I Semana del cine: «Ginger y Fred», «Intervista» y «La voce della luna» por Edgard.

Federico Fellini: una trilogía no pensada.

En Federico Fellini se exalta principalmente su fervor restallante y jocundo. Pero sin embargo, la constante de toda su obra es el desasosiego y la desubicación frente a la realidad circundante. Desde Moraldo y Gelsomina hasta Casanova y Snaporaz sus personajes son desubicados protagonistas-espectadores en mundos que les resultan extraños.

Hacia 1985 le iban muy mal las cosas a aquel provinciano que hastiado abandonó su pueblo pero no consiguió asentarse interiormente en otros lugares. Tan sólo confortado por su esposa Giulietta Massina, y en esa Roma que siempre consideró como una mujer que nunca podía abordarse plenamente.
Así surge una dolorida visión: la decadencia de
Ginger y Fred.- G y F.- Giulietta y Federico.

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Para la pareja que cosechó aplausos en otra época y otras circunstancias, no habrá una ubicación precisa en los nuevos tiempos y nuevos medios. De todas la galería de personajes fellinianos, Ginger y Fred quedan como los más penosamente desencontrados con sus circunstancias actuales.

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Pero Fellini se revuelve interiormente. También lo que lo rodea está en decadencia, lo que intenta demostrar en
Intervista, protagonizándose a sí mismo atrincherado en Cinecitta. Si Ginger y Fred eran dos seres quedados en el tiempo, en Intervista es el pasado el que está insertado en la actualidad, como una presencia dura mas que como una nostalgia. Y comete en este film su peor crueldad al exhibirles La dolce vita a Marcello Mastroianni y Anita Ekberg (en la realidad y la ficción) mostrando en planos alternados sus imágenes de ayer y sus aspectos actuales… El tiempo no ha pasado solamente para Giulietta y Federico.

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El encuentro con un joven dibujante, Milo Manara, lo lleva a una creciente colaboración que lo entusiasma. El contacto con un joven soñador lo ha vivificado, y filma La voce della luna (que sería su último trabajo cinematográfico). En una versión libre de «Il poema dei lunatici» de Ermanno Cavazzoni, Manara y Fellini quedan corporizados, respectivamente, en Roberto Benigni y Paolo Villaggio.

El prefecto Gonnella e Ivo Salvini, dos reinventores de la realidad. En algún momento Gonella le advierte a Salvini «Estamos al borde de la razón, lo que sería terrible».

Frente a las angustias y convenciones sociales, Fellini opone a los soñadores y reinventores de la realidad como los únicos capaces de escuchar las voces de los elementos. Y aunque se muestre a sí mismo gruñón, y fundamentalmente despreciador de la vejez, el film se diferencia de los dos anteriores por su burbujeante alegría. Hasta la muerte misma, provoca interrogantes, pero también una plácida aceptación.

La voce della luna no sólo cierra una trilogía (que no se había propuesto hacer) junto a Ginger y Fred e Intervista sino que también resulta un magnífico broche para toda su obra fílmica total.