I Semana del cine: Epílogo. Con historia y música.

Hacía sol. Un sol de invierno. Apenas calentaba, aunque alegraba el espíritu. Frío. Y un poco de aire.

Felisa echó a correr cuando vio a Carlos mientras lo llamaba a gritos. Éste se giró y la esperó con una sonrisa.

Un beso.

– ¡Qué fuerte lo del Jesús! – Felisa venía obsesionada por el tema desde que lo había visto en el twitter de María, y casi no esperó siquiera a que Carlos le dijera hola.

– Tío, pero… ¿Es cierto? No será una coña… – Tino se unió a ellos. Arturo llegó por detrás y rodeó su cintura mientras lo besaba en el cuello.

Carlos asentía triste.

– ¿Qué pasa? – Tino no se había enterado y se lo contaron.

Alfonso y Fer llegaban cogidos de la mano.

– Me ha dicho mi padre que no ha sido mucho – dijo Fer. Alfonso miraba al suelo pensativo.

– ¿Estaba de guardia?

– No, pero llamó cuando me llegó el wasap. Se lo dije y tal…

– Pero la cara…

– La hostia, tío, me… cago en to, joder. Deberíamos…

– Tíos, mirad la hora, joder, que llegamos tarde.

– Me han dicho que vas a dar tu la clase, Alfonso. El resumen de o las conclusiones o como se diga del seminario de cine.

Rosa picajosa.

Alfonso la ignoró. Pero poco.

– Me han dicho que mañana te vas a volver inteligente.

Alfonso devolviendo como si dejara caer una hoja de un árbol cercano mecida suavemente por el aire suave, cuando hace aire suave.

Rosa gruñía.

– Nunca has podido superar que te cambiara por Fer – otra hoja que caía balanceándose.

Alfonso atacaba. Estaba cansado de los dardos de Rosa todos los días.

– Eres un mierda – Rosa sin argumentos, pero con contundencia y decisión.

– No sería lo mismo un martes o un miércoles, o un jueves sin vuestros flechas envenenadas – dijo Tomás, saludando a todos.

– Ni un viernes, colegas – Alex.

Sandra les alcanzó en la escalera.

Jordi ya estaba en clase. Y María. Y Roger que ligaba con ésta. Pero no había casi avances.

– A lo mejor nos dan fiesta.

– Desde luego, sería lo propio.

– Votemos, votemos por la suspensión de la clase por solidaridad con el profe.

– Vamos, a la calle, a tomar el sol y solidarizarnos.

– Pero que morro tenéis – Jordi se había subido a su silla – el profe os la suda, lo que queréis es pirola colectiva…

Fue abucheado por una aplastante mayoría, con la excepción de Carla, pero porque le gustaba. Algunas bolas de papel volaban hacía él que repartía cortes de mangas y risas a todo el mundo.

– Tch, callad… – Alfonso dio la voz de alarma.

Y se fueron callando según fueron mirando hacia dónde lo hacía él.

Alfonso miraba la puerta.

Y en ella estaba Jesús.

La algarabía dejó paso al silencio. Las sonrisas a las bocas abiertas o tapadas con alguna mano o carpeta, según venía más a mano. Incluso Carlos se la tapó con su ipad.

Jesús los miraba a todos desde la puerta. Había temido ese momento y estaba siendo peor de lo que había imaginado. No por nada, sino por las caras de… ¿pena? ¿asombro? Cariño quizás en algunos… respeto… o a lo mejor su cara ese día infundía todo lo contrario.

– Hostias profe.

– Desde luego Roger, tu bocabulario no mejoraría ni con lejía. Bocabulario escrito con “b”.

– Pero si ya se con “b” – Roger un poco despistado y asombrado, un rato por la cara del profesor, y otro rato por las “b” o “v” de vocabulario.

– Las dos.

Roger más asombrado. No podía quitar la vista de la cara de Jesús.

– Otro día te lo explico. – Jesús le sonrió, aunque apenas se reconocía como sonrisa, todo lo más como una mueca con aspiraciones.

Respiró hondo y afrontó el tema, después de cerrar la puerta de la clase. Fuera su mujer lo miraba con orgullo y con un poco de preocupación. Solo mirarla a los ojos le daba ese golpe de energía y decisión que hoy necesitaba más que nunca.

– Mirad bien mi cara durante un rato, y así podremos seguir con otras cosas – Jesús posó su portafolios en la mesa y empezó a pasearse por entre las mesas. Todos lo miraban, aunque algunos no podían resistirlo y bajaban la vista muy rápido, sobre todo si coincidían con la mirada de Jesús.

– Solo son hinchazones varios, unos cuantos puntos… este ojo – se lo señalaba, era el izquierdo – Está un poco hinchado y – se le trababa la lengua, la boca la tenía seca, seca – no veo muy bien por él… pero no tendría suerte que os ponga hoy un examen y aprovecháis a copiar mientras estáis a ese lado. No sé lo que he dicho pero me entendéis… ¿no?

Risas forzadas.

– Pero ¿qué le pasó?

– Pues nada, Fer, por cierto, dale las gracias a tu padre por preocuparse – le apretó el hombro al pasar junto a él – unos que discrepaban sobre mi opinión sobre una peli.

– Sobre Cenicienta, seguro – le picó Alfonso.

– 101 dálmatas – le picó Fer. Alfonso le sacó la lengua.

– Casi, pero no. Da igual la peli, pero… mirad, mirad lo que pasa a veces por opinar distinto sobre cine. Imaginaros si llega a ser por política. O por dinero.

– Va, es trola, sería por otra cosa – Rosa.

– Pues va a ser cierto que el amor en su matrimonio se ha acabado… joder como las gasta su señora – le picó Tino.

– Calla, calla – le dijo Jesús yendo hacía él fingiendo susto – que no se entere nadie. Por cierto – se giró hacia Carlos – creo que el desfile de moda femenina está en marcha ¿Contamos contigo?

Risas tranquilizadoras. Parecía que había conseguido quitarle un poco de dramatismo a su aspecto, que verdaderamente era bastante perjudicado. Carlos ayudó levantándose y contoneándose.

– Eres una perfecta señorita, ¡¡Hummmmmm!! – Arturo se regodeaba mientras Tino le daba un codazo celoso.

– Pues esa señorita esta cazada. – amenazó Felisa.

– Como está el patio… – Jesús sonreía mirando a los contendientes alternativamente. – Volvamos al tema. Tomás, dinos que te ha parecido el Seminario del cine.

– Guay.

Silencio. Jesús lo miraba esperando… le hizo un gesto con las manos animándolo a hablar, y Tomás le respondió con una subida de hombros, a la vez que abría las manos… estaba claro que ya había expresado su opinión.

– Vamos, sigue.

– ¡Ah! – pero no arrancó, silencio.

– Es cortado, profe, ya lo sabe. Pregunte al Genio del cine, ya verá.

Alfonso ignoró de nuevo a Rosa.

– Tomás se ha expresado. Arturo, dinos tu opinión, a ser posible con un poco más de extensión que Tomás. Tomás, no nos comemos a nadie.

– Quite quite, mire lo que le ha pasado por decir lo que piensa. ¿Y si pongo a parir a “Muerte en Venecia” y me parten la cara como a Vd? ¿O 2001, que es un peñazo?

– Hala, que dices peñazo.

– Es peñazo.

– Es una obra maestra – Alfonso se levantó de la silla.

– Un poco aburrrida si es ¿eeh? – apoyó Tino a Tomás.

– ¿Ve profe? Me pegan…

– Na, si te quieren mucho.

– Sobre todo Jimena.

– Coño, lo que se entera uno. Tomás, si te pones colorado… no te pongas así, mira a Fer y Alfonso que el otro día disimulaban, y hoy ya se lanzan miraditas…

– Y van por la calle de la mano.

– Te calles, coño, que eso no le importa… ni viene a cuento.

– Sí, me importa… veros felices…

– A mi me importa por qué le han partido la jeta – contraatacó Alfonso.

– Ya te lo he dicho.

– Es coña.

– No, no lo es. No te enfades…

– Joder me… joder… – Alfonso parecía afectado…

Jesús se acercó a él. Alfonso bajaba la cabeza pero Jesús le obligó a levantarla de nuevo y a mirarle a la cara. Eso no lo consiguió del todo…

– Estoy bien de verdad

Para Alfonso era importante. Jesús no era solo su profesor, era también la persona que le había apoyado cuando su padre cayó enfermo. Era importante que estuviera bien, porque de alguna forma era su apoyo también en su relación con Fernando. Desde que Jesús había entrado en la clase, Alfonso había luchado contra su rabia, su impotencia, su dolor… Jesús era lo único a lo que ahora se podía agarrar… le daba seguridad… no solo era un profesor de la universidad…

– Pille a quién… como lo pillee, la hostia puta, le parto… la puta cabeza, joder.

Se había levantado, inclinaba hacia delante su cuerpo… no hablaba, disparaba odio por su boca… el resto de la clase lo miraba en silencio. Nadie osaba reírse, ni siquiera Rosa que seguía amándolo, aunque sabía que nunca volvería con él. Y eso la dolía y eso hacía que lo atacara siempre que podía… pero sabía lo que Jesús había significado para Alfonso. Lo que significaba, el apoyo que le daba. Jesús no era un profesor al uso. Todos los sabían, y todos intuían que esa manera de implicarse con sus alumnos posiblemente fuera la causa de su percance. Incluso alguno intuía que en esa clase habría alguien que sabía más que lo que traslucía…

– Va, Al, va, tranquilo, todo va a ir bien. Quisiera oírte contarnos lo que te ha parecido, – a Jesús le costaba hablar, Alfonso le emocionaba – las películas que faltaban, y bueno, también me gustaría escucharte por qué no has querido participar.

Ahora Alfonso se sentía traidor a su protector. No había participado porque tenia miedo de resultar pedante, de ser un plasta, de hacer que Fer se avergonzara de él, de que el resto de la gente se riera de él. Pero ahora veía que en realidad había traicionado a Jesús. Qué él esperaba sus películas, porque apreciaba su opinión…

– No participé porque soy un cagado… y te he fallado.

– Respuesta errónea, otro intento. Nunca me fallas, Alfonso. Intenta con otra respuesta.

Respiró hondo.

– Por estos bobos – y señaló a sus compañeros – que no me entienden.

– Ahaaaaaaaaaaaaaaaaaa – todos a una rompiendo el momento embarazoso.

– Dinos tu opinión, te escuchamos.

– Na, está guay, cada uno con sus películas. Pero nadie ha dicho casi nada en contra de 2001, o de Muerte en Venecia, o de Mother, o de Shara, y seguro que al 90% le parecen un coñazo.

– Porque lo son.

– Pero tú, Patry, no dijiste nada – le echó en cara Carlos.

– Ni tú, no te jode, que hasta roncabas con 2001.

– Pues no podía opinar, si me dormí. Es que mi hermanito lloró toda la noche.

– El pobre ya está sirviendo de coartada al hermano mayor. Será posible… a tus años…

– A mí me moló “Historias de Filadelfia”, que jartá de reír, la hostia.

– Roger dixit – sentenció el profesor.

– ¿Mande?

– Rosa, dinos tu peli preferida de la semana.

– Oliver, es guay, que música, y lo que lloré, la host…. – se corrigió a tiempo – la leche.

– ¡Caspita! – bromeó Felisa – A mí me gustó la de los militares…

– “El valle de Elah” – le ayudó Paqui.

– Jordi, tu turno.

– A mí me moló “El secreto de sus ojos”. Qué guays esa escena del juez que le toman el pelo los otros…

– Alfonso.

– A mí… a parte de las obras maestras…

– Pero ¿te molan porque todos dicen que son guays, o porque de verdad te molan?

Alfonso miró a Tino como si fuera un extraterrestre.

– Claro que me molan, si no no lo diría. No trago “La Diligencia” y los críticos y eso, dicen que es grandiosa. Pero a mi me parece una caca. O “La Delgada línea roja” de Malick, una patata frita.

– Vale, vale, no te enfades, coña.

– Venga. Al, dinos cual te gusta más…

– Nosferatu, no la conocía… y …

– Joder, la muda, sois raros…

– Vale, vale… que os desmandáis…

Pero no le hacían ni caso.

– Coño, callarse. – Jesús dio un manotazo en la mesa.

– Y ¿os ha gustado la experiencia?

– Síiiiiiiiiiiiii – todos a una.

– Venga, pues repetiremos.

Algunos aplausos, algunos silbidos…

– Chicos, muchas gracias a todos por vuestra colaboración. Sobre todo a los que habéis traído películas, a Virginia, a Pere, a Pucho, a Lorién, a Marcos, a Blanca, a Borja, a Josep, a Dídac, a Edgard. Gracias a todos.

Aplausos y el chiflido de Martín.

– Y a los demás por ver cine, y por leer sobre cine.

Más aplausos.

– ¡Hala, a cascarla! ¡Largo!

Jesús se sentó en su silla. Disimuló que miraba algo en el portafolios. Quería evitar que se acercaran a hablar con él. Estaba muy cansado… y no quería dar demasiadas explicaciones sobre su estado. Pero por más que disimuló, ahí estaba Alfonso. Fernando esperaba en la puerta… como haciendo guardia.

Jesús sonrió triste.

– Solo te tengo a ti, joder…

– No es cierto, tu padre…

Alfonso hizo un gesto de hastío… su padre seguía delicado… no era un apoyo para él. Y tenía miedo por las noches de que a la mañana siguiente, él estuviera muerto…

– … Fernando, y el resto de la gente, – Jesús siguió hablando sin darse por enterado del gesto de Alfonso – no de clase, de clase también, claro, sino del barrio, tus amigos… tienes muchos amigos…

– ¿No me vas a contar lo que pasó?

Jesús lo miró con la cabeza inclinada. No dijo nada con palabras, pero con el cuerpo lo dijo todo.

Alfonso no podía evitar al decepción. Y la tristeza, y el miedo. Jesús se levantó despacio y dio los dos pasos que lo separaba de Alfonso y lo abrazó.

De repente por la puerta volvieron a entrar el resto de los alumnos. Empezaron a jalear en alto, a rodearles, a darles palmadas. “profe, si lo llego a saber hubiera propuesto El hombre elefante”, “No había ninguna película española” “profe cuéntenos…” “Jesús si quires parto las piernas a alguien” “¿Y la policía?” “Alfonso, no te quedes así, tío”.

Habían vuelto porque se habían dado cuenta de que no le habían mostrado su cariño a Jesús.

Y él se lo merecía.

Fernando consiguió llegar a Alfonso que seguía en medio el tumulto. Se puso a su lado y rozó apenas con un dedo su mano. Alfonso sin mirarle siquiera, enlazó su dedo meñique con el dedo de él que le había empezado a rozar. Y así siguieron hablando un buen rato, con todos, y con Jesús, agarrados por un dedo, que era tan poco, pero que en realidad lo era todo. “Y si hacemos un seminario de Música?” “¡¡Guay!!” “Grande, idea grande” “Pero de música clásica” “¡qué peñazo!” “Pero el profe de música se ha dado de baja” “Bueno” “No sé” “Vale” “Guay” “Joder” “¿Lo hacemos?”

Y Jesús se encogió de hombros. E intentó sonreír, pero una vez más lo que consiguió es una mueca con pretensiones. Y mientras, por la megafonía empezó a sonar una música:

 

I Semana de cine: «Oliver».

Esto chicas, chicos, va a ser una reseña esparramá.

Sip.

Voy a hablar de un musical: “Oliver”.

 

Título Original: Oliver!

Año: 1968

Nacionalidad: Inglesa.

Duración: 153 min.

Director: Carol Reed.

Guión: Vernon Harris (adaptación de la novela de Charles Dickens)

Música: Lionel Bart y Johnny Green.

Fotografía: Oswald Morris

Repato:

Mark Lester, Ron Moody, Shani Wallis, Oliver Reed, Jack Wild, Harry Secombe, Hugh Griffith, Clive Moss, Peggy Mount, Leonard Rossiter, Megs Jenkins, Kenneth Cranham, Sheila White

Sinopsis:

En el siglo XIX, Oliver Twist (Mark Lester), un pobre niño inglés, escapa de un orfanato y llega a Londres en busca de fortuna. Allí es reclutado por un granuja llamado Fagin (Ron Moody), jefe de una banda de jóvenes ladronzuelos que roban a los transeúntes. Adaptación en formato musical de la famosa obra de Dickens.

Críticas:

«Uno de los mejores musicales de siempre. Espectaculares bailes exteriores y perfectas escenas interiores. Para la historia: Who will buy this wonderful morning?» (Javier Ocaña: Cinemanía)

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«Maravillosa adaptación musical de la popular Oliver Twist, de Charles Dickens, por medio de un alarde de originalidad visual. Un auténtico festín visual para disfrute de todos, un catálogo de sabiduría cinematográfica» (Miguel Ángel Palomo: Diario El País)

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Copia y pega de Filmaffinity.

Oliver está basada en la novela de Dickens, “Oliver Twist”. Por cierto así celebramos el 100 aniversario de su muerte. Grande Dickens.

Me gusta este musical.

Pero eso sí, quizás el argumento que voy a contar, se parece al original en… ¿nada?

Recuerdo una anécdota del gran Welles. Orson Welles rodó una película. Quería montarla él, pero… el productor no estaba por la labor. Entonces lo que hizo Welles, es rodar sin claqueta, sin numerar las tomas ni las secuencias. Nada. Cuando el productor intentó montar la película, se encontró con tal maremágnum de imágenes para él sin sentido, que tuvo que dejarle montar a Welles la película, porque era el único que sabía a qué correspondía cada imagen, porque él tenía la película en la cabeza.

Vosotros imaginaos que estamos en un cine de barrio y que al de proyección, se le han caído los rollos de la película y no sabe cual es el orden.

Y podría suceder que el crítico de cine de la hoja dominical del barrio, viera esta otra película.

Ta, chan.

Nancy tiene una taberna. Una taberna llena de hombres, porque en aquella época las tabernas eran cosa de hombres. Y ella, cantarina y feliz por el éxito de su taberna, canta entre las mesas. Perdona, pero las tabernas era cosa de hombres… y de mujeres de mala vida.

 

Y todos hacen los coros, felices y disfrutando de las dotes cantarinas de la dueña de la taberna. Y a lo mejor de otras dotes… ocultas.

La tabernera del puerto, tiene un hijo, Oliver. Rubito él, con ese aire de no haber roto un plato el condenado. Desangelado y tal.

Claro, con la madre tan cantarina que tiene, pues él cuando se levanta, sale al balcón y canta el jodido, y todo el barrio le hace los coros… hasta los pájaros le dan la réplica.

Claro, así cantando, luego llega tarde a la escuela, y encima como tiene hambre, porque no le ha dado tiempo a desayunar, pues pide más comida. Y eso en una escuela elegante como la que visita él, es… ¡¡No!! O como dice el amable director… ¡¡What!! Es que está alucinado con el chico… ¡¡Mooooreeeeeee!! Qué se habrá creído…

Qué morro tiene el Oliver. Hasta sus propios compañeros se lo echan en cara: ¡No cantes por las mañanas y así te dará tiempo a desayunar!!

El director provincial de educación va a ver las instalaciones magníficas del colegio público al que va Oliver. El director le enseña lo limpio que está todo, y la comida tan apetecible que dan a los niños. Los niños felices, cantando alegres, con cara de dicha supina al recibir su abundante comida, se sientan alborozados a “mangar”, mientras el director y su séquito comen en un reservado… ¡puag! ¡Una comida de trabajo! Dentro en la dirección, envidian a los estudiantes.

Mientras mamá, en su taberna, juega a las miraditas con un hombre por el que bebe los vientos, y también una pinta de cerveza. ¿O será un pelotazo de ginebra? Y se pregunta como se llevará ese hombre que le baila el agua, con su hijo querido, ese rubito desangelado y un poco descarado.

Pero el pavo, que conste que no le gusta a Oliver.

Mientras, éste está en clase. Manualidades. Con prácticas. Un profesor bonachón, buena gente, y atractivo.

Pero Oliver está distraído pensando en cuando conoció a su buen amigo Jack. No seáis mal pensados que Jack es solo un buen amigo, y lo será siempre. Jack ese primer día le invitó a su casa… es que fue un flechazo… de amistad.

El profesor no tiene más remedio que mandarlo al Director, que ya estaba un poco enfadado con él por pedir más comida, desde luego… y lo lleva a casa personalmente para dar un mensaje a su madre. Y así, de camino aprovecha para recaudar a otros padres el dinero que deben a la Asociación de padres.

Pero nadie está por la labor de pagar… na… en fin.

El caso es que mamá va al colegio y cantarina ella, animado por el amigo de su hijo, cantarín él también, (a ver si el amigo del hijo está enamorado en secreto de la madre…) acaban todos cantando ahí… el director yo creo que se arrepentiría de haberla llamado… sisisisi. ¡Menudo jaleo, con representación y todo!

Porque el amigo de Oliver es como el líder del grupo… como el capitán del equipo de fútbol, vamos… y canta como los ángeles…

El profesor de Oliver está triste, porque no sabe que hacer con su alumno preferido, que solo le da disgustos… ains. Y su amigo Jack también se queja…

¿Y como acabará? Pues casi que la veis.

Ains.

 

Y colorín colorado, este post se ha acabado. O no. A lo mejor continúa en los comentarios… ¿A que vas a escribir?

I Semana del cine: «El arca rusa» por Edgard.

Título: El arca rusa

Título original: Russkiy kovcheg

Dirección: Aleksandr Sokurov

País: Rusia

Duración: 99 min.

Año: 2002

Buscando elementos para estas reseñas voy viendo que varias veces se denominan «planos secuencias» a fragmentos que técnicamente no merecen esa designación. Y por eso voy a referirme a un film que se considera el mas portentoso ejemplo de un verdadero plano secuencia

El esfuerzo técnico del plano secuencia consiste en que la cámara se desplace sin interrumpir la filmación. En realidad no pudo hacerse en uno sólo, pero quedan dos fragmentos monumentales y magníficos para la historia del cine. La unión de los fragmentos puede notarse en el momento que el «guía conductor» de la historia se acomoda en primer plano un par de guantes. Cuando pareciera que ya no podría desplazarse mas, el director encuentra nuevas formas para seguir adelante, como girar sobre un plato y retirarse de la mesa.  O cuando en un museo la cámara queda acorralada contra un rincón, utiliza el único recurso posible: «arrastrarse» sobre una pared y salir por la puerta.


Pero «El arca rusa» no es solamente un portentoso esfuerzo que llevó alrededor de un año de preparación y ensayos (lógicamente, quien encare un esfuerzo así debe ser un buen director cinematográfico y teatral).  También es una maravillosa muestra de gran cine de altísima calidad. La responsabilidad de la filmación, que no tenía que interrumpirse, en mas de una vez pone nervioso a alguno de los numerosísimos extras, que espían la cámara con preocupación.

 

 


Lo que trata el film es un repaso de 300 años de historia rusa, prácticamente sin salir de los aposentos de los zares. Y esto se hace con una permanente sucesión de bellísimas imágenes., algunas de las cuales alcanza soberbios niveles de calidad, como el momento en que Catalina de Rusia escapa con un amante por entre jardines nevados (y que esta imágen no alcanza a trasmitir en toda su portentosidad).

 

 

 


Un film de culto para amantes del mejor cine, y que evidentemente no parecería recomendable para partidarios de artes marciales, amores lacrimógenos, o los peores engendros de Jim Carrey y «Mr. Bean» Rowan Atkinson.

Pero entonces ¿cómo se ve habitualmente un fragmento de plano secuencia?

No es fácil encontrar vídeos representativos. En un film mencionado varias veces por Tato, «Los amigos de Peter», Kenneth Branagh (no buen actor, pero sí excelente director cinematográfico y teatral). incluye dos. Lamentablemente, el de un anfitrión que recibe a sus invitados en la puerta de su mansión, está abreviado e incluido entre otras escenas.

Pero afortunadamente, se puede encontrar el prólogo. Verán como la cámara va desplazándose sin interrumpir la filmación. Y despues de verlo, piénsese que si algo fallaba en los últimos tramos, habría que haber comenzado tooooodo otra vez desde el primer instante.

 

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I Semana del cine: «Shara» por Pucho.

SHARA, de Naomi Kawase

TÍTULO ORIGINAL Sharasojyu

TÍTULO INTERNACIONAL Shara

GÉNERO Drama

PAIS Japón

AÑO 2004

DURACIÓN 100 m.

DIRECTORA Y GUIONISTA Naomi Kawase

Isaki Lacuesta se defendía el año pasado del aluvión de palos que le cayeron por parte de la crítica generalista tras ganar la Concha de oro en el festival de San Sebastián. Recuerdo algo que dijo entonces y que me pareció curioso, Lacuesta decía que la literatura puede tomar formas distintas (novelas, ensayos, poesía…), y que lo mismo debería ocurrir en el cine. Parece una reflexión obvia, sin embargo la realidad es que en el cine siempre, o casi siempre, vemos novelas. y así como ante distintos géneros literarios utilizamos según el caso estrategias o formulas de decodificación distintas. En el cine solemos  utilizar un decodificador único y si en lugar de novelas nos hablan desde un lugar diferente, a menudo nos sentimos sin recursos.

Este es el reto que plantea el cine de Kawase , el de lograr que podamos sentir el cine de una manera distinta.

Shara” no parte del planteamiento clásico en el que una historia contada a través de unos personajes, al menos no en la forma en la que solemos entenderlo. Los personajes no son los conductores de la trama, es como si simplemente existieran dentro de la historia. A partir de ahí se establece el primer hecho fascinante de la película, el sentir que nosotros también existimos y participamos en ese mundo instalados en la mirada de la cámara. Éste llamémosle “efecto” llega a parecer tan real, que cuando llega un momento en el que el protagonista la mira directamente, sentimos de verdad que es a nosotros a quien mira.

De la misma forma que los personajes no se adaptan a los clichés tradicionales, tampoco lo hace la historia. Los hechos concretos, las evidencias, no son lo que realmente cuenta la película, es más, desde esta perspectiva a penas contaría nada. Kawase alude en “Shara” a lo que no vemos, a lo que puede ser o no ser, a lo que nos hace dudar, a lo oculto, a lo indefinible. Participamos de un mundo escrito en ausencias e incertidumbres, un mundo construido de sonidos que no aparecen subordinados a la imagen, que no sabemos que son, ni de donde vienen, de una realidad que no hemos visto y que sin embargo percibimos de forma perturbadora, o de impulsos y conciencias que ocupan el lugar de unas palabras jamás pronunciadas.

El comienzo de Shara nos trae la infancia evocada en esos momentos intrascendentes envueltos en la calidez del verano. Así es como conocemos a Shun y Kei , dos niños que se acercan ya a la adolescencia. Son hermanos y son iguales, el mismo cuerpo, la misma ropa, misma cara… parece que fueran uno el espejo del otro y que cada uno sin el otro no pudiera significarse. Correteamos tras ellos, atravesando los callejones que rodean su casa, saltando de un lado al otro por las calles engalanadas para inminente festival del verano. Una multitud de sonidos y sensaciones nos acompañan. De pronto al doblar una esquina Kei desaparece, Shun mira a su alrededor sin encontrarle, el calor va dejando paso ahora a una brisa fresca que sentimos como lejanamente amenazante. Lentamente Shun vuelve a casa rodeado por la incertidumbre y el desconcierto. Quizás también por una primera sensación de miedo.

Han pasado 5 años, el tiempo ha expandido la realidad en todas direcciones, el padre ocupado en trabajos para una nueva celebración del festival de verano, la madre (interpretada por la propia Kawase) espera un nuevo hijo y Shun enfrentado al comienzo de su vida como adulto. Estamos allí, convivimos con la familia y participamos en los misterios y rutinas de lo cotidiano. Kei no está, no es mencionado de manera directa, no sabemos qué ha pasado, pero sentimos que con independencia de lo que hubiera ocurrido, una ausencia así, es una tragedia inexplicable. Perder a un hijo, perder a un hermano, perder a la persona junto a la cual escribíamos nuestro destino, aquel que veíamos reflejado en el espejo, el que significaba una parte fundamental de nuestro propio significado, y a partir de ahí conseguir, pese a todo, no renunciar a nuestra propia existencia, encontrar la forma, un camino que nos permita participar de cada día y poder disfrutar de aquello que la vida puede ofrecernos.

De estas cosas habla “Shara”, de la pérdida, de la ausencia, de cómo encontrar un lugar en el mundo después de la tragedia

Creo que películas como ésta de Kawase, junto con algunas de las propuestas de Hirokazu Kore-eda, han escrito en los 10 últimos años de mi vida, una buena parte de mis mejores momentos cinematográficos. Hay en esta “Shara”, al final, una escena de casi 10 minutos relatado en forma de danza, que produce un auténtico aluvión de sensaciones que parecen surgidas de todos los rincones, percibidas desde todos los sentidos, sentidas de mil maneras diferentes. Uno de esos momentos en los que el cine deja de ser cine y se convierte en magia.

Shara” representa algo más para mi, simboliza el recuerdo de esas joyas que encontraba cada primavera en el BAFF ( Barcelona asian film festival ), de las distintas miradas que fui descubriendo año tras año de la mano de Kawase, de Kore-eda, de Hiroki, de Lee Chang Dong, de Shunji Iwaii, de Miike, de Shinji Aoyama, y de tantos otros. De descubrir mi propia mirada sobre la maravillosa ciudad de Barcelona, de las votaciones tras cada pase, de los cambios de impresiones con aficionados que venían de otras partes. La crisis acabó con el BAFF en el 2011, y la verdad es que lo echo de menos.