I Semana del cine: Epílogo. Con historia y música.

Hacía sol. Un sol de invierno. Apenas calentaba, aunque alegraba el espíritu. Frío. Y un poco de aire.

Felisa echó a correr cuando vio a Carlos mientras lo llamaba a gritos. Éste se giró y la esperó con una sonrisa.

Un beso.

– ¡Qué fuerte lo del Jesús! – Felisa venía obsesionada por el tema desde que lo había visto en el twitter de María, y casi no esperó siquiera a que Carlos le dijera hola.

– Tío, pero… ¿Es cierto? No será una coña… – Tino se unió a ellos. Arturo llegó por detrás y rodeó su cintura mientras lo besaba en el cuello.

Carlos asentía triste.

– ¿Qué pasa? – Tino no se había enterado y se lo contaron.

Alfonso y Fer llegaban cogidos de la mano.

– Me ha dicho mi padre que no ha sido mucho – dijo Fer. Alfonso miraba al suelo pensativo.

– ¿Estaba de guardia?

– No, pero llamó cuando me llegó el wasap. Se lo dije y tal…

– Pero la cara…

– La hostia, tío, me… cago en to, joder. Deberíamos…

– Tíos, mirad la hora, joder, que llegamos tarde.

– Me han dicho que vas a dar tu la clase, Alfonso. El resumen de o las conclusiones o como se diga del seminario de cine.

Rosa picajosa.

Alfonso la ignoró. Pero poco.

– Me han dicho que mañana te vas a volver inteligente.

Alfonso devolviendo como si dejara caer una hoja de un árbol cercano mecida suavemente por el aire suave, cuando hace aire suave.

Rosa gruñía.

– Nunca has podido superar que te cambiara por Fer – otra hoja que caía balanceándose.

Alfonso atacaba. Estaba cansado de los dardos de Rosa todos los días.

– Eres un mierda – Rosa sin argumentos, pero con contundencia y decisión.

– No sería lo mismo un martes o un miércoles, o un jueves sin vuestros flechas envenenadas – dijo Tomás, saludando a todos.

– Ni un viernes, colegas – Alex.

Sandra les alcanzó en la escalera.

Jordi ya estaba en clase. Y María. Y Roger que ligaba con ésta. Pero no había casi avances.

– A lo mejor nos dan fiesta.

– Desde luego, sería lo propio.

– Votemos, votemos por la suspensión de la clase por solidaridad con el profe.

– Vamos, a la calle, a tomar el sol y solidarizarnos.

– Pero que morro tenéis – Jordi se había subido a su silla – el profe os la suda, lo que queréis es pirola colectiva…

Fue abucheado por una aplastante mayoría, con la excepción de Carla, pero porque le gustaba. Algunas bolas de papel volaban hacía él que repartía cortes de mangas y risas a todo el mundo.

– Tch, callad… – Alfonso dio la voz de alarma.

Y se fueron callando según fueron mirando hacia dónde lo hacía él.

Alfonso miraba la puerta.

Y en ella estaba Jesús.

La algarabía dejó paso al silencio. Las sonrisas a las bocas abiertas o tapadas con alguna mano o carpeta, según venía más a mano. Incluso Carlos se la tapó con su ipad.

Jesús los miraba a todos desde la puerta. Había temido ese momento y estaba siendo peor de lo que había imaginado. No por nada, sino por las caras de… ¿pena? ¿asombro? Cariño quizás en algunos… respeto… o a lo mejor su cara ese día infundía todo lo contrario.

– Hostias profe.

– Desde luego Roger, tu bocabulario no mejoraría ni con lejía. Bocabulario escrito con “b”.

– Pero si ya se con “b” – Roger un poco despistado y asombrado, un rato por la cara del profesor, y otro rato por las “b” o “v” de vocabulario.

– Las dos.

Roger más asombrado. No podía quitar la vista de la cara de Jesús.

– Otro día te lo explico. – Jesús le sonrió, aunque apenas se reconocía como sonrisa, todo lo más como una mueca con aspiraciones.

Respiró hondo y afrontó el tema, después de cerrar la puerta de la clase. Fuera su mujer lo miraba con orgullo y con un poco de preocupación. Solo mirarla a los ojos le daba ese golpe de energía y decisión que hoy necesitaba más que nunca.

– Mirad bien mi cara durante un rato, y así podremos seguir con otras cosas – Jesús posó su portafolios en la mesa y empezó a pasearse por entre las mesas. Todos lo miraban, aunque algunos no podían resistirlo y bajaban la vista muy rápido, sobre todo si coincidían con la mirada de Jesús.

– Solo son hinchazones varios, unos cuantos puntos… este ojo – se lo señalaba, era el izquierdo – Está un poco hinchado y – se le trababa la lengua, la boca la tenía seca, seca – no veo muy bien por él… pero no tendría suerte que os ponga hoy un examen y aprovecháis a copiar mientras estáis a ese lado. No sé lo que he dicho pero me entendéis… ¿no?

Risas forzadas.

– Pero ¿qué le pasó?

– Pues nada, Fer, por cierto, dale las gracias a tu padre por preocuparse – le apretó el hombro al pasar junto a él – unos que discrepaban sobre mi opinión sobre una peli.

– Sobre Cenicienta, seguro – le picó Alfonso.

– 101 dálmatas – le picó Fer. Alfonso le sacó la lengua.

– Casi, pero no. Da igual la peli, pero… mirad, mirad lo que pasa a veces por opinar distinto sobre cine. Imaginaros si llega a ser por política. O por dinero.

– Va, es trola, sería por otra cosa – Rosa.

– Pues va a ser cierto que el amor en su matrimonio se ha acabado… joder como las gasta su señora – le picó Tino.

– Calla, calla – le dijo Jesús yendo hacía él fingiendo susto – que no se entere nadie. Por cierto – se giró hacia Carlos – creo que el desfile de moda femenina está en marcha ¿Contamos contigo?

Risas tranquilizadoras. Parecía que había conseguido quitarle un poco de dramatismo a su aspecto, que verdaderamente era bastante perjudicado. Carlos ayudó levantándose y contoneándose.

– Eres una perfecta señorita, ¡¡Hummmmmm!! – Arturo se regodeaba mientras Tino le daba un codazo celoso.

– Pues esa señorita esta cazada. – amenazó Felisa.

– Como está el patio… – Jesús sonreía mirando a los contendientes alternativamente. – Volvamos al tema. Tomás, dinos que te ha parecido el Seminario del cine.

– Guay.

Silencio. Jesús lo miraba esperando… le hizo un gesto con las manos animándolo a hablar, y Tomás le respondió con una subida de hombros, a la vez que abría las manos… estaba claro que ya había expresado su opinión.

– Vamos, sigue.

– ¡Ah! – pero no arrancó, silencio.

– Es cortado, profe, ya lo sabe. Pregunte al Genio del cine, ya verá.

Alfonso ignoró de nuevo a Rosa.

– Tomás se ha expresado. Arturo, dinos tu opinión, a ser posible con un poco más de extensión que Tomás. Tomás, no nos comemos a nadie.

– Quite quite, mire lo que le ha pasado por decir lo que piensa. ¿Y si pongo a parir a “Muerte en Venecia” y me parten la cara como a Vd? ¿O 2001, que es un peñazo?

– Hala, que dices peñazo.

– Es peñazo.

– Es una obra maestra – Alfonso se levantó de la silla.

– Un poco aburrrida si es ¿eeh? – apoyó Tino a Tomás.

– ¿Ve profe? Me pegan…

– Na, si te quieren mucho.

– Sobre todo Jimena.

– Coño, lo que se entera uno. Tomás, si te pones colorado… no te pongas así, mira a Fer y Alfonso que el otro día disimulaban, y hoy ya se lanzan miraditas…

– Y van por la calle de la mano.

– Te calles, coño, que eso no le importa… ni viene a cuento.

– Sí, me importa… veros felices…

– A mi me importa por qué le han partido la jeta – contraatacó Alfonso.

– Ya te lo he dicho.

– Es coña.

– No, no lo es. No te enfades…

– Joder me… joder… – Alfonso parecía afectado…

Jesús se acercó a él. Alfonso bajaba la cabeza pero Jesús le obligó a levantarla de nuevo y a mirarle a la cara. Eso no lo consiguió del todo…

– Estoy bien de verdad

Para Alfonso era importante. Jesús no era solo su profesor, era también la persona que le había apoyado cuando su padre cayó enfermo. Era importante que estuviera bien, porque de alguna forma era su apoyo también en su relación con Fernando. Desde que Jesús había entrado en la clase, Alfonso había luchado contra su rabia, su impotencia, su dolor… Jesús era lo único a lo que ahora se podía agarrar… le daba seguridad… no solo era un profesor de la universidad…

– Pille a quién… como lo pillee, la hostia puta, le parto… la puta cabeza, joder.

Se había levantado, inclinaba hacia delante su cuerpo… no hablaba, disparaba odio por su boca… el resto de la clase lo miraba en silencio. Nadie osaba reírse, ni siquiera Rosa que seguía amándolo, aunque sabía que nunca volvería con él. Y eso la dolía y eso hacía que lo atacara siempre que podía… pero sabía lo que Jesús había significado para Alfonso. Lo que significaba, el apoyo que le daba. Jesús no era un profesor al uso. Todos los sabían, y todos intuían que esa manera de implicarse con sus alumnos posiblemente fuera la causa de su percance. Incluso alguno intuía que en esa clase habría alguien que sabía más que lo que traslucía…

– Va, Al, va, tranquilo, todo va a ir bien. Quisiera oírte contarnos lo que te ha parecido, – a Jesús le costaba hablar, Alfonso le emocionaba – las películas que faltaban, y bueno, también me gustaría escucharte por qué no has querido participar.

Ahora Alfonso se sentía traidor a su protector. No había participado porque tenia miedo de resultar pedante, de ser un plasta, de hacer que Fer se avergonzara de él, de que el resto de la gente se riera de él. Pero ahora veía que en realidad había traicionado a Jesús. Qué él esperaba sus películas, porque apreciaba su opinión…

– No participé porque soy un cagado… y te he fallado.

– Respuesta errónea, otro intento. Nunca me fallas, Alfonso. Intenta con otra respuesta.

Respiró hondo.

– Por estos bobos – y señaló a sus compañeros – que no me entienden.

– Ahaaaaaaaaaaaaaaaaaa – todos a una rompiendo el momento embarazoso.

– Dinos tu opinión, te escuchamos.

– Na, está guay, cada uno con sus películas. Pero nadie ha dicho casi nada en contra de 2001, o de Muerte en Venecia, o de Mother, o de Shara, y seguro que al 90% le parecen un coñazo.

– Porque lo son.

– Pero tú, Patry, no dijiste nada – le echó en cara Carlos.

– Ni tú, no te jode, que hasta roncabas con 2001.

– Pues no podía opinar, si me dormí. Es que mi hermanito lloró toda la noche.

– El pobre ya está sirviendo de coartada al hermano mayor. Será posible… a tus años…

– A mí me moló “Historias de Filadelfia”, que jartá de reír, la hostia.

– Roger dixit – sentenció el profesor.

– ¿Mande?

– Rosa, dinos tu peli preferida de la semana.

– Oliver, es guay, que música, y lo que lloré, la host…. – se corrigió a tiempo – la leche.

– ¡Caspita! – bromeó Felisa – A mí me gustó la de los militares…

– “El valle de Elah” – le ayudó Paqui.

– Jordi, tu turno.

– A mí me moló “El secreto de sus ojos”. Qué guays esa escena del juez que le toman el pelo los otros…

– Alfonso.

– A mí… a parte de las obras maestras…

– Pero ¿te molan porque todos dicen que son guays, o porque de verdad te molan?

Alfonso miró a Tino como si fuera un extraterrestre.

– Claro que me molan, si no no lo diría. No trago “La Diligencia” y los críticos y eso, dicen que es grandiosa. Pero a mi me parece una caca. O “La Delgada línea roja” de Malick, una patata frita.

– Vale, vale, no te enfades, coña.

– Venga. Al, dinos cual te gusta más…

– Nosferatu, no la conocía… y …

– Joder, la muda, sois raros…

– Vale, vale… que os desmandáis…

Pero no le hacían ni caso.

– Coño, callarse. – Jesús dio un manotazo en la mesa.

– Y ¿os ha gustado la experiencia?

– Síiiiiiiiiiiiii – todos a una.

– Venga, pues repetiremos.

Algunos aplausos, algunos silbidos…

– Chicos, muchas gracias a todos por vuestra colaboración. Sobre todo a los que habéis traído películas, a Virginia, a Pere, a Pucho, a Lorién, a Marcos, a Blanca, a Borja, a Josep, a Dídac, a Edgard. Gracias a todos.

Aplausos y el chiflido de Martín.

– Y a los demás por ver cine, y por leer sobre cine.

Más aplausos.

– ¡Hala, a cascarla! ¡Largo!

Jesús se sentó en su silla. Disimuló que miraba algo en el portafolios. Quería evitar que se acercaran a hablar con él. Estaba muy cansado… y no quería dar demasiadas explicaciones sobre su estado. Pero por más que disimuló, ahí estaba Alfonso. Fernando esperaba en la puerta… como haciendo guardia.

Jesús sonrió triste.

– Solo te tengo a ti, joder…

– No es cierto, tu padre…

Alfonso hizo un gesto de hastío… su padre seguía delicado… no era un apoyo para él. Y tenía miedo por las noches de que a la mañana siguiente, él estuviera muerto…

– … Fernando, y el resto de la gente, – Jesús siguió hablando sin darse por enterado del gesto de Alfonso – no de clase, de clase también, claro, sino del barrio, tus amigos… tienes muchos amigos…

– ¿No me vas a contar lo que pasó?

Jesús lo miró con la cabeza inclinada. No dijo nada con palabras, pero con el cuerpo lo dijo todo.

Alfonso no podía evitar al decepción. Y la tristeza, y el miedo. Jesús se levantó despacio y dio los dos pasos que lo separaba de Alfonso y lo abrazó.

De repente por la puerta volvieron a entrar el resto de los alumnos. Empezaron a jalear en alto, a rodearles, a darles palmadas. “profe, si lo llego a saber hubiera propuesto El hombre elefante”, “No había ninguna película española” “profe cuéntenos…” “Jesús si quires parto las piernas a alguien” “¿Y la policía?” “Alfonso, no te quedes así, tío”.

Habían vuelto porque se habían dado cuenta de que no le habían mostrado su cariño a Jesús.

Y él se lo merecía.

Fernando consiguió llegar a Alfonso que seguía en medio el tumulto. Se puso a su lado y rozó apenas con un dedo su mano. Alfonso sin mirarle siquiera, enlazó su dedo meñique con el dedo de él que le había empezado a rozar. Y así siguieron hablando un buen rato, con todos, y con Jesús, agarrados por un dedo, que era tan poco, pero que en realidad lo era todo. “Y si hacemos un seminario de Música?” “¡¡Guay!!” “Grande, idea grande” “Pero de música clásica” “¡qué peñazo!” “Pero el profe de música se ha dado de baja” “Bueno” “No sé” “Vale” “Guay” “Joder” “¿Lo hacemos?”

Y Jesús se encogió de hombros. E intentó sonreír, pero una vez más lo que consiguió es una mueca con pretensiones. Y mientras, por la megafonía empezó a sonar una música: