Hablamos…

Hablamos.

Hacía un mes que no lo hacíamos. Desde el día en que le dejé.

Hoy ha pasado ya el tiempo suficiente para poder cambiar impresiones sin echarnos los trastos a la cabeza.

Todo empezó muy rápido. Nos conocimos en un pub. Yo estaba besando a un chico que había conocido por Gaydar o Bakala, no me acuerdo de cual. Estaba el tío como un tren. Pero no iba a ser nada más que un polvo. Tomamos una copa, y sin poder evitarlo, en una esquina del pub, nos comimos la boca. No era un pub gay… en mi ciudad no hay ninguno. Sin la copa quizás no me hubiera atrevido. Es que no era un beso… era un BESO… con las manos… parecíamos los dos, pulpos… ahora que lo rememoro… me parece imposible que se me ocurriera hacerlo así… y en ese pub… ni en Madrid, en sitios gays, lo he hecho nunca… pero es que ese tío…

Marcos estaba en el pub. Nos estaba mirando. Una de las veces que descansamos de nuestro Beso, coincidimos nuestras miradas. Me sonaba además de haber visto su perfil. Pero fue un segundo… ese chico me reclamaba… es curioso, ahora que lo pienso, al intentar escribir su nombre, por no repetir lo de “chico”, no recuerdo su nombre. No, no lo recuerdo.

El caso es que ese día nos fuimos a mi casa, y follamos. Fue algo tremendo. El “sin nombre” era un animal sexual. La de cosas que me enseñó esa noche… y yo le enseñé también un par de ellas… no os vayáis a creer…

Me dio su teléfono y todo. Y ni lo apunté. Estaba tremendo, el sexo fue estupendo… pero no. No apetecía repetir con él. Luego te pillas… te acabas enganchando, y un día le da la ventolera, y se larga, y tú te quedas con la cara de gilipollas. Porque ese tío era de esos.

A los pocos días, en una cafetería del centro, le volví a ver. A Marcos, digo. Al principio no le situaba… pero al final, mientras me despedía de mi amiga Pitu, se me hizo la luz. Me volví a sentar en la mesa, y me puse a leer. No me apetecía volver a casa. Me pedí otro café, esta vez descafeinado, y me enfrasqué en releer “Los tres Mosqueteros”.

De repente, noté que alguien estaba enfrente de mí, de pie, observándome. Levanté la cabeza y… era Marcos. Me miraba con… no sé definirlo… sus ojos… ¿Era simpatía? ¿Cariño?… pero no podía ser nada de eso… no nos conocíamos… ¿Lujuria contenida?…

El caso es que me saludó. “Hola, me llamo Marcos” “Hola yo Iván…” “Encantado… mua, mua” “Siéntate” “¿No te importa? “¡Para nada! Mis amigos se fueron…”

El caso es que… acabamos follando esa tarde. Y la siguiente. Descansamos miércoles y jueves, y el viernes iniciamos una maratón, hasta el domingo tarde.

Era algo especial. El sexo, digo. No era solo sexo. O sí… al principio sí… pero luego era como… más cercano, como con un plus de cariño…

Pero solo hacíamos sexo… apenas salíamos, ni íbamos al cine… hablábamos, sí… pero no sé… empecé a ver las orejas al lobo… porque me estaba empezando a pillar… y Marcos era de esos… unos polvos y ya está…

Y un día me armé de valor… y le solté que lo dejábamos. No quería arriesgarme más… Se lo solté y punto. Yo me esperaba una tragedia griega, o todo lo contrario. Y no… se me quedó mirando con cara de incredulidad…  me preguntó si había hecho algo mal… me dijo que se había enamorado de mí… pero con tranquilidad. Al final, cuando sus ojos empezaban a dejar escapar un brillo sospechoso, se levantó de improviso… y se fue corriendo.

Me quedé un poco parado. Sorprendido. No me lo esperaba. No había notado que Marcos se hubiera pillado… por mí. Tampoco me preocupé mucho por verlo…

Le intenté llamar al día siguiente, pero no me cogió el teléfono. Y eso que lo intenté como 20 veces. Lo seguí intentando… los días siguientes…pero nada. Lo dejé por imposible. Que le dieran dos duros.

Al cabo de un mes, más o menos, quedé con uno de Bakala. Necesitaba descargar… llevaba mucho sin follar. Y después de la actividad frenética que tuve con Marcos… la verdad es que lo echaba de menos. Era un tío increíble. Todo músculos, con una polla del 15… y no… no eran 15 cm… aquello medía… ni se sabe… un culo… hubiera sido espectacular, el mejor polvo del siglo, si…

Pero no se me levantó… no pude quitarme de la cabeza la imagen de Marcos… fue imposible. Le hice disfrutar a él… aunque me parece que tampoco me salió muy allá… él no dijo nada… pero se le notaba en la cara. Y me fui…

Me emborraché esa noche. A las 5 de la mañana, le llamé. A Marcos. Todo borracho. Casi ni me tenía en pie. Y me cogió. Claro que le debí pillar dormido, y ni se dio cuenta. Y se lo conté todo borracho… bueno, en realidad ni me enteré muy bien de lo que le dije… le di detalles de la polla del maromo, de cómo siempre le ponía su cara, de que no me empalmaba ni a tiros, y de que… le quería… pero que era un secreto, secretísimo…

¡¡Patético!! Así me sentí aquella tarde cuando amanecí con una resaca del 15. Subió un par de grados más, cuando recordé la llamada. Me puse la almohada por encima de la cabeza… y me hundí en un duermevela

Hasta que sonó el teléfono. Me dio tal susto que, salté de la cama. Tras revolver toda la ropa que usé la noche anterior, lo encontré y contesté… Era Marcos.

Me preguntó cómo estaba… se imaginaba que tendría una resaca… porque me notó muy depre, y muy borracho la noche anterior… ¿Tan patético fui? Creía que solo había formulado un pensamiento, pero lo debí decir en voz alta… porque Marcos me contestó… “Sí, un poco”.. .para acabar la frase con una carcajada… No sabía ya muy bien, si reír  mi ridículo, o  llorar mi patetismo.

Y aquí estamos. Una semana después. Después de la borrachera. La gran borrachera. Está más guapo que nunca. Y bueno… mañana vamos a ir al cine. Invita él. Ha encontrado trabajo… y quiere… bueno… invitarme… luego creo que iremos a cenar una pizza, y no sé, a tomar una copa…

Hemos hablado de cosas…  he tenido la impresión de que, en los casi tres meses que mantuvimos nuestra relación, hoy era el primer día en que le oía… no me había dado cuenta de la bonita voz que tiene, de lo contagiosa que es su risa… No me había dado cuenta de su forma de escucharme… No me había dado cuenta de lo bonito que es escucharle… Me he dado cuenta de que no le conocía para nada… Le gusta leer, recita cositas de Shakespeare… dice que alguna vez ha ligado así… jajajajaja… le gusta jugar a la play… le gusta la pasta…

Y sabes… aunque no he descargado todavía, bueno, salvo alguna… ya me entiendes… pero eso no cuenta… creo que no voy a hacer nada porque acabe la noche en la cama… quizás Marcos sea ese chico que siempre busqué. Por lo menos, ahora, me apetece arriesgarme. Me apetece probar otra cosas… Y quizás… quizás…

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Al final, hemos ido al cine. Hemos visto “El Incidente”. Durante un rato me ha cogido de la mano. Hemos tomado una pizza en un Pizza Hut. Una Barbacoa. Me ha sabido a gloria. Nos hemos reído un rato charlando con los de la mesa de al lado, que eran conocidos de Marcos. Luego me ha dicho que un día me les presentó… y no lo recuerdo. Eran muy majos. Hemos quedado para la semana que viene para salir por ahí… me apetece el plan. Luego, nos hemos ido al “Darling” a tomar una copita…

Os voy a dejar, Marcos se ha despertado, y me dice que apague el ordenador… y me vaya a abrazarle. No, no hemos follado. Vinimos a mi casa, tomamos una copa más, y nos besamos. Y nos fuimos a la cama. Y nos hemos vuelto a besar… y hoy, he visto que tiene unos ojos preciosos. Marrones… profundos…  y nos hemos abrazado… y nos quedamos dormidos.

– ¡Vamos Iván, tío! Vente a la cama. Me estoy quedando frío…

Os dejo. Marcos me reclama. Ahora que le miro de reojo, por el espejo, no me había fijado en lo bonito que luce ahí… en la cama… medio tapado por el edredón… invitándome a que me una a él…

– ¡¡Voy!! Ya lo apago.

Buenas Noches…