Acabar el día…

Llegas a casa… y te tumbas… y piensas en lo maravilloso que es, que toda la vorágine del día haya acabado. Puede que haya sido un día horroroso. O anodino. Puede que hayas estado solo, o que hayas estado con demasiada gente. Puede que hayas leído cosas estupendas, o que hayas leído algunas cosas que te hayan dolido, o que no entiendas. Puede que tus amigos te hayan dado el coñazo, o de lado. O puede que te tengan completamente desorientado.

Pero todo eso no importa.

Ahora estás tú, y el suave roce de las sábanas, o de ese edredón que tanto te gusta, o el roce de esa tapicería de tu sofá preferido.

Y lo demás no importa.

… salvo una música de fondo…