II Semana del libro: «La teología feminista de la Historia» de Teresa Forcades i Vila, por Pere.

Forcades en este libro hace un recorrido crítico de la evidencia que siempre ha habido con la discriminación de la mujer en la sociedad, en la vida pública, en todo el entorno que siempre la ha rodeado. Han sido siglos que no ha tenido nunca ni voz ni voto. Para los varones, la expresión del problema de las mujeres acostumbra a significar que las mujeres son un problema, dice Forcades.

Han sido sometidas a la voluntad del hombre como ser inferior, igual que aún hoy en día son considerados también todos los seres que no tengan la condición de “blancos”.

Es preciso volar y tener valor de hacerlo, no se quiere una previsión abstracta, arcaica, supersticiosa y sin fundamento alguno. El Vaticano y sus correligionarios, en nombre de vete a saber quién, ha hecho mucho daño en este aspecto y, a veces, han perdido la credibilidad. Quizá me desvío del camino que quería recorrer… inoportuno?

Como a muchas persona, cuando la consagración de la Basílica de la Sagrada Familia de Barcelona, aparecieron aquellas monjas para “limpiar” el ara que iba a ser consagrada, sentimos vergüenza ajena. Se estaba utilizando a unas personas que fueron manipuladas solo para un servicio difícil de definir como tal. Lo discutí con un obispo amigo, no lo identifico por pudor, y su criterio era o es que son siervas de Dios. Yo le pregunté: ¿de Dios o de los hombres? Aquella servitud fue denigrante, ante tantos millones de personas que lo estaban viendo; no entiendo esta posición tan denigrante de cara a la mujer.

Forcades es lo que defiende constantemente, la liberación de la mujer, apoyándose en textos de mujeres que en su día se “rebelaron”. Sí, han quedado sus escritos críticos, pero nada de lo que plantearon se ha llevado a cabo. Ha quedado en eso, en simples escritos. Es un toma y daca. Un jugar al escondite para no perder la supremacía que tiene el hombre. No creo que a nadie con dos dedos de frente o de sentimiento, le apetezca llegar a situaciones de vejación en la mujer. Es algo frío que sí, decimos, que hay que tener conciencia de ello y tomar postura.

Pero quedas encerrado en un comportamiento desigual y retrasado en la peor situación y abrasado de rabia leyendo el libro.

Lo peor de todo es que a muchas mujeres les da miedo andar solas, no saben hacerlo, se han visto invadidas por la personalidad machista y agobiante del hombre y tienen miedo a ser ellas mismas. Las hay que todo y que denuncian malos tratos, retiran las denuncias porque no saben mirar hacia delante y emprenden un camino diferente del que no encuentran retorno o sin valor para afrontarlo.

Es como los esclavos del centurión de La Biblia, que Jesús en la distancia ha curado a uno de ellos (es la frase que se utiliza liturgia: “No soy digno de que entres en mi casa, diciéndoselo a Jesús). Hago referencia a ello dado que el centurión al haber regocijado de aquel milagro de Jesús con su criado o esclavo, les da la libertad a todos los que le servían. ¿Cuál fue la reacción de los esclavos? Dijeron: Señor, que vamos hacer con nuestra libertad si siempre os hemos servido, no sabemos hacer otra cosa. Triste reacción al no tener una manera digna de un horizonte.

Y aquí radica el problema de la mujer, no sabe qué hacer con su vida si se aleja del marido profanador y regresa a su estatus de víctima.

Me he apartado un poco de la reseña del libro, pero en líneas generales es lo que reivindica Teresa en la necesidad del camino de la lucha, de un inesperado pasaje que hay que descubrir y olvidarse de la comodidad de unas situaciones nefastas.

También habla de la Abadesa Hildegarda (1098-1179) que con sus metáforas y los tabús religiosos de la época, que, dice, son denigrantes y humillantes para las mujeres. Es un libro técnico religioso en defensa de la liberación de la mujer, de sentirse persona, reconocida y estimada, no cómo simple objeto de deseo o florero admirado puesto en cualquier rincón de una mesita de la casa. Tampoco con la pata quebrada y en casa. Su vocación y fuerza debe de ser enfrentamiento y que el hombre, los que se dicen machos hetereo, sientan que su supremacía era o es solo un mero eufemismo de sus neuronas que están de vacaciones.

Somos, digo somos, porque también me incluyo en un colectivo que a pesar de cierta liberación o interpretación, estamos en la misma coyuntura que la mujer. Dicen que no les importa nuestra orientación sexual, pero por detrás te hacen un traje a medida, y que nosotros nos escondemos detrás de un escudo donde quedamos prisioneros por mucho que queramos ignorarlo.

Y ya puesto a hablar de estamentos, no dejemos de lado a los políticos, a los economistas, a los consejos de administración, que con benevolencia, dicen, dan paso a la mujer, pero manteniéndola un tanto a raya. La suerte es que empiezan a despuntar con energía y valentía.

Cuando se viaja a los países árabes, que ahora es mejor no hacerlo, ves aquellas mujeres con el niqab o la burqa, sientes tristeza, angustia, malestar y toda una posición violenta de no atreverte a mirarles. Las hay que vestidas de arriba debajo de negro, con guantes negros en pleno verano con aquel calor, con solo una rendija en los ojos para que puedan ver y, hay alguna que por más inri se ponen unas gafas negras. Si tienes la santa valentía o suerte de poder entablar una pequeña conversación con alguna de ellas, te comentan que sí, que es agobiante, pero que al mismo tiempo se sienten protegidas. ¿De qué? Le preguntas. De usted, te responden. Te sientes que eres una mierda como hombre y que no sabes dar o estar a la altura de las circunstancias.

Y volviendo a la iglesia, recordemos que para ellos María Magdalena era una mujer pública. Lo han rectificado, más bien medio rectificado, pero en ellos sigue la duda de quién realmente fue la de Magdalana.

Creo que me he extendido demasiado. Solo aconsejo que para no ponerse nervioso, se escuche una música suave y relajante. Para mí me ha servido mucho el CD de Barbra Streisand: Classical Barba.