Lecturas obligatorias.

Estoy aquí, tumbado, observando el anochecer burgalés, sintiendo el frescor de la calle entrando por la ventana abierta.

Cierro los ojos y recuerdo momentos de este fin de semana pasado. Una mirada, un abrazo largo, apretado, unos amigos. Libros y teatro. Paseos por la ciudad. Charlas de esas que nunca deberían acabar.

Pienso: debo escribir bellos post para mi blog. Animadas y excitantes novelas. Lo de excitantes no es por el sexo, que ya os veo. Es por la pasión que levanten en los lectores de las mismas.

Abro los ojos de repente: el teléfono suena. Miro a mi alrededor, y no veo los abrazos, ni los amigos, no veo libros ni teatro. Veo cientos de papeles esperando que les de un destino.

Sí digamé…

¡Ayyyyy!

No podré escribir esas bellas novelas hoy. Ni esos maravillosos post.

Pero sí os puedo poner un enlace, en realidad serán 4, en dónde a lo mejor encontráis bellas historias para leer. Una de ellas la escribí yo en un momento en… pero mejor, leéis todo allí, que Saiz, os lo contará de mejor manera.

Estas lecturas son obligatorias. (jijijiji)

El juego (1)

El juego (2)

Actualización:

Llegó la 3ª lectura obligatoria: el juego (3)

Carlos G. García, presentó su libro: Entrada + consumición.

Intenso fin de semana. Y que mejor que un poco de música para recuperar fuerzas. Albinoni. Es lo que he escogido para esta ocasión. Espero que os guste.

Carlos presentó su libro. Algunas malas lenguas dicen que llegó atado de pies y manos, porque se quería escaquear. Pero nada… Me ha gustado verlo ahí, cumpliendo uno de sus sueños. Mucha gente para saludarlo. Nervios, risas, aplausos. Muchos libros firmados.

No se me dan bien estas crónicas. Nunca encuentro el tono adecuado. Cuando lo he intentado no me ha salido a mi gusto. Releerlo un par de semanas después constituye una buena prueba del algodón, y en general, no las pasan este tipo de escritos.

Así que me voy a ahorrar el berrinche de dentro de unos días, y que narices, el escribirlo. Escuchemos música, y leamos a Carlos G. García, «El gran Paper, I Suppose»

Solo quiero agradecerle que sea como es. Y su cariño. Y hago votos porque dentro de un par de meses, podamos pasar alguna tarde charlando tranquilamente en algún rincón de Málaga.

Hoy me vais a permitir que dedique este post a  Sonia, a Rafa, a Kotei, a Saiz.

Y tú… si no has comprado el libro… de verdad, no sé a qué esperas… en fin.

Otro día si eso, a lo mejor comento la obra de teatro: «La caída de los Dioses».

Una zapatilla volando sin destino.

Pues estoy aquí, sentado, en silencio. Escuchando casi como mi sangre circula por mis arterias y mis venas. Escuchando el sonido del silencio, y un suave pitido en mis oídos como consecuencia de estar todo el día oyendo ruidos, voces, conversaciones… porque a veces parece que el silencio nos asusta y buscamos la compañía de algún sonido.

Otro día que llego cansado a casa, sin ganas de casi nada…

Sabes, hoy a pocos metro de mi oficina, han atropellado a una persona. Parece que era un chico joven. Mucha gente alrededor, policía, ambulancia… en apenas un instante todo cambia. Tu vida llena de planes y proyectos, se queda tambaleante sobre el abismo.

Sabes, podemos ser todo lo chulo que quieras, tener nuestro orgullo, presumir de nuestro dinero, de nuestra posición social o del de nuestros padres. Podemos presumir de lo listos que somos, de todo lo que sabemos, incluso de los amigos que tenemos. Levantar el mentón orgullosos. Algunos incluso mirar por encima del hombro al que sienten inferior por capacidades, o por posición, o por dinero… Pero llega un momento de esos, un momento fatídico, un momento en que no miras si viene un coche, o incluso un momento en que por «¡mis cojones! que pare el coche”(muchas veces he visto a gente así, de todas las edades). Una llamada de móvil que te despista, o un mensaje, o estás pensando en tu chico, o en el examen de mañana, o en la bronca que te ha echado el jefe. Se te va la cabeza a ese mundo imaginario que casi todos tenemos y que usamos con mayor o menor frecuencia e intensidad, dependiendo de personas o de épocas.

O el despiste lo tiene el o la del coche. Uno que piensa que es de pobres parar en un paso de cebra, o que su acompañante le toca la pierna, y le gusta, o al revés, le incomoda, o que le cuenta que está triste, y le mira un instante para reconfortarle… y cuando quiere frenar, ya tiene encima un cuerpo…

Y ese cuerpo que pertenece a una persona, con esa dignidad, con esa casi chulería, en esa fracción de segundo, da dos vueltas en el aire, y cae unos metros por delante. Una de sus zapatillas vuela sin destino fijado, y su bolsa de deporte se abre desparramando su contenido por el suelo. Esa chulería, esa dignidad, esa pose de «Aquí estoy yo, ¡Qué pasa!» queda grotescamente esparcida por el suelo, a veces con esas posiciones ridículas, sin tus zapatos, a lo mejor tirado sobre un charco, o una mancha de aceite… Y a ese mismo que le levantaste el mentón hacía un par de minutos te observa ahora en el suelo, con las piernas dobladas de forma estrafalaria, descalzo, y quién sabe, tus calzoncillos sucios encima de la bolsa abierta… y te observa otro puñado de curiosos, unos desde el suelo a tu lado, otros desde las ventanas, que salieron al oír el frenazo.

Y quizás alguien se pregunte… ¿Para qué? ¿Qué más da nuestro orgullo, o nuestros planes, si en el fondo, no dependen de nosotros? ¿Para qué preocuparnos de todas esas cosas nimias, sin importancia, que a veces nos quitan la alegría, y la vida, y las ganas de vivir. Que nos quitan horas de sueño…

Y ese conductor, que puede tener la culpa o no, pero que tiene el 90% de posibilidades de que se la echen… que a lo mejor le gusta correr como demostración de que domina el coche, que domina el mundo, la vida. Una persona hoy en día debe dominar el coche, y saber de fútbol y a ser posible que su equipo gane más títulos que los demás. Esto era antes cosa de hombres, pero cada vez más es cosa también de mujeres. Ese hombre, o esa mujer que no frenó a tiempo, porque ¡qué sé yo lo que le distrajo! O quizás el peatón salió entre coches y no lo vio… ese conductor no pagará con lesiones físicas, ni correrá peligro su vida, pero… seguro, seguro que su existencia no será la misma a partir de ese momento.

Estas cosas siempre me emocionan. No los conozco, o a lo mejor sí, vete tú a saber, no les he visto la cara… pero me pone triste que a ese peatón pueda pasarle algo, y me agobia que el conductor se repita una y otra vez si pudo hacer algo, en qué se equivocó…

Puede que en realidad ninguno de los dos se merezca que nadie se preocupe por ellos… que en realidad sean unos cabrones con pintas… aunque no sé, quizás aún así sean merecedores de un minuto de mi preocupación. Y de unos minutos más, los que he gastado contándotelo a ti.

Alberto, este post te lo dedico a ti.

La piel que habito – la peli.

Hoy toca cine. Cine, cine cine…

Almodóvar.

¡Qué tema! Es el hombre que reúne a su alrededor más opiniones encontradas e irreconciliables del cine español. Los que le quieren y le admiran y gustan de todo lo que hace, y los que denostan cualquier trabajo suyo sin apenas verlo ni saber de que va. Yo como siempre, en tierra de nadie. Unas me gustan más que otras. Con algunas vibré. Con otras… no.

La piel que habito.

Me parece un gran título. Él solo tiene un post. Pero para otro día.

¿De qué va? Pues hoy me vais a permitir que copie la sinopsis que viene en “La Butaca”:

Desde que su mujer murió quemada en un accidente de coche, el doctor Ledgard, eminente cirujano plástico, se interesa por la creación de una nueva piel con la que hubiera podido salvarla. Doce años después consigue cultivarla en su laboratorio, aprovechando los avances de la terapia celular. Para ello no dudará en traspasar una puerta hasta ahora terminantemente vedada: la transgénesis con seres humanos. Pero ése no será el único crimen que cometerá en “La piel que habito”.

¿Y por qué copio y no hago la mía? Pues porque es muy fácil que se me escape algo de lo que pasa que os chafe la película, si no la habéis visto. Y me parece fundamental en este caso una cierta ignorancia de por dónde va la historia exactamente.

Salen en la película, Antonio Banderas, Elena Anaya, Marisa Paredes, Jan Cornet y Eduard Fernández. Y Blanca Suárez, que también tiene un papel importante. Barbara Lennie, tiene un papelito. Y José Luis Gómez, otro papelito. Un elenco impresionante. Yo tengo una queja y es que Almodóvar no desnuda a Jan Cornet. Una pena. Lo que me hubiera gustado que lo desnudara… en fin. Otro motivo para la frustración.

Y preguntaréis… Jaime ¿te ha gustado la película? Preguntad… preguntad…

Pues a medias, os contesto. Divaguemos al respecto.

El mundo de Almodóvar es especial, único. Todos sus personajes rondan el límite de lo estrabótico, de lo irreal, y de lo real. Ha pasado así en “Mujeres al borde de un ataque de nervios”, en “Átame”, en “¿Qué he hecho para merecer esto?”, para mí una de sus mejores películas, en la maravillosa “Todo sobre mi madre”. Quizás en el engarce de ese toque mágico con la irrealidad característica de su mundo, está para mi gusto, la clave de si funciona o no funciona la película. Y aquí creo que es lo que falla.

A Almodóvar, nadie le puede negar, y quién lo haga creo que se deja llevar por el odio hacía su imagen o su personaje, que sabe como nadie manejarse en esto del cine. Sus imágenes denotan saber y dominio del lenguaje cinematográfico. A los cinco minutos ves que estás ante uno de los grandes del cine mundial. Lo mismo pasa con Garci, por ejemplo, con otro estilo. Podrán gustarte más o menos sus historias, pero han aprendido lo que es el cine, y lo han aplicado con maestría.

Yo cuando voy al cine, me dejo llevar. Si no es así, es que ya desde un principio, la película me repele. Hace unos días, por ejemplo, fui a ver una comedia italiana, “Gianni y sus mujeres”, y casi la disecciono completamente, hasta que casi me dormí, con ronquidos incluidos. Vale, vale, era una comedia, y seguro que a alguno le habrá gustado… pero lo siento… yo me quedé dormido. Me vino bien, porque me fui a casa corriendo y me metí en la cama, y dormí como hacía días que no conseguía. Creo que me la compraré cuando salga en DVD para coger el sueño.

Ya me he ido del tema…

Os decía que no voy a sacar pegas o a dar palmas cuando veo una película. La veo y percibo las sensaciones que me produce. Mido la forma en que la historia entra en mí y me hace sentir, alegrarme, llorar, me hace ponerme rabioso, o me pone de mala leche… y eso es lo que no consiguió completamente “La piel que habito”.

Luego, pensando en por qué… creo que el personaje de Elena Anaya me dejó un poco frío. No sé si porque no estaba bien definido, o porque ella hizo una interpretación equivocada de las claves con las que Almodóvar le había dotado. Creo que la evolución de ese personaje no es plausible. Partimos de personajes normales, por así decirlo. Al personaje de Antonio Banderas le falta un tornillo, o dos, le ciega la sed de venganza,  al de Marisa Paredes, es un típico personaje Almodóvar. El personaje del Hijo de la Paredes… pues la nota estrambótica… que es muy de cine de Almodóvar, pero que no sé si acaba de pegar con el resto de los personajes, quizás menos almodovarianos que otras veces, ni con las situaciones… Y luego hay algunas relaciones que no se acaban de matizar convenientemente, como la de Eduard Fernández con Banderas, con alguna escena o situación quizás mal desarrolladas, o cojas… Le escuché a Banderas hablar en una entrevista sobre su relación con Almodóvar. Decía que no le había dejado utilizar los pequeños trucos que un actor va adquiriendo a lo largo de su carrera, para conseguir esa autenticidad que busca siempre Almodóvar. Éste siempre ha tenido fama de exigir mucho a sus actores, y no dar por buena una toma hasta que no está súper convencido de que es la mejor que se puede hacer. Y yo diría que hay algunas escenas en las que no se ha sacado el partido de ellas que se podía sacar. Quizás el tener una estrella como Banderas, con un calendario muy marcado, y con un caché importante, por mucho que me imagino que se lo habrá rebajado, ha mermado los recursos de tiempo y económicos en otras partidas. No sé.


Otro ejemplo: Una escena en la que a Jan Cornet lo bañan con una manguera… no, no es al estilo de aquella mítica situación en que a Carmen Maura la riega un barrendero por la noche… los movimientos de él son forzados… o medidos, y de tan medidos resultan forzados… a mí no me resultaron convincentes.

Pero no saquéis la conclusión de que no merece la pena ver la película. Yo creo que sí, y la historia te sorprende, y te mantiene en vilo pensando a dónde te va a llevar… porque lo que parece, no es, y cuando te vuelve a parecer, tampoco es.

La música de Alberto Iglesias es sensacional. Este hombre creo que se convertirá en un hombre imprescindible en la música de películas a nivel mundial.

Los actores creo que en general están bien. A mí particularmente Elena Anaya no me convenció. Jan Cornet, el cual me gustaría que me invitara a un café, o dos si es menester, y si me mira de esa forma que él sabe… uffffffffff… aun así, tampoco le doy un 10. Antonio Banderas me parece que es su mejor interpretación de los últimos tiempo. Creo que borda su personaje, desquiciado por la frustración y los deseos de venganza. aunque me da que algún truquito de actor experimentado, sí que ha utilizado, por mucho que diga.  Marisa Paredes, excepcional.

Id a verla, y la comentamos.

Os voy a poner dos vídeos: Un making off, y uno que he encontrado con imágenes de la película, con Estrella Morente cantando “Ne me quitte pas”. Estupenda. Es por no poneros el tráiler… por ser un poco original…