Hoy, queridos y queridas, lectores, lectoras, os voy a transcribir una carta que me ha enviado un amable visitante de mis blogs, en la que me cuenta lo que hizo la noche de sábado pasada. Y como para uno que sigue mis peticiones y me lo cuenta, pues creo que es justo, incluso necesario, que lo publique.
Le he pedido permiso, que conste. No os vayáis a pensar que me salto la privacidad de las comunicaciones así como así, hombre. Incluso le he cambiado el nombre. Él se llama Jose, y para este post le he llamado: Federico.
Vayamos con la carta:
…
¡tchisssssssssssssss! Ahora que caigo. He de matizar, que, cuando digo carta, quiero decir email, pero es que queda mucho más romántico lo de la carta… sisisisi.
Aprovecho para recordaros que me podéis contar vuestras cosas y aventuras por correo electrónico, como ha hecho Virgilio. Y luego si queréis lo cuento, o si no, os contesto y mantenemos una bonita correspondencia en privado.
Leamos pues, la carta:
Hola Jaime:
Primero quiero decirte que tu blog es una pasada. Me mola mucho. (Ésta es la parte que más me ha gustado de la carta, ejem. La he encontrado un poco corta, eso sí). Me parto con tus chuminadas, me haces llorar, jodido, aunque como lo digas, te parto la crisma. Me animas a seguir en este valle de lágrimas. Porque estoy muy triste, Jaime, muy triste. Me siento solo, pero tú y tu forma de escribir, me hace sentir acompañado.
(Ya os he dicho que esta parte de alabanzas era muy corta)
Pues esta mañana, en llegando a casa a las 8 a.m. Me metí en tu blog, en el guarro, me entiendes, es que me mola más, porque entre relato e historia, entre desparrama y desparrame tuyos, pues me puedo cascar una paja con los tíos que pones. Tienes un gusto para los tíos de puta madre (esto casi ni lo cuento como alabanza, ha sido tan breve…). Te contaba que llegué a casa después de una noche en la que lo di todo, todo… pero todo… y me encontré con ese post en el que recomendabas posturas y que dos pavos te habían servido como modelos. Que si quieres cuenta conmigo para el próximo post didáctico de esos.
La madre que me parió, me acabao de dar cuenta de que no te he dicho ni mi nombre. Soy Esteban, de Madrid. Por cierto, la próxima vez que te pases por la capi, dame un toque para que te pagues un café, que yo si que te invito a un café, no como otros (tomo nota querido Manuel).
Pues tío, te contaba, o quería hacerlo, mi noche de ayer. Esta noche, vamos, la que acaba de terminar, de hecho no ha acabado, porque todavía no me he ido a la piltra, ni siquiera me he despelotado. Son las 9,35 a.m. Menos mal que mi vieja se ha ido con su pibe de vacaciones a Islandia, porque si me pilla a esta hora sin dormir… y de la forma que he llegao a casa, me corta los cojones. Por mi viejo no preguntes. Dimitió de su puesto hace ya 15 años. Y tengo 23. ¿No te lo había dicho? Y estoy para mojar pan… (desde luego modesto no es Iñaki).
El pibe de mi vieja tiene 21. Si no estuviera con mi vieja me lo… Carlos, por favor, controla tus impulsos… nada, no he escrito nada, el pibe de mi vieja es un colega, y nos vamos de farra los tres, y nos lo pasamos guay del paraguay. Y el pibe de mi madre, no me mola. No me mola. NO me mola. No me mola… (lo repite 100 veces, pero yo lo he abreviado un poco).
Tengo que acabar esta carta, para irme a dormir… mi cabeza es como el planetarium ese, que me da vueltas y vueltas todo, como si fuera el sol, o la estrella reina, que lo que coño sea.
Pues mi noche ha sido brutal. Acojonante. Flipante. ¿O no?
Salí a las 12, con mis colegas del barrio. Nos fuimos de botellón. La peña llevó la hostia de bebida: vodka, gin, tequila. Mola el tequila. Me escondí la botella entre la chupa, y me la bebí yo entera. Una pasada, tío. Estaba con un subidón…. Pero era un pedo sereno, sí. No era abigarrado… ¿abigarrado? Que palabro más… no se si pega, pero me ha salido, ahí se queda.
Pues estaba yo puesto de tequila, no, no más, porque Estela me ofreció un tiro. Pero pasé. No me mola esa mierda. Ni pastis ni na. Tengo que acabar esto… ¡joder! El jodido tequila… mi cabeza…
Pues de repente estaba yo en la calle esa que va… da igual, una calle, pues estaba yo tirado en un coche, y pasó él. Era un tío cojonudo. Alto, guapo, pelo negro, con mucho pelo saliendo por su pecho lobo, que chulo era el capullo, lo llevaba al descubierto, con el puto frío que hacía, y él ahí, con la cabeza levantada, mirando con chulería al resto de los mortales. Pero estaba cachas el tío, era un… Y yo de repente me dije: “Dani, este pavo, esta noche es tu perro”.
Me levanté del coche. Sacudí todo el cuerpo para templar músculos. Puse mirada de cazador, gesto de cazador, tensión de cazador, dureza de cazador. Eché todo el cuerpo hacia delante, y me fui a cortar el paso al chuleta ese. Ya me lo imaginaba en el catre, gritando de desesperado placer mientras yo le cabalgaba, tirando de su melena hacia atrás, para levantarle la cabeza y morderle el cuello. Lo veía claro, él suplicando que no le abandonara cuando…
…
…
Juro que no vi el bordillo. Lo juro. Yo tenía la pose ganadora, la tensión, todo… ese chulo iba a suplicar al final de la noche. Pero no lo vi. Iba decidido, con el cuerpo echado hacia delante, mirando fijamente sus ojos, o su paquete, ahora mismo me entra la duda… unos pantalones de cuero negro, y es que tenía que ser cuero negro, la madre que me parió, ¡¡Diossssssssss!! pero… no lo vi, lo juro, el bordillo del puto árbol… y caí. Pero a lo grande, así estirado. Caí encima de la basura. ¡Qué puto asco me dio! Ahora me están dando arcadas solo de recordarlo. Y cuando quise salir de la basura, directo al puto charco que había al lado de la puta basura.
¡Hostias!
Mis amigos descojonaos por el suelo. Yo de todos los colores, menos del normal. Oliendo a mierda de perro, o de niño, la madre que los parió a los niños y sus putos pañales, y con una hoja de lechuga a modo de lapicero de currante en la oreja.
Y el chulo de mierda ese, me miró con tal cara de desprecio… la puta madre que lo parió, chulo de mierda. Juro que un día morderás el polvo y me lamerás mis apestosos y malolientes pies, mierda. El tío mierda se rió de mí mientras pasaba a mi lado y se colocaba el paquete.
Pero le vi mejor el paquete desde el suelo, y no era para tanto. Era un picha corta. Mucho pelo en pecho, mucha chulería, pero luego una mierda de paquete. Le voy a enseñar yo, como que me llamo Pablo Óscar Fernando Alberto Miguel Jiménez Cocheras, Marqués de la Calle Estrecha.
Por estas que va a saber lo que es un miembro de hombre. Hombre ya…
Jaime, me ha emocionado mucho poderte enviar este mail. Y que lo leas, eres mi héroe. Haces que vivir merezca la pena (Vale esto me ha emocionado, pero podía haber abundado un poco en el tema, ha quedado muy corto). Me voy al catre, me caigo. Antes me ducharé y tiraré la ropa a la basura, apesta a mierda de bebé. Y a lata de sardinas en aceite. ¡Qué asco!
Un besito.
Fdo. Ricardo Borja Saúl Pomares Soares.