Podría…

Llevo todo el día pensando que publicar. No es que no tenga cosas. Pero hoy me pasa algo curioso y es que nada de lo que tengo preparado o en la cabeza, me apetece colgarlo. Es como si una barrera invisible me impidiera subir un nuevo capítulo de «Una mañana para correr» o uno de los varios relatos que tengo escritos, o incluso alguno de los que publiqué cuando tatojimmy era tatojimi, y que ya que los escribí, deberían estar aquí. Estuve pensando incluso en empezar a publicar una cosa larga que tengo escrita. Algo así como una novela, que total, como no verá nunca la imprenta de una editorial, pues este es el sitio adecuado para darla salida.

Pero no me apetece publicar nada de eso hoy.

Podría sacar un post de River Viiperi, que el otro día descubrí que está el 35 de la lista de modelos masculinos que hace models.com. O podría subir otro post de Joan Pedrola, el modelo de cabecera de este blog (no el modelo en la cabecera, ejem). El otro día encontré su facebook, y no me atreví a pedirle que me aceptara como «amigo». Y no tiene nada que ver con que no me invite a café. ¿O sí? O podría colgar más fotos de Alejandro Rodríguez, modelo, para dar satisfacción a sus amigos que van pasando por aquí, alguno incluso dejando algún comentario. Hecho que agradezco enormemente. (mandadme fotos Alejandro, Joan)

Podría publicar una foto de Lázaro Mur, el enfermo de «Pan negro» y que tanto interés parece que despierta, por la cantidad de visitas que llegan aquí buscándole. Una foto que me envió hace tiempo Mariohasdisapier, de una alfombra roja. Na, tranquilos, viste smoking. Pero sonríe.

Pero no me apetece nada de esto.

Luis Miguel, hablaba en un comentario hace unos días de su baja auto estima últimamente, y pedía consejo. ¿Qué puede hacer? Tenía pensado escribir algo al respecto, pero no me sale nada. ¿Qué se puede escribir sobre la baja auto estima? ¿A quién se puede recurrir? Me imagino que un psicólogo es la mejor opción. Pero posiblemente hay muchas cosas que podemos hacer nosotros mismos para luchar contra ese sentimiento. Una de ellas posiblemente, es cambiar de ambiente, porque a veces nos dejamos influir por él, o por personas que tenemos cerca, y que muchas  veces sin ser consciente de ello, nos van minando poco a poco. Porque muchas personas necesitan para ser ellos algo, pisar al que tienen al lado. Yo tengo un caso cerca. Y no creo que sea malo, pero lo hace. Y te machaca.

Pero no tengo respuesta para ello, y no me apetece elucubrar al respecto. Quizás alguno de los que pasa por aquí pueda decirnos algo.

También tenía pensado escribir sobre un chico rubio que me ha obnubilado estos días en el autobús. Ir a casa al mediodía es maravilloso últimamente. Pero va, no me apetece inventarme una historia, al menos hoy. Aunque a lo mejor lee esto y se da por aludido, y mañana puedo escribir sobre ello, porque me he encontrado un mail suyo.

También me hubiera gustado escribir sobre ese rapero en Medellín, al que han matado una de las bandas que se rifan a golpe de asesinato, el control de la droga en esa ciudad e Colombia. Porque además, Jacobo, que me leía antes con atención, es de allí., y parece que esas cosas las ves con otros ojos cuando conoces a alguien allí. Me gustaría escribir, sobre como un chico de 17 años, cantando, puede intentar luchar contra esas mafias, y como parece que a alguien de ellas, le dio miedo, y le ha mandado matar. 17 años, asesinado por cantar a la vida. Triste.

Quizás es que deba darme un descanso en esto de escribir y de bloguear. Será algo que deba meditar en estos días. Aunque ya llevo tiempo con esa idea.

No he celebrado el segundo aniversario de este blog, ni de «Y… vuelven mis dedos a volar sobre el teclado». Podría anunciar mi cumpleaños, pare recibir cientos de parabienes y demás. Pero no… tampoco me apetece.

Podría hablar de Japón, de sus héroes. De personas cuadriculadas, y de personas con capacidad de improvisación. O de las zafiedades de las campañas electorales. Las medias verdades de nuestros dirigentes, que todos critican, pero que nadie hace nada por arreglarlo. Y nosotros parecemos contentos con los mensajes que nos envían nuestros partidos. Sí, los nuestros, no los otros. Y todo dirigido por gabinetes de comunicación que saben lo que nos gusta a la gente. Nos llenan los oídos de medias verdades, pero da igual, todo vale. Así que deberemos pensar que somos nosotros los culpables, porque los sociólogos y demás profesionales de estos gabinetes, nos tendrán estudiados. Esto es como la televisión: Mucho Belén Esteban es no sé qué, y ahí están las audiencias. Y 4 gatos ven a Punset, que es extraordinario. Pregunta, pregunta y verás lo que te dice la gente de Punset. Pero no me apetece meterme en esos berenjenales.

O de las dos últimas películas que he visto, y sobre las cuales por cierto, ya tengo escritas las crónicas. Pero no me apetece subirlas.

O podría hablar de que ha muerto Farley Granger, un gran actor que no se quiso someter a la dictadura de los estudios, allá en los años 50, a los que obligaba a casarse con una bella mujer para evitar las habladurías sobre su homosexualidad.bisexualidad .Y eso le costó su carrera en el cine. Eso y su enfermiza obsesión por decir lo que pensaba. Pero va, me imagino que lo harán otros, con mejor pericia que yo. Ved «La soga» de Hitchcock. O «Extraños en un tren». Grandes películas las dos. Si veis la soga, os propongo que busquéis cuando cortó el director, a ver si lo descubrís. La soga fue una película maldita… era tan evidente que los protagonistas eran homosexuales, que para la época fue difícil de digerir.

Podría hablar de esos a los que un día consideré y valoré para ser una posibilidad de relación. Algunos de ellos, me he dado cuenta de que hubiera sido un desastre. Así que al menos me  he ahorrado alguna ruptura. No hubiera pasado nada, porque ellos no parecían estar por la labor, pero uno también tiene derecho a soñar. Y me he dado cuenta, repito, de que no me merecían como pareja, y dudo de que me merezcan como amigo. Pero eso ya se verá.

Pero no, no me apetece.

O podría hablar de como nos dejamos manipular, o engañar. Veo a un amigo que va acabar mal. O como cambian algunos cuando la vida les sonríe. Podría hablar de los que no escriben en un blog personal lo que quisieran, porque no quieren que algunos que le leen se enteren, y como otros, mandan mensajes envenenados en sus post.

Pero va, no merece la pena.

Podría poner música. Una foto erótica. Saludar a Peibols que atendí una recomendación de sonia, y citó este blog en su resumen semanal. Podría saludar a sonia. Venga va, les saludo:

¡Hola sonia!

¡Hola Peibols!

¡Hola ambiente G!

Ya que estamos podría saludar a los modelos fijos en este blog:

¡Hola Alejandro!

¡Hola Joan!

¡Hola River!

¡Hola Ash!

¡Hola Simon!

¡Hola Jon!

Podría saludar a mis comentaristas de cabecera en «El rincón de tatojimmy»:

¡Hola Peace for ever!

¡Hola Virginia!

¡Hola Olwen!

A sonia ya la he saludado.

¡Hola Luis Miguel! ¡¡Vamosssssssssssss!!!

¡Hola Kotei!

¡Hola Edgard!

No son todos, pero sí los más constantes.

Podría saludar a los que leen:

¡Hola a los que leéis!

PODRÍA GRITAR… pero no sé gritar, aunque a veces hable muy alto.

Podría hablar de soledad. Pero creo que la practicaré, en lugar de hablar de ella.

Podría hablar de sueños, pero todo esto ya es un sueño… no existe en realidad… ni siquiera yo existo en realidad… ¿No os habíais dado cuenta?

Podría deciros que escribierais vosotros, pero… no lo vais a hacer…

Chicos y chicas, señoras y señores, guapos y guapas todas… mañana será otro día.

Saludo a quienes me he olvidado de citar.

¡Hola olvidados!

Ya está.

¡Hala!

 

Allí estaba…

… sentado, esperando.

Entré en la habitación, y se me quedó mirando. Tenía la camisa medio caída, dejando al descubierto uno de sus pezones. Sus ojos estaban clavados en los míos. Me abrumaba.

Eché a andar con paso decidido hacia él. Le tendí la mano para saludarle, pero él no se movió. Solo torció su cabeza lo suficiente para no dejar de mirarme. Al cabo de unos instantes, que me parecieron siglos, me señaló una silla que había en una esquina. fui hacia ella, y la acerqué a dónde él se encontraba. Aunque entraba aire fresco por la puerta de la terraza abierta, yo no dejaba de sudar.

Nos quedamos en silencio. él me seguía mirando, yo me entretuve en mirar el paisaje. Hasta que en un momento determinado, él se levantó, se dirigió hacia mí, dejó caer su camisa y se sentó a horcajadas sobre mis piernas.

Y me besó.

 

Ya tenemos post ganador.

La votación acabó.

35 + 1 votos. Yo también he votado, sip. Y para ser congruente conmigo mismo, voté por el post-relato que incluí yo en la lista «La otra fiesta en el parque». Y menos mal que lo voté yo… jijijijijiji.

Y el post ganador ha sido… tachan tachan…

«Silencio».

Silencio ha tenido el 28% de los votos.

Así pues, este es el post elegido para que, si dugutigui no se ha arrepentido, lo cuelgue en su blog.

Pero yo he decidido que, el segundo y el tercero, también merecen una segunda vida de protagonista. Así que, veamos que post van a protagonizar otra vez la portada de este blog.

En segundo lugar, ha quedado, BUENO, BUENO AHORA QUE ME FIJO… ha habido empate entre el segundo y el tercero… con el 22% de los votos:

«La importancia de un segundo»

Y remontando con los últimos votos, con el 22 % de los votos:

«¿Eres gay?»

Así que, repondré estos dos post.

Muchas gracias por haber votado y participado en este «juego». Y muchas gracias a dugutigui por la idea.

Y hala ¿Un poco de música? para relajar la tensión de las votaciones… jijijiji. Cualquiera diría que estas votaciones son las autonómicas de mayo… jijijijiji.

Actualización:

dugutigui ya ha colgado el post en su blog. Si queréis ver como luce, pinchad aquí.

Cuento de navidad, por dugutigui.

Hoy me vais a permitir que ceda la máquina de escribir a dugutigui. El otro día, en la segunda parte de mi cuento de navidad de este año, me escribió este cuento, que creo que merece no perderse en el olvido de los comentarios.

Aprovecho para recordaos también, que sigue abierto el plazo de votación del post que dugutigui va a llevar a su blog. Pinchad aquí, y votad, sip.

Os dejo con él.

El día más lento del año.

Una Navidad, hace unos años, me encontraba sentado en frente de Bobby en un bar de Río de Janeiro, viéndolo sorber su pollo –sus dientes se habían caído varios años atrás, posiblemente debido a su hábito de meterse 5 gramos de cocaína al día.

Le comentaba acerca de lo que acababa de leer en el National Geographic, sobre un antropólogo que estaba tratando de determinar los límites territoriales de una tribu amazónica conocida como los “flecheros”. Se les había dado ese nombre porque que cada vez que alguien osaba adentrarse en su área de la selva, estos le rociaban con flechas. Y, aunque el sueño de un antropólogo es siempre llegar a hacer el primer contacto con una tribu por descubrir, en esta ocasión, el objetivo -más modesto- consistía en establecer una zona de protección alrededor de esta tribu, para que nunca necesitasen verse expuestos a un mundo moderno que, con seguridad, destruiría su modo de vida.

Le decía a Bobby que yo no podría estar más de acuerdo con esta noble iniciativa, como ya lo había estado en Colombia la última vez que una tribu fue obligada a salir fuera de la selva y enfrentarse al despiadado mundo moderno. Los “Nukak” -o “Creyentes” como llegaron a ser conocidos- habían estado viviendo en paz en la selva tropical hasta que los combates de la interminable guerra civil colombiana les habían obligado a abandonar sus tierras. Al parecer, lanzas y cerbatanas no eran mucho rival para las armas semi-automáticas.

Recordaba haber visto a los primeros de ellos a su llegada a Bogotá, caminando descalzos por las calles, ajenos al tráfico, vestidos sólo con taparrabos y llevando, a sus espaldas, fardos de papaya y ñame. Y también que, sorprendentemente, no se encontraba sobre sus rostros la huella de una arruga o alguna línea de preocupación y que aunque posiblemente tenían pocos motivos para sonreír, cuando lo hacían se revelaban sus dientes afilados, inmaculadamente blancos, que nunca habían conocido la decadencia de una dieta de cazadores-recolectores. Y si bien se podría haber esperado encontrar en ellos un cierto nerviosismo ante las “maravillas” de la civilización -ninguno de ellos había visto antes una bolsa de plástico, por no hablar de electricidad, coches o rascacielos-, más bien llevaban su exilio estoicamente. Sus expresiones de profunda calma solo eran levemente traicionadas por la tristeza en forma de sutil brillo en los ojos.

Se les podía encontrar acampados durante la noche en los parques, acurrucados alrededor de pequeñas fogatas, cantando melancólicas canciones. Lograban sobrevivir asando las verduras que eran capaces de recoger del suelo de los mercados y -como se podía deducir por los huesecillos que se encontraban alrededor de sus fuegos- su nueva dieta se completaba con gatos callejeros.

Bobby seguía sorbiendo su pollo. No estoy seguro si prestaba mucha atención a lo que le estaba contado.

Unas noches más tarde -continué- en la televisión, a un antropólogo llamado Luis González -quien había hecho la investigación de campo sobre los “Nukak”- se le concedieron 45 segundos de fama en las noticias. González era un hombre corpulento de barba espesa que, de algún modo, compensaba su calvicie y que, evidentemente, estaba enfadado. Reclamaba al gobierno que tomase medidas inmediatas para proteger esa “gente especialmente vulnerable” -los “Nukak”- que eran conocidos entre los académicos como “los Creyentes” -explicó- porque su lengua no contenía los verbos “mentir” o “engañar”. En su hábitat natural en la selva, esta tribu estaba acostumbrada a tomar uno al otro por su palabra: Si uno gritaba “jaguar” todos trepaban inmediatamente a un árbol. Si otro decía “nido de abeja” todos venían corriendo a degustar la miel.

¿Cómo -preguntaba González- se podría esperar que esta tribu prosperase en nuestra difícil y engañosa sociedad?

Pero Colombia, en aquel tiempo, era un país con otras preocupaciones. Había una guerra civil contra dos diferentes grupos guerrilleros, paramilitares fuera de control y la autonomía de las ciudades amenazada por los poderosos carteles de la droga. El destino de “los Creyentes” difícilmente iba a ser considerado como un asunto de mucha importancia y en consecuencia, las autoridades prefirieron dejar que la naturaleza humana resolviese, en su lugar, el problema.

No fue ninguna sorpresa que las mujeres fueran las primeras en caer. Pronto, se las pudo ver vestidas con prendas provocativas y maquillajes mal aplicados, de pie en las esquinas de las calles, bajo la atenta mirada de los proxenetas locales. Los hombres “Nukak” no tardaron mucho en encontrarse trabajando 18 horas al día en obras de construcción por toda la ciudad, a cambio de un puñado de plátanos.

Otros “Creyentes” tuvieron una suerte mas discutible, cuando fueron detenidos por los paramilitares o los grupos guerrilleros y llevados de regreso a la selva para combatir en la guerra civil. Y allí se hicieron famosos por ser fieros guerreros que luchaban con uñas y dientes por lo que creían ser una causa noble -Ley y Orden o Libertad y Justicia, dependiendo del lado que los detenía en primer lugar.

Un par de meses después de que la mayoría de los “Nukak” hubiese desaparecido de las calles, me encontraba en un bar viendo como un presentador de noticias en la televisión apenas podía contener la risa cuando anunciaba que un “Creyente” había sido detenido con 10 kilos de cocaína en la frontera. Cuando se le preguntó por qué lo había hecho, el pobre diablo al parecer había respondido: “me dijeron que lo hiciera”.

Oí a alguien toser con cierta violencia y fue cuando me di cuenta de que a un par de metros de distancia estaba sentado el antropólogo, Luis González. Pedí un par de cervezas y me acerqué a él.

“Si tan sólo le hubieran escuchado a usted.”

“No tenían dinero, ni voto y ninguna influencia. ¿Por qué iba alguien a escucharme?” -dijo González, sin siquiera darse la vuelta. Se bebió la cerveza que puse delante de él sin ninguna pregunta y luego se volvió hacia mí con una expresión cansada.

“Lo gracioso -dijo- es que cuando regresé de vivir con los “Nukak”, hace años, pensé que me resultaría difícil readaptarme a la vida moderna. Pero ¿sabes qué? Me di cuenta de que los Creyentes están en todas partes. ¡Solo has de mirar a tu alrededor! Están rezando en las iglesias, marchan con los ejércitos, hacen cola en los grandes almacenes. Donde quiera que mires hay gente que cree en casi todo lo que les dicen. La única razón por la que no los sacan en las noticias se debe a que no se visten con taparrabos.

Y con eso, González se puso de pie, tumbando su taburete, y salió tambaleándose del local.

Bobby ya había terminado su pollo, pero eso no parecía haber mejorado su atención. Siempre estaba a mil por hora, lleno de química confianza en sí mismo y actuando como si se encontrara en la cima del mundo. Aquel día, sin embargo, parecía estar unos cuantos peldaños más abajo.

“Llevo aquí 20 años y eso está bien -cambió de tema Bobby, repentinamente. Desde luego, no echo de menos Canadá. Es solo que los domingos y el día de Navidad me sacan de quicio.”

Si -pensé-, Bobby tenía razón. Pregúntale a cualquier expatriado, incluso aquellos que están viviendo bajo un indulgente sol tropical, en alguna parte, felizmente libres y meciéndose en el regazo del Paraíso, y te dirán que cuando la Navidad comienza a desarrollarse a su alrededor, siempre se produce una extraña sensación de vacío. Incluso a aquellos a los que no les importan para nada las raíces paganas de una religión que barrió culturas como si de un virus se tratara, o los que detestan la insana adoración del consumismo que la Navidad representa; Aún así, a pesar de todo, sigue siendo para ellos el día más largo del año.

Y si bien, a menudo, los viajeros nos reímos de la idea de un hogar, una morada. Siempre desesperados por poder escapar de las trampas culturales y financieras que nos tienden nuestros lugares de origen, enseñándonos a nosotros mismos a odiar nuestras propias raíces, tan dispuestos a dejar nuestros países como lo estuvimos, en su día, a abandonar la casa de nuestros padres. Y aún, en algún lugar dentro de uno, late un íntimo deseo, como una necesidad de pertenecer a alguna parte, que cuando todo el mundo se encuentra jugando a la familia feliz enfrente del árbol, no hay forma de ocultar.

A un biólogo se le preguntó una vez cómo los pájaros pueden saber en que dirección han de volar, a la hora de migrar. Él reflexionó por un momento y dijo:
“Vuelan en la dirección en la que disminuye su nostalgia.”

Quizás todos nosotros seguimos -en algún nivel- ese tipo de llamada inconsciente, eligiendo nuestro camino a través de los caprichos a los que la vida nos enfrenta constantemente.

O si no, siempre podemos negarlo bajo un barniz de cinismo, o con un comportamiento sexual compulsivo o durmiendo todo el día. O con 5 gramos de cocaína.

De cualquier manera, el 25 de diciembre, para los expatriados como Bobby (y yo mismo), los minutos no pasan con la suficiente rapidez.

Si queréis visitar a dugutigui, pinchad aquí.

Votemos el post.

Pues aquí recojo los post que han citado estos amigos. Han sido PFE, manu, Edgard, AdrnRds. Ellos han elegido estos post, más uno que he incorporado yo. Muchas gracias por el esfuerzo.

Silencio.

Historias de blogueros para contar.

de cultura, de culturetas, de indocumentados, todo ello salteado con tacos y un par de tópicos

vacío y solo.

Navidad gay.

La importancia de un segundo.

Silencio, estamos charlando.

¿Eres gay?

La otra fiesta en el parque.

¿Por qué esta relación con sus enlaces? Pues muy sencillo: porque vamos a votar. Así si queréis recordarlos, podéis ir a echarles un vistazo, y luego votar.

Se pueden votar a varios post. Así que si dudáis entre dos, ya sabéis.

Os recuerdo que el post elegido, dugutigui lo colgará en su blog.

Yo creo que con una semanita valdrá. Así que el martes 25, a las 22,00 h. (hora de España) se cerrará la votación.

¡¡Qué nervios!! ¿Cuál saldrá?