Una buena mañana para correr (13)

Jaime no hacía más que mirar el reloj. Ya pasaban 10 minutos. Había deseado con tanta fuerza esa tarde que el resultado de la “cita” fuera un plantón, que al final… ¡plantón!

Hacía frío de cojones. Se estaba quedando completamente helado. Empezó a dar pequeños saltos para desentumecer los músculos y de paso que el proceso de congelación no siguiera su curso. Estaría bien como estatua helada, frente al nuevo museo de la Evolución Humana, que acabarían en un año de estos. Ahora que pensaba, se había quedado esperando frente a la pasarela peatonal… ¿y si Ricardo le está esperando a la altura del puente San Pablo? Estiró el cuello… pero con tantos andamios, vallas, montículos… a ver si acababan de una puñetera vez las obras… no tenía libre el campo de visión.

Así que cambió los saltitos en el mismo punto, por un trote cochinero de un puente a otro. Mirando atrás cada dos o tres pasos, por si se le ocurría aparecer en el puente que acababa de dejar… Pero no… allí le vio… estaba apoyado en una valla que tapaba un contenedor de esos para echar escombros, y parecía concentrado en los operarios que estaban trabajando en una nueva fuente ornamental.

Se paró un rato a observarle. Se le notaba que estaba helado. Se veía subir el vaho que provocaba su respiración. No… no era un adonis… pero era guapo… aunque creo que lo que más le gustó de él, era su mirada… esa mirada tímida con la que entró en su despacho…

Parece que la cita no se iba a cancelar… no le había dado plantón…

De repente Jaime tuvo miedo… Pensó en unas noches atrás, con Joan. Se acercó a él… acabaron en la cama… como Jaime había soñado siempre…Siempre le había mirado en la distancia… cuando le vio con Fermín… Fermín estaba perdiendo el norte… ya había dejado de llamarle… para qué, no podía ayudarle. Y las últimas veces que habían quedado le notaba artificial, como queriendo aparentar un estado de ánimo que no tenía… contando una tras otra aventuras de cama, o amorosas como las llamaba él, pero que de amor tenia más bien poco… se esforzaba en que no se compadecieran de él… y nunca ninguno de sus amigos, que él supiera, había intentando eso, compadecerse de él… más bien al contrario, quedarse a su lado… y apoyarle a que saliera adelante… pero ese Gervasio le cambió… y no había forma de que fuera por otro lado… ni al saber que era casado con mujer, de Santander… con doble o triple vida… a saber… Ya puestos, cualquiera podía sugerir que en San Sebastián, ciudad en la que pasaba temporadas largas, también tendría otra historia, o en Pontevedra… o en Bilbao…

Joan… Joan… cayó en los brazos de Fermín… otro que acabará machacado… pero mientras eso sucede, le ha machacado a él… Se dio la vuelta… no quería caer en lo mismo con Ricardo… o que éste le hiciera lo mismo a él… porque Ricardo era más que evidente, salvo para Joan, claro, que estaba enamorado de su amigo… No quería ni sufrir… ni…

No… pero no podía hacer eso… volvió otra vez sobre sus pasos… fue andando hacia Ricardo… Éste levantó la mirada… y le vio… levantó un poco su mano a modo de saludo tímido, y una atisbo de sonrisa apareció en sus labios…  Se le notaba nervioso… Jaime pensó que le había juzgado mal… no era más feo que Joan… lo que pasa es que Joan parecía tocado permanentemente por un “ángel” y Ricardo parecía más… apagado, tímido…

De repente se dio cuenta de que todos sus pensamientos sobre Joan, sobre Ricardo, sobre Fermín… o sobre Diego… ese chico de San Fernando que le encandiló hace dos veranos, y que apenas se atrevió a decirle hola un día… todos sus pensamientos giraban sobre la belleza… sobre el aspecto físico. Él que siempre había propugnado frente a los demás que la belleza física era solo algo superficial… que había que mirar al fondo… la forma de ser, la inteligencia, la bonhomía, la conexión que se establecía entre las personas… y él, el adalid de esa causa, se encontraba fijándose hasta en el tipo de piel que tenía cada uno, para hacer un ranking de belleza entre ellos…

Ya no podía echarse atrás… así que aceleró el paso…

– Hola ¿Ricardo?

– Sí…

– Perdona – le interrumpió Jaime – es que soy un desastre con los nombres, y aunque  entre las quinielas que llevaba hace un momento en la cabeza, parecía que Ricardo era el nombre que más me sonaba, René andaba por ahí…

– ¿René? Bueno… si quieres podrías llamarme René… no me importaría jajajajaja, nombre secreto…

– ¡Ah!.

– Perdona ahora tú, es una especie de juego que tengo con mi hermano. Nos cambiamos los nombres y esas cosas..

– ¡Vaya! ¿Te llevas bien con tu hermano?

– Sí, sí… muy bien. Tan bien que está en aquella esquina, en Don Jamón, cuidándome en la distancia, por si me dabas plantón o querías violarme.

– Ah… ¿tengo pinta?

– No bobo… pero es que yo en estas cosas…

– Pero parece más joven…

– Y lo es. Yo le saco 4 años…. Bueno, más o menos. Hasta hace unos años, era yo el que cuidaba de él. Pero desde que cumplió 16, estaba claro que él era más valiente, más decidido… y se volvieron las tornas. Ahora es él el que me vigila… bueno no siempre, hay cosas para las que sigo ejerciendo de hermano mayor….

– ¿Es gay también?

– ¿Manuel? Huy, que va… es un machoman y mujeriego el jodido.

– ¡Ah!

– Bueno que… ¿empezamos…?

Jaime le miró de arriba abajo…

– Esto… ¿Haces mucho deporte?

– Bueno… antes hacía… lo que…

– El chándal no es tuyo…

– No, bueno… es de mi hermano…

– Y las zapas son nuevas..

– No…

Se quedaron los dos… Ricardo subía las cejas… Jaime sonreía…

– Bueno que, ¿vais a empezar?

Manuel se había acercado a ellos…

– Manu… lárgate…

– Me llamo Manuel .

Y diciendo esto alargó su mano para estrechar la de Jaime.

– Jaime.

– Espero que seas bueno con mi hermano. El pobre está a dos velas…

– Manuel… te voy a meter la paliza más grande del Universo – y mientras decía esto, intentó ponerse entre Jaime y Manuel, echando el cuerpo hacia delante para poner su cara a menos de dos centímetros de la de su hermano, echando fuego por sus ojos.

– Tengo que cuidar de ti, que tú en estas cosas, quedas con cualquiera… Acuérdate del pavo aquél, el que encontraste en Bakala… anda que… – y diciendo esto le apartó con su brazo, para tener el campo libre con Jaime…

– Huy, Manuel, es interesante todo esto que me cuentas…

– Jaime, no le sigas el juego… Manuel, te piso la cabeza como no te largues…

– Es buena gente Jaime…

– Esto Manuel… ¿tú crees que es buena idea que tu hermano haga footing hoy con esas zapatillas nuevas… nuevas?

– Pues no. No es buena idea, porque le van a salir ampollas hasta en los calcetines. Mejor un paseo rápido y a ver esa peli que lleva en la mochila. A ver si congeniáis y así me libro de sus sesiones de cine… que me tiene aburrido…

– ¿No te gusta el cine?

– Sí, me gusta… pero es que Ricardo es un coñazo…

– Manuel, que te largues.

– “Manuel que te largues, Manuel que te largues” – repetía sin cesar Manuel con voz noña.

– Bobo.

Ricardo estaba perdiendo los nervios… su hermano se estaba pasando…

– Bueno… creo que deberíamos irnos… – Jaime se dio cuenta que Ricardo se estaba poniendo más nervioso.

Manuel se quedó mirando a su hermano. Luego miró a Jaime. Volvió la mirada a su hermano…

– Metí la pata… Me voy… encantado Jaime. No te enfades Ricar… sabes que soy un bobo. Si quieres algo llámame…

Estrechó la mano de Jaime y se fue… cabizbajo…

– Qué suerte tienes Ricar… tienes un hermano fantástico…

– Sí lo es… es un poco cansino a veces…

– No he visto…

– Deja a mi hermano en paz… por favor… y vamos a correr de una puta vez…

– Hey relájate… vamos caminando… ¿Vamos hacia la Quinta o paseamos por la ciudad?

– A lo mejor por la Quinta hace más frío… con tanto árbol…

– Paseemos por la ciudad entonces…

Empezaron a hablar de sus familias, del tiempo, de la Uni… estuvieron casi una hora andando a paso rápido. Al final llegaron al portal de la casa de Jaime. Vivía en una casa antigua, un segundo sin ascensor. Ricardo hizo burla, porque la escalera tenía dos bombillas fundidas, y entre la penumbra, y los ruidos de la madera de la escalera, parecía la casa encantada…

– Quítate esas zapatillas, que seguro que te han rozado.

Se quitó pues las zapatillas.

Sacó dos pelis de su mochila.

¿Cuál? Preguntó enseñándoselas a Jaime.

Eligió “Mi querida Señorita” Dijo que para hacer un homenaje a José Luis López Vázquez, que había fallecido no hacía mucho.

Jaime se cambió de ropa. Se puso el “chándal de estar en casa”, como dijo.

Sacó unos frutos secos para picar, y unas papas fritas.

Y un poco embutido.

Pepsi y Estrella de Galicia.

Ricardo puso el DVD.

Se sentaron uno al lado del otro en el salón, en el sofá.

Empezó la peli.

Se rieron un poco, dándose codazos, tomándose el pelo mutuamente sobre las cosas que habían pasado ese día.

Comieron un poco de embutido. Bebieron cervezas…

Jaime apoyó su cabeza sin darse cuenta en el hombro de Ricardo.

Ricardo le miró de reojo.

Ricardo se sintió bien.

De hecho no recordaba haberse sentido tan bien, desde que su hermano con 4 años, le dijo que le quería más a él que a mamá y papá.

Jaime cerró los ojos.

Ricardo sonreía.

Jaime se durmió. Por primera vez en unos días.

Ricardo acabó el plato de cacahuetes.

Jaime pasó la mano por encima del estómago de Ricardo.

Ricardo sonreía.

Ricardo apoyó su cabeza sobre la de Jaime.

También se durmió.

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Capítulo 1.

Capítulo 2.

Capítulo 3.

Capítulo 4.

Capítulo 5.

Capítulo 6.

Capítulo 7.

Capítulo 8.

Capítulo 9.

Capítulo 10.

Capítulo 11.

Capítulo 12.

Historia completa.

Hablamos de sueños…

Buenas noches queridos y queridas.

Vale, vale… tú lo estás leyendo por la mañana…

¡Buenos días! Querido o querida que lo lees por la mañana.

Venga va, tú por la tarde…

¡Buenas tardes majete!

Y tú… ¿qué haces leyendo a las 5 de la madrugada? Pero… ¿tú te crees que son horas? ¿eh?

¿eh?

En fin…

¿De qué podemos hablar hoy?

Hablemos de sueños. ¿Os parece?

Sueños… no ilusiones. Las ilusiones de alguna forma son como metas, que pueden ser digamos… alcanzables. Por ejemplo: Tengo ilusión por tener un portátil Sony Vaio. Y vas un día, después de ahorrar durante 3 años y 8578694 días sueltos más, y lo compras aprovechando una ofertita en la que te has ahorrado 1,5 euritos. Llegas a casa, y gritas ¡Yupi! Mientras saltas de costado, separas las piernas para voverlas a juntar en un aplauso con los pies… ¡¡hummmmmmmmmmmmmmm!! mándame una foto haciendo eso, con los pies desnudos… ¡¡qué morbo!!

Bueno, ya tenemos una ilusión cumplida.

Podemos tener ilusión por ver Avatar, por ejemplo, o porque a “Celda 211” le den 7 Goyas. Más no, porque me parecería abusar… Y vas y un día ves Avatar, y no te parece para tanto, y a Celda le dan unos cuantos Goyas.

O tú puedes tener ilusión por ir con tu novio a las cataratas del Niágara. O por echar un casquete debajo del balcón de la Espe (1) Esto es posible, claro que sí. Quizás te costase un día en un calabozo, o que te persigan sus guardaespaldas un ratito, o que el publico te dedique dos ¡Olés! Cuando culmines la acción con la apertura de la “fuente de la vida”, y la expulsión de la leche de la ídem, entre estertores de placer y ojos en blanco mirando al infinito… o sea al balcón de la Espe…

Pero no. Esto no se trata de eso.

Hablamos de sueños.

Os pongo unos ejemplos sencillos.

Leonardo DiCaprio me pone los ojos chiviritas.

Unax Ugalde, me abraza mientras dormimos. Y al levantarnos me mira como miraba a Pilar López de Ayala en “Báilame el agua”.

O Adrián Rodríguez, el novio del gay oficial de Física o Química, hace un Streep Tease de esos, para mí solo, y luego se lanza sobre mi cuerpecito y rodamos durante horas abrazados, y besándonos… y tocándonos… y…

Vale, son sueños. Primero porque lamentándolo mucho, estos chicos no son de nuestra banda… y luego… aunque lo fueran… vamos que no les veo junto a mí… yo creo que no entraría yo en su target de parejas… no inspiraría esas miradas en  ellos…

Sueños… eso son sueños.

Vale, también serían sueños el verme tomando café con Simon Nessman antes de irnos a un juzgado a casarnos, o con Alan Carey, o tomando un helado de chocolate y yogurt con  Joan Pedrosa cogidos de la mano y mirándonos como dos bobos… y suspirando de amor… ains,  o con tantos otros… y el sueño definitivo sería una escena de café y tarta con Thiago. Y luego pasear cogidos del brazo por La Latina.

Sueño es… que te toque la lotería.

Venga. Va que nos toque el Euromillón, que nos dará como más juego.

52 millones de Euros.

No, no, no solo se trata de irnos a la administración, de enterarnos, de ponernos contentos, de beber un poco de cava, de escondernos del mundanal ruido para que no se entere todo Cristo y a la mañana siguiente tengas en tu casa un montón de amigos de esos que hasta el día anterior te hacían pedorretas con las orejas, y que hoy son amigos de la muerte, todos para pedirte unos miles de euros para ese negociete, para ese caprichito, todo por esa a amistad que tienen contigo desde el día mismo de la concepción… y detrás de los amigos vendrían los futuros amigos, y, y, y… esos primos lejanos que no sabes por qué en cuestión de minutos, se han convertido en primos cercanos y han encontrado un vuelo para venir a hacerte la ola… ¡¡Oh primo querido!! “Estoy en paro, págame a mi amante, que la tengo a pan y agua, porque Mari Pili no me da para mis gastos desde hace 2 siglos y medio…”

Después de imaginar el ocultamiento del hecho, hay que tener el momento benefactor. Pensar como vas a dar una pequeña parte del premio a algunas personas queridas. Repartamos entonces 2 millones de euros entre 10 amiguetes o familiares. Para que se tomen unas cañas.

Luego… podemos pensar en como empezar a disfrutarlo.

En la pedorreta al jefe.

En las pedorretas consiguientes a los jefecillos.

En la casita que te vas a comprar.

En los 356 efebos que tendrás desnudos por la casita.

En como te va a besar los zapatos llenos de barro el director de la sucursal de tu banco y que hasta hace unos días no tenía tiempo para ti, más que para recordarte que te habías retrasado 2 horas en el pago del recibo de la hipoteca…

¿He dicho lo de la pedorreta a tu jefe?

Esto de soñar que te toca el euromillón da para unas horas de ensoñación, y de sonrisa boba imaginando las situaciones…

Ains.

Otro día os contaré un sueño que tengo… el otro día en Madrid, estuve con un amigo, y nos montamos una peli en un momento…

Pero para saber cual es ese premio, deberás seguir leyendo este blog, todos, toditos los días. Que majetes… ains.

Por cierto… os preguntaría cuales son vuestros sueños… pero como se que sois unos sosos y no me vais a responder… ¿o sí?

(1) Espe, para los no iniciados, es la Presidenta de la Comunidad de Madrid que a poco que se diga de ella, tiene un comportamiento peculiar al gobernar, o al intentar escalar puestos en su partido. Y por supuesto, tiene un montón de amigos gays.

Una buena mañana para correr (12).

Sonó un móvil. Joan se desperezó. Fermín andaba por la cocina preparando algo de cena.

Buscó su móvil. Entre la ropa, en la bandolera.

Fermín contestó a la llamada. Era para él.

Joan siguió buscando.

Se dio cuenta que se lo habría dejado en casa de Jaime.

Maldijo su mala cabeza. No le apetecía verle otra vez tan pronto. Y menos para pedirle su teléfono.

Fermín parece contento con su conversación.

Llaman a la puerta.

Fermín le dice que vaya a abrir.

Joan va hacia la puerta. Vuelve a ponerse algo de ropa.

Vuelven a llamar.

– ¡Ya vaaaaaaaaa!! – grita Fermín.

Joan llega a la puerta.

La abre.

Un chico.

Un chico con cara de sorpresa.

– Me equivoqué.

– ¿A quién buscas?

– ¿Fermín?

– No te has equivocado. Joan.

– Carlos, encantado

Se estrechan las manos.

– Entra. Está hablando por teléfono.

– No, bueno…

– Entra hombre…

– Vale, vale, nos vemos pasado mañana. Vale, el miércoles. No, el viernes… vale, vale. Si… adeu. ¿Quién era Joan? Pregunta desde el dormitorio Fermín.

– Carlos.

– ¿Carlos?

Va al hall.

– ¿Carlos?

– Hola.

– ¿Qué coño haces aquí?

Joan se le queda mirando. Fermín ha mudado la cara. Está furioso.

– Me dijiste…

– Te dije que ya te llamaría. ¿Te he llamado? Pues aire.

– Pensé…

– Aire. Echamos un polvo y ya está. Si quieres repetir, ponte a la cola.

Joan alucinado con la conversación.

– Me dijiste que me querías.

– Yo no dije nunca eso. Yo no digo esas cosas.

– Sí, antes de follar sí.

– Que te largues. No me ralles. Echamos un polvo y ya.

– Pero es que yo…

– Tú nada.

Y Fermín le empezó a empujar hacia la calle.

– Pero…

– Que nada. Que te largues. No quiero volver a verte. No eres nada, ni lo vas a ser nunca. Eres mierda.

– No era mierda…

– Ese día no tenía otra cosa. Hoy verás que tengo otra cosa.

Carlos se dio la vuelta, Miró implorante a Joan.

Joan miraba a Carlos. Tenía la boca abierta.

– Fuera de mi casa, Carlos. O llamo a la policía. Y no vuelvas a acercarte por aquí. No quiero saber nada de ti. Y no vuelvas a llamarme.

– Pero ayer me dijiste que nos veríamos esta noche…

– Cambié de planes. ¿No lo ves?

– Pero yo estuve esperando…

Fermín abrió la puerta, y le empujó hacia fuera.

Cerró la puerta.

– ¡Qué imbécil! Dúchate si quieres cariño, que acabo de preparar la cena.

– Sí… esto… déjame el móvil que he debido perder el mío. Tengo que llamar a Ricardo.

– Ten. Pero mira la batería, creo que no tiene mucha. Tienes el cargador en la mesilla.

Joan empezó a marcar el teléfono de Ricardo.

Se le ocurrió una idea.

Llamadas entrantes.

Gervasio.

Joan salió del listado de llamadas.

Marcó el teléfono de su amigo.

Aguantó los improperios por llamarle a las 2 de la madrugada.

Le pidió el favor de que fuera a pedirle el teléfono a Jaime.

Colgó.

– Te lo pongo a cargar en el salón.

– Bien.

Joan se sentó en una butaca.

Recordaba pasajes de la conversación de Fermín con Carlos.

“Eres una mierda”. “Hoy ves que tengo otra cosa”. Los varios “te quieros” de la noche, resonaban en su cabeza. “Me dijiste que me querías” “Yo no digo esas cosas” “Necesitabas follar, todo valía entonces ¿no?”

Eso último no recordaba haberlo oído en boca de Carlos. O sí. O lo podría haber dicho él también.

Buscó su ropa en el pasillo, en el salón.

Se quitó los pantalones para ponerse antes los calzoncillos.

“Eres mierda”

Se puso la camiseta.

“Hoy es Carlos la mierda, mañana serás tú la mierda, Joan”.

Se puso los calcetines.

“Me has gustado de siempre, Joan” resuenan esas palabras de Jaime, hacía solo unas horas, en otra casa, los mismos calcetines, la misma sudadera.

Cogió sus zapas. La parka.

Fue hacia la puerta.

Abrió con cuidado.

Y salió.

Bajó las escaleras corriendo. No quería que Fermín se diera cuenta, y saliera a buscarle. No quería que le viera llorar. Era consciente que Inés tenía razón. Y Ricardo. Y Jimena. Y Fernando. Fermín era mala gente. O buena gente obsesionada con alguien, pero que al final daba igual, acaban haciendo daño a los demás, porque ellos sufren. O lo hacen porque les da la gana… o porque necesitan algo, y hacen lo posible por tenerlo. Él sufre, los demás… ¡que sufran también! Parece que sufrir da derecho a hacer daño a los demás. Los demás… ¡¡que les follen!! Y nunca mejor dicho. Se trata de eso. De follar. De sentirse por unos minutos querido, deseado. Da igual que sea  meramente animal, sexual, sin pizca de sentimientos. Total… en la vorágine del mete y saca… del “Chúpamela otra vez Sam”, cualquiera distingue un “te quiero”, de un “más despacio cariño”.

Salió a la calle.

Corrió calle abajo.

Giró en la primera a la derecha.

No podía quitarse de encima la imagen de Jaime.

No podía quitarse de encima la imagen de Carlos, con esa mirada suplicante… mientras Fermín le empujaba hacia la puerta.

Se sentó en un banco.

Se puso las zapas.

Se puso la parka.

Miró a su alrededor. Para situarse.

Daría un paseo.

Otro día que se perdería las clases.

“Eres una mierda”… “Joan, eres una mierda”

Seguía resonando en su cabeza.

Volvió sobre sus pasos. Prefería irse por el lado contrario. No pensaba que Fermín tuviera ninguna intención de salir a la calle a buscarle.

Al cruzar la calle de la casa de Fermín, le vio.

Estaba sentado en la hierba. Con la espalda apoyada en el respaldo de un banco. Las rodillas pegadas a su pecho. La mirada perdida en la oscuridad.

“Eres mierda”.

Se acercó.

– Vamos

Y a la vez que dijo eso, alargó la mano hacia Carlos.

Éste levantó la cabeza.

Miraba pero no veía. Era incapaz de centrar la vista. Tenía los ojos llorosos.

– Vamos – repitió Joan.

Carlos al final vio la mano que le tendía Joan. Tímidamente alargó la suya. Carlos tiró de ella.

Estaba los dos  de pie. Uno frente al otro. Carlos apoyó su cabeza sobre el hombro de Joan. Éste rodeó su cintura con su brazo, y emprendido el camino a su casa.

Hacía frío.

Empezaba a llover.

La calle estaba en silencio. Solo roto por el ruido de un  camión de basura que hacía su trabajo dos calles más arriba.

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Capítulo 1.

Capítulo 2.

Capítulo 3.

Capítulo 4.

Capítulo 5.

Capítulo 6.

Capítulo 7.

Capítulo 8.

Capítulo 9.

Capítulo 10.

Capítulo 11.

Historia completa.

Joan Pedrola en Cibeles.

Ya que anunciamos que este chico iba a venir a Cibeles… espera a ver si me sale el nombre chachi que le han puesto hace ya unas temporadas… Cibeles Madrid Fashion Week, pues hay que estar pegados a la actualidad y poner las pocas fotos, y encima pequeñas para mi gusto, que he encontrado.

Empezamos por el desfile de Victorio y Lucchino.

Y seguimos por el desfile de Adolfo Domínguez.

Algunas de las fotos se las he pedido prestadas a Jahhy, en su Burbujas de Deseo. Seguro que iréis encontrando más noticias sobre Cibeles en sus páginas.

Chloé además nos hizo el favor de dejarnos una pequeña entrevista que le hizo en la backstage de la 080 de Barcelona. Apunta Chloé que es un chico genial, y que merece la pena conocerle. Ya os contaré cuando saque un ratito Joan en su agenda, para escribirme y quedar conmigo a tomar un par de cafés.

Y es que encima tiene gestos de un amigo mío. Y eso le hace todavía mucho más atractivo.

Con vosotros, Joan Pedrola, modelo.

PD. Si alguien tiene más fotos de este chico, y son de un tamaño aceptable, si me las envía, seguimos haciendo un book de él… sip.

Más fotos de Joan Pedrola, pinchando aquí.

Mejorando, piano, piano.

Pues voy poco a poco recuperándome. Cogiendo fuerzas. Aunque poco a poco.

Ha sido un ataque masivo de gastroenteritis. Jo. Y digo yo… tanta gripe A, tanta epidemia, pandemia y no sé que más leches… ¿Y el virus ese de la gastroenteritis? ¿Nadie se mete con él? Aquí todo se resuelve «limpiando el cuerpo por dentro» por todas las vías posibles, y esperar a que escampe. Eso sí, y beber Acuarius, o Gatorade, para recuperar aguas y sales y esas cosas.

En fin. Qué le vamos a hacer. Aunque sobre esto de la gripe A, ahora que lo pienso, sería bonito cambiar un día impresiones.

Pues que muchas gracias por vuestro apoyo. Menos mal que he visto a un par de vosotros dispuesto a darme mimos y esas cosas. En el otro blog, me han deseado que «otros me dieran mimos». Bueno, y no quiero señalar a alguien, Verdad Alex, que me ha mandado a un chico para que me diera los mimos. Por cierto, le debiste dar mal la dirección, porque definitivamente que no ha llegado. Mira a ver, porque todavía necesito cariñitos y demás…

Pues que luego espero colgaros algo nuevo.

A lo mejor un nuevo capítulo de «Una buena mañana para correr». Así que si os perdísteis algún capítulo anterior, yo creo que es buen momento para que lo repaséis.

sip.