosas importantes. Que luego te ofendes si no te informamos. Pero bien me ocultaste lo de Vecinilla. Esa no te la perdono.

-Necesitabas dormir. Y en la segunda visita recuperaste el terreno perdido.

-Venga, que menuda impresión le estamos dando a Nico. Líam Romero. Pongámonos al tema.

-Perdón por el retraso.

El capitán Melgosa y el teniente Romanes acababan de aparecer en la sala de reuniones. Nico se fue a levantar pero Garrido se lo impidió.

-No hace falta. Aquí no.

-¿Nico? Felicidades – le dijo Romanes estrechándole la mano. – Y bienvenido.

-Lo mismo digo – Melgosa se acercó a saludarlo. – Has estado muy bien antes.

-Al final me lo voy a creer.

Todos se echaron a reír.

-Tere, te escuchamos.

-Huy, hola Olga. No te había visto. – Melgosa no se había dado cuenta de que en la pantalla estaba la comisaria.

-Desde luego Roberto … que desilusión contigo. Desde que te casaste, dejaste de mirarnos a las demás.

-Por un fallo que he tenido, por favor. Teniéndote enfrente es imposible no mirarte.

-Esas cosas no nos las dices a las demás. – se quejó Tere.

-Por respeto. Olga y yo nos conocemos hace más tiempo. La confianza ya sabes.

-¿Soy el último?

JL estaba en la puerta.

-Pues sí. – le dijo Garrido sonriendo.

-Ésta te la guardo, Rui.

-Para que sepas lo que es mi vida.

-No me das nada de pena. Tú debes de ser Nico.

JL le tendió la mano para saludarlo.

-A la orden …

-Déjate de órdenes aquí. Y como te lleves la mano a la frente y no sea para rascarte, te aliño. ¿Tú eres del que habla tanto Juan?

-Lo es. – dijo Javier riéndose.

-Para impresionar al comandante Gutiérrez, tela.

-Y a Eloy. El terror de media plantilla de los cuerpos de seguridad españoles. Y algunos extranjeros. Y a éste le llama todas las semanas.

-El comisario Cantero. Otro que bien baila.

-¿Y qué se siente al pasar esta mañana de vigilar que los perros no caguen en la playa a estar en la misma sala con tantos estrellados? – fue Aritz el que le preguntó a Nico.

-Ahora mismo no sé lo que siento. Estoy pellizcándome por si es un sueño.

-Venga, dejad al chico. No le vamos a asustar el primer día.

-¿Asustarlo? Pero si ha buscado vuestros móviles – se rió Tere.

-Y tiene los de Eloy y Juan. Habla con ellos regularmente. Os lo recuerdo.

-Centremos el tema, que quiero irme a casa a dormir – dijo Patricia. Aunque su cara era de estar disfrutando de la reunión.

-Tienes razón. A ver si nos vamos a casa todos esta noche. ¿Tere?

-A ver. Con este chico, Líam Romero, pasa lo que hemos oído tantas veces. El otro día en el bar de polis, por ejemplo, así de pasada oímos de otros dos casos que duermen el sueño de los justos.

-De los olvidados, diría mejor – apuntó Olga.

-En todo caso, olvidados a posta, por una orden que ha dado alguien. Uno de esos asuntos ocurrió en pleno centro de Madrid. Es de hace ya un tiempo. Un chico apaleado y que nunca más se supo. Ahí sigue sin resolver. Y los que acudieron al aviso, parece, según nos cuentan, que los apartaron de sus puestos al día siguiente. Según nos pareció entender, habían casi descubierto al culpable.

-Los culpables – apuntó Tere. – Parece que eran dos.

-Alguien lo contó a vuestro lado para que os dierais por enteradas.

-Es posible. Pero con los datos que escuchamos, no encontramos nada. Porque hemos buscado, que conste. Cuando estemos un poco más tranquilos, iremos a tomar unas cañas e intentaremos acercarnos a los que hablaban con discreción. Vamos a nuestro nuevo caso: Líam Romero, apareció muerto en un terraplén dentro de su coche. Lo aparente es que se salió de la carretera y murió en el choque. Al parecer acudió en un primero momento los de Tráfico. Accidente de coche, ya sabes. Pero al estudiar el tema, no lo vieron, y llamaron a los científicos.

-El caso es que la jurisdicción, en ese punto no está clara. Es Madrid en realidad, así que sería de la Policía. El comisario Antúnez reclamó el caso para su comisaría.

-Pero no lo hizo hasta que entró la científica en escena. En cuanto los de Tráfico dijeron que eso les parecía un escenario falso. Y el equipo de la científica parecía de acuerdo con los de Tráfico.

-Si los de tráfico hubieran tragado con el accidente, pues ya está.

-¿Y?

-Ahí se quedó todo.

-¿Y el juez?

-Parece que estaba sobrecargado de trabajo. Y tampoco puso empeño.

-Así que al pedir que le liberaran, corrió a hacerlo.

-Sí. El Juez Roberto se ocupa ahora.

-No es mal juez el que lo llevaba. Lo conocemos de hace tiempo – explicó Melgosa. – Pero … este caso además le venía grande. Ni siquiera entró a determinar claramente de quién era la competencia. No está acostumbrado a las presiones. He de decir que los de Tráfico insistían. Parece que les intentaron convencer amablemente de que no había nada. No está cerrado por ellos. No quisieron cambiar su informe.

-Y la fiscalía la verdad tampoco se empeñó mucho en el tema. – siguió explicando Patricia – Antúnez insistía en que era suyo y que no había nada. La Guardia Civil de Tráfico insistió en sus conclusiones en su primer estudio de la situación, como bien ha explicado Roberto. Pero nuestro amigo el subteniente Cazorla, les contradijo. Él estaba de acuerdo con la Policía.

Melgosa y Garrido se miraron.

-¿Es nuestro territorio?

Javier hizo una mueca.

-Sí. Por metros. A ver, por metros sí, o por metros no.

-¿Y por qué no he visto nada de este caso? ¿Se me ha pasado? ¿Y por qué si los de nuestra científica estaban de acuerdo con los de tráfico, Cazorla se quería desentender del tema?

-Yo tampoco sé de él. Luego le pido a Cazorla que vaya a verme. – al capitán Melgosa se le había agriado el gesto.

-Deciros que nuestros compañeros el comisario Antúnez y su gente no están felices por el movimiento que hemos hecho.

-Antúnez no pertenece precisamente a nuestro club de fans. – dijo Olga.

-Éste en especial tiene cierta predisposición en contra tuya, querida – dijo Carmen en tono picajoso.

-Sería porque intentó ligar conmigo y le di calabazas.

-Eso no sabía yo – dijo Javier mirando a Olga con gesto ofendido. – Me lo tenías que haber dicho. Conozco la forma de ligar que tiene ese tipejo.

-Por eso no te lo he contado hasta ahora. Y no lo hubiera hecho si Carmen no hubiera sido una bocazas.

-Le hemos pedido lo hecho hasta el momento, – Tere retomó el tema – y poco menos que nos ha mandado a paseo. El juez ya le ha pedido todas las diligencias. A él imagino que no se las negará.

-No contemos con nada de eso. Con suerte estarán ahora haciendo unos informes para salir del paso. ¿Los de trafico?

-Sí. Esos nos han mandado todo lo que vieron. Y los guardias que acudieron están a nuestra disposición. Y el estudio del escenario de los de la científica. Nos mandan las fotos, vídeos y las mediciones que tomaron.

-¿Qué vieron que no les cuadró para llamar a los de la científica?

-El estado del coche, el sitio del accidente, la falta de frenadas … los golpes del chico que no se corresponden con los que se esperaría de un accidente así … el tiempo de la muerte … parecía haber muerto muchas horas antes. Y también les dio la impresión, por el cuerpo, que lo habían sentado a la fuerza y en pleno rigor mortis. Llevaba el cinturón puesto cuando lo encontraron, pero …

-No tenía marcas del cinturón en el cuerpo. ¿El airbag?

-¡No saltó!

-¿Investigaron la vida del chico?

-No consta.

-¿Sus últimos movimientos? ¿Su actividad telefónica?

-No consta.

-¿La autopsia?

-Pendiente.

-¿Me tomas el pelo?

-No. Nadie la pidió. De hecho, que no les dieran el cadáver a la familia fue un “error” burocrático.

-Define error, Pati.

-Alguien en la comisaría de Antúnez, no estaba de acuerdo y lo dejó estar. Para que la familia se moviera.

-Intuyo Patricia que sabes quién es.

-Si. Pero …

-Le ponemos en un compromiso. – Carmen acabó la frase.

-Aún así, me consta que la han apartado del servicio y Antúnez le ha montado un número de campeonato. Ella ha pedido el traslado. Y está pensando en presentar una queja contra el comisario.

-Si nos metemos, la ponemos en el disparadero.

-Ya veremos como lo solucionamos. Espero que no haya pedido el traslado aquí.

-No. No es tan insensata. Les ha oído todos los días hablar de nosotros. Sabe lo que hay.

-La idea aquella de la APP habrá que resucitarla – opinó Carmen.

-A ver si nos dejan las circunstancias y lo hacemos – dijo Javier. – Empieza a ser urgente.

-Creo que es necesario – opinó Garrido.

-Luego te explico JL – le dijo Carmen que había percibido su desconocimiento del tema.

-Entonces, parece que los únicos que tienen un informe coherente, son los de Tráfico.

-Kevin y yo hemos estudiado el resumen que nos han enviado y la verdad sin otros indicios, nos parece coherente. Mañana llegará la documentación completa. Sus dudas. Puede que luego todo tenga una explicación y haya sido un accidente. Pero en una primera lectura, da que pensar. Cuando terminemos si te parece Javier, nos vamos a acercar al sitio. Le hemos llamado a Fermín que nos hace el favor de ir con nosotros y echar un vistazo. Va a llevar las notas que tomó su equipo cuando fue requerido por los de Tráfico.

-¿Nuestro Fermín? – Garrido estaba sorprendido. Si era el Fermín que él pensaba, se trataba de un capitán que estaba a cargo de una de las unidades de policía científica de la Guardia Civil.

-Sí. Hemos coincidido varias veces y nos llevamos bien. Ya sé que está de permiso, por lo de su hijo, pero se acercará de todas formas. Yo creo que es una excusa para salir unas horas.

-De todas formas ya se ha pasado por Vecinilla varios días, para echar una mano. – apuntó el capitán Melgosa.

-Me alegra. ¿Ves Javier? No hace falta darle oficialidad. Nuestros equipos ya se integran ellos solos.

-Ya sabes que el problema vendrá por la parte de vuestro equipo y del nuestro que no es muy proclive a la confraternización de cuerpos policiales.

-El problema lo tendréis fuera de vuestras unidades. Pienso – dijo JL.

Nico carraspeó ligeramente. Garrido lo miró sonriendo.

-Puedes hablar cuando quieras.

-No sé si sabemos por qué vino ese Líam a Madrid. ¿Vino a estudiar? ¿Vino a trabajar? ¿Cuánto tiempo llevaba? He buscado su Facebook y su Instagram. No publica demasiado. Solo hace como llamadas o publicidad a un blog que tiene para invitados. Necesito un rato para entrar.

-¿Sabes como hacerlo? – le preguntó Romanes.

-A lo mejor tengo suerte – dijo con evasivas y sin mirar a nadie.

Javier y Carmen se miraron y sonrieron.

-El caso es que en realidad no sabemos nada.

-¿Sabemos al menos dónde vivía? – preguntó de nuevo Nico sin levantar la vista de su ordenador.

-Sí, eso sí.

-Y entre los objetos personales estarían sus llaves. Podríamos acercarnos a echar un vistazo.

-Acabas de llegar. ¿No sería mejor que descansaras …?

-Este caso ya ha descansado veinticinco días. Ese hombre esta mañana estaba al límite. Apostaría a que su mujer no es capaz ni de levantarse casi de la cama. Menos ocuparse del resto de sus hijos. Y ellos, estarán perdidos. Sin su hermano mayor, y con sus padres desbordados. Sin respuestas. Un hijo suele buscar las respuestas en sus padres. Eso debe de ser desesperante para el matrimonio. No tenerlas.

-Recuerda Nico lo que seguro te ha dicho Eloy y Juan. La distancia con el caso.

-La distancia cuando lo resolvamos. He visto la desesperación en ese hombre. Hoy ha habido suerte, y lo hemos controlado. ¿Y la mujer? ¿Y esos hijos-hermanos? ¿Y si toman decisiones irreparables? Para tomar esas decisiones solo se necesita un par de minutos de desesperación. Y esos dos minutos, o uno, no hay marcha atrás. Y no sé, os acabo de conocer, pero … a Olga la fui a escuchar en Santander … sé que os acercáis a las víctimas como nadie. Que si hay que abrazar … me da que a esos chicos que habéis encontrado los habréis besado, abrazado, arropado … y si ese escritor Jorge Rios estaba cerca, si su fama es la mitad de la realidad, los habrá hasta acunado. Yo creo que a las víctimas, a los familiares hay que … darles un poco de cariño. Eso además, de forma egoísta, nos beneficia, porque estarán más proclives a contestar a las decenas de preguntas que les haremos, muchas repetitivas. Luego, es cierto, cuando todo acaba, a lo mejor hay que dejarlos ir y resetear. Para coger fuerzas para los siguientes.

-Nico, creo que para mis futuras conferencias y cursos te voy a llevar conmigo. – dijo Olga desde la pantalla. – Lo has expresado muy bien.

-Lo mismo dijiste tú en tu conferencia. Te lo he copiado. – Nico sonreía ligeramente.

-Llamo a los de Tráfico y que se acerquen los guardias que fueron al escenario y traigan sus efectos personales. Tienes toda la razón Nico.

-Yo me acerco con Nico a su casa, si no os parece mal – propuso Aritz. – Echamos un vistazo.

-Le digo a Bruno que se encargue de bucear en la vida de ese chico. – propuso Tere.

-Acabo de entrar en su blog. Esto parece una novela. Hay que leerla despacio. Lo sorprendente es que la leen, o pueden acceder a leerla doscientas cincuenta personas.

-Para un blog privado me parece mucho. ¿Sabes el tiempo que tiene?

-Poco más de un año, por las publicaciones que veo. Aunque las fechas de los post se pueden cambiar. Pero con paciencia puedo ver hasta lo que ha borrado. Que es bastante.

-Me da que esto no va a ser tan fácil – dijo Javier.

-Y no quisiera estar en la piel de Nico cuando le diga a su padre que a lo mejor su hijo estaba metido en algún lío.

-Lo de los chicos esos que encontrasteis y que habéis comentado antes ¿Era en Vecinilla?

-Sí.

-Sale ese pueblo en el blog. En la historia que cuenta, vaya. Y sale el nombre de Jorge Rios.

-Nico, mándame ese blog a mi tablet – le dijo el teniente Romanes. – Saco todo los datos de él en un momento.

-Mándamelo a mí también. Me interesa leerlo. Y convenía a lo mejor mandárselo a Jorge. – Era Carmen la que había hablado ahora.

-Puede que sea casualidad. Que de Jorge Rios se habla en muchos sitios.

-Pero si combinamos a Jorge con Vecinilla, sobre todo después de lo de estos días, me chirría.

-¿Donde puedo enterarme de los detalles de esa operación?

-Te he creado acceso a nuestro sistema – le anunció Patricia. – Ahí puedes verlo todo. Ahora te doy tus acreditaciones.

Candice llegaba corriendo con un teléfono en la mano. A la vez, el móvil de Javier, el de Carmen y el de Garrido empezaron a sonar. Poco después el de Melgosa y el de Romanes.

-En Concejo – Candice acababa de abrir la puerta de la sala. – Han disparado a dos chicos. En un estanque al que suelen ir Carmelo y Jorge.

-¿Y?

-Están muy mal.

-¿Sabemos quienes son?

-Edu, el de Ana, la enfermera y Martín, el sobrino de Jorge.

.

Olga jugueteaba con la aceituna que le habían puesto a su vermuth. No dejaba de darle vueltas alrededor de la copa. No dejaba de ser más que un reflejo de las vueltas que le daba en la cabeza a todos los descubrimientos que iban haciendo en el caso. De vez en cuando miraba a Ventura que en la calle, no dejaba de hacer llamadas telefónicas.

No estaba en su mejor momento de ánimos. Cada vez que hablaba con Javier o con Carmen, y también con Tere o Patricia, su nerviosismo aumentaba. Y esas conversaciones se alargaban en su madrugada casi todas las noches. Ventura tenía razón al echarla la bronca por mantener su ritmo de vida diario a la vez que por la noche, se embarcaba en interminables conversaciones con su gente en España, seguidas de inmersiones en toda la documentación que estaba en la base de datos de la Unidad sobre lo que estaba sucediendo. Y apenas podía investigar una parte mínima de todo ello. Eso la frustraba.

Intuía que todo iba a ir a más. Que el caso, en algunas de sus vertientes, se estaba acelerando. La novedad de la aparición del caso de Líam, le quitaba el sueño. Algo le decía que estaba más relacionado con todo lo que tenían entre manos de lo que en un principio parecía. Además, la sorprendente aparición de Nico como actor principal en la investigación, dándola la razón cuando les expuso a sus compañeros las sensaciones que tuvo al conocerlo en aquella charla, le hacía estar segura de que iba a provocar un terremoto en el caso. Nico iba a entrar como un elefante en una cacharrería.

Pero este terremoto les pillaba a todos muy cansados. Y por qué no decirlo, bajos de ánimos. Carmen había tenido que suplir a Javier mientras éste estaba medio deprimido paseándose por Madrid en busca de las razones que habían hecho que perdiera a todas sus parejas. Javier, que una vez recuperado de su período depresivo, se había embarcado en una vorágine de actividad alternadas con períodos reflexivos, sin dejar olvidado a Sergio. Todo el resto del personal de la Unidad, intentado ayudar a sus jefes y amigos, sin mirar el reloj para irse y yendo a la mañana siguiente corriendo para no llegar tarde.

Jorge, que se debatía entre quitarse del todo la máscara que se había colocado en la cara desde hacía muchos años, pero que ya no le servía, porque le impedía ayudar a esos chicos. Ayudarlos o seguir escribiendo a todas horas, que era su pasión. Ese había sido su dilema. Y lo más peliagudo: afrontar la montaña de mentiras y traiciones que le rodeaban desde siempre. Mentiras que él conocía, al menos muchas de ellas, y que había aparcado por decisión propia. Pero su amor por Carmelo cada vez era más irrefrenable. Para Olga era claro que esos dos estaba predestinados desde que nacieron. Las casualidades que pusieron a Dani en el camino de Jorge en varios momentos distintos de su vida, así lo demostraba. Y ese amor, era uno de los motivos que a Jorge le empujaban a dejar de ser un fantasma y recuperar a tiempo completo esa “vida oculta”, llena de fuerza y decisión. En realidad, todas esas acciones protegían a Dani de su pasado y de las consecuencias de lo que tuvo que vivir. Lo único que esperaba Olga es que si Jorge decidía seguir ese camino, no cometiera errores que pudieran destruirlo. Esperaba que midiera sus fuerzas.

Vio por la luna del bar en el que estaba, que Ventura había colgado su última llamada. Su gesto indicaba a las claras que sus gestiones habían sido infructuosas. El agente del FBI abrió la puerta del bar con gesto rotundo, mostrando una vez más su enfado y su desánimo. Éste lo acentuó al abrir los brazos para mostrar su frustración mientras se acercaba a la comisaria.

-Se ha largado. Arlen. Y todos los demás.

-¿No te dio Ethan su teléfono?

-Lo ha apagado. Y le ha quitado la batería. Es ilocalizable. Lo he intentado.

Olga asintió con la cabeza despacio. Una vez más se había pasado de lista. Creía que tenían controlado a ese grupo, que podrían acercarse a ellos cuando les viniera bien, y de repente, resulta que se habían largado. No quiso presionarlos buscando respuestas, cuando les tuvo a mano, y ahora … no podía hacerlo. Debería gastar tiempo y energía en buscarlos de nuevo. Sobre todo a Arlen.

-¿Y ahora que hacemos? – preguntó Ventura. No era una pregunta, era más que nada una muestra de su contrariedad.

-¿Ir a comer?

Ventura, que al decir eso Olga no la estaba mirando, giró la cabeza para observarla. No acertaba a interpretar el sentido de esa pregunta. ¿Era una broma? No. Vio que Olga hablaba en serio.

-Llegamos tarde a tu reserva en el restaurante. – explicó Olga ante la incredulidad que mostraba el rostro de Ventura.

Olga se levantó de la silla alta en la que estaba sentada, le pegó el último trago a su vermuth, y se quedó esperando a que Ventura hiciera lo mismo. Éste se había quedado momentáneamente paralizado.

Al final se rindió y se sonrió. Muy a su pesar, debía reconocer que esa comisaria cada vez le caía mejor. No dijo nada, le hizo un gesto con el brazo para que saliera ella primero y la siguió.

El restaurante en el que habían reservado, estaba apenas a dos calles del bar en el que estaban. Caminaron con paso tranquilo. Las urgencias habían desaparecido. Ya no tenían que irse de viaje nada más comer. ¿O sí?

Ya en el restaurante, Olga de nuevo se perdió en sus pensamientos. Dejó una vez más la iniciativa a Ventura a la hora de pedir la comida. Como casi siempre que comían juntos, elegían un restaurante típico americano. Olga se estaba desquitando de todos las comidas más formales que había hecho en su vida. En realidad, le gustaba eso, las hamburguesas, las carnes. No solía comer pescado y pocas veces verduras, y en todo caso como acompañamiento de las carnes. Como ahora no tenía a nadie que le reconviniera, se estaba aprovechando. Desde Mark, hasta su hijo Galder, pasando por Carmen, solían meterse con sus gustos a la hora de comer.

-Te va a gustar, ya verás.

-¿Es mejor que al que me sueles llevar?

-Al mismo nivel.

-Este tiene pinta de ser más elegante.

-Pero la comida es parecida al otro. Cambia la presentación. Te va a gustar, ya verás.

-¿A cual vas a llevar a tu padre?

-Al de siempre. Es más mío. Al final viene en dos días. Ya hemos quedado. Se ha plegado a dejarse invitar por mí y a dejarme organizar esa tarde. Luego le llevaré a la heladería.

-Vaya. Menos mal que no os lleváis.

Ventura se encogió de hombros. No parecía dispuesto a darle explicaciones sobre su familia. Aunque Olga notó que quería pedirle algo.

-Si no me lo dices, no vas a saber que pienso.

-¿Te importaría venir a comer con nosotros?

Olga se lo quedó mirando. Le había sorprendido la pregunta. En un principio, no quería aceptar. Sabía que Javier se había entrevistado con Rodolfo Carceler. No quería que ese hecho, estropeara la reunión familiar. Aunque había oído hablar lo suficiente de Rodolfo para saber que mantendría la discreción. A la vez, quería dar a Ventura la respuesta que estuviera buscando, pero no lograba interpretar sus intenciones.

-Si es lo que tú quieres, estaré encantada. Pero solo si es lo que tú quieres.

Ventura sonrió ligeramente y asintió con la cabeza.

Empezaron a llegar los platos. Los dos parecían estar centrados en sus cavilaciones. Apenas comentaron nada. Olga seguía su costumbre de irle quitando patatas a Ventura de sus guarniciones. O algunos de los espárragos verdes a la plancha que llevaban de acompañamiento.

-¿No has encontrado nada del suicidio de Dilan?

La pregunta fue hecha por Olga en el mismo tono que podría haber preguntado si le gustaban las zanahorias caramelizadas. Le costaba retomar de nuevo los temas de trabajo.

Ventura negó con la cabeza. Tenía la boca llena.

-Era una de las cosas que quería que nos aclarara Arlen.

-¿Entraron en Estados Unidos? La familia Lazona.

-Fausto Lazona, sí. Más o menos por las fechas que insinuó Arlen.

-¿Y si los hijos entraron con otra documentación?

-He pedido el listado de pasajeros de ese avión. Hace ya mucho tiempo. No es tan fácil ya.

-Pero no se repatrió ningún cuerpo a España. Con esas características. Tere y Patricia lo han comprobado.

Ventura asintió con la cabeza. Él también había hecho esas mismas gestiones en Estados Unidos.

-Creo que Arlen nos ha mentido.

-Y Nabar, el primo de los gemelos también. – abundó Olga en el tema.

-Se me escapa la razón de todos estos embrollos.

-Primero que si era hermana y melliza, Eva. Después que si se suicidó. Nos abrió las puertas a pensar incluso en un cambio de sexo. ¿Ocurriría esa violación en una de esas fiestas? ¿O eso es también mentira? Si no hubo esa violación, lo del suicidio de Dilan pierde su razón evidente. No es que tenga que haber una razón para ello, pero es lo que nos han hecho pensar. Todos nosotros presumimos que sabemos detectar mentiras. Que esos chicos de “Anfiles” saben ver en el fondo de los que son como ellos. Jorge tiene un sexto sentido. Javier igual. – Olga hizo un gesto de incomprensión por todo lo que iba diciendo. – Y aún así, nos han mentido y nos lo hemos creído. En esto, porque en otras cosas que dijo el primo, las hemos podido verificar. Entre ellas los nombres de pila verdaderos. Los apellidos ya es otro cantar. Por otro lado, Fausto Lazona no aparece y no encontramos su rastro desde que vendió todas sus propiedades. Aunque lo hizo con prisas, no parece que perdiera dinero en la venta.

-En lo de detectar mentiras, hay otra explicación: que no os mintieran. Que ellos tuvieran esa versión como la verdadera. Que fue otro el que se encargó de hacer circular esa versión.

-Es una posibilidad.

-Después de desaparecer, no he encontrado nada de Fausto Lazona. Ni en la dark web.

-Ni Tere tampoco.

-¿Y ese caso nuevo que os ha aparecido de repente? ¿Y ese guardia que habéis acogido en la Unidad?

Olga se sonrió.

-Otro que siente y ve.

-Pero lo que se siente hay que interpretarlo.

-Eso a veces lleva a errores. Por eso, si el que interpreta, aunque se decida por una de las posibilidades, insiste subrepticiamente en que hay que investigar todos los detalles y con una cierta urgencia …

-Hace pensar que en su cabeza bullen un ciento de posibilidades distintas, aunque se haya decidido por una de las interpretaciones posibles. Y que el resto, no las ha descartado por completo. – Ventura había acabado el razonamiento de Olga.

-Te diría más: creo que la que ha dado por buena, lo ha hecho porque sabía que era la que todos queríamos que fuera la real. Pero él, en el fondo, cree que todo es mucho más complejo y siniestro. Y creo que en su cabeza, tiene un esquema detallado de cual es la verdad.

-Lo único, es que hay que probarlo.

Olga asintió en silencio.

-¿Y qué piensas que ha pasado?

Olga se encogió de hombros.

-A Nico le tenían por tonto en su destino. Por un inútil, débil mental. Es una víctima de maltrato de su padre. Y no puede disimularlo, porque tiene el cuerpo marcado con cicatrices de diversa índole. Un cromo, de verdad. Ese tipo era un perfecto bestia que mató a golpes a su otro hijo. Y a más, en un mundo de machos … es homosexual.

-Una nenaza entonces. Un blandengue sensible al que engañar. Eso es lo que pensaban de él en ese cuartel. ¿Y entonces?

-Te diría que le preguntes a Nico. Pero … creo que sería infructuoso. No te va a responder.

-Me da que ese chico es un solitario.

Olga asintió.

-Me creo que no sepa que es tener amigos. Fíjate, sus conversaciones frecuentes las tiene con un comandante de los GAR y con Eloy Cantero.

-¿Qué comandante?

-Gutiérrez.

-¡Joder! Ese me dio alguna clase en la Academia de Policía. Era tan hueso como Cantero.

-Él lo llama Juan. Por cierto ¿Te vas a comer esa hamburguesa?

Ventura puso gesto de incomprensión.

-Es imposible contigo. No puedo reposar la comida antes de darle el último bocado. En cuanto paro un segundo de comer … si supieras la frustración que me produce eso …

-Si estás lleno, no me engañas.

-Come anda, cógela. Que sé que te gusta encima cogerme el plato, no que te lo de yo. – Ventura refunfuñó un poco antes de volver a la conversación seria – Y a Cantero le llamará Eloy.

-Gracias. Eres un amor. Y sí, le llama Eloy. Lo que creo que no hace ninguno que haya pasado por sus manos en la Academia. Comisario Cantero y de usted, y bajando la cabeza al dirigirse a él.

-Como con Gutiérrez.

-Es que esta hamburguesa sabe mejor. – Olga le guiñó el ojo mientras le pegaba un mordisco.

Ventura negaba ostentosamente con la cabeza a la vez que sonreía resignado. Disfrutó de ver como Olga comía esa media hamburguesa que le había cogido. Es que además, era cierto que esos bocados que le birlaba, eran los que mejor le sabían. Estaba claro que a ella también.

-¿Y qué hacemos?

-Lo que teníamos previsto. Ir a Carolina del Norte y pasearnos por esas fincas. Vamos a disfrutar del campo, vamos a preguntar como dos turistas españoles perdidos … vamos a buscar a esa Isabel que no quiso darnos su teléfono y que … si Jorge preguntó por ella, se puso en ese momento en el ojo del huracán. Busquemos la razón de que a Jorge se le despertara una célula de su memoria.

-Si no es trigo limpio, no le habrán incluido en sus planes. El resto, me refiero.

Olga asintió.

-Quizás no sea trigo limpio, pero a lo mejor, encontramos respuestas. O una candidata a pasar por los calabozos del FBI.

-O más preguntas.

-Es una de las características de este caso. Respuestas, pocas. Pero preguntas … a mogollón.

-Vamos, anda. Demos un paseo antes de coger el coche.

-¡Ah no! Primero el postre.

-¡No me fastidies! ¿Te cabe el postre?

-El postre no va al mismo sitio del estómago. Ese le tengo libre por completo.

-Me rindo. ¡Camarero! Surtido de postres. Para dos, por favor. Aunque se los va a comer ella – y señaló con el dedo a Olga.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 94.

Capítulo 94.-

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Una luz cegadora rompió la negrura de la noche. Unas milésimas de segundo después, el sonido de la deflagración de los explosivos fue sordo y seco. El coche en el que debería haber ido Jorge, salió despedido hacia el otro lado de la carretera. El coche que lo seguía también fue afectado por la onda expansiva. Empezó a dar vueltas sobre si mismo hasta acabar estrellado contra un árbol. El hombre que lo había activado se guardó el teléfono y le hizo un gesto a la mujer para salir corriendo del escenario.

La explosión había tenido lugar a unos doscientos metros del lugar en el que estaban. El primer coche había seguido su rumbo como si nada. Era claro que el guía del mismo no se había percatado del hecho, o pensó en todo caso que así ganaría el juego. Pero al cabo de medio kilómetro, acabó deteniendo el coche y apartándolo de la calzada. De haber ido ocupados por personas, en el coche de Jorge con toda seguridad, hubieran perecido todos los ocupantes. En el tercer coche, fácilmente y con un gran tanto por ciento de posibilidades a favor, las personas que ocupaban el lado derecho hubieran acabado muertas. El resto, como mínimo, hubiera sufrido lesiones de gravedad, con gran probabilidad de que esas heridas fueran de por vida.

Los GAR que iban con Romanes salieron de sus resguardos y persiguieron a la pareja. El primero que cayó por un dardo paralizante fue el hombre. La mujer se detuvo sorprendida a ayudar a su compañero, pensando que se habría tropezado. Entonces, ella recibió un segundo dardo que la hizo desplomarse al momento. Los guardias se acercaron rápidamente.

-¡Arma! – gritó alguien que debía pertenecer al otro comando de los GAR que había enviado Garrido, una vez vista la situación. Tres disparos de pistola sonaron en ese momento. Los GAR del segundo comando se ocuparon de perseguir por el monte a esa tercera persona a la que no habían detectado. El primer comando se preocupó de asegurar la posición de Romanes mientras ejecutaba la misión que le habían encomendado. Cuatro agentes se ocuparon de esposar y registrar a las dos personas que yacían en el suelo.

El helicóptero que había enviado Javier, que hasta entonces se había mantenido a gran altura, bajó hasta casi volar sobre la copa de los árboles. Encendió el foco que llevaba en el morro y empezó a rastrear el monte en busca de la persona huida.

Romanes y dos comandos de los GAR empezaron a recorrer los alrededores para encontrar esa antena móvil portátil y que entroncaba con un cable de fibra que daba servicio de datos a la finca. De esa forma habían conseguido que no detectaran sus sensores ninguna actividad en ese sentido. Todo el sistema de transmisión de datos se ejecutaba con fibra.

-Iker, aquí.

Uno de los comandos levantó la mano para llamar su atención. Romanes corrió hacia allí con sus útiles de trabajo. Acopló rápidamente la antena propia que portaba él que se conectaba con el satélite más próximo. Utilizaba una frecuencia especial que los inhibidores no anularían. Enchufó su portátil al sistema y comprobó que funcionaba. Entonces envió un pequeño impulso magnético por la línea.

Mientras, unidades de las GRS habían salido de sus lugares de espera y rodeaban los coches de la caravana de Jorge. Otras unidades ya habían cerrado antes la carretera por ambos extremos. Eso evitó que hubiera posibles víctimas colaterales en esa operación. Otras unidades rurales, incluido el SEPRONA, que conocía mejor que nadie esos montes, se habían encargado de vigilar y asegurar los distintos caminos rurales y sendas, deteniendo a quien pretendiera acercarse al lugar de los hechos. Alguno de los que pararon para ser identificados, pasaron luego la noche en el cuartel correspondiente, acusados de caza furtiva y de otros delitos contra la naturaleza. Hasta consiguieron detener a una pareja que aprovechaba las noches para ir a una plantación de marihuana que tenían en medio de la nada.

Tanto los miembros de la policía científica como los especialistas en explosivos de la Guardia Civil estaban en camino. Tenían un arduo trabajo para estudiar el escenario de esa operación, los explosivos empleados y la capacidad de hacer daño que tenían. Aunque la misión más urgente que tenían los componentes de la unidad del CEDEX era asegurarse de que no había peligro para los efectivos que trabajarían en el escenario ni para ninguna persona que pudiera posteriormente pasar por el lugar. Deberían asegurarse de que no había explosivos que no hubieran deflagrado o que hubiera una segunda trampa para quien se acercara después.

En el otro frente, en la finca, la actividad era también frenética. Los drones habían levantado el vuelo de nuevo para buscar esas cámaras que había anunciado Aitor. Los comandos de los GAR que estaban en el interior, empezaron un registro sistemático y cuidadoso de los dos edificios de que constaba la finca. Sus órdenes eran encontrar posibles ubicaciones para tener escondidos a los chicos y que pudieran ocultar el calor de sus cuerpos, de estar vivos. Fueron comunicando esos descubrimientos y Aitor se encargó de hacer unas averiguaciones previas. De siete posibles escondrijos, Aitor acabó por descartar cuatro.

Aitor entonces, decidió enviar la bengala a Romanes. Este al sentirla en sus dispositivos, ordenó activar los inhibidores de frecuencia y desenganchó la antena portátil de los malhechores. Garrido ordenó lo mismo por su lado de la finca.

Aitor en el tiempo que había sucedido todo, había tomado completamente el control del sistema de la hacienda. Había detectado un plan B, que también había desactivado. Llamó entonces a Fernando.

-Podéis entrar sin peligro. Está todo desactivado. También las trampas que has visto. Os voy a encender las luces de los tres sitios donde pueden estar esos chicos. Creo que en dos de ellos, hay alguien. En el tercero, no lo tengo claro. Tened cuidado de todas formas por si hay alguna trampa mecánica. Repito, cuidado con las trampas mecánicas. El resto de trampas y festivales que habían preparado, que dependían del programa informático, estás desactivadas.

-¿Nos confirmas que hay alguien?

Aitor suspiró.

-Sí. Ya he pedido ambulancias. Van en camino dos helicópteros medicalizados. Son tres estancias alargadas. Lo que vais a ver es … denigrante, pero sería conveniente que los agentes encargados de documentar con vídeos y fotos las operaciones, no se ofusquen y lo graben todo. Despacio y con detalle. Sin pensar en lo que están viendo. Luego os mando una ubicación IP para pedir al juez lo que hay en el sistema de grabación que hay allí.

-¿Tan grave es? – dijo Garrido preocupado.

-Os dejo.

Fernando resopló mientras guardaba el teléfono.

Se encendió una luz en el primer edificio, en la primera planta. Garrido y Fernando se miraron. Fueron a salir hacia allí, pero a Fernando se le ocurrió coger los dos escudos que habían dejado como indicativo de dónde estaba las trampas. Garrido al verlo se dio la vuelta y miró al jefe del comando de los GAR, que ordenó a sus compañeros que hicieran lo mismo. Garrido le cogió a Fernando el que le tendía.

Fueron directos y a paso rápido. Tanto Garrido como Fernando habían entendido de lo dicho por Aitor que esos chicos estaba vivos pero en un estado lamentable.

-Campa, no pierdas detalle, por favor. Veas lo que veas. No pienses. Graba. Despacio. No analices. Profesional grabando cada detalle. Cada huella, herida, lo que haya. No pienses en la víctima. Ya habrá tiempo luego.

Dos miembros del GAR llegaron con un ariete a la primera puerta. Les costó conseguir abrirla. La cerradura era de seguridad con tres puntos de anclaje. La puerta tenía varias capas de distintos materiales. De unos veinte centímetros de grosor. Otros dos agentes entraron una vez que sus compañeros consiguieron tirarla abajo. Se quedaron parados. No podían apartar la mirada de lo que veían al fondo.

-Campa, entra y graba. No penséis en lo que han hecho al chico. Pensad en lo que nos pueden haber preparado y en preservar los indicios, rastros y pruebas que nos lleven a detener a … los culpables. Y sobre todo pensad en salvar a ese pobre, en ayudarlo.

El aludido entró y se puso en medio de la estancia. Otros dos compañeros entraron y corrieron al fondo. Lo mismo hicieron Fernando y Garrido en cuanto entraron.

En el fondo de la estancia estaba uno de esos chicos, desnudo, colgado de piernas y manos por cuerdas que lo sostenían en cruz. Su cuerpo estaba completamente surcado por decenas de marcas de latigazos. Pero lo que hizo vomitar a uno de los guardias civiles, fue ver el arco de un violín atravesando el pómulo izquierdo. El joven había hecho sus necesidades físicas encima, posiblemente debido al terror y al dolor que todos esos castigos le habían producido.

-Esperad, os ayudo – dijo el comandante.

Dos de sus hombres intentaban cortar las cuerdas que sujetaban al chico. Uno de ellos lo había rodeado con sus brazos y lo sujetaba, para evitar que al soltarse se cayera al suelo. Otro compañero había conseguido cortar ya una de las cuerdas de las piernas.

-¡¡Joder!!¡¡¡Cuidado!!!

Fernando se lanzó hacia el comandante y un agente y les empujó a la vez que colocaba el escudo para protegerse él mismo y proteger al chico. Al cortar la cuerda, un mazo que estaba sujeto a una palanca, se soltó e iba directo a machacar la cabeza que encontrara. En un primer momento era la del comandante y ese agente de los GAR. Luego, y también en su origen, el objetivo era el chico. El mazo eran tan pesado y la palanca era tan potente, que rompió el soporte de la estructura en la que estaba colgado el joven. Gracias a que el otro guardia lo había abrazado. Si no hubiera acabado estampado contra el suelo. Eso suponiendo que no le hubiera golpeado la cabeza el mazo, que la hubiera convertido en picadillo.

Fernando, a causa del impacto en el escudo, acabó en el suelo, aturdido al principio. El brazo empezó a molestarle de inmediato. Apartó de su ánimo el dolor a la vez que tiraba el escudo a un lado y se incorporó para ayudar a los posibles damnificados por esa primera trampa que les habían preparado.

-¡Comandante! ¿Se encuentra bien?

-Sí, sí, Peña. ¿Y tú?

-Joder, por los pelos. Gracias Fernando. ¿Te has herido? Siéntate un momento, pareces mareado. Respira profundo y despacio. Ese brazo tiene que doler.

Fernando sangraba del brazo con el que había sujetado el escudo para proteger al chico.

-Es que ha sido una monumental hostia.

-Mira como ha quedado el escudo – dijo Romanes que acababa de llegar. – Deja que te vende el brazo, Fer. Será solo un momento.

-¿Novedades teniente? – Garrido estaba preocupado por la detención del tercer implicado en la trampa a la caravana de Jorge.

-Tienen rodeado al tercer individuo. Es un hombre. El helicóptero lo ha situado. Ese hombre se mueve bien. Y sabe esconderse. Han llegado los CEDEX. Están comprobando que todo el explosivo ha deflagrado y que el escenario es seguro. El coche de Jorge es un amasijo de hierro. El coche escoba, parecido.

-O sea que Jorge hubiera quedado …

-Jorge, Tú, Silvia, Flor, quien hubiera ido con él. De ese coche es imposible que hubiera salido nadie vivo. Y poder recomponer los cadáveres hubiera sido cosa de semanas.

-¿Cómo está el chico? – Garrido se acercó al agente que intentaba atender al herido.

-Espero que llegue pronto la ambulancia. Necesita una transfusión urgente. No sé como vive todavía. A parte, yo creo que está aterrado en su inconsciencia.

-Llega un helicóptero medicalizado.

-¿Te ocupas Peña?

-He pedido a Leticia que venga. Mire, ahí está.

-¿Que tenemos? ¡¡Joder!!

-Tomás, vuelve al coche y trae el otro botiquín y toallas y vendas, lo que veas. Y una manta térmica. Tranquilo, chico. ¿Sabéis el nombre?

-Humberto – le contestó Fernando.

-Espero que Iker te haya echado la bronca. Ya hablaremos. Y no me apena nada ese vendaje que seguro te ha puesto Iker.

-Comandante, ya hemos abierto la otra puerta. No hay nada. Aparentemente.

-Abramos la tercera. Éste siempre va con su amigo Rafael. Si no está en esa, estará en la tercera. Y si no, habrá que volver sobre el resto de sitios que habíais identificado al principio.

Se encaminaron hacia la tercera estancia que les había señalado Aitor a instancias de los comandos que habían registrado a oscuras los dos edificios. Garrido se detuvo un momento para ver la sala que estaba vacía, la que habían llamado la número 2. Fernando volvió atrás. Se miraron. El comandante se llevó el dedo a la nariz. Y luego al oído.

Fernando desenfundó su pistola. Garrido hizo lo mismo. El sargento Pómez, al ver la determinación de su comandante, llamó a cuatro de sus hombres y se pusieron en posición de ataque, con sus rifles de asalto apoyados en el hombro y pendientes de todo a través de la mirilla. Garrido y Fernando avanzaban inclinados y con las piernas flexionadas con las pistolas listas para disparar. Miraban hacia delante. Los GAR oteaban según avanzaban las paredes y las ventanas y las vigas que sujetaban el techo.

-Comandante. Hemos encontrado al otro chico. También está malherido. Y también había trampa. En esta ocasión era una lanza que le hubiera …

-Ocúpate, Peña. Luego me cuentas. Me imagino cualquier barbaridad. Pero de verdad, ahora mismo esos detalles me … superan. Ya sabemos que los que han organizado esto son unos hijos de puta. Esos detalles me sobran. Ahora al menos.

-A la orden.

A mitad de la estancia encontraron un foso amplio en medio. Garrido le hizo una seña a Fernando para que le cubriera. Garrido se asomó con un gesto rápido y se retiró. Fernando estaba apostado y preparado para disparar. Garrido hizo de nuevo el mismo gesto, pero más decidido. Sin retirarse. Fernando le siguió. El agujero estaba vacío.

Siguieron avanzando. A pocos metros había otro agujero. Era también rectangular como el primero. Se asemejaban a los fosos de los talleres de coches. Repitieron el mismo proceder. Al asomarse, Garrido hizo un gesto con la nariz.

-¿Ácido sulfúrico? – pregunto Fernando en un susurro.

Garrido afirmó con la cabeza.

-Los de la científica deberán recogerlo y analizarlo.

El comandante volvió a asentir con la cabeza.

Siguieron hasta el siguiente foso. Ahí el olor les indicó con seguridad lo que se iban a encontrar.

Un ruido al fondo les llamó la atención. Dos de los GAR que les seguían les sobrepasaron y corrieron hacia el origen del ruido. Uno de ellos ordenó el alto a la persona que había aparecido de detrás de un muro de metro y medio aproximadamente que dividía en dos el recinto. Corría hacia una esquina en el fondo. Allí abrió una puerta que estaba disimulada y que no se veía hasta que prácticamente se estaba a su altura. El hombre parecía joven y corría desnudo. Los guardias salieron tras él. Pero en la calle, rápidamente fue rodeado por otros compañeros que estaban vigilando.

Garrido y Fernando no se movieron. Siguieron en su posición de asalto moviéndose despacio y andando hasta el siguiente foso. Todavía les quedaban dos. De nuevo, el comandante hizo un gesto con la nariz. Fernando también lo había notado. Se asomaron esta vez los dos a la vez, uno desde cada lado. Apuntaron con sus armas al interior. Había un cuerpo que según parecía habían tirado hacía poco.

-Ana, pide que traigan una escalera para bajar ahí. ¡Rápido!

Fernando le hizo un gesto señalando la nariz.

-No vaya a ser que haya estado en un estercolero y esté vivo. No es el olor de la descomposición de un cuerpo. Huele a estercolero, a basurero.

Un guardia llegó rápido con la escalera. Le hizo un gesto al comandante para indicarle que bajaba él. Garrido se relajó un momento y miraba como su hombre le giraba y le tomaba el pulso.

-Tiene pulso. Está vivo.

Fernando, al verle la cara, mostró su contrariedad. Sacó el móvil y llamó a Helga.

-Le han rebozado en basura – dijo el guardia. – Por eso el olor. Tiene restos en el cuerpo de mil cosas. Pobre chico.

-Pues en esa basura había algo muerto. Habrá que mirar por si acaso los alrededores.

-Por fin. No te localizábamos. – Helga había tardado en responder.

-Tengo a David aquí medio muerto, al chico de León.

-Mi amiga se ha ocupado del de Madrid, tranquilo. He mandado a dos patrullas de la ciudadana y lo han puesto a salvo. Era lo que te quería decir, que mis amigos de León no encontraban al chico. Su amigo estaba muy asustado y preocupado. Parece que David tenía más miedo del que reconocía. En cuanto me han llamado he puesto al otro a salvo. Habrá que ir a hablar con él. Está acojonado.

-Bobo. Si nos hubiera dicho … y hubiéramos puesto a salvo a ese otro pobre.

-No acababa de fiarse. Ni de Raúl.

-Luego hablamos. A ver si acabamos aquí.

-Comandante, éste es el basurero.

Tres hombres miraban el último foso del recinto.

Garrido se acercó para echar un vistazo.

-Cuando vengan los CSI, que lo miren todo. No me fio.

-¿Quiere que bajemos?

-Por si acaso. No vaya a ser que en el fondo haya susto o muerte. Pero baja por una escalera. No vaya a ser que haya algo, y lo destroces. O te claves algo. O acciones una palanca y se abra por debajo y caigas a vete su a saber dónde.

-En el foso del chico hay puertas abajo. – anunció un agente. – Lo que no hemos encontrado es el mecanismo para abrirlo.

-Que alguien registre el piso de abajo. Iker, pide a Aitor que nos mande el plano de la planta de abajo a ésta.

-Ahora mismo, mi comandante.

-Comandante, se llevan a los heridos. A éste pobre le toca la ambulancia.

-Viene otro helicóptero. Aitor había pedido dos. El segundo estaba en otro servicio.

-¿Quiere ver las fotos del segundo chico?

-¿Algo distinto al primero?

-El arco estaba … en otro sitio.

-Mejor ahórrame esta noche esos detalles. Mañana ya veremos. Fernando, ha llegado el momento en que salgamos fuera y nos fumemos un cigarrillo. Iker como no fuma que se fastidie y se quede a cargo de ir peinando el resto de la finca. A saber de lo que encontramos rastros.

-Comandante, una vez escuché a Jorge hablando con Javier que le decía que había un montón de cementerios en los que descansaban los chicos que ya no servían. Esta es una finca que sería apropiada para ese fin.

Garrido resopló.

-Me lo comentó Javier. No había caído. ¡Peña!

-Ya he oído. Acabo de llamar para que nos traigan los escáner. En cuanto lleguen, iniciamos una búsqueda por todo el terreno.

-¡Bien hecho! ¿Salimos? – le dijo a Fernando.

Los dos caminaron despacio hacia dónde habían dejado los coches. Aitor ya había accionado todas las luces. Los comandos del sargento Martínez estaban inspeccionando los recintos descartados por Aitor, por comprobar que no hubiera más sorpresas aunque no tuvieran como protagonistas a personas.

Fernando de repente se dio cuenta que seguía llevando la pistola en la mano, agarrada con fuerza. Le puso el seguro y se la guardó en la funda. Garrido lo miró un momento y se dio cuenta que él también la portaba. Siguió el mismo proceder que el policía.

Al llegar al coche, Garrido sintió náuseas de repente y corrió a un árbol cercano. Dos agentes de los GAR que estaban en la zona se dieron la vuelta para que el comandante tuviera intimidad. Fernando se agachó y se desató las botas que se había puesto para esa misión. Se las quitó y las guardó en el coche en el que habían venido. Sacó el paquete de tabaco y esperó a que llegara el comandante. Volvía limpiándose la cara con un pañuelo de papel. Uno de los agentes le acercó una botella de agua. Garrido le agradeció con un gesto. Le pegó un trago. Se enjuagó la boca y lo escupió. Volvió a beber, esta vez para hidratarse. Se apoyó en el coche al lado de Fernando. Le tendió la botella de agua a la vez que el policía le tendía un cigarrillo.

-¿Cuándo le digo a Migue que vas a casa a jugar con él?

-Le digo a Jorge y así le dedica los libros que tiene Abril. A Líam creo que le gustará también conocerlo.

-Me parece buen plan. Todavía no le conozco.

Fernando le pasó al comandante el mechero para que se encendiera el cigarrillo.

-Te va a caer bien. Y verás como en nada, tus hijos lo llamarán tío.

-¿Te puedes creer que solo fumo en estas ocasiones?

-Sí. Me lo creo.

-A veces pienso que no valgo para este trabajo.

-Ese pensamiento también te suele venir en estas circunstancias. No hace falta que te repita lo que tanto yo como toda la gente que trabaja o ha trabajado contigo te repite. Eres un guardia verdaderamente excepcional, por no hablar del gran tipo que eres. Y en poco tiempo que llevas en este destino, has conseguido tener un gran equipo. Algunos me los quitaría de encima – Fernando lo miró con gesto de chunga – desentonan.

Garrido se sonrió. Sabía a que compañeros se refería. Pero eso de momento, no podía solventarlo.

-Ellos mismos se pondrán en la dirección de largarse o acabar en prisión.

-Ya puestos, mejor esa última opción. Por cierto, no he visto a ninguno por aquí.

-Les tengo en otras labores. Lo malo es que en algún momento, tendrán que ocuparse de temas relacionados con todo este follón. Habrá que estar con cien ojos.

-Agradezco no haber tenido que verlos hoy.

-Algún día a lo mejor te digo que vengas para ponerlos nerviosos. Son tan fan tuyos como ellos de ti.

-Si pudieran, me hubieran matado hace años.

-Por eso José Luis te sacó de la Guardia Civil y te enchufó con Cantero en la Academia de Policía. Y éste te puso en manos de Javier. Sería lo único con un poco de cabeza que ha hecho.

Fernando encendió otro cigarrillo. Esos recuerdos siempre le dejaban tocado de ánimo. Garrido le dio un golpe cómplice en el brazo. Fernando se lo agradeció con una sonrisa.

-Dame otro cigarrillo. No fumes como los indios cabreados.

-¡Joder! La de tiempo que no oía ese dicho.

-Imagino que desde que dejaste de venir a juntarte con nosotros en los bares a tomar cervezas.

Garrido se encendió su segundo cigarrillo y después bebió el agua que quedaba en la botella. Un guardia les acercó dos botellines nuevos de agua.

-Voy a ir a buscar a un guardia que me dicen que es un tipo muy válido y que sus jefes lo tienen multando a los perros que hacen sus necesidades en las playas de Somo.

-Eso es que es gay y/o raro. Les dará miedo. ¿Lo conozco?

-Gay, raro y víctima. No creo que lo conozcas. Es muy joven.

-¿Quién te ha dicho?

-Uno que sabe por referencias de alguien que está en el mismo cuartel y que está enfadado por el trato que le dan. Aunque me da que éste es mensajero de otra persona. También me ha hablado Olga de él. Guti y Eloy.

-Juan y Eloy. Menudos dos. Si lo avalan los dos debe ser bueno. Lo que me despista es lo de Olga.

-Fue a una de sus conferencias. Se acercó al final y acabó invitándolo a cenar. Le impresionó.

-No sé a que esperas. Ya te ha dicho Javier alguna vez de dónde suelen venir esas recomendaciones, a parte de los que has citado que son de confianza y con criterio. Y has dicho la palabra víctima.

-Creo que es un candidato a ser un chico de Jorge. Lo de víctima me refería a su “currículum” oficial: un padre borracho que mató a golpes a su hijo pequeño. Él se salvó porque es un superviviente. Leyendo el informe del caso, debería haber muerto diez veces. Pero sobrevivió. El informe médico es kilométrico.

-Esa es la versión oficial.

-Sí. La que subyace a esta … imagina lo peor. Imagina lo que hemos visto que hacen padres como el de este joven. Él no recuerda nada.

-Como Carmelo. Y como Jorge.

-Sí.

-Tendrás que protegerlo cuando lo traigas.

-¿De?

-Sus compañeros. No lo entenderán. Pasará lo mismo que en destino actual. Si es un chico de Jorge, lo habrá pasado muy mal. Tendrá el cuerpo marcado. Y tendrá una sensibilidad especial. Y será bueno en su trabajo hasta decir basta. Será el mejor tirador, el que mejor analice una situación peligrosa, será quien empatice mejor y hasta límites insospechados con una víctima o con sus familiares. Eso hará que tenga relevancia en las investigaciones y que pase por delante de la gente con más años de servicio. Eso no gusta. Vendrá de tu mano, eso tampoco gusta. Aunque a muchos de los nuevos que tienes, has ido a buscarlos tú. Pero ya no se acordarán de ese detalle. Y si quieres más cosas por las que tendrás que protegerlo, vamos al inicio de esta parte de la conversación.

Fernando levantó un dedo como invitando a contar:

-Gay, Raro y Víctima.

El comandante aspiró el humo del cigarrillo y lo contuvo unos segundos en sus pulmones. Luego lo fue soltando lentamente por la nariz.

-Si tengo razón y es uno de esos chicos de Jorge … eso puede ser …

-Agobiante.

-Te conozco Fernando. Desde que hemos sacado al primero de ellos, te sientes culpable por esos chicos de ahí dentro. Se te ha puesto una nube de tristeza en los ojos. No tienes nada que reprocharte.

-Profesionalmente no.

-No quisieron hablar con Raúl y contigo.

-No, esos no … Jorge tiene una teoría y tardé en comprársela, pero al final lo hice. No al cien, pero tiene algo de razón. Él piensa que esos dos, Humberto y Rafael, de alguna forma son cómplices de lo que les pasaba a los chicos como Sergio, Yura y Jun, los que hablaron con Javier y Carmen. Veían y callaban, porque ellos cobraban. Les interesaba. Se creían mejores que ellos. Hay que tener en cuenta que todavía no tenemos referencias de esos músicos que estos animales mandaron matar porque iban a hablar de lo que les había pasado. O al menos, hicieron desaparecer. Sus cadáveres no han aparecido todavía. Desde mi punto de vista, no podemos descartar que estén secuestrados o … vale, pueden estar en otro de esos cementerios en fincas perdidas, de los que hablaba Jorge.

-Pero eso …

-Es discutible, sí. Pero no deja de tener razón. Hay muchos tipos de culpables. A estos, les dimos la oportunidad de contarnos, de ayudarnos. Y fíjate, la idea de Jorge cuando nos pidió que hiciéramos lo posible por encontrarlos, era ayudarlos. No era una cuestión policial para recabar evidencias. Pero ellos, esos dos, con su respuesta, además la forma de hacerlo, de darnos plantón después de decirnos que vendrían, es como si se rieran de nosotros, solo pensaron que eran más listos y que les joderíamos el negocio.

-Porque además a ellos, no les iba a pasar. Porque como has dicho antes, son más listos que todos los que fueron obligados al humilladero.

Fernando asintió mientras pegaba una calada a su cigarrillo.

-El que me preocupa es el otro, David. El que tiraron a la basura. Ese es el que me carcome el alma ahora mismo. No acabamos de llegar a él. Debería haber llevado a Jorge a verlo. No lo hice porque pensé que lo habíamos conquistado. Pero no fue así. No confiaba del todo en nosotros. Jorge no es lo mismo visto a través de una pantalla que visto en persona. Irradia algo especial. Una especie de aura. Sí, creo que ese es el concepto que más se adapta a lo que quiero expresar. Ese David hubiera confiado en nosotros y le podríamos haber ayudado mejor si yo hubiera decidido proponer a Jorge el ir a verlo.

-Habrá tenido mala experiencia con otros policías. O algún amigo.

-Te lo juro Rui, creo que deberíamos limpiar primero nuestras cocinas. Esos que hemos citado antes de pasada y muchos otros que no tenemos identificados.

-Eso llevará su tiempo. De momento debemos cambiar la mentalidad de muchos de nuestros compañeros. Enseñarles a respetar a los que no son como ellos. Y hacerles ver que los compañeros que no respetan a los “clientes” que son distintos, no merecen su respeto ni su protección cuando denigran a una mujer o a un gay o a un enfermo mental o a una persona que tenga una discapacidad.

-A muchos hay que enseñarles a respetar a las mujeres. Sí, eso es lo primero. Si ni siquiera respetan a las que les parieron, como para respetar a un marica. Y si es amanerado, ni te cuento.

-Eso, como al resto de la sociedad.

-Sí, pero nosotros tenemos que ser un referente para la sociedad. Tenemos que dar ejemplo y defender a las víctimas. No convertirlas encima en delincuentes metiéndoles una papelina para justificar desechar la denuncia que iban a presentar.

-Veo que te ha afectado de verdad lo de ese David.

-No me hagas mucho caso. Estoy cansado. ¿Y que hacemos con todo este parque de atracciones que nos han montado?

Ahora, con los focos encendidos podían observar mejor todas las molestias que se habían tomado los organizadores. Efectivamente, Fernando pudo ver su imagen en un par de esos monigotes. Jorge estaba en muchos. Helga, Raúl, Nano, Flor, tenían su muñeco también.

-Pues no me han sacado tan mal en esos muñecos.

-Al menos te han sacado más favorecido que a Flor, la pobre.

-Parece la mala aquella de la serie “V”.

-Pero si tiene más años que tú. La serie, digo.

-Quién ya sabes la tenía en DVD. La vimos juntos.

Garrido le dio un puñetazo en el brazo para animarlo. Sabía que esos recuerdos atenazaban el sentido de Fernando. Y si lo asaltaban por segunda vez en un período de pocos minutos, más.

-Cuando acaben los CSI le diremos a Aitor que lo active con la secuencia que tenían programada. -Puede ser divertido.

Fernando miró a Garrido sorprendido por esa apreciación que acababa de hacer. Éste le sonrió y le guiñó el ojo.

-Tendremos que esperar entonces. Aquí hay para días de recabar pruebas.

-¿Días? Y también semanas. El piso de abajo de los fosos, tela lo que parece que acaban de encontrar. Y esto no ha hecho más que empezar. Ahora vendrán los CEDEX. No me creo que como traca final a este parque de atracciones, no haya una potente bomba para destrozarnos a todos.

-¿Y qué ganan con todo este…? ¿Matar a cuatro guardias civiles o policías nacionales?

-Espera a ver lo que encuentra tu amigo Aitor respecto a la venta de este circo por internet.

-Creo que se va a venir mañana o pasado. Quiere verlo con sus ojos. Me acaba de escribir Jorge.

-Eso no es buena señal. Eso es que hay algo importante a lo que no puede acceder. Y viene para ponerle remedio.

-Eso pienso. Aitor no es fácil sacarlo de su refugio. Está lejos, muy lejos. Ver a Jorge y a Javier, puede que sea la disculpa que se busque. Me temo lo peor.

-¿Por qué no te quedas en casa a dormir? No estás para hacer el viaje de Concejo a tu casa de Madrid

-No quiero molestar. En todo caso me quedaré en la Hermida.

-Sabes que no molestas.

-Lo sé. Pero prefiero ir un día en que esté … de mejor humor y medio presentable. No quiero que Migue y Kike me vean así de derrotado.

-Tú lo que no quieres es que se despierten cuando lleguemos y te reten a una partida en la consola que seguro perderás.

-Si llegaríamos cuando se levanten para ir al cole. ¿Has visto que hora es?

-Mira. Mira allí – Garrido le señalaba el cielo que tenían a su derecha.

-Joder. Si empieza a amanecer. Lo que te decía, vas a llegar a tiempo de despedir a tus hijos camino del colegio.

Dos todoterreno de la Guardia Civil llegaban en ese momento. El capitán Melgosa y el teniente Lera se bajaron de uno de ellos.

-A sus órdenes mi comandante – dijeron casi a la vez.

-Dejaros de monsergas, Roberto, Gonzalo.

-Habíamos oído por la radio que teníamos un infiltrado de la policía. Una mosca cojonera. Al verte, nos hemos dicho: no podía ser otro.

El capitán Melgosa sonreía guasón mirando a Fernando. Éste se incorporó y abrió los brazos para abrazar a los dos oficiales que acababan de llegar.

-Y mira, descalzo como siempre al acabar una operación.

-No te decimos nada que ya sabemos que Iker y Paula te han echado la bronca por no visitar a los amigos.

-Prometo reformarme.

-Mi comandante, hemos venido para coger el relevo. Nos ocupamos nosotros.

-¿Has visto? Nos echan.

-Pues yo, comandante, me dejo echar. Ya he nadado bastante en mierda por hoy.

-Y yo, que cojones. Por ahí anda Iker.

-Le decimos que se largue también. Tenemos a los detenidos ya a buen recaudo en los calabozos. Y hemos montado un dispositivo para proteger a los heridos en el hospital.

-Bien hecho. Venga, Fer, vayámonos.

-Prometo no roncar demasiado en el coche. – dijo Fernando.

-¡No me creo nada!

El teniente Lera se echó a reír al volver a abrazar a Fernando antes de que éste se montara en el coche.

Patricia llamó a la puerta del despacho de Carmen. Ésta le hizo una seña para que pasara.

-Acaban de traerlo de la embajada de Estados Unidos.

-¿Lo han enviado por valija diplomática?

Carmen alargó la mano para coger el libro que le tendía Patricia.

-“The Wedding whithout boyfriends” – dijo en voz alta. – Patrick Day.

-La ha enviado Ventura Carceler.

El tono en que Patricia había dicho el nombre del enlace de Olga le había sorprendido.

-¿Lo conociste cuando estuvo en la Policía?

-Un chulo de mucho cuidado.

-¿Quién?

Roberto acababa de aparecer en la puerta.

-Ventura Carceler. – Patricia no disimuló de nuevo que no le caía bien.

-A mí no me lo parecía. Lo conocí y lo consideraba un buen policía. Álvar creo que también coincidió con él.

-Trataba a todos como si fuera un ser superior, no me jodas. Era un chulo, un engreído. Y total, era un tipo que no tenía nada. Ni listo, ni guapo, ni … era un policía de tantos. Compañeros uniformados les hay cien veces mejores y más preparados.

-A Olga no le ha dado esa impresión. De hecho, Javier lo tiene desde hace tiempo en su carpeta de posibles fichajes.

-No jodas. No le aguanto. Me niego.

Roberto la rodeó el hombro con su brazo.

-Tu novio de entonces, ¿No distorsionaría tu opinión al respecto? O la forma de tratarte. En aquella época todavía defendías con vehemencia a tu novio. Y Termas era el enemigo declarado de Ventura.

-¿Miguel? Es un cabrón, pero no creo que …

-Miguel Termas es un cabrón y muchas cosas más. Lo sabes, Patricia.

-Pero eso no tiene nada que ver.

-Ventura lo único que hizo es negarse a seguir las órdenes de Termas cuando esto suponía dejar a un culpable libre o no atender una denuncia de un “marica”. Y eso le supuso enfrentarse a todos los fieles de Termas.

-Es un chulo y punto – insistió Patricia.

-Dejemos a Ventura. Está lejos y no nos lleva a ningún sitio. – contemporizó Carmen – Mira Roberto, lo que nos ha enviado Olga desde Estados Unidos. Se lo ha dado Mark. Uno de sus amigos lo compró y le aseguró que es de Jorge.

-”La boda sin novios”. Era una de las novelas que le robaron ¿no?

Roberto no esperó la respuesta afirmativa de Carmen para abrir el libro y empezar a leerlo. Llevaba una página cuando volvió a la mancheta para ver al traductor.

-El traductor es el que traduce al inglés americano a Jorge. Es un detalle. Desde luego, parece el estilo de Jorge.

-A lo mejor puedes conseguir su teléfono.

-Claro. No te preocupes. Además, Noah Quirby con un poco de suerte, estará en España. Suele pasar largas temporadas aquí.

-Pues sí que gana con las traducciones.

-No se viene de vacaciones. Le gusta vivir aquí. Puede trabajar en cualquier sitio.

-¿En Madrid?

-En Alicante.

-¿Lo conoces?

-No. Pero algún amigo sí. Vivió un tiempo en Londres. Le gusta moverse en ambientes culturales. Hizo muchos amigos en esa época. Amigos comunes.

-Es un hombre inquieto.

-No sé deciros. Tiene parientes españoles. Por eso habla el español perfecto. Tampoco ha cambiado tanto de casa. Que yo sepa.

-Estados Unidos, Inglaterra, España …

-Me quedo el libro y lo echo un vistazo. Voy a leerlo en profundidad y te digo algo.

-No, no. Déjamelo que …

Pero Roberto había salido del despacho con el libro dejando a Carmen con la palabra en la boca.

-Los dioses del destino te han castigado, porque pensabas quedarte el libro. Si lo sé, no te lo traigo hasta haberlo leído – le dijo Patricia saliendo también enfadada del despacho.

-Me quedo sin libro, y encima, todos se enfadan conmigo. Debo ser tonta.

Carmen se levantó y fue a cerrar la puerta. Patricia la miraba y le hizo un gesto de “jódete” con el brazo. La peineta de Carmen como respuesta fue inmediata, antes de bajar el estor y ocultarla del resto de la sala común.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 93.

Capítulo 93.- 

.

Garrido sonrió a Fernando cuando se bajó del coche.

-Esos pantalones me suenan.

Fernando se rió también.

-Los llevo siempre en el coche. Y las botas. Viejos recuerdos. Son buenos para sitios como al que vamos. Comandante, me alegro de verte.

-La alegría es mutua. Esperamos que la noche no nos traiga sorpresas desagradables.

-¿Alguna novedad más? No he mirado el teléfono mientras conducía.

-Nada. Estamos intentando identificar al fallecido en el edificio de Rubén. Vivía solo al parecer y no tenía muchas relaciones sociales. Aritz no tiene nada. Le han puesto una rodillera y le han curado una pequeña herida que ni siquiera había sentido. Un par de días de reposo. Y como el médico que le ha atendido en Urgencias parece que le conoce, el reposo será en el hospital ingresado.

-Le debe conocer bien – se sonrió Fernando. – Seguro que es un antiguo rollo. Con un poco de suerte tal como hubiera salido de Urgencias, se hubiera venido para acá o hubiera ido a donde estuviera Javier.

Garrido se sonrió a la vez que afirmaba con la cabeza.

-¿Y respecto a lo nuestro? – Fernando volvió a su caso.

Garrido le tendió su móvil para que viera una foto.

-Se la han mandado a Jorge.

-¿Es ésta la que me ha comentado Javier? Esto … pero esto … a ver, puede ser una novela de Carmen Mola o la última de Javier Castillo.

Garrido se sonrió.

-Sigues leyendo mucho.

Fernando afirmó con la cabeza.

-Es mi válvula de escape. Y como Jorge no quiere empachar a sus lectores y nos espacia las publicaciones, no me queda más remedio que leer al resto de autores.

-Aitor, el chico ese que ayuda a Jorge y a Javier, ha descubierto que se trata de una de las pruebas y bocetos que han hecho para la serie de las novelas de Carmen Mola. Jorge se las ha enviado para que indagara.

-¿Y se la manda a Jorge? ¿Motivo? ¿Y como la ha conseguido el remitente? ¿Se han publicado en algún sitio?

-¿Asustarlo puede ser el motivo? Aunque yo me decanto por “provocarlo”. Quieren que se ponga en marcha. Y de todas formas la leyenda es lo interesante:

.

Búscalo” “Necesita tu ayuda”.

.

-Eso es Javier Castillo.

-Pero el músico te ha pedido ayuda. Mi gente está tomando posiciones en el sitio en dónde está localizado ese teléfono. No se ha movido. Lo hemos comprobado. Es una finca que en teoría está abandonada hace años. Debía ser ganadera y agrícola, y una parte parece ser que era granja escuela o algo así. Y respecto a los bocetos de esa serie, no se han publicado. Ese Aitor piensa que alguien ha hackeado a los diseñadores. Antes de que digas, no tiene ni idea de quién puede ser. Al menos por ahora. Parece que el que ha sido, ha cubierto bien su rastro.

Fernando supo en su fuero interno que dentro de unos días, sabrían la identidad del que sustrajo esos bocetos. No dudaba de la capacidad del protegido del escritor.

-¿Sigue encendido el teléfono?

-Sí.

-Es entonces una bengala que quieren que sigamos. ¿Y Jorge no ha hecho intención de venir?

-Está en Concejo. Están en el bar de Gerardo cenando con medio pueblo. Si lo necesitamos, se viene. Tus compañeros están preparados. ¿Nos vamos?

-Claro.

-Ven conmigo. Vamos mejor en el todoterreno.

-¿Ya te has comprado un Hummer?

-No me lo aprueba el general. Dice que es mucho gasto y muy ostentoso.

-Y gasta mucha gasofa. – bromeó Fernando.

-Pero yo no me rindo. En mis sueños, me veo conduciéndolo por caminos por los que apenas cabe de ancho. Con una antena kilométrica de radiaficionado.

-Y con diez todoterrenos de los GAR escoltándote.

-Coño, eso no aparece en mis sueños. Me lo apunto.

-¿Abril y los niños?

-Bien. El peque pregunta a veces por ti. No tiene compañero adecuado para ganar a la consola a sus hermanos.

-Es que los mellizos, son buenos los jodidos. Y Kike, telita con él. Quiere a Migue con toda su alma, lo protege a toda costa, pero el juego, es el juego.

-Es su sombra en el cole, sí. Deja a sus amigos por echarle un vistazo. Ha conseguido que todos al final lo consideren como otro de la panda. Y a esa edad, dos años de diferencia es mucha diferencia.

Emprendieron el camino hacia la finca dónde estaba localizado el teléfono desde el que habían mandado el mensaje a Fernando. En el coche que abría la comitiva, iban algunos hombres de los GAR.

-Te lo has tomado en serio.

-Después de lo de Aritz en Madrid, no me arriesgo. Y tengo a la UEI en el sitio. Aunque yo tengo la impresión de que no tienen nada que ver las dos cosas.

Fernando mostró con gestos que estaba de acuerdo con esa afirmación del comandante.

-No creo que pensaran que al mandarme el mensaje, me iba a lanzar yo solo a ir a ese sitio.

-A lo mejor pensaron que ibas a ir con Jorge.

-Pero hubiera ido todo el equipo.

-Más polis candidatos a ir al cementerio. A mí me huele a encerrona.

Fernando se quedó mirando al comandante.

-Piensas que es una trampa elaborada. Y Jorge el destinatario. Por mucho que hubiéramos querido, al llegar allí, depende de la trampa, hubiéramos caído en ella; no llevamos equipo para repeler según que ataque.

-Hemos estado hablando un rato Javier y yo. Cuando me ha escrito, he pensado en esa posibilidad. Y al hablarlo con él, después de tu llamada, él estaba en el mismo escenario. Por eso hemos cambiado de planes y hemos puesto en marcha todo este tinglado. Muchos compañeros se están cagando en nuestros muertos porque les hemos sacado de la cama.

-Al menos no llueve ni hace viento. ¿Y hay luz allí?

-Parece que sí. Aunque está desconectada. Están buscando el cuadro de luces. De todas formas he mandado llevar un equipo electrógeno y varias torres de focos. A parte llevamos los equipos de visión nocturna.

-Comandante, estamos en nuestras posiciones. No hay movimiento. La finca está a oscuras. Si da usted permiso, los comandos están preparados para acercarse. – Uno de los hombres destacados en la finca, les hablaba por la radio.

-Que vayan con cuidado. – contestó el comandante Garrido – Llegamos en diez minutos. Que tengan cuidado por si hay trampas. En cuanto veáis indicios de algo sospechoso, mejor parad.

-Guerra de guerrillas.

-Exacto. ¿Llevas chaleco? – preguntó Garrido a Fernando.

-Sí. Siempre lo llevamos. Javier es muy estricto con eso. Si pilla a uno sin él, le manda de permiso. Después de lo de Yeray y Kevin en el parque no pasa una. Ya sabes que los dos eran reacios a llevarlo. Ese día Javier insistió y acabaron poniéndoselo a regañadientes. Le salvó la vida a Yeray. Y no es una exageración.

-Ponte este otro por encima. Prefiero doble seguridad. Este casco te estará bien.

-¿Piensas que va a haber trampas con metralla?

-O fuegos artificiales, vete tú a saber. O puede que sea todo una broma. Como decías tú antes. Pero mira, mejor en estos casos es pasarse.

La comitiva de Garrido llegó al sitio desde donde partía la señal del móvil desde el que se había mandado el mensaje a Fernando pidiendo ayuda. El comandante y el resto de hombres se bajaron de los coches. Todos se pusieron a cubierto detrás de ellos.

-No os pongáis los visores nocturnos. Nuestros compañeros van a acceder al cuadro de luces para encenderlas.

Fernando escuchó el ruido de varios motores de drones. Miró al comandante que le hizo un gesto con la mano para indicarle que tenían dos. Nadie hablaba a su alrededor. Los agentes del GAR tenían todo su equipamiento puesto y portaban sus G36. Por un lateral Fernando vio como se acercaba el teniente Romanes con una tablet en la mano.

-Mi comandante – saludó a Garrido. – Eche un vistazo a lo que nos muestran los drones. ¡Fernando! No te había visto.

El teniente se acercó al policía y los dos se abrazaron.

-No debería ni mirarte a la cara. Hace siglos que no te acercas a tomar una cerveza. Y mira que te lo recuerdo siempre que vamos.

-Tienes razón, soy lo peor. Prometo enmendarme.

-A ver si es cierto. Si no, te borro de mis contactos.

-¿Qué han visto los bichejos esos?

-Míralo tu mismo.

-No parece que haya nadie ¿No Iker?

-Al menos nadie vivo.

-¡Mi comandante! – un miembro del equipo desplegado, le hablaba por la radio.

-Dime Martínez.

-No aconsejo darle al botón de la luz.

-¿Una trampa?

-Me da en la nariz que sí. Si me da unos minutos, hacemos un puente y nos saltamos los interruptores. O desmontamos todo esto. Irene es buena en estas cosas. Así vemos lo que hay y nos puede ayudar a entender lo que pretenden con esta pantomima. Ésto es evidente que lo han modificado hace poco.

-¿Una trampa de que tipo?

-¿Explosivos? O una traca para darnos la bienvenida y que todo el mundo se entere de que estamos aquí. Entre ustedes y nosotros, entre la valla de la finca y la edificación, hay decenas de cables por el suelo. Cada uno de ellos puede accionar algo.

-Parece que aquí hay alguien que es amante de “La Momia”.

-O de Indiana Jones. O aquella del corazón verde o algo así.

-Martínez ¿Por qué dices lo de pantomima?

-Nos hemos cruzado con algunas siluetas tamaño doble. Muchas son de Jorge Rios. Tienen su imagen vaya. De Fernando hemos encontrado también alguna. Y de alguno de sus compañeros. Raúl y Helga, por ejemplo. Seguro que el resto son de compañeros suyos. No los conozco a todos. No nos hemos parado a estudiarlas pero parece que … me ha dado la impresión de ser como en las ferias, el tiro con carabina, esas siluetas que se mueven y a las que hay que acertar. O los entrenamientos nuestros que aparece siluetas de malos o buenos y hay que diferenciar antes de disparar.

La cara de Fernando y Garrido eran demostrativas de que no entendían nada de lo que estaban escuchando.

-Mire mi comandante – Romanes le volvió a tender la tablet – Esto parece un decorado de esos para hacer pim, pam, pum. Al escuchar a Martínez lo he interpretado de otra forma. No alcanzaba a … entenderlo.

Garrido sacó el teléfono y llamó a Javier.

-¿Estás bien? ¿Fernando? ¿Tus hombres?

-¿Te he despertado?

-Me he quedado traspuesto sin darme cuenta. Perdona. Al ver tu nombre en la pantalla me he temido lo peor.

-Te habrás sentado en el sofá. Ese sofá es muy peligroso, te lo digo yo.

-¡Que va! Estoy en mi mesa. Me va a doler todo luego. Cuéntame, anda.

Garrido le hizo un resumen de lo acontecido. Fernando se había separado un poco de él en dirección a la finca. Estaba despejado, pero la luna estaba en cuarto creciente, y no daba mucha luz. Vio no obstante, el reflejo de algún tipo de cable que cruzaba el camino por el que hubieran entrado con los coches. Romanes se acercó a él.

-¿Qué piensas?

El policía le señaló con el dedo los reflejos de la luz de la luna que parecían indicar distintos alambres o cables que parecían entretejer una especie de red a partir de un metro delante de ellos aproximadamente.

-Nuestros compañeros tenían razón. Antes no se veía.

-La Luna está subiendo. En un rato se verá todavía mejor. Pero aún así, esos cables los hubieran pisado los coches, pero …

Anduvo en cuclillas unos metros, buscando algo de arena o tierra fina. Al final encontró un puñado que le pareció lo suficientemente fino para lo que pretendía.

-Iker, apártate un par de metros.

-¿Y tú?

-Me tiro al suelo.

-Espera un segundo. No hagas nada hasta que vuelva.

El teniente Romanes corrió hacia una de las furgonetas y sacó dos escudos protectores. Aprovechó y se puso él también un casco.

-¡Tened cuidado! – les dijo Garrido que mientras seguía hablando con Javier les observaba – Chicos, poneros a cubierto – indicó a los agentes del GAR.

Fernando se asomó a los escudos y tiró un puñado de esa arena fina que había recogido.

-¡Joder! – exclamó Garrido que seguía con el teléfono en la mano.

Al caer despacio la arena, dejó al descubierto una serie de haces de luz infrarroja o láser. Los había al menos a tres alturas distintas y a una distancia de unos veinte centímetros una de la otra.

-Ahora te llamo, Javier. Tengo que hacer un par de llamadas.

-¿Y qué activará eso? – pregunto Fernando sin dirigirla a nadie en concreto.

Clavó uno de los escudos al suelo para dejarlo como referencia. Su teléfono vibró en el bolsillo del pantalón. Era Jorge.

-¿No te habrás ido a lo “vin disel”?

-No. Tranquilo. Estoy con el comandante Garrido y sus hombres. Aquí hay más gente que en la guerra de Vietnam.

-Voy para allí – dijo un resuelto Jorge.

-No, ni se te ocurra. Dame un minuto y te llamo. Pero no te muevas, por favor. Hazme caso.

Garrido y Romanes se pusieron a su lado.

-Un segundo. – les pidió mientras marcaba de nuevo el teléfono de Jorge.

-Por casualidad no habrás recibido mensajes desde esa foto.

-Llevo recibiendo cada cinco minutos. Lo que pasa es que no los he visto hasta hace nada. Estaba con gente.

-¿Me los puedes reenviar en el mismo orden que los has recibido?

-Vale.

Fernando se sonrió. Era cierta la apreciación de Carmelo: se le estaban pegando expresiones de Martín.

-Comandante, Iker, mirad.

.

Te estás volviendo un cobarde, no te has atrevido a ir”

¿Ya no quieres a esos chicos?”

¿Es porque no te los puedes follar?”

Tic, Tac, Tic, Tac: quedan treinta minutos y morirán”.

Tú y ese Fernando que te acompaña sois unos cobardes. No sois nada sin las drogas”.

Tic, Tac, Tic, Tac: quedan veinte minutos y morirán”.

Tienen el culito sedoso, durito y depilado, como a ti te gustan.”

Tic, Tac, Tic, Tac: quedan diez minutos y morirán”.

Gif de una explosión nuclear”

Han muerto. Y recaerá sobre tu conciencia. No has tenido cojones de ir a salvarlos.”

.

-¿Y si han preparado una trampa en el camino hacia aquí? – propuso Romanes.

-Define trampa. – inquirió Garrido.

-Bomba. Asalto.

-Yo creo que la trampa está aquí – opinó Fernando.

-¿Cómo crees que accionarían esa trampa? – preguntó Garrido a Romanes.

-A distancia. Manual. Aquí no viene nadie. Hasta el camino que trae a la finca, es una carretera que usa mucha gente. Pero tienen que asegurarse de no hacer estallar a un pobre ganadero que va a alimentar a su rebaño de ovejas o cabras.

-Podían haber activado la trampa al venir nosotros.

-No, si el objetivo es Jorge. Lo que hay aquí, esto, sí es para nosotros. Pienso.

-Vamos a comprobarlo. – dijo Garrido a la vez que volvía a marcar el teléfono de Javier.

-Estamos hablando aquí, Romanes, Fernando y yo, y después de ver los mensajes que está recibiendo Jorge, se nos ha ocurrido que si tienen tanto interés en que venga hasta aquí, puede que le hayan preparado una trampa en el trayecto.

-¿Como propones averiguarlo?

-Con coches teledirigidos. Coches hackeados.

-Pero si queremos pillar a los hacedores, tendrás que desplegar en el camino a los GRS.

-No te preocupes. Parte están aquí con los GAR. Tengo otro comando prevenido.

-Me ocupo de la caravana. Mando un helicóptero para vigilar desde el aire.

-Pongo a los míos en posición.

Garrido colgó y miró a Romanes.

-Me encargo. – dijo éste.

Romanes se apartó de ellos haciendo unas llamadas.

-Mi comandante, le mando una foto.

Martínez, el jefe de los comandos que se habían acercado a la casa de la finca le había hablado por su línea interna. Garrido buscó en su móvil y miró la imagen.

-Hemos desmontado con cuidado el cuadro de mandos. Eso es lo que escondía. De haber accionado el interruptor general, todo eso se hubiera puesto en marcha. Algunos de ellos, tienen un temporizador. Quiero decir, que hubiera ido por partes. Me apunta Irene que parece que este sistema tiene conexión con algún ordenador central.

-¿Ahí pone fuegos artificiales?

-Afirmativo – le indicaron por línea interna.

-Fíjate Fernando. Fuegos artificiales, focos, surtidores de agua, flechas, explosiones … figurines uno, figurines dos, Jorge, policías, disparos … te juro que cuando antes te he dicho lo de los fuegos artificiales, lo he hecho de guasa.

-Me preocupa una cosa, comandante. ¿Y si esos chicos están ahí dentro? Todo eso puede hacer que mueran.

-Vivos no deben estar. Los detectores de calor así nos lo han indicado en la inspección con los drones.

-Pueden estar dentro de los edificios, a lo mejor dentro de una cámara frigorífica. O con un muro de cemento que los aísle. Si existe alguna posibilidad de que estén vivos …

-No sabemos ni si están.

Garrido se quedó pensativo un momento. Romanes volvió a acercarse.

-Lo de la caravana de pega está en marcha. Los nuestros están desplegados en la carretera de Concejo a Vecinilla. En cuanto accionen la trampa, irán a por ellos.

Fernando sintió vibrar de nuevo su teléfono. Era Aitor.

-¿Te puedo ayudar?

-Pensaba que estabas con los coches.

-Se lo he pasado a unos colegas. Conducen mejor que yo. Ya les he dicho lo que necesitan saber. Es como en “Los juegos de Ender”. Se creen que es un juego que deben acabar con bien o su prestigio como gamers quedará a la altura del barro. No hay nada como proponer un reto a un gamer. No tiene por qué enterarse nunca que han participado en una operación de la Guardia Civil y de la Policía Nacional. Cuéntame.

Fernando les hizo señas a Garrido y a Romanes para entrar en uno de los coches. Cerraron las puertas.

-Estoy con el Comandante Garrido y con el Teniente Romanes. He puesto el manos libres.

-Hola Aitor. Soy el comandante Garrido. Javier me ha hablado mucho de ti.

-Comandante. Encantado. Lo mismo digo. Le tiene mucho respeto y si Javier se lo tiene, a parte del cariño, cuenta con el mío también.

-Aitor, soy Iker Romanes.

-Hola Iker. Hacía tiempo que no hablábamos. Hoy parece que vamos a recuperar las conversaciones que no hemos tenido en meses.

-Me alegra que estés bien. Javier y Fernando me suelen comentar cosas de ti. Mira, te cuento un poco la situación.

Romanes le hizo un resumen de la situación en la que estaban. Aitor, mientras escuchaba, estaba trabajando y buscando información.

-El problema por el que no se me ha ocurrido llamarte, es que parece una instalación viuda. – opinó Fernando.

-No lo es. Han hecho trampa. Un montaje como el que has explicado, un espectáculo como ese, tiene que tener espectadores. Para ver a unos guardias y policías entrar en una trampa, esa sesión vale miles de euros por butaca. Y más si son los equipos del comandante Garrido y del comisario Marcos.

Garrido se quedó de piedra. No se esperaba esa posibilidad.

-¿Puedes acceder entonces?

-Sí. Déjame que lo estudie. Os vuelvo a llamar en un rato. Tengo que buscar dónde han entroncado una antena móvil con el cable de Fibra.

-¿De qué conoces a Aitor? – Fernando le miró sorprendido.

Romanes se sonrió.

-Batallas de juventud.

Garrido se echó a reír.

-A veces cuando os escucho, me siento como un abuelo. Si vosotros habláis de “batallas de juventud” … pero si sois unos pipiolos.

-Habló el comandante matusalén. El que con Javier Marcos constituye la dupla más respetada y envidiada de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Y todo eso antes de los cuarenta. Decenas de guardias y de policías quieren trabajar con vosotros. Y lo sabes comandante.

-Y otros no nos quieren ni ver, por razones variadas. Javier de todas formas es mucho más joven que yo – Garrido sonrió coqueto.

-Rui, por favor – Fernando abrió los brazos sonriendo – cinco años. Os lleváis cinco años.

-Mi comandante, esperamos instrucciones.

-Quietos todos de momento.

Aitor llamó esta vez a Romanes.

-Iker, te he mandado unas coordenadas al móvil. Es el punto en donde está enganchada la antena portátil de telefonía que da internet al sistema de esa finca. Debes sustituir ese enganche por uno vuestro, que luego no se vea afectado por los inhibidores. Perdón, corrijo. Debes enganchar al sistema un nuevo enganche para que yo pueda acceder a todo su sistema cuando activemos los inhibidores para que ellos se queden ciegos. Me imagino que llevarás tus útiles de trabajo, aunque no los uses.

-Claro.

-No vayas solo. Llévate a unos cuantos de los GAR. De los guerrilleros. No estoy seguro de que no haya vigilantes. Corre, pero con calma. Me mandas una bengala de las que tu sabes cuando lo tengas. Cuando yo te mande otra bengala, activas todos los inhibidores. Así, solo yo estaré dentro.

Garrido levantó las cejas.

-Tranquilo, comandante. Esas bengalas no son tradicionales. Aitor, eso está a tres kilómetros de donde estoy. Campo a través. Es un bosque y es de noche, y la luna no es llena precisamente.

-Pues no pierdas el tiempo. Los coches en diez, se pondrán en marcha. Es mejor que todo pase a la vez. El que ha organizado esto, se ha tomado su tiempo y le ha puesto ganas. Debe odiar mucho a Jorge. Pásame un segundo a Fer.

-Te estoy escuchando.

-Mira a ver si puedes mandar a alguien a proteger a los otros dos chicos de ese cuarteto. El de León y el de Madrid, ese con el que todavía no habéis hablado.

-Habría que mandar alguien con Sergio entonces también. – apuntó Garrido.

-De eso ya se ha encargado Jorge hace días. Sin comentarios. Le he avisado para que les ponga en alerta.

-Sergio está en París – dijo Garrido.

Fernando le hizo un gesto para indicarle que luego le explicaba. Aunque en ese momento Garrido cayó en lo que implicaban los comentarios que habían hecho Fernando y Aitor. No le preguntaría sobre el tema.

Fernando llamó a Helga. Le comentó lo que pasaba.

-Tranquilo, una amiga está pendiente. La aviso. El de León, conozco a alguien que se puede ocupar. Le digo a Raúl que le llame. Tú, preocúpate del fregao en el que estás metido. No hagas nada que no hiciera yo.

Mientras Fernando hablaba con Aitor y Helga, Iker Romanes había preparado su excursión y había cogido todo lo que necesitaba de su coche. Sin entretenerse para nada más, había iniciado su excursión.

-A lo mejor tenemos suerte – dijo de repente Garrido. Estaba observando el mapa con las coordenadas GPS que le había enviado Aitor.

-¿Por?

-Mira, está justo a diez metros de la carretera por la que vendría Jorge.

-Entonces está confirmado que hay vigías. Los que van a accionar la trampa para Jorge. Esos cuidan de las comunicaciones y de la trampa.

El móvil de Garrido volvió a recibir una llamada.

-Javier.

-La caravana en marcha.

Garrido le comentó las novedades de lo sucedido desde la última vez que hablaron.

-Yo que tú reubicaría a los efectivos que has puesto en el trayecto. Así Iker estará más protegido también. Él es el que puede hacer lo que ha pedido Aitor.

-¿Y si esos chicos están vivos? Fernando e Iker parecen convencidos de esa posibilidad.

Javier se quedó un minuto en silencio.

-Yo creo que esos chicos van a morir cuando entréis en la estancia en la que están. Para darnos en los morros y nos sintamos culpables. Al iniciar cualquier acción, debéis tener precaución. Yo buscaría primero a esos chicos. Hasta que se demuestre lo contrario, esos chicos están ahí y están digamos que en una situación de riesgo máximo. Yo daría a eso prioridad. Los fuegos artificiales, para luego. Para cuando Aitor tenga además certificadas la situación de las cámaras que lo grabarán, y que seguro ya lo están haciendo. Y que haya podido situar el ordenador central que controla todo ese tinglado.

-Me parece muy … retorcido.

-Rui, mira todo lo que vas descubriendo. Es todo muy retorcido. Esas imágenes gigantes de Jorge y sus escoltas. Esos indicios de trampas. No descartes que esos chicos acaben como en esa escena al principio de la novela de Javier Castillo. O algo parecido a algunas escenas de las novelas de Carmen Mola. Pero a vista nuestra, con nosotros de espectadores. Quieren a Jorge, pero también quieren humillarnos.

-Aquí entonces faltaría Carmen. Como alter ego de la “Elena Blanco” de Carmen Mola.

-Ha apagado el móvil. No sabremos hasta mañana lo que ha recibido esta noche. No descartes que alguien la haya animado a ir también a esa finca.

-Pero eso … son bromas internas nuestras. Bromas personales. Privadas. Lo de su parecido con esa inspectora de ficción.

-Todos los implicados conocen a policías. Todos tienen amigos entre nuestros compañeros. Es una broma que hemos dicho a Carmen delante de muchos. Que en esto está metido alguien de nosotros, eso dalo por seguro. Y alguien del mundo del cine o de los parques de atracciones.

-Carmen …

-Deja a Carmen que descanse. No la has visto como yo hoy. El tiempo que yo he estado perdido y ella se ha ocupado de todo le ha pasado factura. Está en mi casa, descansando. Y no pienso hacer nada para que se levante antes de que su cuerpo se lo diga.

-Mi comandante, tenemos a la vista el objetivo. Hemos descubierto a dos sujetos. Una de ellas, vigila con prismáticos la carretera.

-Los coches están a cinco minutos, calculo.

-Los GAR los tienen rodeados. No los han descubierto.

-Cuando explote la bomba, los noqueáis directamente.

-Tenemos dardos paralizantes.

-Lo que veáis más práctico. Pero no deis opción a lucha. Estad pendientes de que no haya una tercera persona.

-Estamos en ello.

-Porres, cuando te diga, accionas los inhibidores de esta zona.

-A la orden, mi comandante.

-Los coches llegan al objetivo.

Garrido se puso tenso. No sabían que tipo de trampa habría preparada.

-Veo sus luces – susurró Romanes.

Los tres vehículos habituales en la caravana de Jorge, enfilaban la recta antes de la curva a la izquierda en la que todo parecía indicar que estaba la trampa. No circulaban a gran velocidad. La carretera tampoco era dada a alcanzar en ella altas velocidades, y menos conducidos los coches por control remoto. La mujer de los prismáticos dio el aviso a su compañero. Éste sacó su móvil y se refugió en una especie de parapeto que tenían preparado. La mujer corrió también hacia allí. Iker les hizo un gesto a sus compañeros para que hicieran lo mismo y se pusieran a cubierto. Era claro que si esas personas se guarecían, es que la trampa era potente.

Justo cuando pasó el primer coche, el hombre accionó la trampa.

-¿Tienes un momento Javier?

Álvar se había asomado al despacho de su jefe. Javier lo miró sorprendido.

-Son las dos de la mañana. ¿Qué haces aquí todavía?

-Echando una mano a Patricia.

Javier se lo quedó mirando de medio lado.

-¿Qué te ha dejado mosca de tu encuentro con el embajador y sus amigos? Espera, vamos a por un café. Ya he pegado dos cabezadas y no prometo no pegar una tercera mientras te escucho.

-Pues tendrás que invitarme, pas d’argent. – bromeó Álvar.

-Ne ont pas d’argent? Je n’arrive pas à y croire.

-Petite monnaie. – Álvar miraba a su jefe con cara de broma. – Tendrás que invitarme.

-¡Ah! No. Eso no – dijo Javier en tono exagerado de indignación. – En todo caso te presto.

Javier se levantó de la silla y rodeó el hombro de Álvar con su brazo.

-No te han caído bien esos tipos. ¿Te han tratado mal?

-No, al revés. Los amigos del embajador enseguida han reconocido mi apellido. Solo he empleado el apellido de mi madre al presentarme.

-Como se entere tu padre, te deshereda.

Álvar se echó a reír. Habían llegado a la máquina de café y Javier estaba metiendo monedas para sacar las bebidas.

-El pobre está acostumbrado. Alguna vez me mira por encima de las gafas y mueve la cabeza como mostrando fastidio. Pero luego, me hace el desayuno con todo su cariño.

-Así que no te vas de casa de tus padres.

-¿Para qué? Es lo suficientemente grande para no vernos si no queremos. No me cobran por el alojamiento y nos hacemos compañía. A veces mi hermana deja a los niños con nosotros, así que …

-Ejerciendo de tío. Vamos a sentarnos en esa mesa – Javier le indicó a Álvar una de las mesas altas como la de los bares que había en esa especie de sala de estar que tenían montada en la Unidad. – Tu me dirás.

-Cuanto más lo pienso, más me convenzo de que el embajador no es trigo limpio. Decías que si me habían tratado mal. Él si que ha tenido detalles de soberbia. Creo que no le ha sentado bien que no fueras tú o Carmen a hablar con ellos.

-Es lo que pretendíamos. Mover el árbol. De todas formas, no creo que sea un menosprecio que vaya a verlos un descendiente de una de las familias francesas con más pedigrí. Y si están tan bien informados como pienso, sabrán que ocupas un puesto destacado en nuestro organigrama.

-Él no ha demostrado reconocer mi apellido. Sus amigos sí, de inmediato. Y una de las mujeres, se me ha quedado mirando y me ha preguntado por mi madre. Cuando Lys, seguido a eso, ha venido a mi encuentro y me ha dado un beso y ha recordado alguna vez que siendo niño nos vimos en alguna reunión familiar, el embajador no ha podido evitar mostrar su incomodidad. Me ha mirado con asco. Ha sido solo un segundo.

Álvar al acabar el relato de esa situación, suspiró.

-Te pareces mucho a ella.

-Sí, no puedo negarlo, la verdad. – Álvar sonrió coqueto. Eso para él siempre era un halago, porque su madre era una mujer muy guapa – Mi madre es amiga de Lys. También conoce al resto, pero no ha tratado con ellos como con Lys.

-¿Has hablado con ella?

-Nada más llegar de la reunión. Y no lo he hecho antes, porque sabía que tenía una cena importante.

-¿Está en París?

-No, está en Lyon. Sus negocios, ya sabes. Vuelve dentro de un par de días. Creo que la voy a engañar para que me haga de ayudante. ¿Te importa?

-Lo dejo a tu criterio. Confío en ti. Pero ¿qué quieres conseguir?

-Quiero quedar con Lys y mi madre. Y plantearle en confianza que debe sincerarse. Intentar sacarla del guion que tienen escrito.

-¿Se han creído lo de la amenaza?

-Sí, pero porque el embajador ha llamado a la Gendarmería. No han hecho más que contarme mentiras. He estado luego escuchando vuestra conversación con Jorge y Dani. No me han contado nada de lo que hablaron con ellos.

-Bueno. Ser quienes son y reconocer ante un policía, aunque sea español, que han comprado a tres jóvenes, que era evidente que habían sufrido maltratos continuados e incluso que les hayan extirpado a uno de ellos, que sepamos, dos órganos para venderlos al mejor postor, no … quiero decir que era esperable. Son un montón de delitos a parte del pequeño detalle de no ir a la policía a comunicar un delito flagrante, aunque sea el del maltrato de sus hijos.

-¿Se creen que Jorge no nos lo iba a contar?

-No creo que sepan hasta que punto está implicado en la investigación de todo este tinglado. Creo que muchos lo siguen considerando medio bobo. Y él, salvo en raras ocasiones, no saca de su error a su audiencia.

-El embajador lo vio dar mamporros. Y si escuchas a Helga contarlo, eran señores mamporros. Controla un huevo la lucha. Y sabe dónde golpear.

-Un luchador medio bobo. De todas formas, aunque ni Jorge ni Carmelo parecen inclinados a pensar mal del embajador, a mí no se me ha quitado la mosca de detrás de la oreja. Se confirma que el embajador primero buscó conocer a Carmelo. Y luego, le pidió a éste que le presentara al escritor. Y fue él el que insistió en mantener el contacto. Y por algún gesto de Jorge, me da que por momentos fue insistente. Ten en cuenta que en aquellos días, Jorge no gustaba de compañías extrañas.

-De todas formas, esos dos matrimonios y las amiga de la madre, no parecían coincidir en muchas cosas. Las mujeres mostraron muchas veces su desacuerdo con gestos. Sus maridos parecían aceptar los comentarios del embajador …

-O sea que has tenido …

-Igual que las apreciaciones que hicieron Dani y Jorge.

-¿Y lo de quedar con tu madre? ¿Como lo vas a hacer?

-Dudo entre hacerme el encontradizo o en quedar a cara de perro.

-Háblalo con ella. Ella las conoce mejor. Quizás yo … si tu madre está dispuesta, que haga un poco de cicerone de ellas y las lleve a ver algo que sepa que les va a gustar y que a sus maridos no …

-No les apasione. – Álvar acabó la frase de Javier.

-Y luego, a la hora de la comida, apareces tú. Yo le recomendaría a tu madre que las avisara y que fuera clara con ellas. Si está dispuesta, debe hacer el trabajo sucio de convencerlas de que es lo mejor para ellas y para esos chicos. Y de paso, entérate de si el embajador ha cobrado por organizar el curso. Suéltalo de improviso. Dalo como un hecho comprobado y que solo queremos saber la cantidad que se ha metido en el bolsillo. Tanto Jorge como Dani estaban convencidos de que algo de eso hay, por las miradas de las mujeres al embajador y a sus maridos.

-¿Has sabido más de esa reunión que iba a tener uno de los compañeros de mesa de Jorge con representantes de Anfiles? Al fin y al cabo has montado todo ese tinglado para evitar esa reunión.

-No. Bueno, un detalle: había una sala pequeña reservada. Para todo el día. La reservó un hombre al que no se le ve en ningún momento la cara en las cámaras del restaurante ni de los alrededores. Pagó en efectivo una cantidad abusiva, solo por tener la sala a su disposición. Y entre los comensales que ya habían abandonado el restaurante, hemos detectado a una pareja francesa interesante. Son directivos de una sociedad francesa que se dedica a los parques de atracciones. Y tienen tratos con Uremerk. Los chicos de Tere lo han descubierto hace un momento.

-Uremerk. Cada vez sale más esa empresa. Trabaja allí Galder ¿No? – Álvar se arrepintió de la pregunta nada más hacerla. Cambió de tema sin esperar respuesta de Javier – ¿Alguna idea de a quién fue a ver?

-Sí. Eso no puede ser casualidad. A ver como se desarrolla todo. Estoy casi convencido de que iban a reunirse con Paula Freire y quizás a alguno de sus compañeros de mesa. Por eso no les hemos dicho a Dani y Jorge que estaban en el restaurante.

-¿Y Carlota?

-Es otra posibilidad. También estaba en el restaurante. Pero eso no se lo podíamos ocultar, porque se cruzó con ella. Jorge no dijo nada, ni siquiera reaccionó cuando se cruzó. Pero la reconoció. Ya lo vamos conociendo. Lo hemos visto en las cámaras.

-Creo que esa Carlota está más implicada de lo que parece.

-He puesto a Bruno a investigar a Paula. Su pasado. Paula y Carlota. Y Nadia, claro.

-El pobre …

-Espero contar pronto con un par de guardias que le ayuden. Raúl cada vez está más liado con otras cosas.

-Si Olga convence a Ventura de volver, sería un buen fichaje. – opino Álvar.

-Tuvo muchos problemas. No creo que … quiera volver.

-Lo conocí un poco. No creo que sea feliz en Estados Unidos. Es un tipo muy perspicaz. Inteligente y trabajador. Y muy defensor de las víctimas.

-Pero es como nosotros. Es policía por vocación. Y aquí no podemos asegurarle que no se encuentre con esos que le hicieron la vida imposible. Y eso siendo hijo de quien es. De hecho, posiblemente llegue el momento de enfrentarnos a ellos, a sus ex-compañeros. Y él estaría en la movida.

-Pero el padre de Ventura es de los que no salen en la prensa. Aunque tenga mucho más poder que los que lo hacen. No le gusta hacer ostentación de su posición. Puede pasar desapercibido para la mayoría.

-Pero con todo el poder que tiene, no ha movido un dedo para destruir a aquellos que pisaron a Ventura. No se lleva bien con él, vale. Pero es su hijo. Lo único que consiguió es que recalara en el FBI. Y para eso, tuvo que mover muchos hilos, cuidado. Voy a intentar quedar con él.

-¿Que le vas a decir?

-No estoy seguro, te soy sincero. Intentar tenerlo de nuestro lado. Al menos quitarle del lado de ellos, si es que lo está, que lo dudo.

Álvar se quedó unos segundos pensando, antes de seguir con la conversación.

-Me da que sabes más cosas del padre de Ventura de las que reconoces. ¿Quedar con él? Eso quiere decir que lo conoces.

Javier sonrió. Pero era una sonrisa triste.

-Nos conocemos. Pero no te puedo hablar de ello.

-¡Ah!

La mente de Álvar empezó a trabajar. Conocía a Javier y sabía que si ocultaba ese tema, estaría relacionado con temas delicados.

-Haz una envolvente. – dijo de repente Álvar para centrar la conversación de nuevo – Con lo de Ventura. Habla con tu amigo Peter Holland. Que lo mande a España investigar algo relacionado con Anfiles. O de incrustado en la Unidad para chivarle datos.

-Ya tiene a alguien.

-No fastidies. ¿Sabes quién es?

-Tengo candidatos. Pero no lo sé con certeza. Pero es algo que puedo intentar si Olga no consigue convencerlo. El FBI está muy interesado en esta investigación. Saben más de algunos aspectos que nosotros mismos. Olga ha tenido una revelación. Piensa que todos los movimientos de Peter Holland respecto a su viaje para dar el curso en Quantico, han sido cuidadosamente medidos.

-¿Ha llegado a alguna conclusión?

-Tiene la sensación de que quiere que Ventura deje el FBI. Que se vuelva con nosotros, vaya.

-Eso suena maquiavélico.

-No sabemos sus motivos. Pero lo que tengo la seguridad, es que sabe mucho de nuestro caso. Y no lo va a compartir por iniciativa propia. En todo caso, si le preguntamos, puede que conteste. O si le pedimos ayuda en temas concretos.

-Piensa entonces que Anfiles está relacionada con la droga y con el tráfico de armas a gran escala. Para interesarle al FBI, debe ser algún tema de esos.

-Estoy casi seguro de ello. Pero no hemos dado con esa parte de la organización. En realidad, hay muchos Anfiles. Muchas secciones independientes. Y algunas con intereses contrapuestos. Esa competición entre ellos, a veces juega a su favor, aunque parezca contradictorio. Nos despista. La cabeza que está al frente, le encanta esa competición. Eso le renta a él mayores beneficios. Y hace que esas mismas secciones, hagan de vez en cuando, limpieza.

-Este café en lugar de espabilarme, me está derrotando. Me acabo de perder en tu razonamiento.

-Vete a la cama anda. Es un tema complicado que además, por mucho que tengamos prisa, ni esta noche, ni en ninguna de los próximos años, creo que lo acabaremos desentrañando del todo.

-¿Y tú? ¿No te vas a dormir?

-No puedo. Se ha complicado lo de Vecinilla. Se ha complicado hasta decir basta.

-¿Tan malo es?

Javier asintió con la cabeza apurando su café. Le hizo un resumen a grandes rasgos.

-¿Quieres que me acerque? ¿Te puedo ayudar en algo?

-No. Prepara eso que has pensado. Habla con tu madre. Y organizaros. Hay que avanzar en otras líneas. Y necesito que descanses. Puede que mañana debas tomar las riendas de parte de todo este tinglado. Debes medir tus fuerzas. Ya has estado ayudando a Patricia hasta ahora.

-Si necesitas algo, me lo dices.

-Claro.

-Voy a intentar quedar también con Elodie, la madre del chico fallecido.

-¿Fuera aparte de lo de las otras mujeres?

-Sí. Me da la impresión de que las mujeres mayores iban por otro camino.

-¿No será peligroso al ser amiga de Marguerite?

-Es que ella me dio la impresión de que … Hubo un par de miradas que le lanzó a su hijo … me da que el embajador la utiliza a veces, pero no creo que siempre esté de acuerdo. Ella creo que es de otra pasta.

-Pero es su madre.

-Ya. Pero Jorge es Jorge. Y esa mujer ha leído con mucha atención sus libros. Te repito: con mucha atención.

-Organízalo todo como consideres. Me parece bien tus propuestas. Si necesitas a alguien, lo dices. Creo que de todas formas, deberías pensar en ir con alguien siempre.

-Admito sugerencias.

-Ya pensaremos. Ahora no tengo la cabeza para eso.

-¿Qué les habéis contado a Dani y Jorge? Con el escritor no he tenido contacto casi, pero con Dani sí. A veces quedamos a tomar una cerveza. No quiero meter la pata.

-Lo que has visto en la entrevista. Luego no le he dicho nada más. La versión oficial del desalojo es la que les diste cuando llegabas. De lo de Olga, no saben nada. Solo que el hermano de Carlota está en Estados Unidos en paradero desconocido. Ni de que en el restaurante estaba Paula con sus amigos y Justo Ríu.

-¿Ya habéis descubierto qué libros ha publicado Jorge con otro nombre?

Javier se echó a reír.

-No voy a perder el tiempo buscando esa información. Si un día me pica la curiosidad, le llamo directamente y se lo pregunto. – se arrepintió de su respuesta nada más darla – Ventura nos ha hecho el trabajo en ese sentido. Mañana te paso el nom de plume para que vayas a comprar sus novelas. Sé que lo preguntas porque quieres leerlas.

-Puede tener su relevancia en la investigación. – el gesto de Álvar era el de un niño pillado en renuncio. Javier se echó a reír.

-¡Ah! Estás aquí. – Patricia acababa de aparecer en la sala de descanso. – Estamos apunto en Vecinilla. Deberías ir a la sala. Y tú deberías irte a la cama. Estás derrotado. – se acercó a Álvar y le dio un beso en la mejilla a la vez que le susurraba un “gracias” muy sentido.

-Vamos, sí. – Javier se levantó con fuerzas renovadas – Y tú vete a descansar. ¿Quieres ir a mi casa? Está más cerca. – Javier sacó las llaves para apoyar su ofrecimiento.

-No, no, tranquilo.

-Pues tú a la cama directo. No juegues con tu salud, joder. – Patricia le amenazaba con el dedo.

-Ya estoy bien.

-No te has mirado al espejo. ¡¡Lárgate!!

-Vale. No te pongas así – Álvar sonreía a Patricia. Esta se acercó y le dio otro beso en la mejilla.

-Hazla caso. – dijo Javier.

-Pongo en marcha mañana lo de esas mujeres.

-Si necesitas algo, me dices.

-No, me dices a mí. Otro que … mañana a ver quien te aguanta Javier.

-Tú. ¿Quién va a ser? – Javier se echó a reír.

-Vamos, anda, tira a la sala. Nos vamos a perder el festival.

Javier se levantó y siguió a Patricia, a la vez que le hacía a Álvar un gesto con la mano para despedirse. Aunque de repente a éste se le ocurrió una cosa.

-¡¡Javier!! Se me acaba de ocurrir. ¿Por que no mandas a alguien a registrar esa sala? Puede que se hayan dejado algún mensaje. Puede que todo fuera para recoger un pen pegado en la mesa o una carpeta con un expediente.

Javier se quedó pensativo.

-Me encargo yo, no te preocupes. – se ofreció Álvar.

-No, no. Tú descansa. No tengas prisa por levantarte mañana. Ya mando a alguien. Conviene hacerlo a primera hora. Patricia ¿Te encargas de pedir una orden?

-Ya la tenemos. La pedimos por si acaso. No la usamos. Así que mañana quien consideres, puede hacerla efectiva.

-Bien visto. Pues encárgate de que alguien de confianza lo haga.

-Me encargo, tranquilos. ¡¡¡Qué te largues, Álvar!!! O llamo a tu padre a que venga a recogerte.

-¡¡Qué carácter!!

-Y lo malo, lo que le asusta a Álvar, es que su padre vendría – bromeó Javier.

Álvar se fue camino de su mesa para recoger sus cosas. Levantó la mano a modo de despedida, sin darse la vuelta, aunque estaba seguro que tanto Patricia como Javier lo estaban mirando. Estos se sonrieron y a su vez se fueron en sentido contrario, camino de la sala de reuniones, en donde tenían montado el gabinete de crisis de esa noche. La comitiva falsa estaba camino de la finca. Era la hora de la verdad.

Jorge Rios.