Las sombras del pasado.

Las sombras del pasado…

El otro día volvía a ver el corto de Guillermo P. Bosch, «Ayer». Si recordáis lo puse hace ya unas semanas. Podéis verlo pinchando aquí.

Para mí, el tema principal del corto es… el pasado y su influencia en el presente. Vemos a la protagonista que, no puede quitarse la sombra de su marido muerto. Es una lucha de “ella hoy” contra “ella misma ayer”. Las sombras, la noche… el dolor más o menos escondido, la desesperanza, el vacío… la incomprensión de los demás…

Sabéis, creo que… ¿quién no tiene esos fantasmas? Si os pasa algo malo, algo agobiante, o hacéis algo que os avergüenza, los consejos que os darán vuestros amigos es: “Olvida”. Y al cabo de un tiempo… olvidamos. Sí, es algo que tenemos dentro como medio de auto-defensa: olvidar. ¿Qué haríamos si no pudiéramos olvidar ciertas cosas, si no nos pudiéramos quitar la pena, la angustia por la pérdida de una persona a la que queríamos, o por pasar página de un episodio de nuestra vida que nos hace sentir ridículos?

Pero… esos sentimientos, esa pérdida… están ahí. No es que desaparezcan. Es como si pasaran a un segundo plano, se almacenaran en un disco duro de no fácil acceso. Pero… están ahí.

El otro día me pasó. No sé por qué, pero de repente me encontré triste, ansioso… no cabía en mí el desasosiego… y de repente me encontré ciertas imágenes “olvidadas” que me hicieron daño. Y me sentí de la misma forma… o quizás peor, porque cuando ocurren ciertos hechos, no acabamos siendo conscientes de ellos hasta pasado un tiempo. Mientras llegaba el tiempo de sentir, fue pasando a ese disco secundario y menos accesible. Pero un clic   lo trajo de nuevo a primer plano…

Y luego vinieron otras imágenes desasosegante… y otras a lo mejor de momentos distintos… es como si hubiera vuelto al pasado… a muchos pasados. No recuerdas a lo mejor los detalles, no eres capaz de visualizar los hechos exactos, pero, en cambio, si eres capaz de revivir las sensaciones, la angustia, la ansiedad, la tristeza, la sorpresa… tus entrañas se contraen como en aquel momento… o ni siquiera eso, lo hacen como debieran haberse contraído en ese tiempo. Es como si lo que recordaras es la sensación que sentiste, y esa misma sensación te haga recordar otros momentos en los que te sentiste igual de jodido.

Un día me dijo un amigo que, quizás debiera escribir algunas cosas que me perturban si llegan de nuevo a mi mente. Pero hay cosas que, quizás deban llegar a la pluma en un momento determinado. Mientras ese momento no llegue, creo que no sería capaz. Intentos he hecho. El otro día precisamente, repasando algunos escritos que no he publicado nunca, me encontré esas pruebas. Pero eran planas… sin alma… sin llegar a poder exponer todas las sensaciones que entonces sentí. O peor, como apuntaba antes, que ni siquiera pude sentir. Si quisiera exorcizarme, debería escribir algo que con solo empezar a leerlo se me contrajera el alma.

El olvido… gran invento, pero… no hay olvido permanente. ¿O sí? ¿Alguna vez gana en «yo hoy» al «yo ayer»?