Una vez más, Alejandro Rodríguez, nos hace una visita.

Y a lo mejor es una de las últimas, porque como no tengo tiempo últimamente para buscar nuevas fotos de él, pues mis archivos ya se han vaciado. Y mira que me cae bien… sip. Y eso que como el resto de sus compañeros, de invitarme a algo, nasti de rasti. Él se lo pierde, eso sí.

Es de Valencia, pero con ascendientes de león, si no recuerdo mal. Jugador de fútbol… algún amigo que comentó en su momento llegó a apuntar que era una pena que hubiera dejado el fútbol. A lo mejor pensó que de modelo se ligaba más… jijijiji. O a lo mejor pensó que le iban a dar menos patadas, y lo que cambió es de tipo de patadas, no lo sé. Qué sí, que ese mundo de los modelos tiene su lado oscuro, como el de los actores, el de los músicos, o el de los fontaneros.

Podéis ver su portfolio pinchando aquí. Porque el mejor portfolio de Alejandro Rodríguez está en «el rincón de tatojimmy», o sea, aquí. Eso es por si no os habíais enterado de que estáis aquí, en mi rincón, y que yo soy tatojimmy, Jaime para mis amigos.

Por cierto, si alguien tiene más trabajos de Alejandro Rodríguez, o de cualquiera de los modelos que están fijos en nuestro plantel, o algún modelo masculino que quiera salir en este maravilloso blog, (si no lo digo yo, quién si no) mi correo está en la barra lateral.

Casi se me olvida, pero en algunas de las fotos, Alejandro Rodríguez sale acompañado por otros dos de los mejores modelos masculinos del mundo. Y son también españoles: Miguel Iglesias, y Antonio Navas.

El derecho a elegir. ¿Los feos podemos?

El otro día veía un mediometraje francés que se llamaba “Devotée”. Trataba sobre la búsqueda del amor y del placer sexual de un hombre que no tenía ni manos ni piernas. Un medicamento que tomó su madre mientras estaba embarazada, le hizo nacer con malformaciones. Él se arregla bastante bien con su vida, sus prótesis y demás. Pero… está solo.

El sexo no es un problema. Siempre están los chaperos, y la gente que tiene como fetiche hacerlo con personas de estas características. Pero… en general estos últimos, van a satisfacer solo su placer.

Aparece un chico guapísimo que parece que es distinto a los demás. Hablan por MSN mucho, y al final se decide a ir a su pueblo. Tiene un cuerpo maravilloso, y recorre a pie una gran distancia para llegar lo antes posible a la granja en dónde vive el protagonista. Llegan, toman algo, y al catre. Lo hacen… y cuando el chico maravilloso y estupendo enciende su cigarrito, el otro le pregunta: «¿Y yo?».

El otro le mira sorprendido. Estaba tan centrado en su placer que ha pensado que era el mismo que el de su partenaire en ese momento. Pero no… “No me has besado” dice el otro. Y otras muchas cosas que le va diciendo que le hubieran gustado.

El otro le mira en un primer momento como diciendo: “tío, que yo soy estupendo, soy guapísimo, joven, tengo un cuerpo de infarto… ¿No es suficiente? ¿Crees que vas a encontrar alguien mejor?” “Si te estoy haciendo un favor, hombre”, dice con su mirada el chico guay.

– Hablando por MSN contigo parecías distinto a los demás. Las cosas que decías… pero veo que eres como todos.

Duermen.

El chico piensa. Le da vueltas al asunto. Intenta… pero no… al cabo de un par de días, coge su mochila y desanda el camino del primer día. Seguro que iba enfadado porque un tío inválido y feo, y mayor, le había rechazado a él, guapo y estupendo. Y ciertamente estaba estupendo.

Porque a veces parece que los feos o los gordos o los viejos, no pueden elegir. Parece que nos tenemos que conformar con cualquier cosa, con las migajas, con los que quieran cargar con nosotros. Tenemos que decir que sí al primero que nos diga «¡hola!». Porque somos una carga, para que negarlo. ¿A que sí?

Una vez un amigo me dijo algo así. Que claro, era muy difícil que lo que yo buscaba llegara. Debió ser aquella vez que conocí a un hombre que parecía me hacía ojitos. Pero… no me llamaba la atención en ningún aspecto. «¡Es que claro, pides mucho!» Entonces aunque ese hombre no me gustara, como no tengo otra cosa ¿debo decir que sí?

Claro, luego hay otra pregunta. ¿Solo o mal acompañado? Quiero decir que si yo mañana a lo mejor debo elegir entre juntarme con alguien que no me gusta, o quedarme solo, y morir en mi mecedora, calentado por el sol de otoño que se cuela por la ventana. Y cuidado, porque esta pregunta, las respuestas posibles, yo creo que son igual de respetables: aquél que se junta con otro porque necesita estar acompañado, y aquel que espera a una persona que le guste.

En la película que os digo, al final acaba bien, o al menos con esperanza. Pero… es curioso, porque encuentra a un hombre que tiene también un problema, y que se siente por ello solo: tiene un miembro viril muy grande. Creo que hay en esto un poco de coña marinera… pero bueno. Aunque tomando el miembro viril como un problema cuando es grande, y sin ver un cierto sarcasmo en la situación, podríamos colegir del escenario propuesto, que los raros, solo pueden encontrar algo entre los raros. Aunque una de esas rarezas, para los mitos, sea considerado el sumun de la suerte.

Aunque se me ocurre otra pregunta: ¿Quién no es raro?

Repito, en la peli acaban con rayo de esperanza. Yo, me voy a una cueva perdid

Por cierto, estos días sueño con mi príncipe azul, así que estoy esperanzado. Lo único, joder, que si lo veis, que le deis mi telefono, para ir andando camino… porque estar está… si supierais lo nítido y bien que lo veo en mis sueños…

Esta foto no solo representa el físico del príncipe de mis sueños, sino también su interior.

Ains.

Una buena mañana para correr (79).

Manu estaba tirado en su cama. Había estado estudiando toda la tarde para un examen que tenía al día siguiente. En realidad no era toda la tarde. Entre un rato que había hablado con sus padres, o discutido, más bien, y un rato más largo que se había pasado pensando en el mundo y sus incongruencias, o dicho de otro modo, en su incapacidad para entenderse a sí mismo, el “toda la tarde” había quedado reducido a un par de horas de estudio efectivo.
Pero la química orgánica se entendía mejor. Estaba chupada en comparación con el indescifrable enigma que era él mismo y las personas con las que se relacionaba, y por extensión, el mundo en general.
En su caso… seguía perdido. Había empezado a salir con Marisa hacía un par de días. Habían follado unas cuantas veces. Parece una incongruencia, un par de días y unas cuantas veces… pero así era. La verdad es que era casi lo único que habían hecho, y se habían dedicado a ello con esfuerzo e interés. Ella parecía haber disfrutado mucho, porque le estaba buscando incansable para darle otra vez. Esa tarde, de hecho, podría estar con ella jugando a los médicos. La química tenía la culpa de estar en su habitación mirando al techo.
– La química me ha servido de excusa – se corrigió Manu en voz alta.
¡Sorpresa! Ella no era lo que necesitaba. Manu estaba… buscaba ya el momento de dejarla. Como las otras. Sexo sí, bien y tal… pero tampoco era una cosa que le llenara. Había algo cuando lo hacía que le impedía disfrutarlo a tope. ¿Miedo al compromiso? ¿Miedo al género?
Esther tampoco había sido la persona adecuada. Se lió con ella después de aclarar las cosas con Joan.  Algunos tienen la costumbre de echarse un cigarrito después de hacerlo, o de ir al servicio, o de beber un vaso de agua, o de lo que sea. Esther tenía la costumbre de usar su verborrea para hacer planes de futuro… a los diez minutos ya estaba preparando la boda, a los quince, Manu estaba en la calle, abrochándose el plumas, y guardándose el calzoncillo en el bolsillo que debido a las prisas, no se había puesto.
¿Aclaró las cosas hablando con Joan? La respuesta era no. Aunque intentaba engañarse de vez en cuando. Como poniendo a la pobre química como excusa de no haber quedado con Juani. ¿O era Marisa?
Sus padres se había ido hacía un rato al cine. Daban una película de una ONG sobre la mujer, o sobre la pobreza, o las dos cosas, no se había enterado muy bien. No había prestado demasiada atención, la verdad. Habían discutido esa tarde y le había dejado un poco tocado. No estaba acostumbrado a ser el débil,  a ser el que necesitaba ayuda, y su madre se lo había planteado directamente. Ella lo notaba, lo conocía, aunque en general no interviniera. Y tenían razón, pero… no estaba preparado para tratarlo con ellos, ni con nadie. Se lo contó a Joan, y se arrepintió. No por nada, porque Joan había sido muy amable con él, le había escuchado, y se había preocupado. Pero… casi en cuanto se levantó de la silla del bar de la Universidad, se sintió… ¿vulnerable? Y además, esa frase que le dijo: “Tú tienes que saberlo” o algo así. “Tú sabes lo que te gusta, otra cosa es que quieras o no reconocértelo”. Y su excitación cuando estaba con él. Quizás debiera probar con un chico. Cada vez estaba más convencido de que esa era la resolución de sus dudas en los últimos tiempos. Si no lo solucionaba, no podría seguir con su vida. Pero… ¿qué chico?
Lo notaba. No estaba de humor con casi nadie, no dormía bien, le costaba concentrarse en cualquier cosa. Sus pensamientos tendían a perderse en absurdas y reiterativas divagaciones sin sentido. Él caminaba por una senda, en un bosque, para encontrarse con una persona encapuchada. Corrían para encontrarse y se abrazaban, y se besaban… Manu quería saber quién era, le bajaba su capucha y veía el rostro de Marisa, aunque poco después era el de Isabel, o el de Rosa, o el de Gema, o el de Patricia… recorría su mano hasta que llegaba a… y… él se echaba hacia atrás, tropezaba y caía al suelo, sobre un manto de hojas húmedas y medio putrefactas… miraba y veía un enorme miembro que asomaba entre las ropas de ¿Marisa? ¿Patricia? ¿Esther? Aunque miraba ahora y veía el rostro de Joan, que se reía a carcajadas… y el miembro se hacía más y más grande, con una cabeza enorme, y goteaba un líquido transparente… y esas carcajadas… y ahora era el rostro de Diego el que se reía, y el que le miraba… El de su hermano… pero todos reían… un pájaro se posó en el enorme falo y entonó un canto alegre, pero que a Manu le estaba sacando de quicio… las risas, el pájaro cantando apoyado en un miembro erecto y duro, como si fuera una rama de un castaño, o de un olmo… Manu se apretaba las sienes de su cabeza… parecía que ésta le iba a estallar… quería dejar todo eso… en esta parte de la consciencia quería dejarlo todo, pero… no podía evitar mirar al pájaro cantando, al miembro babeando, al rostro de ese, ahora hombre, con las facciones de Joan, aunque hacía un par de minutos eran las de Carlos, o las de Alberto, aquél otro chico que había recordado que también le había excitado hacía un par de meses.
Manu conseguía salir de su ensoñación y concentrarse de nuevo en su libro de química. Echaba cuentas de lo que le quedaba para acabar el curso, y de lo que se proponía hacer después de la selectividad. Hasta hacía unos días, lo tenía claro. Pero ahora… sus prioridades habían cambiado. Más bien sus necesidades. Y éstas pasaban por alejarse de su casa, de su ambiente.
Quizás debería hablar de todas estas cosas con Ricardo. Era posible que le comprendiera mejor que nadie… al fin y al cabo tenían una comunicación especial, aunque en los últimos tiempos esto parecía haber cambiado ligeramente.
Manu se sobresaltó al escuchar un sonoro portazo en la casa. Se incorporó de un salto y salió asustado al pasillo. Pensó que a lo mejor sus padres se habían olvidado de cerrar la puerta al salir, y una corriente de aire repentina había hecho que se cerrara de golpe.
– ¿Jonás? – gritó en el pasillo.
Pero éste no contestó. Fue hacia el hall despacio hasta que desde allí vio venir a Ricardo.
– Joder, macho, me has asustado.
– Pues te jodes.
Manu se quedó sorprendido de la reacción de Ricardo.
– Has discutido con Jaime ¿verdad?
No lo pensó. Sencillamente lo dijo. No podía ser otra cosa. Nada le afectaba a su hermano como el estado de su relación con Jaime. Pero ver la cara que le puso Ricardo, le hizo arrepentirse de haber abierto la boca. Estaba claro que los días en que podía hablar sin medir las palabras con su hermano habían pasado a mejor época. Debía empezar a pensar  ya las palabras que cruzaba con él.
– Tiene que ser jodido ser tan listo como tú, hermanito. Siempre sabes lo que hacer, lo que decir con todos. Tendrás que darme un puto curso, porque yo está visto que soy un mierda a tu lado.
– ¿A qué vi…?
– ¿Desde cuando eras tan amiguito de Joan como para que apoye su cabeza en tu regazo? ¿Eh? ¿A que venía eso?
– ¿Pero de que vas, Ricar? ¿Eso es lo que te cabrea? ¿A que coño viene el decirme que…? ¿No me decías que debía ser amigo de Joan? Encima que…
– Eres falso e hipócrita, hermanito. La puta madre que te parió… jodido imbécil. Ahora resulta que vas a ser el puto mejor amigo de mi mejor amigo, que te caía como el culo hasta hace… ¿Una semana?
– Ricar, no sé que te ha pasado, pero no lo pagues conmigo. Yo no tengo…
– Tú nunca tienes la culpa de nada, hermanito. Eres el listo, el fuerte, no te jode. El que sabe qué hacer. Yo siempre meto la pata, puta mierda que me parió.
Manu se volvió a su habitación y se volvió a tirar en la cama con su libro de química. “Está claro que no se puede hablar con él”. Cogió su libro de química orgánica, e hizo como si se concentraba en el estudio. No le apetecía seguir con la conversación.
Pero Ricardo pensaba de otra forma. En alguien debía descargar sus frustraciones del día, y su hermano Manuel era la mejor opción que de le presentaba. Entró decidido en la habitación y agarró el libro en el que pretendía refugiarse y de un tirón, lo lanzó sobre la pared que tenía detrás de él.
– ¡Que pasa, jodido cabrón de mierda! ¿Ahora no quieres  meterte en mi vida? ¿Ahora me ignoras? Pues te vas a joder que ahora soy yo el que quiere dejar claras unas cuantas cosas, jodido de mierda.
Ricardo le mostraba todo el odio del que era capaz en la tensión de su rostro y de su mirada. Según hablaba iba inclinándose más, hasta casi pegar su nariz a la de su hermano. Respiraba agitadamente.
Manu conservó la calma. No hizo ningún gesto, después del sobresalto inicial cuando Ricardo le quitó el libro de un tirón. Miraba hacia delante, pero sin buscar los ojos de él.
– Estás perdiendo los papeles, Ricardo. No tienes razón en nada, y lo sabes. Te has centrado tanto en ti, en darte pena, en no vivir la vida porque eras un jodido marica…
Ricardo hizo un gesto levantando la mano como para golpear a Manu.
– Si bajas esa mano, hermanito, no voy a hacer nada para evitar que me des una buena hostia. Me llevaré la primera, eso está claro. Pero te advierto que el resto de hostias de la tarde te van a caer a ti. Ya me has tocado suficiente los cojones.
Ricardo pareció pensarse la situación y relajó su cuerpo, bajando lentamente el brazo.
– Eres un jodido egoísta, Ricardo. Te dabas pena cuando no sabías como acercarte a los hombres, porque te has pasado desde los 16 años llorándote en tu propio hombro por la triste vida que tenías. Marica, con un físico según tú no muy atractivo, un desecho de la vida que no iba a sobrevivir solo ahí fuera, y al que nadie querría.
Manu intentaba mantener un tono monocorde, pero seguro. Iba poco a poco levantando su mirada, ahora sí,en busca de la de su hermano, que seguía de pie al lado de su cama, con su cuerpo ligeramente inclinado hacia delante. Aunque esta inclinación, iba reduciéndose, como si él empezara el camino contrario al de Manu.
– Y has llegado a pensar que eras tú el centro del Universo. A eso he contribuido yo, desde luego,  que pensé siempre que necesitabas protección, o un empujón, más bien. Solo aprendiste a ver tus problemas, tus tonterías, a pensar que tus inseguridades… pero sabes, he tardado en darme cuenta, tus inseguridades solo son una parte del papel que haces. Quieres dar pena, quieres que no nos demos cuenta de que eres un jodido y apestoso ególatra, que no tiene ningún interés real por nadie de los que le rodean. Y no sabes ver lo que sienten las personas que estamos a tu alrededor, y que sabes, jodido imbécil, te queremos, y sabes, tonto del culo, a los que nos deberías conocer.
Ricardo pareció recuperarse de la amenaza de Manu, e intentó interrumpir su discurso.
– ¡Ahora te callas, hijo de puta!
Manu se incorporó de un salto. Era ahora él el que mostraba con su cuerpo el enfado que tenía con él.
– Eres tú y solo tú. No sabes ver más allá de tus gafas, cuando te las pones. Ni de tu nariz, si no las llevas. No conoces a Joan, le has pisado en los últimos meses porque dudabas de él, cuando en realidad solo dudas de ti, porque solo estás a gusto siendo el centro de todos. Viste a Joan hablar con Jaime, y no te dieron celos que hubiera follado, solo te dio celos que hablaran y se contaran sus cosas, como si fueran amigos. Y no conoces a Jaime, ni sabes lo que siente, ni te interesa. Ni sabes escuchar, ni quedarte al lado de nadie, sin que se note. No se que hostias te ha pasado con Jaime, pero apostaría que ha sido algo de eso. Y te has puesto como una furia, porque no eras el centro. No tienes ni puta idea si yo lo estoy pasando bien, si tengo problemas, si no duermo. Ni te has fijado que a Jonás le pegaron el otro día en la calle, y le robaron.
Manu se calló unos instantes.
– Y ahora te vas a ir de mi puta habitación y te vas a joder con tu gilipollez tú solo en la tuya. Pierde cuidado que en la puta vida me voy a preocupar ni un segundo por ti y tus cosas. Allá te las apañes solo, imbécil de mierda.
Se quedaron los dos callados unos minutos. Se miraban fijamente,como midiendo sus fuerzas. Al final Ricardo se dio la vuelta y enfiló la puerta. Pero antes de salir, tiró lo que había sobre la mesa de Manu.
– Me has jodido la vida, hijo de puta. Has hecho lo posible para que me quede sin amigos. Primero criticando a Joan, que si era, que si… y ahora me los has arrebatado..
– Eso es una puta mentira. ¿Joan no puede tener más amigo que  tú, gilipollas? Pero es que eres un puto amargado egocéntrico de mierda. Y ya no sabes ni razonar, solo sabes tirar las cosas al suelo, y romperlas.
– Hago lo que me da la puta gana.
– Hazlo con tus jodidas cosas. Y jode tu jodida vida. Pero al resto, déjanos en paz, imbécil.
– Haré lo que me de la puta gana.
Y salió de la habitación dando un sonoro portazo. Casi choca en el pasillo con Jonás, que acababa de entrar en la casa.
– Y ¿tú que hostias miras, jodido marica reprimido?
Y le apartó de un manotazo.
Manu salió como una exhalación de la habitación.
– Se iba a lanzar contra Ricardo, pero la súplica que vio en la expresión de su hermano pequeño, le calmó.
– ¿Nos vamos al cine, Manu?
Éste respiró un par de veces profundo. Cuando escuchó el portazo en la habitación de Ricardo, se dio la vuelta para encararse con Jonás. Fueron apenas unos segundos lo que tardó en ponerse unas deportivas y el anorak.
Salieron de casa.
Caminaron despacio y en silencio hacia los cines Van Golem. Justo cuando estaban debajo de la marquesina, antes de entrar en el hall, Jonás se paró unos instantes y le dijo a su hermano.
– No soy marica.
Manu le miró y sonrió.
– Yo a lo mejor sí.
Jonás le sonrió.
– ¿Vemos la de “los tontos…”
Guay.

________

Historia completa seguida.
Historia por capítulos.

Joe Flemming – modelo

Joe Flemming. Es modelo. Es inglés.

Hace tiempo que le sigo. Me parece un chico muy majete, sencillo, agradable. No es nada exuberante en su belleza, ni en sus formas de comportarse, por lo que sé de él. Tiene su propio blog en dónde va subiendo sus trabajos.

Es un chico como puedes ser tú. Quizás por eso me llame la atención tanto como para traerlo aquí y convertirle en uno de los modelos fijos de «El rincón de tatojimmy».

Mide 1,86, pelo castaño, y ojos azules.

Fijaros bien en él, porque cuando esté en lo más alto del ranking, podréis decir que yo os lo presenté. Sip.

Para completar os traigo un vídeo en donde sale él con otros modelos, alguno de los cuales seguro traeré aquí algún día.

Drive – la película.

Lo de los nombres en inglés tiene su cosa. Criticamos que no tengan traducción, pero… no es lo mismo que una película se llama “Drive” que que se llame “Conductor” o “Conducción”. Da mucho más empaque lo primero, dónde va a parar.
Es lo mismo que si decimos: “el señor director” ó “Monsieur le directeur”. Lo segundo es como más… más.
Así que no traducimos. “Drive”. Vamos, más que nada porque si vais a la taquilla a preguntar por una película que se llame “conductor”, a lo mejor acabáis en “El Rey León”.

“Drive” es una película cuyo protagonista es un conductor. Es fácil ¿verdad? Podía haber sido un título para engañar y tal, pero no. El protagonista conduce. Coches, porque podría conducir barcos. O aviones. O trenes… pero no: coches. No, tampoco conduce motos.
– ¿Qué tipo de coches? Preguntaréis.
Pues de dos tipos: el primero es de esos que necesitan las películas, de esos que se escacharran, dan cuatro vueltas de campana, y al final se incendian aparatosamente. El segundo tipo de coches que conduce, es el de los que se utilizan para huir de los robos. Vale, intenta conducir el tercer tipo de coches, que son los de carreras, esas típicas americanas, en las que las carreras parecen de película, que se chocan, se empujan para salirse de la pista y demás. Pero esta posibilidad, no acaba de concretarse.
Ahora por favor, atentos, quietos parados, que os voy a contar la frase, la frase de la película, el meollo:
“Soy tuyo durante 5 minutos. Ni un minuto antes, y ni un minuto después. Lo demás me la refanfinfla”. Bueno esto último es una pequeña adaptación mía de la realidad.
Todo esto es la sinopsis de la película. Nada más. Eso es lo que pasa.

¿Protagonista? Un chico guapo, Ryan Gosling. Salía ya en aquella película que se llamaba ”1,2,3 asesinato”, que salía con Michael Pitt, otro chico guapo y morboso. Y Sandra Bullock. Sin comentarios.
¿Y ahora qué?
Pues no sé que deciros. Es una película lenta. Con mucho pensamiento del protagonista en off. Busca la poesía en la imagen y en la música. Ryan Gosling está comedido en los gestos, mucha mirada. Muchos secretos tiene su personaje, y un pasado, se nota. Pero no os preocupéis que no lo conoceréis. Y es una pena.

Es un personaje que se enamora de la vecina, que espera a su marido que está en la cárcel. Y que cuida a su niño, como si fuera el tío Ryan. Un amor platónico, sin sexo… miradas… qué bonito.
De repente, un golpe de violencia. Si tratas con ladrones, y con la mafia, pues oye… estas cosas suelen pasar. Sí, porque de repente, entre poesía y poesía, entre mirada perdida, o mirada perdida, pues un bote de ketchup a lo bestia.

¿Es necesario?
Yo creo que es  de las pocas veces que me lo pregunto. Llevo toda mi vida viendo películas con muchos muertos, con sangre a gogó, he visto hasta Viernes 13. Y las de Tarantino. Y otras muchas llenas de muertos de palizas. Pero en este caso, parece que todo gira en realidad, no entorno a la poesía, no entorno al personaje, sino en ver qué forma de matar a alguien es más espeluznante, más desagradable. Podría haceros un resumen de los métodos. Pero… va, por si vais a verla, me lo callo.
No he entendido el mensaje. Quizás pretenda precisamente ser un alegato en contra de la violencia, aunque a veces estos alegatos parecen lo contrario. Quizás lo único que pretendiera era el contraste entre los momentos lentos, de miradas, y esas ráfagas de violencia. Los malos son malos, y tontos. Son un poco ridículos.
El caso es que sea lo que fuere que intentara, a mí me dejó un poco frío. La poesía me aburrió, y el contraste, pues la verdad, me pareció un poco innecesario. No le vi el sentido. Pero todo esto puede ser que sea culpa mía; sencillamente que no le cogí el punto.
El caso es que fui con ganas de verla, y salí del cine con pesar de no haber visto “El Rey León” Akuna matata. ¿O era patatas?
Os propongo un concurso para darle posibilidades a esa frase de la película:

“Soy tuyo durante 5 minutos. Ni un minuto antes, y ni un minuto después, Durante esos cinco minutos soy tuyo”.

Espero vuestros comentaros sobre la frase. Posibilidades, chicas y chicos.

Que conste que yo soy más generoso: al menos os doy diez minutos. Y si sois buenos y me caéis bien, os doy quince. El café lo pagáis vosotros.
Vale, vale a ti te di más el otro día, pero porque me caes muy bien… no creas que al primero que aparece, le doy más tiempo así por las buenas. Hummm.
Me recordáis que otro día, hablemos de la violencia. Y del sexo.

Casi se me olvida, también sale Albert Brooks, en un papel dramático, aunque nos tiene más acostumbrados a sus papeles en comedias. Y en comedias locas.

El Tráiler:

Para información sobre la película, en «La Butaca».