6º retazo de la vida de Álvaro. Y el 7º, también.

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6º retazo. Autor: Peace for ever.

Notó unos dedos cálidos sobre su yugular y como le cubrían con una manta. Recordó la sensación que le producía cuando su madre le arropaba por las noches cuando empezaba a conciliar el sueño. Esperó la dulce sensación del beso que le daba su madre en la frente antes de irse; lo que sintió era que alguien le sacudía suavemente el hombro. Abrió los ojos.

– ¿Estás bien? -Le pregunto un hombre de uniforme.

– Tengo mucho frío.

– ¿Quieres que te llevemos a un albergue municipal?

– ¿Y eso qué es?

– Un centro donde te pueden acoger mientras no encuentras un techo, pero tiene unas normas muy estrictas…

– Te obligaran a ducharte y cambiarte de ropa…

Se quedó con aquellas palabras, ropa limpia, una ducha

– ¿Con agua caliente? – preguntó.

– Sí claro.

– Pues ¿a qué esperamos?

El policía municipal le ayudó a incorporarse y lo acompañó hasta el coche patrulla.

7º retazo.

No lloró, no. No lloró en el entierro, ni después, ni antes. Ahora sí lloraba.

No lloraba por sus padres, ni entonces lo dejó de hacer por que fuera fuerte. Ya daba igual, estaba cansado de fingir. No lloró, porque sus padres le importaban una mierda. Y él a ellos. Viajaban, hacían su vida, pagaban las facturas, él hacía su vida, se divertía y gastaba. “Hola” “Hola” si se cruzaban en la escalera. “Vienen los Camacho a cenar con Inés. Es a las 9. Ponte el traje azul”. “No cojas el Mercedes”.

Jacinta fue su niñera.

Jacinta estaba sentada en la cama, a su lado.

– Tranquilo, Álvaro.

Jacinta era una señora bonachona y trabajadora. Cariñosa. Había sido su madre y su padre hasta los catorce. El día que cumplió, quince, sus padres la despidieron.

– Eres un hombre, Álvaro, no necesitas niñera.

Pero nadie se preocupó de que necesitaba a una madre y a un padre.

Álvaro no lloró ese día: su padre lo miraba con esa cara que indicaba que no lo debía hacer. Su única misión como padre, había sido enseñarle que tenía que ser fuerte, porque “Eres un Martínez-Del Pino, no lo olvides”. Un día lo olvidó y su padre le cruzó la cara delante de sus amigos. Ya no volvió a olvidar.

– ¿Cómo estás cariño?

Esa mirada, esa sonrisa… Jacinta… un espasmo de llanto le recorrió todo el cuerpo empujando a un reguero de lágrimas que bajaban por sus mejillas… tantas cosas quería decirle…

– ¿Por qué saliste así, corriendo del albergue?

¿Correr? ¿Albergue?

No recordaba nada.

Intentó explicárselo, pero… quería hablar, pero…

– Tranquilo – le dijo… mientras le secaba las lágrimas con un pañuelo, y sonreía… de esa forma… – descansa…

Cerró los ojos y se durmió al instante. Jacinta estaba a su lado.

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Nota:

¿Vas a seguir tú?

¿Vas a ser el siguiente a Peace for ever?

¿Vas a contarnos otro retazo de Álvaro?

Con los libros empezamos ya. Apresúrate también. Da igual el libro, tu edad, tu condición sexual.

Más fácil no lo puedo poner…