Hoy me he sentado un rato, después de comer. Me he sentado en la terraza, mirando a la gente caminar por la calle. Hacía fresquete, pero me he llevado mi “mantita de salir a tomar el aire a la terraza”, así que estaba calentito. Además ayudaba un poco el sol. Es un sol de febrero, pero, algo es algo.
Y hoy me ha dado por recordar. Estaba tranquilo, no tenía prisa, no trabajaba luego, el sol, la paz, el canto de los pajarillos…
Se llama Rubén. ¡Lo que he querido a Rubén! Y lo sigo queriendo.
Empezó todo… lo recuerdo como si hubiera sido ayer… y el caso es que ya han pasado unos años; un día vino a verme a Burgos. Él era de Cádiz. De punta a punta.
Llegó sin avisar. Pasó toda la noche en el tren. Habíamos estado muchos meses hablando por el MSN, horas y horas, y siempre parecían cortas. Alguna vez me insinuaba que cualquier día se presentaría en Burgos sin avisarme antes. Me decía que no en realidad no haría falta que me llamara antes, porque yo oiría su corazón latir cada vez más fuerte, más acelerado, según se fuera acercando. Hubiera estado bien… pero no, no ocurrió así, y tuvo que llamarme cuando llegó a la estación.
Fui corriendo, a mí si que me latía el corazón desbocado. No sabía lo que me iba a encontrar, o… no, no era eso, yo sabía lo que me iba a encontrar, pero… no sabía lo que sentiría… , no tampoco era eso… yo sabía lo que iba a sentir, lo sentía desde hacía muchos meses. Aunque a veces las cosas no son iguales al otro lado de la pantalla y a éste, por algo que nunca me he podido explicar, yo no tenía ninguna duda.
Llegué a la estación de Renfe y lo busqué entre la gente. No sabía como era físicamente, no nos habíamos enviado ninguna foto. Esto cuando se lo contaba a algún amigo, no se lo podían creer. Todos parecen tan preocupados del físico… yo nunca lo he entendido… para nosotros no hacía falta fotos ni descripciones físicas… nos gustábamos, empezamos a sentir algo, a querernos, pero no era algo físico, no era un capricho, o algo simplemente sexual; era algo… era sentimiento puro… amor. No necesitábamos saber si uno estaba un poco gordo, o el otro tenía el pelo negro azabache, o rubio eléctrico. Eso daba igual.
Pero allí lo vi, sentado en una mesa. Y supe que era él, no me digas por qué. Él levantó la cabeza, me sonrió… lo supo. Mi corazón siguió aumentando la velocidad de su latir. Era… uffff… ahí me empecé a subir a una nube… Si antes de ese día estaba seguro de mis sentimientos, en ese momento se multiplicaron por cien. O por mil.
Llegué a su mesa. Se levantó, sonrió, abrió los brazos, yo hice lo mismo, aunque no lo recuerdo con nitidez, y… nos abrazamos. El abrazo si lo recuerdo… Un abrazo largo, muy largo… Me sentí… tantas cosas… ese abrazo me hizo sentir protegido, acompañado, mimado, me hizo sentir parte de algo que salía de los límites de mi mismo. Estuvimos así un buen rato, y yo hubiera seguido… él hizo amago de sentarse, pero si por mi hubiera sido, hubiera seguido mucho más tiempo abrazado a él.
Pero aun sentados nos seguimos abrazando cada poco… mientras me imagino que hablábamos, nos contábamos cosas, o sensaciones, o poníamos voz a nuestro corazón, a lo que tantas veces habíamos hablado en la distancia, aunque en realidad, de lo que hablamos, no me acuerdo de ni una sola palabra.
Hubo un momento, que entre abrazo y abrazo, se le escapó un beso en mi cuello. Se separó para mirar mi reacción, nos miramos, sonreímos… me puse nervioso y bajé un instante la mirada, para coger fuerzas y al levantarla de nuevo, me encontré con un beso en mis labios. O a lo mejor fui yo quién le besó a él… da igual, tampoco sé precisarlo con exactitud… seguía en una nube, pero nos besamos, eso seguro.
No se decir cuanto tiempo estuvimos. Era como algo mágico. Eramos un mundo aparte, una isla en medio del océano. Solo existíamos nosotros dos, llenos de unos sentimientos que nos llenaban de felicidad y de algo más que nunca habíamos percibido hasta aquel día. Todo fluía sin un guión previo, sin premeditación. Sin importarnos lo que pudiera pensar la gente que nos veía.
Esto es amor. Yo lo sentí así. Yo lo sentí así en una mañana, para mí una mañana muy soleada, en mi pequeña ciudad, en la estación de Renfe.
Podría haber seguido recordando esa primera noche que dormimos juntos y abrazados. O tantos otros momentos maravilloso. Pero el reloj me ha avisado de que había que volver al presente, levantarme de mi terrada, y prepararme para echarme a la calle, y cumplir con mis obligaciones sociales. Dejaremos esos recuerdos para otro día.
_____
PD Este relato es una recreación libre de una experiencia real que me contaron el otro día, y me gustó tanto que me propuse recrearla. Porque ese día, también era San Valentín. Como hoy.