¿Merece la pena luchar?
¿Qué es el futuro? ¿Existe?
El otro día veía correr a los bisontes en el parque Yellowstone, huyendo de algo que ellos solo saben lo que es. Ya se conoce que los animales son sensibles a las catástrofes. Salen corriendo mucho tiempo antes de que lleguen las enormes olas de un txumani, corren antes de que erupcione un volcán… se resguardan antes de una tormenta…
Estos bisontes corrían en fila india y por el carril derecho de una carretera. Cumpliendo las normas de circulación. Viendo el programa de Iker Jiménez, me quedé tranquilo porque contaban que en el parque del Oso Yogui, en el subsuelo, había como una enorme cámara llena de magma que cualquier día explotará, pudiéndonos mandar a todos a freír espárragos. La última explosión de esa bomba natural mandó algunas rocas a Europa. “Que las hemos visto y catalogado”, dijo uno de sus colaboradores. Esto me dejó mucho más tranquilo. A esa tranquilidad sin duda contribuyó de forma decisiva el comentario de uno de estos colaboradores sobre que en Indonesia había explotado una cosa así también y había supuesto la casi extinción del ser humano. “Quedaron cuatro, pero tranquilos que fueron capaces de repoblar el planeta”. Estupendo.
Bueno. Ya me imagino protagonizando una de esas películas de tragedias. Solo, perdido en una carretera abandonada, con la mirada igual de perdida en un horizonte inalcanzable.
Por otro lado, los científicos nos recuerdan que eso del calentamiento, nos va a joder bien, con una cierta rapidez, porque como que… que no, que seguimos mandando mierda a la atmósfera y que esto no hay quien lo pare. El deshielo de los polos, la subida de las aguas de los mares… los desastres naturales, inundaciones, terremotos, sequías, volcanes en erupción…
Menos mal que el petróleo se acabará en unas decenas de años. ¿Qué guerras provocará el cambio de sistema? Los rusos parece que se están entrenando… los sirios siguen a la greña con una saña espectacular, África en general se muere de hambre, y los que no mueren, se matan entre sí.
Tenemos también a valorar el tema de la luna sangrante. Una alineación de la luna el sol y la tierra que sucede de vez en cuando, y casualmente… ¡joder!, que pasan cosas raras cuando sucede. Y nos tocan tres o cuatro en un año.
Ya estoy que no quepo en mi cuerpo.
¿Para qué, entonces molestarse en nada? Si al menos un Príncipe azul llamara a mi puerta… sí, cojones, digo yo que la caída a los infiernos será más agradable con uno que te mire con amor y devoción… morir o deambular por el desierto al menos con un Príncipe y rodeados de azúcar. Salvo si eres diabético.
Aunque luego, claro… cada vez somos más raros, más competitivos, más… “desagradables”. Que aparezca el Príncipe azul y que resulte desagradable. Que sea un criminal, un tramposo, un pisa-cabezas con sonrisa ensayada en el espejo por las mañanas. Creíamos que los españoles éramos los reyes de la picaresca, y que encima, les miramos con admiración. Qué sí, que lo hacemos. Pero no, no solo en España se premia a los tramposos. En el mundo anglosajón están muy preocupados por los que copian en las universidades. Es una moda. Lo decía el otro día un documental de La 2. Casi un 50%, llegaron a decir, copiaban o pagaban para que les hicieran los trabajos. ¡Hasta en Harvard! Hasta los policías de una ciudad de Estados Unidos, copiaron el examen de promoción interna… ¿Cómo te quedas? Es el fin definitivo de los valores. Ya no solo los políticos españoles hacen trampas y se lo llevan crudo. Y nos creíamos especiales… ¡Ja! Los hay en Inglaterra, en Alemania los ministros falsean el currículum, y quién sabe si el presidente de la Reserva Federal en USA, copió los exámenes en la Universidad. O el médico que te atiende en Urgencias o en Anatomía de Grey. Imagínate que hasta House podría haber copiado el examen. La degradación de la sociedad, de los valores… no se tiene en cuenta el tipo de persona que seas, sino lo que ganas y lo que has estudiado y las notas. Una estudio el otro día, lo escuché por ahí, decía que las mujeres nunca se enamorarían de un hombre en paro. ¡Toma ya! Eso es el triunfo definitivo del amor.
Aviso a mi Príncipe, que no tengo un duro. El estudio no decía nada de los gays. Un rayo de esperanza.
Por no hablar de esas bacterias y virus que son inmunes a los antibióticos. ¿Qué hacemos? Si encima la medicina, las medicinas, están en manos de empresas sin muchos escrúpulos dirigidas por personas sin ningún escrúpulo, que seguro copiaron en los exámenes y que miran la cuenta de resultados para decidir qué curan y a qué precio. Con lo que ganan con el SIDA, o con el cáncer… ¿se curarán alguna vez de verdad esas enfermedades? O todas las medicinas paliativas del Parkinson, o del Alzheimer, o de la depresión…
Así que, estoy un poco desanimado. Veo el fin del mundo muy cerca. Y mira, no me atrae nada eso de protagonizar una de esas películas de tragedias y en las que los supervivientes se arrastran por una carretera vacía… y mejor que esté vacía que si te encuentras con alguien, seguro que te quiere comer el hígado o sacar los ojos por conseguir el cortauñas que llevas colgado del cuello, como un tesoro. Este concepto ya lo había expresado más arriba. Sí. Quiero que quede claro. No tengo ganas de arrastrarme por una carretera vacía perseguido por un atajo de desarrapados que quieren comerme asado a fuego lento. Vale, ya es la tercera vez.
Pero es que no quiero… vale, me callo.
Hermanos, cojámonos de la mano y recemos a Yahvé, para que no nos envía otro diluvio universal, aunque en este caso puede que en lugar de agua, caigan piedras del cielo, las piedras del Oso Yogui.
Y sin Príncipe azul… en fin.
¡Oh! Yahvé, ten piedad de nosotros…
Habrá que ir a ver Noé, la película, para coger ideas para poder salvarnos… lo que pasa es que dicen que es malísima.
Y ayer, fui a comprar naranjas para zumo, y había un tío poniendo carteles para vender un libro que dice que «El fino del mundo está cerca» «Arrepentiros de vuestros pecados». La frutera comentaba: «empecé a leer el libro, pero lo tuve que dejar: ¡Qué depresión!». Y encima las naranjas apenas tenían zumo…
No, repito, reitero, que no tengo ganas de ser Vigo Mortesen en “La Carretera”. O Mel Gibson en Mad Max. Vale, lo he vuelto a repetir. Soy cansino, sí.
Y yo que creía que después de superar el problema del calendario maya ya estaría tranquilo para el resto de mi vida respecto al fin del mundo. Los jodidos de los bisontes tienen la culpa de todo.
O tú. A lo mejor la culpa la tienes tú…