Está ya en los casi 18.
Casi le pierdo, pero al final, conseguí agarrarle cuando caía por el precipicio.
Y Tomás está casi en los 15.
También casi le pierdo, pero de otra forma.
Estas son nuestras segundas Navidades como familia. Ellos dos y yo. Soy Ernesto, “el escritor de los cuentos de Navidad”.
Cuando acabé el libro, todo parecía encarrilado. Y era así, aunque en algún momento, sobre todo en los capítulos eliminados, la cosa no estaba clara. No, no los busquéis, que no están. Todavía no ha salido la edición especial de “El escritor y los cuento de Navidad”.
En el nivel de mi carrera profesional de escritor, las cosas han ido bastante bien. El libro anterior a “Los cuentos” fue estupendamente bien. Sí el del premio que nunca me acuerdo cómo se llama. El posterior, “La guerra en Mundo maravilloso”, batió todos los récords de ventas. Ha sido el libro más vendido en España en 2014. Y lo he vendido para traducirse a 34 idiomas. Rosa, mi representante, está negociando para ser traducida al japonés. Será el 35. En Inglaterra sale en Marzo.
En Méjico y en Argentina ha sido también el libro más vendido del año. Incluso en Chile, es el libro más vendido de la historia, después de la Biblia y el Quijote.
Ese tema no puede ir mejor.
Tomás hizo una pequeña gira con una compañía de teatro, haciendo un musical. No recuerdo cual era y me vais a perdonar, no tengo la cabeza para buscarlo ahora. Fue un fracaso la obra y a parte, Tomás empezó a tener problemas para dormir otra vez. Volvimos a casa.
Arturo parece que está bien. Eso quiere aparentar. Yo sé que no lo está. Veo continuamente esa nube encima de él. Parece alegre, pero si borras su boca, los mofletes, y te quedas solo con los ojos… son los más tristes que he visto nunca. Creo que sigue pensando que debía haberse ido, debía haber dejado caer el ascensor en el abismo y no permitirme salvarlo. A veces lo encuentro mirándome con un gesto de reproche. Quiero indagar dentro de él, ver lo que siente, pero ya no me deja entrar en él. A veces me cuelo en su cabeza, en su espíritu, pero no puedo estar mucho tiempo. En cuanto se da cuenta cierra el interruptor de nuestra conexión.
Me preocupa además que se ha vuelto muy solitario. No tiene casi amigos. Y después de aquella Jénifer que le hizo tanto daño, apenas ha tenido novias ni amigas. Y las que ha tenido no le han durado más allá de una semana.
Tomás también está preocupado por él. Yo creo que por eso tuvo esa recaída en sus problemas de sueño, por la gira. Sentía que debía volver al lado de su hermano. Y yo creo que sus amigos de “Mundo Maravilloso” colaboraron todo lo posible para que la gira fuera un fracaso y volviéramos a Burgos, sin la sensación de haber fracasado.
Hacemos todo lo posible para que Arturo sea feliz, pero no acabamos de conseguirlo.
Ahora, les veo a través de la mampara de cristal. Están acabando de preparar la cena de la Noche de Reyes. Es nuestra noche. Es la noche de la Magia. Decidimos que fuera nuestra principal fiesta cada Navidad. Tenemos la casa llena de adornos, tenemos un enorme Nacimiento que hemos hecho nosotros mismos, tenemos un árbol con muchas luces, en la terraza. Y muchos adornos más. De hecho, hemos adornado todo el edificio. Los vecinos al principio nos miraban con cara de “estos están pallá”. Pero mira, quedó bonito y como lo pagamos nosotros… pues todos contentos. Hemos salido hasta en el diario. No es por nada, es el mejor adorno de todo Burgos.
Todo como soñaba Arturo. Todo como lo que me contaba que deseaba en nuestro Ascensor particular, durante su coma.
Pero no consigo que reaccione.
He renunciado a las giras de promoción por el extranjero, a los programas de televisión en los que podía ver agigantado mi ego de artista. Y ganar un dinero. En las giras por España me los llevo a los dos, siempre que puedo. Les gusta acompañarme. Y Arturo me mira siempre con una cara de orgullo que me hace sentir bien. Pero eso dura un rato, luego vuelve la nube.
Seguro que no se perdona por estar vivo y que su madre y su hermana murieran en el accidente. Seguro que es eso, pero no encuentro la forma de que se perdone y siga con su vida.
Viene Rosa a la cena de Reyes. Viene con Galo, un novio italiano que se ha echado. Hacen buena pareja. Y creo que hoy nos van a dar la noticia de que está embarazada y que Arturo va a ser el padrino de su niño. A ver si eso le alegra. Y más cuando se enteren de que van a ser gemelos. Tomás será el del otro niño. Van a ser niños, lo sé. “Mundo Maravilloso” tiene esas cosas.
Vienen también los amigos de Tomás: Fernando, Manu y Ricardo, y Eduardo, que me parece que tiene pinta de ser su noviete. Arturo no ha invitado a nadie. Y viene Sergio también que ha vuelto de su año en Inglaterra, por lo del inglés. Ya está completamente recuperado del cáncer. Es casi como de la familia. Y viene su abuela, que se ha convertido en la abuela de todos. Y ella feliz. Cada día parece más joven.
He invitado a Elías también. Nuestra historia de amor es de ida y vuelta. No estamos centrados. Él tiene miedo y yo… yo no estoy seguro. Me gusta y creo que lo quiero, pero… es posible que sea que no deseo quitarle ni un gramo de afecto, de amor, a Arturo y Tomás. Creo que me necesitan mucho, que necesitan de toda mi atención, de todo mi cariño. A veces dudo de si seré capaz de tener una pareja en el futuro.
Pero hoy vamos a intentar hacer una gran fiesta. Vamos a hacer que nos olvidemos de todo. Ojalá su efecto nos dure una buena temporada. Veo que Darío y Kevin vienen también. Darío parece que ha dejado de sentirse culpable por el accidente. Por lo menos él lo ha conseguido. Kevin tiene mucho que ver en eso. Ese chico tiene tantas ganas de amar… es un buen ejemplo de que el amor cambia el mundo.
Casi se me olvida citar a María y Fede, médicos de profesión, los artífices de que Sergio y Arturo tuvieran un final feliz a su estancia en el hospital. Parece que también van a ser padres. Me da que la fiesta del año que viene, va a estar llena de bebés.
Arturo me está mirando desde el otro lado de la mampara. Creo que quiere que vaya. Ya. Tiene urgencia en la mirada. Han empezado a llegar todos y necesita alguien en quién apoyarse. Es curioso, él necesita de mí para sentirse seguro, y yo necesito de él. Sigue siendo mi apoyo, mi guardián. Me sigue llevando la comida o la cena en mis periodos de escritura catártica. Sigue poniéndome la manta cuando me duermo en el sofá y sigue corrigiendo mis escritos. Incluso creo que a veces, me escribe algún capítulo. Y sé que ha escrito varias cosas interesantes, pero no me deja leerlas. Posiblemente porque hable de muerte, de tristeza, del abismo, de su abismo.
Hoy espero al menos que sea una noche alegre. Los regalos están debajo del belén, la comida está en la mesa, Arturo y Doris se han ocupado del tema. Y la abuela de Sergio traerá algunas cosas, seguro. Es una gran cocinera. Qué mujer tan vital, tan extraordinaria. Ella salvó a su nieto de la enfermedad. Luchó contra todos, hasta contra el mismo Sergio que era francamente insoportable mientras estuvo en el hospital. Le dio igual los desplantes, sus insultos, e incluso, en medio de algunos de los tratamientos duros de quimio, de los golpes que le dio el chico. También luchó contra la desidia de los padres de Sergio. Y ganó. Ella dice que yo fui clave. El verme en el hospital en el que también estaba Arturo, y poder presentarme a Sergio que leía apasionadamente mis obras, fue clave. Y nuestra conversación en los pasillos del hospital. Yo creo que ella fue la artífice, pero tampoco me viene mal un poco de culto al ego. Al menos, lo que no acabo de conseguir con mi hijo, lo hice con Sergio.
– Papá, debes venir. Me va a dar un ataque.
Al final Arturo ha abierto la mampara.
– Arturo, si los conoces a todos.
Le he sonreído con todo mi amor, pero está al borde de un ataque de ansiedad.
– Ven, siéntate conmigo mientras acabo de escribir. ¿Quieres leerlo?
– Ya lo he leído.
Lo miré muy serio.
– Es injusto lo que haces. No me dejas entrar en tu cabeza. Y tú entras en la mía cuando quieres.
Me acaba de sonreír. Es la sonrisa más triste que he visto en mi vida.
– No podrías soportarlo, papá. Es mejor que no entres.
– Pero… – he intentado rebatirle, pero no me ha dejado.
– Ernesto, acaba de escribir, lo necesita Jaime para el blog.
– Arturo, hijo…
Se ha acercado a mí y me ha plantado un sonoro beso en la mejilla.
– Me retuviste y debes cargar conmigo. Ajo y agua.
– No eres ninguna carga – me he revuelto contra esa afirmación.
– Te quiero, Ernesto. Acaba, te estamos esperando.
Debo acabar. Se ha dado la vuelta y ha salido de la habitación. Ha cerrado cuidadosamente la mampara de separación. Y me ha sonreído al hacerlo.
Seguiré luchando por conseguir la llave para entrar en los pensamientos y sentimientos de Arturo. Seguiré intentando encontrar la forma de que vuelva a ser un chico de 18 años que no se eche la vida del resto del mundo a la espalda. Que recupere la alegría, que salga con chicas, que se enamore, que folle en el asiento del coche, que me saque de quicio por llegar tarde a casa y medio borracho. Deseo que tenga que hablar con él muy seriamente sobre drogas, sobre alcohol, sobre preservativos.
Es un buen deseo para los Reyes Magos. Vida, amor y compañía.
Tengo que irme. Me toca una ronda de besos y abrazos. Ya están todos. Elías no, que se ha rajado. Me acaba de mandar un wasap, diciendo que se borra de la fiesta. Quizás llame a algún chapero luego, hoy necesito un poco de roces de piel. Sin compromisos.
Le pediré a Jaime el teléfono de Adri.
Dedicatoria:
Jaime, todo tuyo, para tu especial Navidad. Te lo dedicamos a ti y a todos tus lectores.
Ernesto, Arturo y Tomás.
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Estos son los protagonistas de «El escritor y lo cuentos de Navidad».