Protagonista: Jay Brennan, cantante. Y los encargos pendientes.

Le gusta a Sonia. Así que lo he traído aquí.

Se llama Jay Brannan. Es cantante y actor.

Y unas fotos que también es un chico aparente.

La letra de la canción: (después de la letra, hay un mensaje para vosotros, no me seáis diagonales 😉)

every time he goes, she dies
every time she comes, she cries

he was her long, bright future
in the middle of a wrong, dark road
he loved her, but he wasn’t too sure
if he could return the love she showed
when she said, «my love extends
beyond the realm of being friends»
he kissed her head
then quietly he said

[chorus:]
«it’s not that you’re not beautiful, you’re just not beautiful to me»
she said, «how beautiful do i have to be?
when i look in the mirror, you’re the only thing i see,
and i have loved you beautifully»

well, ten thousand tears passed by
but she never let him see her cry
and he called up down one night
he said, «let’s get in the car and just drive»

he talked a lot about loneliness
but why, she didn’t know
and some song about memphis
was playin’ on the radio
she said, «let’s stop the car and slow dance,
won’t you just give me a chance?»
he took her hand
and hoped she’d understand

[chorus]

well, she’ll burn that bridge
and build a house
and swallow the smoke in her mouth
and she’ll feel the burn
and then make the choice
to put the fire in her voice

[chorus]

Y mientas escucháis la canción, recordaros que estoy esperando vuestros comentarios sobre los libros que os han gustado. Podéis hacerlo como más os guste, con música, copiando un trocito, o contando lo que sentisteis al leerlo. Os recuerdo también que para escribir ese comentario lo único que hace falta es leer, y tener ganas de compartir con nosotros esos libros. Es la forma de que los demás, a lo mejor nos acerquemos a autores que de otra forma no nos llamarían la atención.

Y creo que vamos a abrir también un espacio de buenas noticias. Cosas que nos alegren, experiencias, canciones, historias que acaban bien. Algo que nos haga olvidar durante un segundo todo lo negro y deprimente que parece el mundo ahí fuera.  Ahí fuera y aquí dentro. Si yo os contara…  Así que espero vuestras aportaciones. ¡Historias que acaban bien!

Más propuestas. Un amigo me ha propuesto hacer un concurso de fotografías de «Incómodos de ver» al grito de «Los feos también tenemos derecho a un minuto de gloria». El grito ha sido un poco cambiado, pero era para poner algo de mi cosecha. Ejem. Así que se admiten sugerencias, A mi correo, los envíos de personas «Incómodas de ver». Y a lo mejor lo nombramos «vicealcalde» de «El rincón».

Y de paso, votáis en las elecciones a alcalde. Va ganando a día de hoy, Renato Ferreira. A votar, venga. Luego no os quejéis de que sale uno que no os gusta.

Pero para todo esto, os necesito. Así que a ponerse las pilas.

Y ahora, como os ha gustado Jay Brennan, que yo lo sé, otra canción. Por cierto que en mayo, según tengo entendido toca en Madrid.

 

Y su letra:

two bodies pressed together
two boys are falling hard
the smell of sweat and leather
a kinky greeting card

crazy about each other
we both have fucked up pasts
but when we are together
we have a fucking blast

[chorus:]
i wanna be a housewife
what’s so wrong with that
i wanna be a housewife, yeah
and that’s just where i’m at

i’m making guacamole
he’s working on the car
when he grills turkey burgers
he knows i like them charred

i like to wash the dishes
i like to scrub the floors
don’t mind doing his laundry
what are boyfriends for

[chorus]

i wanna have his baby
i wanna wear his ring
he drives me fuckin crazy
i am his everything

[chorus]

i wanna be a housewife
what’s so wrong with that
can’t wait ‘til he’s in my life, yeah
cuz we haven’t met

we haven’t met yet…
we haven’t met yet…

Si es que hoy estoy que lo tiro… os quejaréis, vamos. Música, fotos, y encargos. La repanocha.

Nunca he estado enamorado, tío.

Creo… creo que nunca he estado enamorado.

Estoy pensando en aquel chico. Creí que me molaba, tío. Pero, solo fue… sabes es que a veces, cuando necesitas, yo necesitaba mazo querer a un pavo, y los abrazos y las polladas esas. Me da palo reconocerlo ahora tío… puta necesidad.

Pero él no… En realidad él era tan marica como yo, sabes, pero… si me llegó a decir que cuando follaba con chicas no se empalmaba. Que tenía que concentrarse y ponerse en el coco la jeta del último pavo que le puso berraco. Una mierda iba a ser ese mamón un perfecto heteropollas de esos. Era más marica que yo, tío, pero sabes, su coco, no daba de sí, tan macho tan leches de esas…

Sabes, a lo mejor por eso me colé por ese mamón. Le gustaba mamarla un huevo, vamos, que no se cortaba, pero a oscuras, sabes. Y luego eso de besos y tal, era como artificial, era como un mármol, así de frío…

No, no, creo que no he estado pillado por nadie. Es acojonante. Acabo de darme cuenta de esa puta verdad, tío.

Jacinto fue distinto a ese pavo de antes. Era un tío gordo y tal. Pero era guay, joder, era guay. Pero su cuerpo me echó para atrás, tio. Y luego lo sentí.

Jacinto era alegre, y era un tío culto, y tal. Aprendí mucho con él. Me contaba cosas de pintores, de uno que se llamaba Picasso, con dos «s» decía el jodido de él, y otro que se llamaba Blázquez… no… Velázquez, y unos flamencos o algo así, y uno que componía música pero no cantaba nadie que se llamaba Vivladi, o Viclavi… Vivaldi. Sabes, era acojonante, nunca me había pasao, que me quedara espatarrao en la cama a su lado, y escuchando esa música, y tío, que se estaba de puta madre, que era como si te sintieras con poco peso, ¡La hostia! La mar de relajado y tal… ¿sabes?

Jacinto era… joder era un tío que me enseñó la hostia de cosas. Y el jodido me quería. No sé como lo seguía haciendo con la de cortes y leches que le di. Pero tío, por él empecé a empollar de nuevo, y oye, jódete, así me desasnan un poco más.

Jacinto. Sabes… es una puta mierda lo que le pasó. Joder… y pensar que… pero no, no estaba pillado por él, ¿sabes? Pero lo echo de menos la hostia, joder… era tan… él me quería la hostia, tío, y me enseñaba mucho, y… joder, me da palo contarlo, pero sabes, me… me besaba con mucho cariño, y despacito, y me besaba en el pecho, y en los pies, y en la rodilla por detrás, y en los tobillos, y aquí en ese sitio en que… entre el culo y los huevos, y me besaba detrás de la oreja, y ponía mientras ese Vivaldi, u otro que se llamaba… Bac, eso, era Bac. Joder, es que era joder… no era una mamada, y hala, ya estás listo, mamón, o ábrete de piernas que te la meto, y hasta luego, hijo de puta, un cuarto de hora y hasta mañana, hijo de la gran puta. Jacinto era de horas, y tal, y es que me hacía volar el capullo, como un buen peta… y luego yo, pero es que era gordo y tal, y qué iba a decir la peña si salía con ese pavo. Además, tío, era mayor que yo, tío, y comprende… ¿qué iba a decir la peña?

No, mis viejos chitón. Da igual, tú, sabes, es que mis viejos me dieron la patada cuando me pillaron con la polla de Óscar, el del segundo. Eso sí, después de darme de hostias, mi viejo, digo. Y mi vieja llorando como una puta beata, y diciendo que si un castigo de Dios, o no sé que polladas de esas.

Tío, yo me fijo mucho en las cosas, tío, sabes, y cruz y raya. Mis viejos, una cruz, ni puta idea de ellos. Cero. Paso. Yo soy paleto, tío, pero tengo mi corazoncito, sí, y me dolió la hostia. Yo quería a mis padres tío; la hostia, ahora me cosco que mi padre nunca me moló. Es borde el tío, y tal, y ahora que pienso, nunca me dio un puto beso. Hostias, muchas. No recuerdo ni un puto beso, tío, y yo me fijo mucho en las cosas. La de hostias que me dio mi viejo, tío, con el Óscar. Y al Óscar le partió la nariz, joder. Le metió en juicios y tal, sabes. Me lo contó la Merche, la de la mercería, que yo me di el piro, que me la encontré un día en la calle, cuando buscaba clientes, una noche jodida, llovía, un diluvio de esos, joder. Y ni Dios pasaba, ni una puta chapa en toda la jodida noche, y no tenía ni un puto cuarto. La Merche me llevó a su casa, y tal, y me dio un bocata, la hostia, lo bueno que estaba. Y me dio el sermón y tal, pero en plan bien tío.

Esto fue antes de lo del Jacinto. Joder, el Jacinto… pero no lo quería, ni de coña. Era viejo, y la peña, joder, no me molaba que me vieran de novios con él, joder, es que… pero él me quería… joder… y la palmó el tío, ese hijo de la gran puta lo atropelló, joder… la madre que lo parió, voló por la calle, tío, yo lo ví… lo tengo aquí, en el coco… joder, es como si lo fuera viendo ahora mismo como una peli en cámara lenta, y sabes, me acerqué corriendo, pero yo no lo quería, joder, que iba a decir la peña, tío, pero… me miró, y me sonrió, tío.. joder… fue hace un año o así, un año y un mes y 23 días, tío, a las 12 antes de la hora de comer, tío.. y tengo su puta mirada en el coco… joder… me quería el jodido,… pero sabes, yo no… joder, ¡qué iba a decir la peña!… era viejo… y gordo tío… pero…

Joder que me he echado a llorar, como un marica, la madre que me parió, tío. Es que esa puta mirada…

La madre que me parió, la jodida, que puta beata… eso me jodió mazo, tío, cuando me echó de la puta casa… con la de veces que me puse en medio de peque, para que no le diera de hostias mi viejo. Porque a mi vieja si que la quería, la quería mazo. Pero joder, la jodida… esa jeta, tío… que yo me fijo en las cosas, tío… la jodida… esa puta mirada de odio, de asco que me lanzó como una puta piedra de río… tío… y todo por una puta mamada al jodido del Óscar, que era un puto frígido desarraigado. No sé que joder quiere decir, pero mola. Me la enseñó el jodido Jacinto… “eres un jodido desarraigado” me decía, acariciándome la mejilla, tío, con ese cariño, con esa puta mirada, tío…

Pero joder, que no he querido a nadie, la madre que me parió, y sabes, que yo necesito.. joder, es que nadie me ha dado un poco de cariño, joder, ni mi puto viejo, ni mi vieja, ahora que pienso… no recuerdo la última vez que me abrazó la jodida… eso sí, con el puto rosario en la mano, y murmurando… “Dios te salve María… “ joder… debía haberse casado con el puto cura…

Sabes, Hugo, joder… no sé por qué me has pedido que escriba esta puta redacción. Es una mierda, sabes… me ha removido todo por dentro, y me ha hecho recordar esas cosas, joder, que yo me fijo mucho en las cosas, sabes, joder, y yo no quería, ahora estoy jodido del tarro, y tengo como el estómago hecho una pelota, una puta y jodida pelota, encogido y tal…

Esto, Hugo, joder, no te lo perdono, ni hostias. Me has hecho… sabes, me has tratado la hostia de bien, y desde que me recogiste aquel día en la puta calle, como la Merche ese otro puto día de lluvia, iba calado, y tal, y no tenía donde meterme, y me recogiste en tu coche, joder, y me has cuidado, porque me puse malo, joder… estás siendo un tío de puta madre, tío… eres como Jacinto, joder, pero menos gordo, tío… y… pero gordo tío, con esas lorzas, que me ponen a mil, joder, pero eres mazo cariños, y me mola, sabes, porque yo, sabes, necesito cariño, joder, es que nadie en mi puta vida me ha tratado con cariño, salvo el Jacinto, el jodido… le echo de menos, puta suerte, aunque sabes, tío, eres de puta madre, y me haces sentir cojonudo cuando estamos en la cama, mirando las putas estrellas que tienes pintadas en el techo, joder, que horterada, pero mola, con esa luz la hostia de rara, como azul que enfocas, y ese Mokosky que pones en el CD, que suena como a ese Vivladi que ponía en Jacinto, así como eso de clásica, y sabes, joder, me mola cuando hacemos el amor, porque no es una mamada y tal, o “ábrete el culo, puto chapero” como me decía aquél, o el toro, todos son iguales, chúpala, ábrete el ojete, que te empalo, y hasta luego, puto chapero. Alguno incluso, jetas, se iban si pagar, pero eso no, joder, que tengo que comer, joder, y no, y me iba detrás, y luego me pegaban pero no, aprendí a pegar yo también, a mi no me chulea nadie, joder, aunque a veces, tío, me dieron bien de hostias, como ese día que me partieron las cejas, y sangraba como un cerdo, y lo jodido es que era un pavo que iba de machito, pero luego le iban las pollas mazo. Y me hacía ponerme una faldita para engañarse, pero luego me agarraba la polla como si fuera su tabla de salvación, tíoo, en el puto mar y se ahogara y viera mi tronco, y se agarrara, joder, para coger aire, tío… no lo soltaba ni hostias.

No, no he querido a nadie, tío, me acabo de dar cuenta. Aunque sabes, joder, el otro día, cuando dijiste que a lo mejor te dabas el piro y tal, y me quedaría otra vez solo, joder, es que me volví loco, y tal. Y no, no se trata de que viva contigo en lugar de ese lugar apestoso lleno de cucas en el que vivía, es que echaría de menos al vorak ese, y al tío ese que llamas “el bos”, y esos ingleses que les cortaban el pelo con un orinal, joder, es que me dio por pensar en no estar contigo, y se me encogieron las putas tripas como una puta pelota de tenis, y me volví loco, tío…

A lo mejor es que te quiero, ahora que pienso Se lo oí a esa vieja de la tienda, que ella cuando conoció a su marido, estaba con el estómago cerrado y tal.. joder… tío… a lo mejor es que te quiero, joder,… y te vas a dar el piro, y te voy a perder,… joder… Hugo, no me jodas, tío… te quiero… joder… me acabo de dar cuenta, es que me fijo en las cosas tío… soy un poco retrasado en coscarme de las cosas y sabes… joder…. me mola cuando me acaricias, y cuando me pegas esos cachetes en el culo, y te ríes, y me río, y me miras, y joder, te miro, y me derrito, y la polla se me sube, y no pienso en nada, joder, solo en estar en tus putos brazos, joder y no, me da igual lo que diga la peña, sabes, porque me he coscado que el Jacinto, me hizo feliz, tío, y que a lo mejor también le quería, pero que por la peña no me molaba, por lo que dijeran y tal y sabes, la peña son unos gilipollas, y me molas, me he coscado… joder Hugo… no me dejes, joder… te … te amo. Joder, que te he dicho esto y me ha costado una jodida enfermedad, que no soy de mariconadas de estas, y… joder… Hugo… no puedo quedarme sin tu sonrisa, la puta sonrisa, y que me acaricies, y que te dejes dar un masaje, que lo hago de puta madre, que yo lo sé, que me fijo en la cara de flipao que pones, tío, y que cierres los ojos cuando te acaricio, y te la chupo, o te muerdo una tetilla, que chillas como un puto cerdo, en el matadero, eso dicen que chillan, yo ni puta idea, pero lo dice la tía de la carnicería, y se ríe… joder… Hugo… me acabo de dar cuenta, que te amo… joder que fuerte… no te vayas, o llévame contigo… joder Hugo es que molas mazo… joder, joder, Adri, quien te iba a decir que el puto Hugo te convirtiera en un puto enamorado de esos.

La madre que te parió, puto Adri. Un puto enamorado de esos eres, joder.

Pero una cosa te digo, Hugo, que ni hostias de eso de celebrar como gilis el puto día 14 de febrero, ni hostias, por ahí no paso ¿eh?

Joder ahora que… el coco tío echa humo el jodido… tú… ¿me quieres?

Joder, que mierda si me dices que no, pero tío… no jodas, no me mientas joder… no… dime la puta verdad…

Joder, para que mierdas he escrito esta puta redacción.

¡¡Mierda!! ¡Joder!

Adri.

PD. No se que mierda es PD, pero lo he visto en una peli, y eso que ya que he escrito esta puta redacción, podías escribir tú una puta igual, pero con tus cosas, joder… así si me das la patada, será menos jodido que si me miras con esos putos ojos que tienes que me mueven la puta cabeza como si estuviera pedo, o con un peta en los jodidos labios. Que parezco un gili asnado, pero que me fijo mucho, tío me cosco de todo. Y tengo mi corazoncito.

Elecciones: 5 candidatos.

Ya tocaba.

Robbie Wadge debe abandonar el cargo que con tanta dignidad ha llevado sobre sus hombros. Es un cargo muy sufrido, representar a este blog en las innumerables fiestas, eventos de todo tipo al que somos invitados. Podría ir yo y tal, pero… como que no doy la imagen. Vende mucho más Robbie Wadge que yo mismo.

El caso es que es la hora de conocer a los candidatos, y de empezar a votar. Espero que tengáis tan buen ojo, y elijáis a la vez de a un chico guapo, a un chico divertido, buena gente. Que sepa llevar el nombre de este rincón hasta los confines del Universo, si fuera menester.

Los candidatos son:

Renato Ferreira

Leonardo Corredor

Alex Dunstan.

Matthew Hitt.

Jonatan Frenk

Y chicas, chicos, ahora a votar.

 

Una buena mañana para correr (84).

Marcó por enésima vez. Y por enésima vez, la respuesta fue la misma: ninguna.

Jaime tiró el teléfono sobre el sofá. Debía decidirse sobre lo que hacer esa noche. Era Nochebuena. Ricardo le había invitado a pasarla con su familia, pero no había podido hablar con él desde el día del entierro de Fermín. Quería explicarle, quería contarle unas cuantas cosas para que le entendiera mejor… pero no había sido posible.

Se estiró para coger el móvil de nuevo, y llamar a Joan.

– Oye, que voy a tu casa. ¿No irá mucha gente no?

– Na, no te preocupes. ¿No te ha cogido?

– Ni hostias. Ya paso. Este no es el chico que me gustaba. Algo le pasa estas últimas semanas.

– No te puedo decir – Joan tenía la impresión de que Jaime intentaba sonsacarle, que le explicara. Pero Joan hacía tiempo que había perdido la pista de su amigo Ricardo. De hecho en estos días, tampoco le había cogido el teléfono – Ya no debo estar entre sus escogidos.

– Él sabrá. A mí me la suda.

– Jaime, ese vocabulario – le dijo para picarle e intentar romper su mal humor – que eres profesor universitario.

– Vete a tomar por el culo, y ponte a cocinar, coño. Y soy catedrático, que mis buenos diazepames me costó.

Joan se rió.

– Pues ya estás viniendo a ayudarme, pinche catedrático. O comerás hostias en vinagre.

– Eres… así cualquiera, no te jode. Así invito hasta yo.

– Tú verás. Las cosas claras…

Todavía se sonreía Joan cuando colgó el teléfono.

– Dile a mi madre que todo está guay, y esto, Que cree que no quiero ir a casa hoy porque me voy a pegar un tiro, la pesada de ella. Díselo, Joan, que a ti te hará caso.

Joan le hacía gestos con las manos de que no… lo único que le hacía falta ese día es tener una conversación trascendente con la madre de Diego. Pero éste le había plantado el teléfono y todo lo que había dicho lo había hecho sin tapar el micrófono.

– Hola Isabel. ¡Feliz Navidad! – dijo Joan imprimiendo a su voz un todo cantarín.

– Escucha… – pero Isabel no le escuchaba.

– Sí.

– Pero…

– Isabel, tu hijo y yo acabamos de follar y te prometo que está estupendo de salud y de todo. Está un poco agotado, porque le hemos dado duro, y tal, pero le he dejado absolutamente satisfecho.

– Joder, pero que dices – se quejó Diego.

Joan se encogió de hombros mientras le guiñaba un ojo. “Ni puto caso me ha hecho” – le dijo en susurros poniendo por si acaso la mano sobre le teléfono para evitar que le escuchara Isabel.

Diego empezó a contar con los dedos.

Uno, dos, tres, cuatro…

– ¿Joan que has hecho qué con Diego?

– ¡Isabel! Por fin te has callado.

Diego se había quedado en siete en su cuenta.

– No estoy en contra del sexo, pero Joan, entiende que es mi hijo, que claro, no está bien que me entere de lo que hace en la cama, y… espero que lo hayas tratado bien… y ¿Carlos?

– Ha sido un trío perfecto. –

– ¡¡¡Joder!!! Diego se llevó las manos a la cabeza y se fue al baño a esconderse debajo del agua y meditar como afrontar luego a su madre, porque le tocaría charla sobre el sexo…

– ¡Tiempo muerto, Isabel. Era broma, para conseguir que me dejaras un minuto para decirte algo.

Joan se había desesperado del aluvión de frases que estaba vomitando ya sin mucho sentido la madre de Diego.

– Mira, Diego está estupendo. Hasta creo que está medio enamorado. Y no, Carlos no es peligroso. Un poco soberbio a veces, aunque creo que Diego lo ha domesticado. No, no creo que lo asesine mientras duermen. Y desde luego no va a ser esta noche. Tú hijo ha cambiado mucho en estos días, por lo menos a mí me parece. Mañana…

Isabel…

Bueno, mira si quieres venís todos mañana. Te iba a decir que…

Joan le miró a Diego con cara de desesperación mientras éste le decía con gestos que entendiera por qué estaba tan enfadado cuando le pasó el teléfono.”¡Ves, ves!” le decía gesticulando.

– Pero si… Diego la mama muy bien. Hace unas felaciones estupendas.

Diego se volvió a llevar las manos a la cabeza mientras esta vez sí, se encerraba en el baño y se sentaba en el suelo con la cabeza entre sus manos.

Joan intentaba explicarle a Isabel que Diego pensaba ir a Soria el día de Navidad. Pero su madre no le escuchaba.

– ¿Que la mama muy bien? – repitió unos minutos después Isabel.

– En realidad no lo sé, Isabel. Pero así logro meter baza. Aquí os esperamos a todos, aunque en realidad te quería decir que Diego pensaba ir en Navidad a Soria… pero no pasa nada. Hacemos una fiesta en un momento. Puedes traer algo de comer… no pasa nada…

– Pero… – la madre de Diego estaba absolutamente despistada.

Joan se encogió de hombros.

– Hasta mañana entonces.

Y colgó antes de que cambiara de planes, o dijera algo más, o pensara pedir explicaciones sobre el trío, o sobre lo bien que la comía su hijo. Se quedaron los dos mirándose en silencio, ya que Diego había decidido volver del baño.

– Yo te prometo que… si quieres la llamo y la digo…

– Noooooooo, deja, deja. Ya nos arreglaremos. Esto pasa porque me pases el teléfono – se quedó mirando fíjamente a Diego que bajaba la cabeza sin saber que decir – Lo único es que hay que ir de compras, y pensar que ponemos de comer. Y no nos va a dar tiempo… espera, voy a llamar a los pinches y que se vayan de compras. Y tú ya te estás poniendo el mandil, que vas a cocinar hoy como un campeón.

– Pero yo… – Diego pensaba haber salido a comprar un regalo para todos sus nuevos amigos.

Joan levantó sus manos para indicarle que “¡Es lo que hay!”.

– Sabes – Diego iba a volver al baño, esta vez para ducharse – mi padre para joderla, en el juicio y tal, la dijo que tanto yo como mi hermano, la comíamos de cine.

Joan abrió los ojos de par en par.

– Joder, Diego, yo… joder…

– Na, no pasa nada…

– Una mierda no pasa nada. He quedado como un gilipollas, y ahora tu madre estará dándole vueltas al coco… Dame el teléfono, anda, que la llamo.

Diego se fue a duchar, y Joan marcó el teléfono de Isabel. Una hora de charla. Pero esta vez Joan prestó toda la atención del mundo.

Carlos pasó a recoger a Jaime y se fueron a hacer la compra. Jaime casi prefería eso a cocinar, aunque si las fiestas no le motivaban demasiado, menos lo hacía el tener que cocinar o hacer la compra. No estaba seguro de si era una buena idea el cenar con Joan, con Carlos y Diego. Desde luego, lo del día de Navidad con la familia de este último, pasaba. Ya se inventaría una historia o algo. Prefería quedarse tirado en el sofá de casa, y leer cualquier libro, o dedicarse a dormitar y pasarlo lo más rápido posible. O quizás fuera buena idea cogerse el coche y salir a hacer kilómetros. Comprar algún sándwich en cualquier gasolinera y comerlo bien abrigado en cualquier paraje perdido. Buscar un hotel de pueblo, y pasar allí el resto de los días de esas fiestas.

Esta última idea le alegró un poco la mañana. Así pudo soportar las continuas llamadas de Joan para que cogieran esto, y lo otro, y unas no sé qué para los niños, y un no sé cuentos, y si unas tostadas de este tamaño, o un paté, o una salsa, o un poco de…

– ¡Oye Tío, nos estás volviendo majaras! ¡Joder con la puta Navidad!

– ¡Qué carácter! – le contestó Joan, pasando de su enfado olímpicamente – Calla y a ver si os dais maña, que tenéis que venir aquí a poneros el delantal.

– Y una mierda – le salió del alma.

– Ese vocabulario – le picó Joan.

Pero Jaime ya le había colgado.

A partir de ese momento, Joan cambió a Jaime por Carlos, a la hora de hacer los pedidos, que dicho sea de paso, no estaba para muchas zarandajas.

Había bastante gente en Hipercor. Y algunos de ellos, lo reconocían. Carlos intentaba por todos los medios no llamar la atención, pero… la gente lo miraba y murmuraba. Esto le estaba poniendo de los nervios. Justo al colgar una de las innumerables llamadas de teléfono que se sucedía, una señora se paró a pocos metros de ellos.

– Mira, Antonio, ese es el asesino que detuvo el otro día la policía. ¡A dónde vamos a parar! Si no han pasado cuatro días y ya está de compras como si cualquier cosa.

– Angelines, a lo mejor no es él, y si lo fuera…

– No me vengas con esas Antonio. Tú siempre justificando…

– Angelines, a lo mejor no es culpable.

– Antonio, parece que… lo decían en los periódicos, y no van a decir esas cosas sin ton ni son. ¡A dónde vamos a parar, comprando el pavo para Navidad al lado de un asesino!

Carlos tensó los músculos de su cuerpo. Las venas del cuello parecía que le iban a estallar. Empujó el carro en el que llevaban la compra, y casi se estrella contra una estantería, si no lo llega a parar Jaime en el último momento.

– No les hagas ni puto caso, Carlos. ¡Joder! Qué les den. No tienen ni puta idea. De los que somos tus amigos, no nos hemos apartado de ti ninguno, tío. Eso es lo que te debe importar.

– Eso es fácil decirlo, joder. Que te miren con esa cara… pero mira a la puta señora…

Carlos señalaba a la señora que lo miraba con una expresión que iba del asco al miedo, pasando por el odio.

– Oye, sin faltar – le contestó el marido saliendo en defensa de su mujer.

– Encima no te jode, si enc…

– Calla, joder, Carlos – Jaime le puso la mano en el pecho, porque se estaba poniendo tan furioso que incluso hizo intención de lanzarse hacia la pareja – Y ustedes ya tienen unos años para saber estar y no andar juzgando a la gente sin ton ni son. Y luego dicen de la educación de los jóvenes, pues Vds. desde luego de eso no han mostrado mucho hoy.

La señora iba a replicar, pero esta vez fue el marido el que la obligó a cerrar la boca.

– Vamos a lo nuestro Carlos. Ni puto caso – dijo Jaime, dando la espalda a la pareja.

Y le hizo ir hacia el otro lado de dónde estaba el matrimonio.

– Joder, no me empujes. Si además tenemos que ir hacia allí…

– Déjalo, vamos a por los ibéricos primero, y los patés, luego iremos a la pescadería.

– Pero…

– Carlos, joder, déjalo. Ni puto caso. Déjales que miren. A ver si así ligo yo, con eso de que te miren a ti y me encuentren a mí a tu lado.

Y le guiñó un ojo.

– Carlos no pudo más que echarse a reír al ver la cara que puso Jaime. Se le acercó, y le dio un beso en la mejilla.

– Sois buena gente.

– ¿Quienes? Yo solo me veo aquí contigo. Y si lo dices por la clientela de hoy del Hipercor, no sé que decirte.

Carlos le dio un codazo.

– Bobo. Ya sabes a qué me refiero. A ti, a Joan, Ricardo, y todos los demás.

– Ya.

Jaime se había quedado pensativo al escuchar el nombre de Ricardo incluido en el “sois buena gente”. Solo habían pasado unos días desde que se enfadara con él, y ya le sonaba raro el verse dentro del mismo saco. Él además, ya no iba a hacer nada para arreglar el asunto. Había intentado arreglar las cosa, hablar con él, pero recordaba lo que había pasado apenas unos días antes, y ya no merecía la pena. Si cada vez que tenían un desencuentro iba a pasar esto, él no estaba preparado para este tipo de cosas. Y dudaba que lo estuviera alguna vez.

– ¡Eh! ¡Qué estoy aquí! – le llamó la atención Carlos, mientras le daba otro beso en la mejilla.

– Huy, perdona. Me había perdido en el laberinto de Ricardo. Mira saluda a esos señores que parece que te conocen.

Carlos levantó las cejas… y sonrió pícaramente.

– Hola ¿que tal? – dijo dirigiéndose a al pareja que le miraba insistentemente murmurando entre ellos.

Estos balbucearon una respuesta que ni ellos pudieron escuchar, bajaron la cabeza, y aceleraron el paso, olvidándose seguro de coger el paté a la pimienta que le gustaba al abuelo Herminio.

– ¡Vamos! Que si no, no acabamos nunca. Además cuanto más tiempo estemos, más riesgo corremos de que nos llame… ¡Joder! ¿Ves?

Justo sonó su móvil; Joan había decidido alternar entre los dos, y esta le tocaba a Jaime, pensó éste, pero vio que Carlos hablaba a su vez por el móvil: “Claro, está comunicando”, se dijo Jaime.

– Dime Joan – dijo con voz cansada y displicente – ¿Helado de limón? Pero tío… ¿Cava? ¿Pero no tenías…? Vale, vale. ¿Tantas? Joder… tendrá que quedarse uno de nosotros a pasar la Navidad aquí. Si no no van a caber las cosas en el coche.

– Ya, ya, no… pero si vieras el carro… bueno, es que nosotros también debíamos comprar alguna cosa, que no…

– Vale, vale…

– Qué sí pesao.

Y colgó. Se giró hacia Carlos pero éste seguía hablando por teléfono dándole la espalda y tapándose el otro oído con la mano.

Jaime aprovechó para adelantarse y coger las botellas de cava que le había encargado Joan.

– Carlos, estaba pensando que… ¿Carlos? ¿Est… qué te pasa?

Jaime se acercó a él y le rodeó la cintura.

– Me… ¡joder! Me han amenazado… A mí y a Diego… y a Joan…

– ¿Quién?

Carlos se encogió de hombros. Jaime estaba descolocado. Nunca había visto a Carlos así, tan asustado. Ni cuando le detuvieron, o en las comparecencias en el juzgado de Palencia, cuando la gente le increpaba. Se había quedado blanco.

– ¡Eh! Serán unos bromistas. No… ¿Conoces el número desde el…?

Carlos negaba con la cabeza.

– No le des… bueno, llama a tu abogado, o… no sé. Pero no creo… va, seguro es un imbécil que cree que hoy es 28 de diciembre.

Pero Carlos seguía con su mirada perdida.

– Es que… sabes… cuando… no es por lo que me decían… es que me he mareado solo un instante, y… me he visto en mi cabeza… me… bueno, estaba yo tirado en medio de un charco de sangre en la calle.

Jaime le abrazó más fuerte.

– Mientras un hombre vestido con una gabardina gastada y sucia pasaba por su lado.

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Historia completa seguida.
Historia por capítulos.

Vince Azzopardi, toma 2.

Vince Azzopardi ya estuvo aquí. Pero es que… es tan sensual… que el otro día lo vi en otro blog y me dije: Jaime, hay que volver a sacar a este chico. Y además es que es un chico agradecido: se desnuda sin ningún problema. Pero no, no os voy a poner sus desnudos, que ya sabéis que en este blog, no saco desnudos.

Yo que tú, no dejaría de ver el anterior post de Vince Azzopardi. Pincha aquí.