– Tengo hambre
– Vaya, ahora sí que quieres cenar…
– Oye, que antes he cenado también – dijo Jaime poniendo un pequeño mohín y haciéndose en ofendido.
– No, Jaime, no cuela.
– ¿Preparas algo?
– Pero tío, que morro. No, ahora te toca a ti. Se está muy bien en la camita caliente.
– Pero estás bien porque estás apoyado en mí. Si me levanto a preparar algo de cenar, ya no estarás tan bien. Y encima luego te arrepentirás porque soy una perfecta nulidad en la cocina, y no te gustará y me echarás la bronca…
– Vale, vale, calla, que me agotas. Ya me levanto en un rato. Aunque me parece que recalentaré la pasta, y la tortilla en el micro, y arreglados.
– Jo… ¿Me pones un bocata con la tortilla?
– Pero…
– Y podías hacer algún postre…
– Pero tío… ¿qué postre quieres que prepare en unos minutos? ¿O es que quieres que me pase la noche en vela? Oye, que mañana tú trabajas y yo debería ir a clase.
– ¡Bah!, que más da. Si ya tienes el año medio chafado. Tú mismo me lo dijiste el otro día.
– Oye, macho, que tú eres el profesor. Eres el que debería inculcarme el deber y esas cosas.
– Pero eso da igual… nos llevamos apenas unos meses. Incluso tú eres más mayor.
– Pero da igual, tú debes dar ejemplo, eres profesor. Yo soy alumno y mi deber es hacer pellas. Pero no al revés. Ahora deberías decirme que mañana tengo que recuperar el tiempo perdido y esas cosas y entregar los 5 trabajos que debo entregar. Y tú – le dijo señalándolo con el dedo – eres mayor que yo.
– ¿5?
– Bueno, 5 son para el viernes…
– Ya estamos…
– Pero debería… Convénceme, anda. Convénceme para que me duerma y mañana madrugue…
…
…
– ¡Vamos!
Pero Jaime solo le miraba fijamente.
– Vale, vale, ya me levanto. Si tienes harina y huevos suficientes, haré un bizcocho y crema pastelera.
– Hay Nocilla.
– ¿Nocilla?
– Luego puedes recubrir el bizcocho relleno de crema pastelera, con Nocilla.
– La madre…
– Vamos – Jaime empujó a Joan fuera de la cama, hasta que éste cayó al suelo.
– En fin. Esto me pasa por ser amable y tal… Podrías al menos levantarte a ayudarme, so cabrón.
– Oye, un respeto que…
– Como me digas ahora que eres profesor y… te… te… – y Joan hacía gestos con las manos como si quisiera estrangularle.
– ¿No suena un teléfono? – preguntó Jaime.
– Sí, sí… es el mío. Déjalo que suene.
– Pero…
– Déjalo, anda. No me apetece hablar con nadie.
– Vale, ya me callo.
– Serás… – Joan cogió un peluche que tenía Jaime sobre una butaca y se lo tiró a la cara.
– No maltrates a Desiderio. Que me ha acompañado en estos años de sufrimiento y…
– Pero serás actor… y malo además… quítale la etiqueta, anda… si te lo compró el decorador al que encargaste que te vistiera la casa..
– ¿Pero como sabes…? – Jaime le miró con cara de verdadera sorpresa.
– Hablas mucho cuando te emborrachas – le gritó Joan ya desde el pasillo.
Jaime se levantó de la cama, y fue tras él.
– ¿Y que más te dije?
Volvió a sonar el teléfono de Joan. Esta vez, fue al salón y lo cogió de la mesa.
– ¿Sí?
…
– Hola Diego.
…
– No tranquilo, no molestas. Cuéntame.
…
– Nada, hombre – Joan puso cara de extrañeza, lo que hizo que Jaime prestara más atención a la conversación de Joan.
…
– Pero no te preocupes, hombre. Mira, si la verdad, me estaba aburriendo de vivir solo, así me haces compañía. Además, me gusta cocinar, y así si estás tú…
…
– No, Diego, no hace falta que te vayas. Mira, mañana cuando volvamos los dos de la Uni, comemos tranquilamente y ponemos un alquiler, si te vas a sentir mejor, y ponemos las normas de convivencia, y…
…
– Bueno, pues gracias…
…
– Pero Diego… ¿Estás bien? ¿te…?
…
– Vale, vale – pero la cara de Joan indicaba que no estaba convencido de las explicaciones que le daba Diego.
…
– Venga, anda, descansa… oye, por cierto, ¿Has cenado?
…
– No seas bobo, tienes en el frigo y en los armarios montones de cosas. Tienes embutido en el cajón del frigo, tienes huevos, y tienes filetes en el congelador… coge lo que quieras, estás en tu casa…
…
– Joan ponía cara de resignación – vale, vale, como quieras. Mañana hablamos mientras comemos… ¿Te parece?
…
– Venga… hasta luego.
…
– De nada, hombre. No…
…
– Agur. Agur…
Joan colgó. Y se quedó mirando la pantalla durante unos instantes. Jaime le observaba expectante. Se acercó a él y lo abrazó por delante. Le quitó con una mano el móvil de sus manos, dejándolo de nuevo en la mesa del salón, mientras con la otra le apretaba el culo.
– ¿Qué pasa?
Joan le miró por primera vez desde que cogió la llamada.
– Era Diego.
– ¿El chico… ?
– Sí, el chico que… Es que no sé, me ha dejado un poco…
Jaime le hizo un gesto con los ojos, para que acabara la frase…
– Quería darme las gracias.
– Mira que bien. Un tío agradecido. El viernes podías invitarle al cine, y vamos todos, y luego comemos un bocata.
– ¿Y sí…?
– ¿Te sorprende tanto que te de las gracias?
– Pues sí, me sorprende que me llame a las 12 de la noche, solo para decirme eso. Va, dejémoslo, voy a preparar el bizcocho y a recalentar la pasta y…
– Yo me vuelvo a la cama… aunque si cocinas desnudo, a lo mejor me quedo a mirarte – Jaime le guiñó un ojo, mientras le daba una palmada en el culo.
– No, a mirarme no… – Joan se dio la vuelta moviendo exageradamente el índice de lado a lado. – a ayudarme. Ven, ven, y empieza batiendo huevos.
– Hummmmmmm, ¿Los tuyos, mi amor? – dijo Jaime imprimiendo a su voz el tono de un narrador de cine porno, mientras pasaba su lengua humedeciendo lentamente sus labios.
– Anda, tira para la cocina… no me toques las narices… que anda, a quién le cuentes que vamos a hacer una tarta a las 12 de la noche de un miércoles…
– Martes
– Bueno, lo que sea. ¿Seguro que no es miércoles?
– Bueno, da igual.
– No, no da igual – dijo Joan abriendo el frigo y sacando media docena de huevos – Porque si mañana es jueves, tengo que presentar un…
– Deja de…
– Oye, que te repito que…
– ¡Qué cansino con lo de que si yo soy profesor! Da igual, si…
– No puedo contigo, no puedo – dijo fingiendo Joan desesperación, mientras sacaba la leche, el azúcar y la harina – No puedo. ¿Y la nocilla?
– En el frigo.
– Joder, pues… habrá que sacarla, sino la va a extender en el bizcocho quién yo te diga.
– Tengo hambre, ¿sabes? – afirmó Jaime mientras pasaba por detrás de Joan y le pellizcaba el culo.
– ¡Ay! Deja ya de pellizcarme, capullo. ¿Hambre? ¿Hambre dices? Serás capullo y antes no has comido casi ni una miaja de lo que te he preparado con tanto esmero. Casi me lo tiras…
– ¿Que te tiro? ¿Deliras?
– No deliro, solo recuerdo.
Jaime cogió un pequeño puñado de harina y se lo tiró a Joan. Este soltó el bol que había sacado del armario, y empezó a perseguir a Jaime por toda la cocina. Al final lo acorraló en una esquina, y empezaron una guerra de cosquillas.
Reían.
Jugaban.
Reían… y acabaron en un largo beso.
– ¿No nos arrepentiremos mañana de esto?
Era Joan quien por un momento tenía remordimientos de lo que estaban haciendo.
Jaime se puso serio. Se encogió de hombros.
– ¿No es el teléfono?
Jaime fue al salón y le llevó a Joan el móvil.
– ¿Sí? – contestó Joan sin mirar siquiera la pantalla.
– …
– ¿Ricardo? ¡Qué…!
Jaime se sentó en una de las sillas de la cocina.
– …
– ¿Carlos? ¿Que me has llamado? Pues no he oído, te lo juro…
– …
– Oye no te pongas…
– …
– ¿Qué? ¿No exageras?
– …
– Mira creo que estás exagerando. No estoy en casa, y no creo… y mira, tampoco soy su guardián. Ni el de nadie.
– …
– Venga, anda, vete si quieres. Tienes las llaves. Y…
– …
– Llámame si pasa algo. Aunque creo que…
– …
– Venga, llama si necesitas algo.
– …
– Agur.
Joan se quedó otra vez mirando la pantalla del móvil.
– ¿Qué pasa?
– Pues que, Carlos piensa… Nada da igual. Está paranoico.
Joan volvió a sus preparativos para el bizcocho. Pero no podía apartar de su mente la conversación que acababa de tener con Carlos. ¿Y si tenía razón?… no dejaba de hacerse esa pregunta…
Jaime seguía sentado en la silla. No apartaba la mirada de Joan. Hizo un gesto con la mano, como si estuviera despidiéndose de él mientras se alejaba en el tren, pero Joan ni se inmutó.
De repente Joan tomó una decisión.
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Historia completa seguida. (capítulos 1 al 75)
Historia completa seguida (capítulos 76 a final)
Historia por capítulos.