Los raros. ¿Una especie a extinguir o a reivindicarse?

El otro día hablaba yo de si los superhéroes fueran gays. Y el día 14 de agosto, lo hizo el diario “El país”.

http://cultura.elpais.com/cultura/2013/08/14/actualidad/1376504639_697440.html

Qué bonito es saber que alguien de “El País” me lee.

Espera que saco pecho y levanto el mentón para que me hagan un retrato para la sala de “importantes” de… mi casa.

Ejem.

Si Spiderman fuera gay, pues resulta que no se vendería, por ejemplo en Rusia. Es alucinante lo de Rusia, están casi al nivel de Uganda o de Irán. Les falta un pelo.

Pero hoy no quería hablar de gays en Rusia, ni de la importancia que da el COI a los gays y sus derechos a la hora de celebrar unos Juegos olímpicos. Creo que esas leyes va contra el espíritu de la carta olímpica, pero bueno, ya sabemos que lo que importa de verdad, es el dinero.

Hoy quiero hablar de los raros.

Hay dos tipos de raros: los raros guays y los raros “directos al paredón”. Hasta ahora, en las películas, en las series de televisión, los raros “era un poco raro” y tal, eran los asesinos, los violadores “Tenía una mirada rara”. Pero ahora, empiezan a proliferar los raros guays. Sí, los que busca la policía para descubrir antes a los asesinos y demás. Una visión diferente de las cosas. Es lo que aportan los raros.

Hay un escritor de novela policíaca infiltrado en la policía de Nueva York, un mentalista en la policía de California me parece que es, un nuevo Sherlock Holmes, con sus tics y todo, uno que sabe cuando mientes, aunque también con los tics que hace no sé como no se pone nervioso hasta el más inocente de los inocentes, uno que dispara flechas en pleno siglo XXI, y algunos más que ahora no recuerdo.

He visto algunas películas de chicos raros últimamente. Raros, raros. Estos eran más raros de paredón, pero bueno. En “Turistas” todos los que salen son raros, raros. Pero raros. Hasta el apuntador. ¡Joder! A lo mejor os hablo un día de esos.

Los malos de “Elysium”, son malos, malos, y raros, raros. Pero son de los de paredón.

Ahora que cada vez se lleva más lo de la uniformidad, la clasificación perfecta: Yo de derechas, tú de izquierdas, él es marica, nosotros somos guays y amigos de Face, y ellos quieren a su mamá por encima de todas las cosas, lo que parece que se impone, son los que se salen de la norma. El estilo diferente, la mentalidad abierta y que no sigue una moda establecida. El que viste de azul, ahora que se llevan los tonos de verde y malva. Al que le ponen los pantalones de peto, aunque al común de los mortales les parezca una horterada. Lo sexi que es un peto, pantalón, con pecho descubierto… bueno, bueno.

Me voy del tema.

Ahora espera a ver si me encuentro. Me he emocionado con lo del peto…

Pero eso no quiere decir que los petos, digo perdón, los raros sean aceptados con naturalidad en los tiempos modernos. No. qué va. Es al revés. Son raros, no encajan en ningún grupo, y por tanto, están destinados a la soledad. Los solitarios son raros en un mundo en el que todo es comunicación y cientos de amigos en el Face, o en tuiter, o en tuenti o en google +. hay que estar permanentemente conectado al wash – up. Lo que lleva a la paradoja que mientras estás con personas en carne y hueso, prestas más atención a los que no están y no dejan de mandar wash-up. Yo alguna vez con algún amigo, he tenido ganas de sacar un libro y ponerme a leer mientras él contesta al wash-up.

A mí cuando alguien me dice que siga su Face para enterarme de su vida, me entra la risa floja… si en el face se miente, se hace un papel, uno de tantos, que no nos vayamos a pensar, cada uno tiene muchos papeles, uno para cada grupo, para cada circunstancia.

Yo en el Face, lo único que pongo son los post de este blog. Lo que pasa es que soy raro, tengo una vida tan aburrida… podría decir: “Me voy a hacer una tortilla de patatassssssss para comer”. Pero eso no es… guay. Podría preguntar: ¿Dónde está mi Príncipe? Pero eso sería deprimente. Además como alguno se debe pensar que salgo con los modelos que publico en el blog, menuda decepción se llevarían.

Los raros son frikis. ¿O los frikis son raros?

Pero claro, para la literatura o la tele y tal, no vamos a hacer unos personajes normales, de los de “hechos en serie”. Entonces ya los policías normales aburren, hay que llevar a un escritor de novelas, divertido y ligón, claro, para que solucione el tema. O a uno que se dedicaba a engañar a la concurrencia sobre sus poderes para leer la mente y ver a muertos y esas cosas. Un tipo listo, atractivo, que es tan raro, que siempre va con chaleco.

Hay otra serie en la que hay un chico que dice leer la mente, pero en realidad lo que hace es fijarse mucho.

Todos estos personajes raros y protagonistas, son perfectamente heterosexuales. Estaría guay que uno de esos fuera raro y gay. La leche de raro.

Los gays hemos sido raros, y los somos para muchos, no nos engañemos. Y están luego, los raros entre los raros, los gays que no encajan entre los demás gays. Pero aunque seamos raros, todavía no lo somos tanto para darnos un papel protagonista en una serie destinada a un público mayoritario, un héroe, un poli súper-poli.

Esto ya lo conté el el post de los Súper-Héroes.

Voy a tener que escribirla yo, lo estoy viendo. La serie con protagonista gay guay, que es más listo que ninguno y que no sale a correr en chándal rosa por las mañanas.

Por cierto, ya sé que wash-up no se escribe wash-up.

Ejem.

Y ahora que daba por terminado el tema, pues… se me ocurre otro punto de vista, pero eso mejor ya para otro día.

Una historia, como miles.

Una historia puede comenzar en cualquier sitio y con cualquier excusa.

La sala de espera de un hospital, es un buen sitio. Con la máquina de bebidas al fondo. Dorian está en el sofá, estirado, descalzo. Como si fuera su casa y no un lugar público. Está feliz hablando por teléfono. Riendo. Su historia puede ser divertida, o sangrante. Puede ser un chico maravilloso, lleno de vida, o de rencor. O de tontería. Puede ser alguien que está pendiente de los suyos o que solo atiende a sus deseos.

Quizás está hablando con Ramón.

Ramón es su novio. Es un hombre que vive en la permanente juventud. La foto que pone siempre en las redes sociales, fue la que le hizo un fotógrafo que quería tirárselo, cuando tenía 19 años. Ahora tiene casi tres veces la edad de la foto, pero él no quiere reconocerlo. Y sus allegados, coinciden con que apenas ha rebasado los 17.

Hablan y hablan. Están encoñados los dos, de tal forma que raya con la estupidez.

Los amigos de uno y de otro, piensan que Dorian está con Ramón por el dinero. Ellos dicen que no, lo niegan, lo re-niegan, pero no convencen a nadie. Será porque los amigos del uno y del otro los conocen. Saben que el uno busca quien le mantenga, y el otro busca un mantenido. Las cosas son menos emocionales así, las palabras parece que tienen otro significado, que no calan. Un «te quiero» dicho de esa forma es como más… como menos «implicador».

Hasta el sexo parece distinto. Es como tener un chapero a tiempo completo. El cobra, yo pago, follamos, reímos y demás. Te sientes acompañado pero sin tensiones.

Ahora que lo pienso, algunos dicen que un chapero sale más barato que un novio. No sé si Ramón estará de acuerdo con esta afirmación. Dorian a lo mejor sí.

Felipe entra en la sala de espera enfadado. No venía enfadado, venía cansado, pero encontrarse a su amigo riendo, tirado en el sofá, descalzo, como si estuviera en su casa, cuando su madre estaba muy enferma, le ha cambiado el humor.

– Para esto te podías haber quedado en casa, cabrón.

Qué tiempos aquellos en los que iban a la playa juntos y lo pasaban en grande. Juntos siempre, pero no revueltos. Por mucho que pensara Dorian a veces, Felipe no lo quería de esa forma. Podía parecer que era una decisión premeditada, que Felipe conocía mejor que nadie a Dorian y sabía que no le iba a dar lo que necesitaba. Y en parte, no le faltaba razón. Pero también era una cosa visceral. Le gustaba mucho como amigo, pero nada como posible amante. Y no le ponía nada, aunque había que reconocer que Dorian era un hombre muy atractivo.

Una vez estuvieron a punto de hacerlo. Se tocaron el paquete, se morrearon… pero de repente a Felipe le dio un bajón y lo dejaron.

Felipe se quedó un rato, sentado en una silla, mirando al infinito. Estudiando lo que había pasado, lo que había sentido, lo que… pero no halló respuesta. Quizás necesitaba por entonces un poco de cariño, un roce especial que le hiciera olvidar la mala época que estaba pasando. Pero una cosa le quedó clara: no iba a volver a pasar.

Ahora, ahí en la puerta, mirando como reía despreocupado hablando con su novio por teléfono, se preguntaba si no tenía que replantearse alguna otra cuestión al respecto. Lo había llamado hacía unos días pidiéndole que viniera a tomar un café con él y así, despejarse o desahogarse. Lo necesitaba. Era el tiempo que llevaba su madre en el hospital. Su enfermedad se había agravado Pasaba con ella todo el tiempo que el trabajo le permitía. Dormía con ella en el hospital, salvo cuando Pilar, su hermana, vino el fin de semana desde Oviedo. Estaba cansado y agobiado. Necesitaba a su amigo. Pero desde que estaba con Ramón, las cosas no eran iguales. Ya no recordaba la última vez que pasaron un rato juntos, charlando.

Al final, Dorian ha ido. Le ha saludado, se han abrazado, incluso le ha dado un beso en la mejilla.

– Chavalote, ya estoy aquí. Tu madre se va a poner bien, seguro. La veo muy bien.

Felipe lo ha mirado con cara de bobo. “¿Chavalote?”. “¿De qué va éste?”. “¿La ves bien? Pero si no la has mirado siquiera”. Por dentro le iba subiendo una sensación de desilusión, incluso de furia. En ese momento se ha empezado a arrepentir de haberlo llamado. “Está visto que en lugar de ayudarme, me va a poner peor”.

Pero rápidamente, como casi siempre hacía, ha empezado a poner excusas. La mejor que encontró, y que posiblemente tuviera algo de sentido, es que estaba muy susceptible y que posiblemente no fuera para tanto. Al fin y al cabo, la enfermedad incomoda a mucha gente, no saben como comportarse ante ella, ante un enfermo, ante un allegado que lo está pasando mal, que piensa que va a perder a esa persona en cualquier momento. La muerte al final del camino. A algunas personas, ese hecho les cuesta afrontarlo.

– Voy un momento al servicio.

No dejó tiempo para explicarle que podía utilizar el de la habitación. Su madre lo miraba salir un poco despistada. Estaba medio atontada por los sedantes que la estaban poniendo.

– Vete a tomar un café con Dorian, Felipe, yo estoy bien.

Sonrió.

Felipe la sonrió a ella.

– Ahora vuelve, no te preocupes.

– Vete…

– No, me quedo contigo, mamá. Ahora vuelve, no insistas.

– Hola.

Levantó la vista y vio a Tere. Tere era la vecina del piso de abajo. Tenía su misma edad y de pequeños jugaban mucho. Luego, se fueron separando, la vida, ya se sabe. Pero siempre se saludaban y a veces se quedaban hablando en el descansillo, recordando cuando eran pequeños. Ya podían pasar meses sin encontrarse que parecía que la complicidad que tuvieron de pequeños no se perdía nunca.

– Tere.

Se le notó la ilusión a la madre de Felipe. Era su sueño secreto, que su hijo se casara con ella. No acababa de entender que eso no sucedería nunca, porque a Felipe no le gustaban las chicas. Una vez que discutieron sobre ello y él proclamaba lo de la “mente abierta” referido a un compañero de trabajo con el que se llevaba bien y que le empezaba a hacer tilín, “Y yo le gusto, pero no tiene mentalidad abierta”, dijo Felipe, ella le dio la vuelta al argumento: “Igual que tú con Tere”. “Es distinto”. Y su madre sonrió de esa forma en que sonreían las madres, sabiendo que había ganado la pelea dialéctica, aunque nunca le dará la razón. Y él sabía que había perdido. Y que nunca le daría la razón.

Tere saludó a su madre. Se sentó en la cama, sin apoyarse del todo para no molestar. La cogió la mano entre las suyas y empezaron a hablar. Los tres. Estaban a gusto. Llegó un momento en que Felipe empezó a notar el cansancio y daba alguna cabezada.

– Vete a buscar a Dorian, anda, y así te tomas un café. Tere me hace compañía.

Y fue.

Y maldita la hora. Encontró a Dorian.

Y estuvo escuchando un rato.

Y se preguntó como lo había tenido por su mejor amigo todo esos años. “Quizás el día que no quise follar con él porque no lo veía como pareja, debía haberme cuestionado si lo veía como amigo”.

Se acerco a la máquina de refrescos y sacó una lata de Pepsi. Cogió una silla y se la acercó al sofá.

– Tengo que colgar, luego te llamo.

Y colgó.

– Ahora iba a ir…

– Gracias por venir a apoyarme. Si no hubiera sido por ti, no sé como hubiera acabado el día.

Y le puso su mano sobre el hombro, mirándolo fijamente, serio.

Dorian tuvo la idea de que a lo mejor, le estaba tomando el pelo, pero al verlo tan serio, sin un atisbo ni indicio de ironía ó sarcasmo, le contestó convencido:

– Para eso están los amigos.

– Te vas ya ¿no?

– Eh…

Dorian tuvo un breve momento de lucidez y supo que en ese momento, había perdido a un amigo. A su mejor amigo. Pero en ese instante, lo que le apremiaba era volver a conectar con Ramón, y dado que ya no hacía nada en el hospital, ir a casa y pasar una noche divertida con él. Todas las noches eran divertidas con Ramón. “Ya arreglaré lo de Felipe otro día”. “las cosas volverán a ser como siempre”, pensó, seguro de sí mismo y de su ascendencia sobre su amigo.

Felipe lo vio irse pasillo adelante. Cuando giró, para coger el ascensor, vio como sacaba el teléfono de nuevo.

– Ha hecho un gran esfuerzo: tres minutos.

Le dieron ganas de reír, pero pensó que a lo mejor, lo que de verdad tenía ganas era de llorar.

Volvió con su madre. Tere se había quedado traspuesta. La despertó suavemente.

– ¡Qué boba! Si me he quedado dormida.

La acompañó al ascensor. Volviendo recibió un mensaje de ella, dándole otra vez las buenas noches. Seguido, recibió un mensaje de su hermana que estaba trabajando. Y al cabo de cinco minutos, fue Pablo, ese compañero de trabajo que le cubría hoy, el que le hacía tilín, el que le mandó un mensaje para animarlo.

Felipe sonrió.

Dio un beso a su madre en la frente y se sentó en la butaca a leer un libro: “El tiempo que nos une” de Alejandro Palomas.

«Esto no es una cita», novedades y crítica.

Seguimos hablando de cine.

Película que hay que ver.

«Esto no es una cita».

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El 20 de septiembre se estrena en Madrid.

Una crítica vista en «La Katarsis del cine español«.

De Sotavento Producciones y con guión de Pablo Flores Ezcurra, ‘Esto no es una cita’ promete un disfrute ligero con el que sobrellevar mejor los duros tiempos que corren. Sencilla y de interpretaciones frescas, supone una nueva colaboración de director, guionista y pareja protagonista (Rodríguez y Frías), quienes ya evidenciaron su química en la obra de microteatro ‘¡Esto no es un fax!’.

Novedades:

Ya están a la venta las entradas en http://www.ticketea.com/esto-no-es-una-cita.

Nos lo ha contado virpink en un comentario.

Hay pocos días para verla, así que apresúrate. Yo iré.

Otro día, más.

PD. ¿Ya habéis comprado mi novela? 😉

Holy Motors, la película.

Vayamos al cine amigos. Vayamos al cine a darle un rato al coco. Sí, sí, porque no es cuestión de ir a divertirse en todas las ocasiones. Otro día os hablo de una película de diversión y entretenimiento. Pero hoy, toca pensar.

¡¡Uffffff!! Ya veo… ya veo que no estáis por la labor… Venga, que sí.

Vamos a ver hoy “Holy Motors”.

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Holy Motors es una película francesa del 2012. La dirige un señor que se llama Leos Carax. He estado tentado de cambiar mi estilo de hacer reseñas de cine y ponerme estupendo con datos y datos y tal, pero mira, creo que para eso hay decenas de críticos que o hacen estupendo. Sin ir más lejos podéis ir a La Butaca.

La pregunta primordial que siempre hago en estas situaciones: ¿De qué va?

Pues va de un tipo, Monsieur Oscar que recorre las calles de París en una limusina enorme. Pero enorme. Es tan enorme que en una escena que sube una pequeña cuesta, al llegar arriba a mi me da que roza los bajos con el suelo. La conduce una señora bien-bien puesta, que tiene unos años ya, rubia, rubia. París… ¡Oh! París. En un momento determinado la chauffeur le conecta la cámara de delante a M. Oscar y le dice: “Mire que bonita está París esta noche”. Y efectivamente, París estaba maravillosa esa noche. Pero M. Oscar no lo aprecia así. Ve los colores distorsionados, como la vida que está distorsionada.

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M. Oscar se dedica a la actuación. Pequeños papeles para públicos inexistentes. Quizás un viandante perdido, o un grupo de turistas. Aunque a lo mejor son figurantes… No hay cámaras, sin escenario, sin platea… podría ser esas piezas de micro-teatro que están empezando a ponerse de moda, que se hacen para veinte personas, o menos, con la gente rodeando a los actores, dos o tres a lo sumo, que casi se pueden tocar. Casi no, alargando el brazo los puedes tocar.

Durante un día, Monsieur Oscar ejerce de banquero, de padre preocupado por su hija con problemas de auto-estima, de un loco surrealista que secuestra a una guapa modelo que posa para un excéntrico fotógrafo, un asesino, un asesinado, un moribundo… la limusina va llevando a Oscar a cada una de las citas.

Todo esto te lleva a preguntarte durante toda la película ¿A dónde nos lleva esto? Lo bueno y lo malo de la película es que no responde a la pregunta. Cada uno puede responder según sus vivencias, según sus deseos, según lo que esa noche haya soñado, o según como le ha ido a uno el trabajo ese día. No hay respuestas rotundas, cerradas. Toda la película es una sucesión de pequeñas obras de teatro que parecen hechas para el resto de los protagonistas de cada una de ellas. Por ejemplo, el momento en que hace de preocupado padre por su hija adolescente. Yo me imagino el tema como que los padres de verdad contratan a nuestro Sr. Oscar para hacer el paripé y decirla a la chica lo que ellos no pueden, porque no les escucha. Porque es verdad, a veces no queremos escuchar determinadas personas, y sí lo hacemos con otras. Las mismas palabras dichas por uno u otro tienen efectos completamente opuestos.

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O quizás el cliente de esa agencia de representación en realidad sea M. Oscar que necesita para seguir con su vida tener 10 papeles distintos todos los días. Ser 10 personas distintas cada día, dependiendo del ambiente que le rodee en cada momento.

Aunque en realidad yo creo que la película lo que pretende es decirnos que nuestra vida es una continua actuación. Interpretamos un papel con nuestra pareja, otro con nuestros hijos, con nuestros padres, otro distinto con los amigos del colegio, con los de la Uni, con los colegas del fútbol, en el trabajo, con los amigos del Facebook, con los virtuales con los que a veces hacemos el papelón de nuestra vida, inventando a diestro y siniestro, con nosotros mismos cuando estamos solos, en nuestros sueños… somos personas distintas dependiendo de con quién estemos. Lo que pasa es que en la vida, cuando hacemos eso, nos parece muy normal, pero visto en la pantalla, llevado eso sí al extremo del surrealismo, nos parece estrambótico y hasta ridículo.

Esta es a mi modo de ver la película de la que hablamos hoy. Holy Motors.

Como casi siempre, yo me coloco en medio. Hay quién la considera obra maestra, y hay quién la considera una soberana “mierda”. A mí me parece muy interesante, provocadora y estimulante. Me parece excesiva en algunos momentos. Pero eso no le quita el interés.

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Muy bien fotografiada, muy buena música, un protagonista más, como los silencios, como París sobre todo por la noche, un protagonista masculino, Denis Lavant, que a lo bobo hace creo que son 11 personajes, cada uno con una manera de andar, de moverse, extremos unos, contenidos otros, un derroche de actuación. La Chauffeur, Céline, es Édith Scob, magnífica también. Aparecen en pequeños papeles Eva Mendes, Kylie Minogue, Michel Piccoli y algunos más.

Así que si tenéis oportunidad de verla, hacedlo. Con los ojos y la mente abiertas. Dispuestos a pensar y sacar vuestras propias conclusiones e interpretaciones. O simplemente, dejaros llevar por la fascinación de las imágenes de los mil y un personajes.

El tráiler.

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Y me vais a permitir que os ponga también un trocito, un Entreacto musical de la película. Me encanta el acordeón.

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Y os recuerdo, para más información, como siempre, la Butaca.