Me gusta tu nombre…

Era el día en que empezaba la cuenta atrás. El día en que las despedidas se sucederían, hasta un tiempo indeterminado después.

Un amigo y su bicicleta.

Un bajón de moral del 15.

Un chico en la parada del autobús. Se pasaba la mano por el pelo, para echárselo para atrás. Vestido de negro… pantalón camisa. Bello rostro, bello cuerpo. Nada de gimnasio… todo natural.
Me mira.

Lo miro.

“Qué injusta es la vida”, mascullo entre dientes.

Bajón del 15. Me repito, ya lo sé.

Seguimos andando.

Puerta del hotel. Promesas para el día siguiente, medio certeza que son meras palabras mecidas por la brisa de la noche.

Dos besos. Una sonrisa.

Promesas…

Él se va, y su bicicleta también.

Me doy la vuelta y desando lo andado.

Veo la parada ya cerca y al chico en ella. Un autobús… para… bajón del 15… no le podré ver una vez más.

Pero no sube.

Me apoyo en la entrada a un parking público. Miro mi bandolera para sacar un pitillo. Lo enciendo. Exhalo la primera bocanada, miro… pero no está.

Bajón del 15. Ni la vista me puede aliviar en esta noche… Una vista que me haga soñar… Miro al cielo… ni las estrellas vienen en mi ayuda…

Recuerdo a Pete, en Madrid. Recuerdo…

– ¿Y pensabas irte sin presentarte?

Me vuelvo sobresaltado. Se me cae la bandolera. Una sonrisa con mirada encima me observa apoyado de la misma guisa en que yo estaba hasta hacía unos instantes.

– Y tú… ¿No pensabas ir detrás de mí?

Me coloco la bandolera otra vez sobre mi hombro. Y me apoyo nuevamente en la entrada del aparcamiento.

– Me llamo Jaime

Él solo sonríe a modo de respuesta. No me dice como se llama.

Le miro. Es todavía más atractivo de lo que me había parecido en un primer vistazo.

Sonríe.

– ¿Así os presentáis en tu ciudad? ¿Sin besos ni ná?

Se incorpora y se acerca a mí. Pone sus manos en mi cintura… y me besa.

Separamos nuestros labios. Estoy un poco mareado de la sorpresa… y del beso.

– Me llamo David.

– Me gusta tu nombre… David… – lo repito para comprobar como suena en mis labios, con mi voz ronca de tanto hablar estos días. Y suena bien.

– ¿Y si me hubiera llamado Aristófanes?

– Aristófanes – repetí mirándole – suena bien – sonrío -. Me gusta.

– ¿Y si…? – no le dejé seguir.

– Me gusta… suena bien.

Sonríe.

– A mí Jaime no me gusta.

– Llámame como quieras – le contesto decidido.

– ¿Te gustaría tomar algo?

Él me mira… tarda unos segundos en contestar.

– Sí. A ti.

– Me voy pasado mañana.

– Entonces, tendremos que aprovechar el tiempo.

Y diciendo esto, me coge de la mano. Y me lleva hacia un portal.

– Tenemos toda la casa para nosotros – me dice volviendo ligeramente la cabeza.

Sigue tirando… acelera el paso.

Abre el portal, llama al ascensor, se vuelve, me da un beso, subimos hasta el 4º… entramos en su casa… me besa… cierra la puerta… le intento desabrochar la camisa, pero me aparta las manos… me quita la bandolera… me desabrocha mi camisa… yo le dejo… besa mi cuello… mi pecho, lame mis pezones…

Han pasado ya 4 horas. Parece que han sido 8. ¿Ó 2? Da igual.

Descansamos.

Apoyo mi cabeza sobre su pecho. Él dormita. Yo no puedo.

Bajón del 15. Dentro de un día, me iré. Y se está tan bien allí… es una almohada tan suave, tan cómoda… besa tan bien… sabe tan bien… mira tan bien…

Me giro y me incorporo un poco y vuelvo a besar ese ombligo. Y subo con mi lengua recorriendo cada centímetro de su piel. Levanto la vista… veo sus ojos… sonríen…

– No pares – me dice.

Y obedezco… tengo solo unas horas para ser su esclavo… y no pienso desperdiciar ni un instante…

Ya es la hora.

Bajón del 15.

Otra despedida, esta no planificada.

Me da su teléfono, me da su mail, me da su MSN, me da… un beso.

Dos.

Tres.

He perdido la cuenta.

– No quiero perderte – me dice.

– Vente – le digo.

– Quédate – me dice.

Sonreímos.

– Si vuelvo… – interrogo.

– Más te vale – contesta.

Me mira… ¡ufff!

Voy a salir de su casa. Me vuelvo… él sigue desnudo. Es tan guapo… tan dulce… besa tan bien, sabe mejor… tiene una voz…

– Espera – me dice, y sale corriendo. Vuelve poniéndose una camiseta, y con un pantalón de deporte. Y unas chanclas. Coge las llaves… y salimos.

Rodea mi cintura con sus brazos. Apoya su cabeza en mi pecho.

Ascensor.

Portal.

La calle.

A la derecha mi hotel.

Caminamos.

Parece como si hubiéramos andado abrazados una eternidad.

No hablamos.

Solo caminamos.

Noto humedad en mi camisa. David llora en silencio. Apoyo mi mentón en su media melena negra.

– Volveré.

– Más te vale – me dice.

– ¿Me llamarás?

– ¿Lo dudas?

Sonrío.

Llegamos.

Se incorpora.

Me coge el rostro entre sus manos. Me mira… me sonríe… me besa. De repente se gira y sale corriendo.

Pierde una chancla… pierde las dos… pero no para… corre y corre…

Bajón del 15, con sonrisa boba.

Subo a la habitación. Hora de recoger.

Una maleta, la bolsa, la otra bolsa, unas bolsitas con libros…

El móvil.

Contesto.

– ¿Cuándo vuelves? – era David – Te echo de menos.

– Yo también a ti – reconozco apesadumbrado.

– ¿Y pensabas irte sin conocerme?

– ¿Y pensabas dejar que me fuera sin correr detrás de mí?

– Tengo que irme – se hace tarde.

Bajón del 15.

Pago el hotel. No desayuno… no quiero diluir su sabor en mi boca. Ni siquiera enciendo un cigarrillo.

Saco el coche del garaje.

Meto las maletas… vuelvo a despedirme del recepcionista.

Coloco el GPS, enciendo el manos libres… meto la marcha… pero delante de mi, hay un chico, con una mochila en el hombro, con una sonrisa, y una mirada encima. Se va a la puerta del copiloto. Abre la puerta y se sienta.

– Ya podemos irnos – dice mirándome.

Sonrío.

Subidón del 15.

Arranco.

Una buena mañana para correr (36)

Se sentó en el sofá del salón.

Se quitó los zapatos.

Apoyó los pies sobre la mesa.

Tenía un whisky en la mano. Seco. En vaso bajo y ancho.

Se aflojó el nudo de la corbata.

Recostó su cabeza sobre el respaldo.

Cerró los ojos.

–        Hola.

Se incorporó de un salto. Miró hacia dónde venía la voz… era Carlos. Se  había olvidado por completo de Carlos y Diego… No le apetecía hablar con nadie… “¡Mierda!”, musitó entre dientes.

–        Te he asustado, perdona.

Joan se volvió a recostar.

–        Perdona, no me acordaba… ¿Qué haces aquí todavía? ¿Y Diego?

–        ¿Me invitas a un whisky?

Joan, abrió los brazos, para indicar que podía coger lo que quisiera.

Carlos se sentó en una de las butacas. También apoyó sus pies en la mesita del centro.

–        ¿Te le has follado?

–        Joan… ¿Pero por quién me tomas? – Carlos parecía ofendido de verdad.

–        Carlos, no me vengas con esas, que nos conocemos. Si no te lo has follado es porque piensas que no es tu tipo. Tú les quieres más buenorros. Y Diego para tu criterio es gordo y lerdo.

–        Estoy cambiando Joan. Así era antes.

–        ¡Bah!

–        Pues no te lo creas si no quieres. Me he quedado a ayudarle a colocar sus cosas, y… estaba nervioso ¿sabes? Y se sentía solo. Le acaban de echar de su casa, y se muda a la de un desconocido. No es un…

–        ¡Vale! Es un papelón, cierto.

Se callaron durante unos minutos.

–        Voy a por hielo, solo no me mola.

Joan se sonrió.

–        ¿Qué tal tu día? – gritó Carlos desde la cocina.

Joan miraba su vaso, el color dorado del whisky. Los reflejos de la luz de la lámpara…

–        ¡Eh!

Carlos le pasó la mano por delante de sus ojos… Joan volvió de ese mundo entre el sueño y la realidad al que había viajado.

–        Pues de hecho, ha sido una tremenda mierda maloliente. No podía haber concebido un día tan puto, tan jodido.

Se quedaron en silencio.

–        Sabes, Carlos… desde que me llamaste esta mañana, tengo los huevos hinchados de las patadas que me han dado. Encontrarme primero con ese hijo de la gran puta, que intentó matarme hace muchos años. Sabes, Carlos, creo que en el fondo te he cogido un poco de cariño. Salvo Joan y Jaime, creo que no hubiera hecho lo de hoy, por nadie.

Ahora era Carlos el que miraba el vaso.

–        Quieres amigos, eso dices al menos. Pero mañana estarás en el chat de chueca buscando un polvo. O irás al pub ese que no recuerdo su nombre. Y elegirás al más guapo, al más bueno para tirártelo. Dices que buscas amigos, que buscas amor, que buscas gente especial… pero no es cierto, Carlos. No sabes tener amigos. No sabes lo que significa. Y no sabes lo que es amor. En el fondo eres egoísta.

–        Estás siendo injusto… Joan. Estoy cambiando… hoy con Diego…

–        Quizás tengas razón… pero no creo que le des una oportunidad. Como amante, desde luego que no. Como amor, descartado. No es lo suficientemente bueno para ti. Como amigo… la amistad es una carrera de fondo. No se circunscribe al detalle de hoy… que ha estado guay, justo es decirlo.

–        Y tú, Joan… ¿Me dejarás ser tu amigo?

–        Carlos contéstame a una pregunta: ¿quieres ser mi amigo, o quieres follar conmigo?

–        Podría querer las dos cosas…

–        Carlos, en tu caso, te dejo elegir una. Si quieres follar, el viernes quedamos, y te juro que vas a echar el polvo de tu vida. Y si quieres ser amigo mío, quedamos el viernes para ir a ver una peli al cine, y cenar unas hamburguesas, y te invito a un cóctel en un sitio fetén. Y hablamos, y me cuentas, y te cuento.

Carlos se quedó pensativo. Joan le había calado… no sabía qué se hacía con los amigos. No estaba preparado para tener detalles, para escuchar, para hablar, para no pensar necesariamente en follar… todas sus necesidades siempre las había saciado con ese tipo de cercanía, de roces. Creía que  bastaba, creía que no necesitaba más. Para él, el sexo era fácil. Más fácil desde luego que preocuparse por alguien… más seguro que desnudar su alma delante de alguien… Pero el Fermín ese se le metió por otro lado. Ese espíritu roto, o lo que fuera, esa pasión desenfrenada, desesperada, le tocó, le rompió algo ahí dentro. Y le hizo necesitar más. Pero… en esa liga no sabía jugar. Se dio cuenta de lo solo que estaba. Se dio cuenta de que necesitaba a alguien. De que siempre lo había necesitado. Pensó que Joan era su salvación… pero no supo… quiso follar, porque era lo que dominaba… y a lo mejor lo jodió todo. Necesitaba el sexo para sentirse seguro… necesitaba una ración de conquista, de caricias, de éxtasis… una pena que Joan no quisiera… se había informado y todos decían que era con diferencia el mejor amante que habían tenido…

Y ahora le ponía en esta disyuntiva… amigo o follar.

–        Yo es que sigo pensado que se pueden hacer las dos cosas.

Joan le miró con una media sonrisa.

–        No estoy tan seguro. A muchos el sexo les condiciona. Creen que les da ciertos derechos de posesión.

–        Con Jaime follaste.

–        Sí. Follé. El día que le conocí. Y le dejé tirado para irme a follar con Fermín. El día que te conocí… recuerda… Es una de las decisiones que más lamento haber tomado. Jaime hubiera sido una gran pareja. Hoy, mientras se vestía, le miraba, tan nervioso por ver a Ricardo y su familia… y le vi verdaderamente hermoso. Porque a su mayor o menor belleza física, vi en un flash su belleza interior. Todo eso que me va enseñando cada vez que quedamos… Y verdaderamente le deseé… Fue una cosa… He tenido a los dos mejores hombres del planeta colados por mí, y a los dos he ignorado, hasta que era tarde. Hoy me hubiera quedado en su casa, amándole con pasión… nadie sabe lo que me tuve que contener… ayudaste tú mucho con tu llamada, cabrón…

–        Vaya, no sé si es bueno o malo…

Joan ignoró el comentario…

–        No hubiera pasado nada, porque Jaime está enamorado de Ricardo. Y porque yo quiero a Ricardo como si fuera parte de mí. Y precisamente porque a Jaime estoy empezando a conocerlo, y me gusta, y creo que si… bueno… que podría ser un gran amigo mío.

Joan se quedó callado nuevamente. Miraba el suelo… había dejado hacía un rato su vaso en la mesa, ya vacío. Carlos se levantó y trajo la botella de Cardhu. Se la enseñó levantándola un poco, y Joan asintió. Carlos le sirvió como un dedo de whisky. Él también se echó.

–        No me has contado que tal todo en las bodas de plata de los padres de Ricardo.

Joan sonrió… entre medio afectado por el whisky, medio triste…

–        Sabes, a veces estás asistiendo a un desastre natural… el otro día vi en la tele una montaña en un pueblo de Italia que se cayó… y unos señores lo veían en la distancia, y hacían gestos de impotencia… sabes… hoy todo esto has sido así… iba viendo como todo se iba derrumbando, y no podía hacer nada. Y todo se ha ido a la mierda…

–        Pero… – Carlos se dio cuenta de que no era momento para hacer más preguntas, sino para esperar que Joan hablara.

–        Algo le mosqueó a Ricardo. Una mirada, o el beso que le di al saludarnos Jaime y yo. O ambas cosas. ¡O yo qué sé! O el que estuviéramos hablando… precisamente le contaba los detalles de nuestra mañanita movida… incluso tuvimos un momento de debate acalorado, porque él no estaba muy de acuerdo en las decisiones que había tomado… y se le notaba preocupado… me gustó notar esa preocupación… sabes Carlos, Jaime tampoco es de muchos amigos. Y ahora que empieza a encontrar algunos, pues… se le nota a gusto… y eso a lo mejor ha sido su perdición.

Joan calló. Bebió un sorbo de su whisky. Empezaba a notar ese relax que produce el alcohol tomado en compañía tranquila, alrededor de una buena conversación, o de una tanda de confidencias, como en la que estaban ahora.

–        Creo que estoy borracho, Carlos. Como esto lo cuentes a alguien, te mato. Te meto el cuchillo de cortar chuletones por el culo.

–        Tranqui, Joan “el carnicero”… mis labios permanecerán sellados.

–        Pues mira… Carlos querido, ven acércate que te lo cuento al oído, para que no lo escuche el vecino de enfrente. Que creo que tiene micrófonos puestos… – Joan arrastraba ya las palabras – Mira Carlos… acércate más, que no te voy a morrear, tranquilo… huy, pero si estás caliente… te pongo ¡jodido!… ¡como te pongo!…

Carlos apartaba la mano de Joan que intentaba tocar su paquete, que efectivamente estaba a cien, no tanto por la cercanía de Joan… es que había notado que esas confidencias le excitaban… era el hombre más feliz… por primera vez en su vida, alguien le iba a hacer confidencias de amigo… Carlos se estaba poniendo rojo de los nervios… y de la vergüenza…

Joan se cansó del juego de la excitación, para tranquilidad de Carlos.

–        Pues mira, resulta que Ricardo se mosqueó. Ya te lo he dicho, y si no te lo digo ahora. NO nos hizo ni caso. Nos dejó tirados en la iglesia. Llegamos al restaurante… nos puso en una mesa con los niños, según él no había otro sitio. Mentira, porque oímos a su padre discutir con él… Intentamos hablar con él, pero cada vez que nos acercábamos nos tiraba encima o salsa, o comida… o vino. Siempre acabábamos yendo al baño a limpiarnos. Jaime pidió un San Francisco sin alcohol, pero por cómo acabó, eso tenía más alcohol que este whisky. Nos ignoró, nos insultó… nos despreció… y encima tienes que escuchar esos comentarios de la gente sobre los maricas, y las relaciones… familia moderna, pero menos…

Se pasaba la lengua por los labios, se le notaba que tenía la boca completamente seca. Carlos se dio cuenta y se levantó a por una botella de agua al frigo.

–        Sabes, Carlos, hoy he perdido a dos amigos. Porque no creo que sea una buena idea acercarme a Jaime. Soy un problema entre Jaime y Ricardo.

–        No digas bobadas, Estás borracho, Joan. Mañana…

–        Mañana mierda Carlos. Carlitos… eres el único que quiere se mi amigo, y eso es porque estás desesperado, Carlitos… Nadie quiere ser mi amigo…

–        Eres un gilipollas, ¿sabes? Mañana seguimos hablando. Duérmete, anda.

–        Quédate a dormir, Carlos, es tarde…

–        Anda, anda, si son las 11. Me voy y…

–        No, quédate, puedes dormir en la habitación de invitados.

–        Ya tienes un invitado, me voy.

–        Duerme en mi cama entonces, yo me quedo aquí, tan agustito.

Y diciéndolo se tumbó en el sofá, y se acurrucó sobre si mismo…

–        No, no, vete a la cama…

–        Que no, déjame… aquí estoy guays de la muerte… que bien vas a empezar a saber lo que es la amistaddddd, velando mi cogorza… estoy borracho Carlos… borrachera de las lloronas… soy un desgraciado…

–        Duérmete pesado. Cuando te oiga roncar, me iré a tu cama.

–        Eso, así te puedes masturbar con mi olor…

–        Eres un cabrón hijo de puta – no pudo evitar sonreír…

–        Has elegido mal, Carlos, debías haber escogido follar conmigo… no valgo nada como amigo.

–        No digas tonterías… además no he elegido todavía…

–        Sí, sí has elegido… que lo sé yo…

–        Bah… sea la decisión que sea, hasta el viernes puedo cambiarla todavía.

Pero ya solo le respondieron la respiración pesada de Joan.

–        No hago nada bien…

Y esta vez sí, ya cayó completamente dormido.

Carlos se acercó a él, y le quitó el vaso que aún llevaba en la mano. Lo  llevó a la cocina, y fue a por una manta a la habitación. Le tapó y se le quedó mirando un buen rato.

Se agachó y le dio un beso en la mejilla.

Pensó en irse, pero al final, se fue a la habitación de Joan, y se metió en su cama.

Olía a Joan.

Inspiró profundamente, y sin saber como, se quedó dormido casi inmediatamente.

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Historia completa seguida.

Historia por capítulos.

 

De médicos…

Ufffff… hoy es uno de esos días. De esos en que acabas derrengado, y la cabeza gira y gira… los pensamientos se pierden por mil vericuetos…

Hoy he ido de médicos.

Oncología.

Con mi padre.

Es uno de esos sitios a los que es mejor no tener que ir en la vida. Lamentablemente llevo ya casi 4 años visitando distintas secciones… quimio, radioterapia, radiología y estas cosas…

Visitando estos departamentos, se te ocurren muchas cosas de las que hablar, en las que pensar. Casi ninguna es agradable, para que negarlo. O no, quizás haya muchas cosas buenas, aunque en algunas tengas que retorcer muchos los razonamientos para encontrarlas.

Con mi padre he pasado dos operaciones, una de mama, y otra de riñón. He pasado dos post-operatorios. Una tanda de radioterapia. Como 6 u 8 escáner, ya perdí la cuenta. He pasado revisiones en las que todo iba bien, a revisiones en las que empezaba a torcerse algo… y volver a medicar con algo que no se llama quimioterapia y que se toma en pastillas, pero que tiene unos efectos secundarios que se parecen mucho a la quimio.

Hoy tocaron análisis a las 9, y consulta a las 2,30. Cuando ya llevas unas cuantas visitas, se te van quedando caras, de coincidir con ellas semana tras semana. Y ves los progresos… los cambios. El otro día… recuerdo a un señor. Me fijé en él por su hijo, al que conocí vagamente en otra época. El hombre este era vital… se tomaba las cosas con alegría, bromeaba… y le quedaban por delante un porrón de horas con una agujita pinchada en el brazo, con esa cosa que llaman quimioterapia. Para echar la tarde, como decía en broma a su mujer, en lugar de leer el periódico en el salón, pues allí… con las enfermeras guapas dando vueltas y tal… su mujer se indignaba por los comentarios pero de esa forma en que lo hacen las mujeres que saben que sus maridos bromean con esas cosas, pero que son incapaces ni de siquiera mirar unas piernas de mujer que no sean las suyas. Y claro, se preparaba para pasar la tarde esperando en el pasillo. Dos semanas más tarde, me encontré al hombre éste en otro pasillo. En una cama. Había entrado por urgencias. Le subían a planta. No bromeaba.

Hoy, me fijé en una mujer. Venía en silla de ruedas. Con sombrero, encima de pañuelo. La recuerdo de verla venir a los análisis por la mañana. Vital, venía sola… fuerte… segura. La recuerdo poco después con el pañuelo… ya no se quedaba de pie haciendo la cola para los análisis… ya se sentaba en las sillas hasta que le llegaba el turno… luego venía con acompañante… hoy en silla con dos acompañantes. Casualidades, uno de ellos, me imagino que su hijo, conocido mío…

También ves lo contrario. Personas que van recuperando el color… que sonríen de nuevo… que la vida les vuelve a los ojos… el pelo a la cabeza… Ves a personas que afrontan todo esto solas… es triste ver solo a un hombre o a una mujer en esas historias… Un día vi a una madre… con sus hijos de unos 10 años… me imagino que no tenía con quien dejarlos… recuerdo la mirada de uno de ellos hacia su madre, cuando ella no le miraba… podía decir tantas cosas esa mirada… miedo, amor, no sé… no era la mirada de un chaval de 10 años.

Es curioso… muchas veces las consultas van con mucho retraso. Pero, después de que la gente está esperando horas, escuchan su nombre y salen corriendo… como para que el médico no tenga que esperar 2 minutos… contra dos horas de retraso que llevan…

Y ves a los médicos. Alegres, dando ánimos… a las enfermeras lo mismo… Yo paso dos horas allí, y necesito una semana para recuperarme. Si tuviera que pasar 8 horas todos los días…

Te puedes imaginar mil historias observando a todas esas personas que pasan por allí… quizás algún día, escriba alguna de esas historias imaginarias. O a lo mejor, la que escriba, no es tan imaginaria.

Pero eso… eso será otro día.

Sip.

 

Burgos 2016: La Catedral.

Hace ya unos días, se celebraron en Madrid las presentaciones de las distintas ciudades pre-candidatas a ser sedes de la Capitalidad Cultural de Europa 2016. Y Burgos salió con bien del corte. Seguimos en la lucha.

Y este verano, se ha abierto el Museo de la Evolución Humana, basado en los yacimientos de Atapuerca. Por cierto, un Museo que está teniendo mucho éxito… pocos confiaban en que ese Museo tuviera la acogida que ha tenido. Este Museo y los cambios que conllevan en el desarrollo cultural y turístico de Burgos, protagonizan la candidatura de Burgos 2016. Por cierto, yo no he visitado el Museo todavía, pero quien lo ha hecho, cuentan que merece mucho la pena.

Pero con todos estos acontecimientos, parece que nos olvidamos un poco a esa Señora que preside Burgos: La Catedral. Y me apetecía hoy recordarla con unas pocas fotos que tenía por ahí.

 

Cosas que leí y que me gustaría compartir: el carnet (I).

Desde hace tiempo, tengo un gadget puesto en el blog, en el que voy incluyendo algunos de los post que más me van gustando. Seguro que pocos os habéis dado cuenta de ello. Lo llamo «Cosas que me gustaría compartir».

Thiago el otro día, me creó un carnete para que los agraciados con mi lectura e inclusión en ese apartado, lo puedan poner en el post si así les apetece. Así que al final me he decidido a escribir un post cada cierto tiempo, para comentar esos escritos que me llamaron la atención.

Veamos los últimos que he seleccionado para compartir con vosotros.

Palabras, de Fran Frannao. El medio que utilizamos en los blogs, lo que utilizamos para comunicarnos por excelencia… palabras… una bonita disertación de Fran Frannao. Me encanta. Me lo recomendó Edgard… buena recomendación me hizo. Seguimos además con él.

Gris, de Edgard. Está en un blog pequeñito y medio escondido que tiene Edgard, y que se llama «Temas fálicos«. En este post en concreto, no habla precisamente de falos. Habla de ese estado que creo tenemos todos a veces, en el que no estamos a gusto. No nos encontramos… el post es corto… casi más corto que este comentario mío sobre él… callo pues, para que podáis ir a leerlo.

Carta desesperada, de Borja Rivero. Una carta de amor. ¿Amor imposible? Amor no correspondido, amor platónico… Carta desgarrada… quizás alguno pueda sentirse identificado con alguno de esos sentimientos… me gusta además el tono, me gustan las palabras escogidas… quizás es que me hubiera gustado escribir esa carta a alguien alguna vez… o a lo mejor no, a lo mejor me hubiera gustado disfrutar del amor que se describe, sin tener que desgarrarme por dentro por no poder llegar a él… no sé.

Microrrelato y poema antichurri, de Manué. Yo creo que es mejor que lo leáis, porque no encuentro las palabras para describirlo… ains. Es uno de esos escritos que te sacuden, que te quedas mirando como bobo la pantalla… y que no sabes muy bien por qué.

El 4º pasajero, de Labrado en el Hueso. Todos tenemos varias personalidades. Lo que somos, creo que es una mezcla de ellas… o, a lo mejor, damos preponderancia a una… aunque las demás están ahí. Pero Labrado lo explica mucho mejor.

Vacaciones con Blogueros (VI), de chevy. La verdad es que este post se refiere a mí… jijijijiji. Es bonito que alguien se acuerde de uno.  Mario y Daniel… que bonita fue aquella historia...

Un mordisco en el bar Rimmel, de Thiago. Me gustó tanto, que, hasta me propuse continuarlo. Aunque me falla el tiempo, y la decisión de por dónde llevar la historia. Pero espero que dentro de unos días, sea capaz de hacerlo. Thiago escribió un bonito post para dar homenaje a un local, y a su dueño que se jubila… un local con mil historias…

Infacundo, de Saiz. Es un corto post, en donde el autor demuestra lo contrario de lo que dice que quiere. Quiere decirnos que no escribe bien, que no tiene inspiración, pero lo hace tan inspirado y tan bien, que da asco. Ains. me encantó.

Si quisiera o quisiese, de Rem. Una bella forma de decir muchas cosas sin que lo parezca.

Bueno, creo que para la primera vez, ya está bien. Hay más post en ese apartado, echadles un vistazo. Creo que merecen la pena. Y por supuesto, a los agraciados, si les parece bien, pueden apropiarse de este carnet, y colocarlo en el post correspondiente.

Seguiré leyendo, no todo lo que quisiera, eso sí. Y seguiré incluyendo esas piezas que, por alguna causa, me llamen la atención en «Cosas que me gustaría compartir».