Estoy triste…

… muy triste.

He vuelto de vacaciones.

He vuelto a trabajar.

Son días difíciles. Muy difíciles.

Ains.

Me ha dicho hoy uno, que seguro que me había aburrido. ¡Ja! ¡Una mierda aburrirme!

Son días tristes, difíciles.

Sip.

Y encima, no me ha tocado la primitiva.

ains.

Y muy mal… no  me habéis invitado a un café… muy mal.

Ains.

De cultura, de culturetas, de indocumentados, todo ello salteado con tacos y un par de tópicos.

Hablemos de cultura. Últimamente me persiguen ciertos conceptos que quiero liberar hoy aquí.

¿Es bueno tener cultura? ¿Hay que disculparse por no tenerla? ¿Hay que reírse de quien la tiene? ¿Alguien que sepa mucho de algo, debe machacar a quién sepa menos?

Os cuento varias situaciones para centrar lo que quiero liberar.

Tengo unos amigos que para disimular su poca cultura de los demás, siempre empiezan riéndose de los que la tienen. Y siempre empiezan hablando de “qué ellos no saben nada, pero…”, y lo hacen en ese tono entre el sarcasmo y la chulería que emplean siempre aquellos que quieren tapar sus limitaciones. Así consiguen que los que saben algo, se sientan inferiores a ellos, que no tienen ni idea de nada, y no se atrevan a contradecir nada de lo que digan.

Tengo otros amigos que, son unos eruditos de narices. No hay nada que se les escape de literatura, pintura, música… y cualesquiera otra “arte” digna de estudio por cualquier humanista de pro. Estos no utilizan el sarcasmo y la chulería para desacreditar a quién no esté en su mismo nivel. Utilizan un ligero alzamiento del mentón, y unas miradas por encima del hombro. Ya sé que es típico, pero… es lo que hay.

Hace algún tiempo, fuimos unos amigos y yo al teatro. Un clásico “El mercader de Venecia” de Shakespeare. Nunca había visto una obra de Shakespeare en teatro. La versión no era acertada, para mí, pero al final, disfruté, porque el teatro me hace disfrutar. Será que no voy prácticamente nunca… no lo sé.

Una semana después, nos juntamos casi todos los que fuimos al teatro, con otros amigos. Creo que salió el tema del teatro tangencialmente en un momento. Unas risas y tal “qué mala era” “el judío parecía histriónico de narices”… Sin ninguna trascendencia. Al cabo de unas horas, me entero que estos amigos “incorporados” se rieron luego de nosotros por ser tan “culturetas”. Por cierto, allí todos eramos gays, los culturetas, y los que no son culturetas. Para que luego digan que los gays somos la leche de intelectuales, uno de nuestros tópicos, e igual de falso que el que follamos la hostia. Y el de que no decimos palabrotas.

Por cierto, para el que le rechine el lenguaje salpicado de tacos y demás, os remito a Camilo José Cela, a la sazón Premio Nobel de literatura.

Yo tengo por otro lado, unos amigos con los que es un placer charlar. Porque, aprendo mucho. Me quedo embobado cuando citan y citan a autores, y puedo escuchar poesía de sus labios, que enlaza con algo de lo que esté saliendo en la conversación. Me encanta escucharles… e intento aprender de ellos. Normalmente no lo consigo… pero lo seguiré intentando. Aunque sé de otros amigos que, a lo mejor se sienten un poco a disgusto, porque piensan que no están a la altura, cuando no se trata de estar a la altura, se trata de aprender de los que tenemos al lado, y de enseñar lo que nosotros tenemos que aportar en otros campos. Y aquí podemos enlazar con alguno de los puntos anteriores.

El otro día conocí a un bloguero mucho más joven que yo. Y pasé un rato muy agradable escuchándole sus vivencias, sus opiniones. Muy interesante, de verdad. Poco le podía aportar yo, pero, le escuché con interés. Y le volveré a escuchar cuantas veces quiera.

Por cierto… ¿la cultura tiene una pinta determinada? ¿Hay que llevar gafas para parecer intelectual? ¿Aire de despistado? ¿Ausente? ¿Ser antisocial?

Tengo un amigo que es bastante leído. Ya quisiera yo ser una décima parte de lo leído que es él. Y me he dado cuenta de que los últimos meses, me he pasado mucho tiempo intentando convencer a los demás de que este amigo no es un botarate que apenas sabe hacer la “o” con un canuto. Vale, no lleva gafas, tiene demasiados compromisos sociales, le gusta divertirse… bueno la verdad es que este chico no se le reconoce como gay por allí donde va. ¿será que va de incógnito en todas sus facetas? ¿O será que, como no parece gay, tampoco parece que haya leído al menos 3 libros en su vida?

El otro día, buscando información sobre un modelo de moda que iba a colgar en el blog, me enteré que durante un tiempo, fue la comidilla de ciertos programas de televisión y de ciertos blogs, porque parece que en una entrevista quedó en evidencia que su cultura no era muy grande. Todo eran chascarrillos y risas sobre él. Y claro, los ataques llegaron hasta su trabajo. Quizás le hicieron pagar su éxito, o sus errores, no lo sé, pero me parece un poco penoso que se rían de alguien porque su cultura no sea la que se supone que debe tener un chico de veintitantos años.

El otro día, hablaba con un amigo de la estupidez. ¿Quién es más estúpido, quién se conforma con disfrutar del partido de los domingos, o quién no disfruta de nada, refugiándose en la cultura y el conocimiento con mayúsculas?

Venga, va, pensad un momento el tema.

¿Ya tenéis una respuesta?

¿sí?

Pues ya me la estáis contando, porque a mí solo se me ocurren un ciento de gamas de grises.

El caso es que en poco tiempo, uno pasa por ser intelectual, a ser gilipollas inculto, y sin verlas venir.

El caso es que de repente, te encuentras repasando conversaciones para intentar discernir en qué momento uno pecó de saber mucho, más que nada para poder enmarcar ese momento, y colgarlo en el cuarto de los “momentos inolvidables y únicos”.

Y luego, en el minuto siguiente, me encuentro haciéndome un planning de estudio, para no parecer tan cateto. Y todo, quizás, por un par de indocumentados con poca autoestima, que se entretienen a lo mejor, en convencer a los demás de que son… no encuentro la expresión… ¿menos malos? ¿Mejores?… o quizás solo intenten disculparse, cuando nadie ha considerado que era necesaria esa disculpa. Esa necesidad solo está en su cabeza.

Pero al final, uno que siempre quiere que todo el mundo esté contento, y que le da muchas vueltas a la cabeza, es el que se encuentra siempre triste, y afligido. Y encima, solo sé, que no sé nada, como dijo aquél.

Pero todo esto, me pasa por ser gay, seguro.

Estoy valorando, pues, cambiar de acera.

¡Toma ya!