Biron fotografía a Brennan Foster.

Y Biron comparte conmigo las fotos, y yo con vosotros.

El modelo os recuerdo, se llaman Brennan  Foster.

Gracias a Biron por enviarme sus trabajos. Siempre lo digo, pero hay que decirlo todas las veces.

Y podéis ver los trabajos que ha compartido conmigo pinchando aquí.

Y podéis visitar su web, pinchando aquí.

Por cierto, su web tiene una música maravillosa. Si esto ya lo había dicho, me perdonáis.

Una buena mañana para correr (98).

– No me hace ni puta la gracia, Joan, no me jodas. Ahora todos piensa que estamos en la cama, y luego serán las coñas, las miraditas, y no, y mi hermano tío, no estoy preparado, joder, incluso tú querías follarme esta noche, y no estoy preparado, joder, es que…

Joan se acercó y como en ese momento hacía Diego a las puertas del Carmen 13, Joan calló a Manu cerrándole la boca con sus labios. Lo besó con decisión, con ganas, pero a la vez con delicadeza, suavemente, jugueteando con su lengua, recorriendo despacio pero decidido cada recoveco de su boca…

Manu le devolvía el beso. Pero su cabeza era una locura de pensamientos, de contradicciones. Estaba muy bien así, pero el pensar que ese beso, y los siguientes, le fueran a llevar a la cama, o a tener que parar a Joan, le ponía muy nervioso. Y sobre todo lo que pudiera pensar Ricardo cuando se enterara. Al fin y al cabo Joan había sido su amor inalcanzable durante mucho tiempo.

Joan se separó de él y le miró desde una distancia.

– ¿Por qué estás nervioso?

– No, yo…

– Manu, que te conozco desde los 14 casi. Que has sido la sombra de mi mejor amigo y por tanto la mía. Y que eres su hermano, que os parecéis en más de lo que quisierais ninguno…

– No …. – Manu hizo amago de levantarse del sofá, enfadado, pero Joan le paró primero con la mirada y luego poniendo su mano sobre su pecho.

– No te enfades, Manu. Cuéntame que te pasa… confía en mí, me contaste…

– Pero es distinto, ahora, joder, no se si lo entiendes, entonces era alguien con el que hablaba, pero ahora eres tú implicado en el tema, no sé si me entiendes, joder, es que te quiero, por una parte, y me pones, la verdad, me pones… joder Manu, esto no hubiera jurado decirlo apenas hace un par de semanas, que digo semanas, un par de días, o a lo mejor dos días sí, o tres, pero antes lo juro, nunca pensé que decir esto de un pavo, y encima de ti, al que odiaba con todas mis ganas, o eso creía, sabes, pero es que… joder no te puedo decir que me pones, que me eso, y que a la vez me da asco montármelo contigo, porque no sé… joder es que no se follar con un tío, y no quiero cagarla, joder, y te veo el paquete y por un lado se me pone dura, y me metería en el ahí a chupar y lamer y morder y todo, joder, pero tío, por otro lado, pues como que me da repelús, porque tío, es que eso de chupar una polla, joder que, y eso de que me penetres, o hacerlo yo contigo, joder, pues joder es que me asusta, y en mi cabeza, joder, en mi cabeza no sabes, no sé, no acaba de entrar la cosa, no me acostumbro de verme ahí espatarrado con las piernas abiertas, y tú escupiendo en tu mano, joder. O… yo… es que… Pero es que tío, no me mires así. Joder no me beses otra vez que me mola y me pones joder, que me va a estallar el pantalón, joder… Joan, no me mires así…

– Joder…

Manu se levantó del sofá, pero Joan le cogió la mano antes de que pudiera alejarse. Se quedó quieto, sujetándolo, sin tirar hacia él, pero tampoco sin dejarle marchar. Manu tampoco hacía nada por irse. Simplemente miraba al otro lado de la habitación, mientras intentaba secar con su otro brazo la humedad que llenaban sus ojos.

– Joder, tío estoy hecho un lío, joder, y tú seguro que querías follar hoy…

– Tch, calla, Manu, sí, claro que… pero no… no se trata de follar, se trata de amar, joder, de tocarse, de besarse, de esas cosas que haces con las chicas, pues es lo mismo…

– Yo con las chicas… joder, tío, si es que he follado mucho, pero, joder es que… si…

– Tranki, y mírame, Manu. Ven…

Joan se levantó sin soltarle la mano. Y le abrazó por detrás.

– Jo, no… es que si me abrazas así… me derrito, jo… es que soy un puto imbécil, es lo que piensas, joder, Joan, es que… joder… lo sé, no valgo para nada, pero mi coco, está como un cencerro, echa humo, joder mira… es que esto es una mierda, joder….

– ¿Quieres callar un rato, Manu?

Desde que Joan abriera la puerta de su casa cuando Manu llamó a la puerta, nada había salido como Joan lo había previsto.

– Le he pedido a mi madre que me prestara. No tenía un puto pavo, pero no era cuestión de venir con una mano delante.

Manu estaba en la puerta con una pizza en una mano, y un botellón de Pepsi de dos litros en la otra.

– Domino’s, tú sabes – Joan sonrió pensando en lo que haría con la cena que había preparado.

– Están más guays sí. ¿Puedo entrar?

– Huy, perdona, es que me había quedado…

Joan se apartó de la puerta. Manu le sonrió nervioso y entró directo al salón. Aparcó la pìzza y la bebida en la mesa del centro, y se quitó el anorak. Se quedó de pie, inquieto, sin saber muy bien que hacer. Joan se acercó por detrás y le abrazó la cintura, besándole en el cuello. Manu reaccionó como si le hubieran dado un calambre.

– ¿No te gusta?

– Si, no es que. Joder, es que… no… estoy un poco nervioso y no sé… la madre, que difícil es esto… no puedo… no sé… esto es difícil para mí… nunca lo he hecho…

Joan levantó las manos como si estuvieran dentro de una película de gánsters y le estuvieran apuntando con una de esas ametralladoras típicas de los mafiosos que traficaban con alcohol en Estados Unidos en la época de la prohibición.

– Tranquilo. Hey… – le pasó un dedo por la mejilla, rozándosela suavemente – no pasa nada. Voy a la cocina a por unos vasos. ¿hace?

Aprovechó para guardar la ensalada de Gulas y manzana que había hecho, y el pollo guisado.

– Al menos comeremos tarta de crema y chocolate – murmuró Joan.

Empezó a sonar música en el salón…

– ¿Te importa que lo deje?

– No, para nada, estás en tu casa. Puedes hacer lo que te de la gana, como si te quieres desnudar.

Manu lo miró nervioso. No sabía a ciencia cierta si era una proposición, o simplemente una invitación, o una frase hecha para que se sintiera cómodo.

– Manu, relájate – le tuvo que decir Joan que se había dado cuanta de su incomodidad – que era solo coña, que no te voy a atar a la mesa y a romperte la ropa a dentelladas…

Pero Manu no acababa de relajarse. Joan inició una charla intrascendente llena de bromas, de exageraciones, en su mejor estilo conquistador deslumbrante. Y le deslumbraba… vaya que sí… “si hubiera podido sacar mi cena, éste estaría ya conquistado del todo”.

– Está guay la pizza. Me gusta la salsa barbacoa ¿a ti? – dijo Manu.

– Me encanta, pero más me gusta en los besos.

Joan se intentó acercar a Manu para besarlo pero éste se alejó lo suficiente para que no lo consiguiera.

– Me estás haciendo la cobra – le dijo medio en broma Joan.

– No, es que estoy comiendo – era la primera disculpa que se le ocurrió a Manu.

Joan se le quedó mirando un rato mientras Manu hacía que comía sin preocuparse de más. Joan estaba empezando a estar frustrado. Él se había imaginado las cosas de otra forma. Él se imaginaba que iban a tener una reunión íntima con mucho cariño, con muchos roces, besos. Lo necesitaba. Necesitaba eso ya… en poco tiempo Manu había crecido dentro de él. Ese comportamiento que tuvo en el entierro de Fermín, quizás fue el momento en que le convenció de que era la persona que necesitaba.

Era todo lo contrario de Nacho, tanto en edad como en forma de ser. Pero Joan no había sido nunca de un tipo de hombre prefijado. Le conquistaban las personas, las formas de ser. Y el hermano de Ricardo, que hasta hacía poco tiempo le denostaba con miradas de asco y odio en cuanto tenía oportunidad, le había ganado en pocos días, rompiendo radicalmente la dinámica de su relación hasta ese momento.

Quizás fue en ese momento en que le contó sus secretos, en que confió en él para esos temas tan delicados.

– Manu, te quiero, te deseo.

Lo soltó de repente, sin anestesia. No se aguantaba. Necesitaba recorrer su cuerpo con delicadeza, sentirle. Necesitaba ese cariño, necesitaba apoyarse en alguien. No le valían sus amigos, Jaime, Ricardo, los clientes, no… necesitaba ese plus más… ese plus que estaba convencido que Manu le podía dar… y tenía prisa…

Manu casi se atraganta cuando escuchó eso. No era porque no lo esperara… ¿Por qué había aceptado esa cita si no estaba dispuesto a hacerlo, si no estaba preparado? “Es que lo estás deseando más que él”. “Pero tengo miedo” “¿Me doy asco?”

Algo de eso rondaba su cabeza. No lo quería decir en voz alta, siquiera se atrevía a formar esa idea en su cabeza. Él que siempre había apoyado a su hermano homosexual, que era muy moderno, de familia nada cerrada para eso, resulta que no podía simplemente imaginarse haciendo sexo con un hombre.

Quizás había jugado todos esos años a ser un gigoló, a conquistar a toda chica que se pusiera por delante. Quizás esa idea que se había formado de él en la cabeza, se le había arraigado tanto que no podía liberarse de ella. “pero si nunca has llegado a disfrutar de las chicas”. Pero eso no era suficiente. “Ese beso de la calle de esta mañana ha sido bestial” Pero no era suficiente.

– No, no sé… Joan… necesito tiempo…

Manu balbuceaba. Joan le miraba expectante, apenas conteniendo su necesidad, su pasión, su excitación… empezaba a enfadarse… y justo sonó el teléfono:

– Diego, ¿Cómo ha ido?

Joan se levantó del sofá y empezó su conversación con Diego. Caminaba mientras hablaba por todo el salón. Evitaba mirar a Manu que se había recostado en el respaldo del tresillo. Respiraba aliviado y rezaba porque la conversación durara lo suficiente para que la situación cambiara. Buscaba una explicación, una respuesta, una postura. O un camino de huida. Se le pasó por la cabeza decirle que se había equivocado, que no le gustaba, pedirle perdón, y que Joan le odiara por el resto de su vida. Pero… no podía perderlo, es que lo amaba… es que cada vez estaba más convencido que lo amaba desde que Ricardo se lo presentó… desde que no era más que un criajo, la mosca cojonera de su hermano…

Se levantó y cambió la música.

– Nada me pregunta Diego que qué estamos haciendo.

Manu se da la vuelta y mira a Joan, que le miraba con cara de broma.

– Dile que follar sobre la mesa; será seguro lo que quiere oír.

Joan cambió el gesto para seguir con su conversación.

– Na, tranki – le dio la espalda a Manu – ¿Y cómo acabó la cosa?

Y siguieron hablando un rato, mientras Manu se sentaba con poco ánimo en el tresillo. De repente se dio cuenta que todos pensaría que esa noche Joan y él habrían follado, y otra vez le entraron náuseas al imaginarse la escena…

– Me ha colgado el mamón.

– No me hace…

Y el beso

Y Manu balbuceando… “joder, joder es que no lo entiendes… es que no me entiendo… es que esto es difícil… “

Y Joan perdido…

– ¿Quieres callar un rato,Manu?

Joan casi pegado a su cuerpo pensaba a toda prisa algo que le pudiera tranquilizar. Le notaba temblar… ya casi no podía pensar en una noche de amor, como se había imaginado. Lo que intentaba era encontrar la forma de no perderlo.

Pero si Joan sentía ese temblor, para Manu era insoportable, porque se daba cuenta que Joan lo sentía… y le daba vergüenza… y no quería perderlo, porque… pero…

– Me voy, esto ha sido un error, perdóname. Me supera… esto me supera…

Y cogió su anorak y sin dejarle tiempo a reaccionar, salió de la casa de Joan corriendo sin siquiera cerrar la puerta.

Joan no se lo pensó. Ni siquiera se puso un abrigo, ni siquiera se puso unos zapatos, salió como estaba tras él. Bajó las escaleras dando saltos, y cuando llegó a la puerta, tuvo tiempo de ver que Manu había tirado hacia la derecha, y que corría. El hizo lo mismo, le siguió corriendo… pero Manu le sacaba cada vez más distancia.

– Tengo que volver a correr por las mañanas, joder – musitaba Joan mientras intentaba acelerar el paso – Esto de correr detrás de él se está convirtiendo en una jodida costumbre.

Manu giró por una calle a la derecha y Joan aceleró la carrera todo lo que le daban las piernas. Pero tomar el mismo giro que había hecho su amigo, tuvo que refrenar su carrera, porque allí estaba él, agachado, vomitando.

Se acercó despacio, intentando recuperar el resuello. Se agachó a su lado, y le puso la mano en la frente. Tuvo miedo de que Manu lo rechazara, pero no lo hizo. Aunque hubiera querido no tenía fuerzas. Poco a poco fue pegando su cuerpo al de él.

– Tranquilo, todo está bien, Manu, tranqui… cariño… todo está bien…

Manu se abandonó en sus brazos y se echó a llorar. Joan le besaba en el pelo, mientras le recorría el brazo con sus manos.

Poco a poco tiró de él, para que se levantara, y le fue llevando a su casa de vuelta.

– Ya están borrachos, estos jóvenes…

Una pareja de señores mayores les miraban con asco y pena a la vez.

– Métanse en sus asuntos, joder. Mi novio está enfermo ¿No se dan cuenta?

Lo dijo por joder, para que se escandalizaran más.

Pero Manu arreció en su llanto.

– Tienes una mierda de novio – soltó de repente.

– Eso es una puta mentira. Tengo el puto novio que quiero. Y es el puto mejor novio del mundo.

Y Joan le apretó más contra sí.

Y Manu le rodeó la cintura con sus brazos.

Y suspiró.

Y lloró. ¡¡Joder!!

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Una buena mañana para correr (Capítulos 1 al 96) Historia completa seguida.

Una buena mañana para correr (II) (capítulo 97 a final)
Historia por capítulos.

Ronan Bertoli, modelo.

Tranquilos que no se quita los calzoncillos.

Es brasileño.  De Joinville. Tiene 28 años.

Hace tiempo que no lo veo por ahí, no sé si se habrá retirado o no. Una pena en todo caso sea cual sea la razón de que no sea objetivo de los mejores fotógrafos del  mundo.

Mide 1,86, rubito, con los ojos ¿verdes? ¿grises? … no sabría deciros… le gustan los deportes, le gusta modelar, le gusta comer pescado…

Si sabéis más cosas de él, pues si las compartís con nosotros, mucho mejor. Y si tenéis fotos recientes de él y me las enviáis, pues así contribuiréis a que Ronan salga más veces en este blog.

Un maravilloso blog, por cierto, está mal que yo lo diga, pero como últimamente no lo decís vosotros, alguien lo tiene que hacer…

😛

Y mañana… ¿Qué historia llenará estas páginas?

I Semana del cine: Epílogo. Con historia y música.

Hacía sol. Un sol de invierno. Apenas calentaba, aunque alegraba el espíritu. Frío. Y un poco de aire.

Felisa echó a correr cuando vio a Carlos mientras lo llamaba a gritos. Éste se giró y la esperó con una sonrisa.

Un beso.

– ¡Qué fuerte lo del Jesús! – Felisa venía obsesionada por el tema desde que lo había visto en el twitter de María, y casi no esperó siquiera a que Carlos le dijera hola.

– Tío, pero… ¿Es cierto? No será una coña… – Tino se unió a ellos. Arturo llegó por detrás y rodeó su cintura mientras lo besaba en el cuello.

Carlos asentía triste.

– ¿Qué pasa? – Tino no se había enterado y se lo contaron.

Alfonso y Fer llegaban cogidos de la mano.

– Me ha dicho mi padre que no ha sido mucho – dijo Fer. Alfonso miraba al suelo pensativo.

– ¿Estaba de guardia?

– No, pero llamó cuando me llegó el wasap. Se lo dije y tal…

– Pero la cara…

– La hostia, tío, me… cago en to, joder. Deberíamos…

– Tíos, mirad la hora, joder, que llegamos tarde.

– Me han dicho que vas a dar tu la clase, Alfonso. El resumen de o las conclusiones o como se diga del seminario de cine.

Rosa picajosa.

Alfonso la ignoró. Pero poco.

– Me han dicho que mañana te vas a volver inteligente.

Alfonso devolviendo como si dejara caer una hoja de un árbol cercano mecida suavemente por el aire suave, cuando hace aire suave.

Rosa gruñía.

– Nunca has podido superar que te cambiara por Fer – otra hoja que caía balanceándose.

Alfonso atacaba. Estaba cansado de los dardos de Rosa todos los días.

– Eres un mierda – Rosa sin argumentos, pero con contundencia y decisión.

– No sería lo mismo un martes o un miércoles, o un jueves sin vuestros flechas envenenadas – dijo Tomás, saludando a todos.

– Ni un viernes, colegas – Alex.

Sandra les alcanzó en la escalera.

Jordi ya estaba en clase. Y María. Y Roger que ligaba con ésta. Pero no había casi avances.

– A lo mejor nos dan fiesta.

– Desde luego, sería lo propio.

– Votemos, votemos por la suspensión de la clase por solidaridad con el profe.

– Vamos, a la calle, a tomar el sol y solidarizarnos.

– Pero que morro tenéis – Jordi se había subido a su silla – el profe os la suda, lo que queréis es pirola colectiva…

Fue abucheado por una aplastante mayoría, con la excepción de Carla, pero porque le gustaba. Algunas bolas de papel volaban hacía él que repartía cortes de mangas y risas a todo el mundo.

– Tch, callad… – Alfonso dio la voz de alarma.

Y se fueron callando según fueron mirando hacia dónde lo hacía él.

Alfonso miraba la puerta.

Y en ella estaba Jesús.

La algarabía dejó paso al silencio. Las sonrisas a las bocas abiertas o tapadas con alguna mano o carpeta, según venía más a mano. Incluso Carlos se la tapó con su ipad.

Jesús los miraba a todos desde la puerta. Había temido ese momento y estaba siendo peor de lo que había imaginado. No por nada, sino por las caras de… ¿pena? ¿asombro? Cariño quizás en algunos… respeto… o a lo mejor su cara ese día infundía todo lo contrario.

– Hostias profe.

– Desde luego Roger, tu bocabulario no mejoraría ni con lejía. Bocabulario escrito con “b”.

– Pero si ya se con “b” – Roger un poco despistado y asombrado, un rato por la cara del profesor, y otro rato por las “b” o “v” de vocabulario.

– Las dos.

Roger más asombrado. No podía quitar la vista de la cara de Jesús.

– Otro día te lo explico. – Jesús le sonrió, aunque apenas se reconocía como sonrisa, todo lo más como una mueca con aspiraciones.

Respiró hondo y afrontó el tema, después de cerrar la puerta de la clase. Fuera su mujer lo miraba con orgullo y con un poco de preocupación. Solo mirarla a los ojos le daba ese golpe de energía y decisión que hoy necesitaba más que nunca.

– Mirad bien mi cara durante un rato, y así podremos seguir con otras cosas – Jesús posó su portafolios en la mesa y empezó a pasearse por entre las mesas. Todos lo miraban, aunque algunos no podían resistirlo y bajaban la vista muy rápido, sobre todo si coincidían con la mirada de Jesús.

– Solo son hinchazones varios, unos cuantos puntos… este ojo – se lo señalaba, era el izquierdo – Está un poco hinchado y – se le trababa la lengua, la boca la tenía seca, seca – no veo muy bien por él… pero no tendría suerte que os ponga hoy un examen y aprovecháis a copiar mientras estáis a ese lado. No sé lo que he dicho pero me entendéis… ¿no?

Risas forzadas.

– Pero ¿qué le pasó?

– Pues nada, Fer, por cierto, dale las gracias a tu padre por preocuparse – le apretó el hombro al pasar junto a él – unos que discrepaban sobre mi opinión sobre una peli.

– Sobre Cenicienta, seguro – le picó Alfonso.

– 101 dálmatas – le picó Fer. Alfonso le sacó la lengua.

– Casi, pero no. Da igual la peli, pero… mirad, mirad lo que pasa a veces por opinar distinto sobre cine. Imaginaros si llega a ser por política. O por dinero.

– Va, es trola, sería por otra cosa – Rosa.

– Pues va a ser cierto que el amor en su matrimonio se ha acabado… joder como las gasta su señora – le picó Tino.

– Calla, calla – le dijo Jesús yendo hacía él fingiendo susto – que no se entere nadie. Por cierto – se giró hacia Carlos – creo que el desfile de moda femenina está en marcha ¿Contamos contigo?

Risas tranquilizadoras. Parecía que había conseguido quitarle un poco de dramatismo a su aspecto, que verdaderamente era bastante perjudicado. Carlos ayudó levantándose y contoneándose.

– Eres una perfecta señorita, ¡¡Hummmmmm!! – Arturo se regodeaba mientras Tino le daba un codazo celoso.

– Pues esa señorita esta cazada. – amenazó Felisa.

– Como está el patio… – Jesús sonreía mirando a los contendientes alternativamente. – Volvamos al tema. Tomás, dinos que te ha parecido el Seminario del cine.

– Guay.

Silencio. Jesús lo miraba esperando… le hizo un gesto con las manos animándolo a hablar, y Tomás le respondió con una subida de hombros, a la vez que abría las manos… estaba claro que ya había expresado su opinión.

– Vamos, sigue.

– ¡Ah! – pero no arrancó, silencio.

– Es cortado, profe, ya lo sabe. Pregunte al Genio del cine, ya verá.

Alfonso ignoró de nuevo a Rosa.

– Tomás se ha expresado. Arturo, dinos tu opinión, a ser posible con un poco más de extensión que Tomás. Tomás, no nos comemos a nadie.

– Quite quite, mire lo que le ha pasado por decir lo que piensa. ¿Y si pongo a parir a “Muerte en Venecia” y me parten la cara como a Vd? ¿O 2001, que es un peñazo?

– Hala, que dices peñazo.

– Es peñazo.

– Es una obra maestra – Alfonso se levantó de la silla.

– Un poco aburrrida si es ¿eeh? – apoyó Tino a Tomás.

– ¿Ve profe? Me pegan…

– Na, si te quieren mucho.

– Sobre todo Jimena.

– Coño, lo que se entera uno. Tomás, si te pones colorado… no te pongas así, mira a Fer y Alfonso que el otro día disimulaban, y hoy ya se lanzan miraditas…

– Y van por la calle de la mano.

– Te calles, coño, que eso no le importa… ni viene a cuento.

– Sí, me importa… veros felices…

– A mi me importa por qué le han partido la jeta – contraatacó Alfonso.

– Ya te lo he dicho.

– Es coña.

– No, no lo es. No te enfades…

– Joder me… joder… – Alfonso parecía afectado…

Jesús se acercó a él. Alfonso bajaba la cabeza pero Jesús le obligó a levantarla de nuevo y a mirarle a la cara. Eso no lo consiguió del todo…

– Estoy bien de verdad

Para Alfonso era importante. Jesús no era solo su profesor, era también la persona que le había apoyado cuando su padre cayó enfermo. Era importante que estuviera bien, porque de alguna forma era su apoyo también en su relación con Fernando. Desde que Jesús había entrado en la clase, Alfonso había luchado contra su rabia, su impotencia, su dolor… Jesús era lo único a lo que ahora se podía agarrar… le daba seguridad… no solo era un profesor de la universidad…

– Pille a quién… como lo pillee, la hostia puta, le parto… la puta cabeza, joder.

Se había levantado, inclinaba hacia delante su cuerpo… no hablaba, disparaba odio por su boca… el resto de la clase lo miraba en silencio. Nadie osaba reírse, ni siquiera Rosa que seguía amándolo, aunque sabía que nunca volvería con él. Y eso la dolía y eso hacía que lo atacara siempre que podía… pero sabía lo que Jesús había significado para Alfonso. Lo que significaba, el apoyo que le daba. Jesús no era un profesor al uso. Todos los sabían, y todos intuían que esa manera de implicarse con sus alumnos posiblemente fuera la causa de su percance. Incluso alguno intuía que en esa clase habría alguien que sabía más que lo que traslucía…

– Va, Al, va, tranquilo, todo va a ir bien. Quisiera oírte contarnos lo que te ha parecido, – a Jesús le costaba hablar, Alfonso le emocionaba – las películas que faltaban, y bueno, también me gustaría escucharte por qué no has querido participar.

Ahora Alfonso se sentía traidor a su protector. No había participado porque tenia miedo de resultar pedante, de ser un plasta, de hacer que Fer se avergonzara de él, de que el resto de la gente se riera de él. Pero ahora veía que en realidad había traicionado a Jesús. Qué él esperaba sus películas, porque apreciaba su opinión…

– No participé porque soy un cagado… y te he fallado.

– Respuesta errónea, otro intento. Nunca me fallas, Alfonso. Intenta con otra respuesta.

Respiró hondo.

– Por estos bobos – y señaló a sus compañeros – que no me entienden.

– Ahaaaaaaaaaaaaaaaaaa – todos a una rompiendo el momento embarazoso.

– Dinos tu opinión, te escuchamos.

– Na, está guay, cada uno con sus películas. Pero nadie ha dicho casi nada en contra de 2001, o de Muerte en Venecia, o de Mother, o de Shara, y seguro que al 90% le parecen un coñazo.

– Porque lo son.

– Pero tú, Patry, no dijiste nada – le echó en cara Carlos.

– Ni tú, no te jode, que hasta roncabas con 2001.

– Pues no podía opinar, si me dormí. Es que mi hermanito lloró toda la noche.

– El pobre ya está sirviendo de coartada al hermano mayor. Será posible… a tus años…

– A mí me moló “Historias de Filadelfia”, que jartá de reír, la hostia.

– Roger dixit – sentenció el profesor.

– ¿Mande?

– Rosa, dinos tu peli preferida de la semana.

– Oliver, es guay, que música, y lo que lloré, la host…. – se corrigió a tiempo – la leche.

– ¡Caspita! – bromeó Felisa – A mí me gustó la de los militares…

– “El valle de Elah” – le ayudó Paqui.

– Jordi, tu turno.

– A mí me moló “El secreto de sus ojos”. Qué guays esa escena del juez que le toman el pelo los otros…

– Alfonso.

– A mí… a parte de las obras maestras…

– Pero ¿te molan porque todos dicen que son guays, o porque de verdad te molan?

Alfonso miró a Tino como si fuera un extraterrestre.

– Claro que me molan, si no no lo diría. No trago “La Diligencia” y los críticos y eso, dicen que es grandiosa. Pero a mi me parece una caca. O “La Delgada línea roja” de Malick, una patata frita.

– Vale, vale, no te enfades, coña.

– Venga. Al, dinos cual te gusta más…

– Nosferatu, no la conocía… y …

– Joder, la muda, sois raros…

– Vale, vale… que os desmandáis…

Pero no le hacían ni caso.

– Coño, callarse. – Jesús dio un manotazo en la mesa.

– Y ¿os ha gustado la experiencia?

– Síiiiiiiiiiiiii – todos a una.

– Venga, pues repetiremos.

Algunos aplausos, algunos silbidos…

– Chicos, muchas gracias a todos por vuestra colaboración. Sobre todo a los que habéis traído películas, a Virginia, a Pere, a Pucho, a Lorién, a Marcos, a Blanca, a Borja, a Josep, a Dídac, a Edgard. Gracias a todos.

Aplausos y el chiflido de Martín.

– Y a los demás por ver cine, y por leer sobre cine.

Más aplausos.

– ¡Hala, a cascarla! ¡Largo!

Jesús se sentó en su silla. Disimuló que miraba algo en el portafolios. Quería evitar que se acercaran a hablar con él. Estaba muy cansado… y no quería dar demasiadas explicaciones sobre su estado. Pero por más que disimuló, ahí estaba Alfonso. Fernando esperaba en la puerta… como haciendo guardia.

Jesús sonrió triste.

– Solo te tengo a ti, joder…

– No es cierto, tu padre…

Alfonso hizo un gesto de hastío… su padre seguía delicado… no era un apoyo para él. Y tenía miedo por las noches de que a la mañana siguiente, él estuviera muerto…

– … Fernando, y el resto de la gente, – Jesús siguió hablando sin darse por enterado del gesto de Alfonso – no de clase, de clase también, claro, sino del barrio, tus amigos… tienes muchos amigos…

– ¿No me vas a contar lo que pasó?

Jesús lo miró con la cabeza inclinada. No dijo nada con palabras, pero con el cuerpo lo dijo todo.

Alfonso no podía evitar al decepción. Y la tristeza, y el miedo. Jesús se levantó despacio y dio los dos pasos que lo separaba de Alfonso y lo abrazó.

De repente por la puerta volvieron a entrar el resto de los alumnos. Empezaron a jalear en alto, a rodearles, a darles palmadas. “profe, si lo llego a saber hubiera propuesto El hombre elefante”, “No había ninguna película española” “profe cuéntenos…” “Jesús si quires parto las piernas a alguien” “¿Y la policía?” “Alfonso, no te quedes así, tío”.

Habían vuelto porque se habían dado cuenta de que no le habían mostrado su cariño a Jesús.

Y él se lo merecía.

Fernando consiguió llegar a Alfonso que seguía en medio el tumulto. Se puso a su lado y rozó apenas con un dedo su mano. Alfonso sin mirarle siquiera, enlazó su dedo meñique con el dedo de él que le había empezado a rozar. Y así siguieron hablando un buen rato, con todos, y con Jesús, agarrados por un dedo, que era tan poco, pero que en realidad lo era todo. “Y si hacemos un seminario de Música?” “¡¡Guay!!” “Grande, idea grande” “Pero de música clásica” “¡qué peñazo!” “Pero el profe de música se ha dado de baja” “Bueno” “No sé” “Vale” “Guay” “Joder” “¿Lo hacemos?”

Y Jesús se encogió de hombros. E intentó sonreír, pero una vez más lo que consiguió es una mueca con pretensiones. Y mientras, por la megafonía empezó a sonar una música:

 

I Semana de cine: «Oliver».

Esto chicas, chicos, va a ser una reseña esparramá.

Sip.

Voy a hablar de un musical: “Oliver”.

 

Título Original: Oliver!

Año: 1968

Nacionalidad: Inglesa.

Duración: 153 min.

Director: Carol Reed.

Guión: Vernon Harris (adaptación de la novela de Charles Dickens)

Música: Lionel Bart y Johnny Green.

Fotografía: Oswald Morris

Repato:

Mark Lester, Ron Moody, Shani Wallis, Oliver Reed, Jack Wild, Harry Secombe, Hugh Griffith, Clive Moss, Peggy Mount, Leonard Rossiter, Megs Jenkins, Kenneth Cranham, Sheila White

Sinopsis:

En el siglo XIX, Oliver Twist (Mark Lester), un pobre niño inglés, escapa de un orfanato y llega a Londres en busca de fortuna. Allí es reclutado por un granuja llamado Fagin (Ron Moody), jefe de una banda de jóvenes ladronzuelos que roban a los transeúntes. Adaptación en formato musical de la famosa obra de Dickens.

Críticas:

«Uno de los mejores musicales de siempre. Espectaculares bailes exteriores y perfectas escenas interiores. Para la historia: Who will buy this wonderful morning?» (Javier Ocaña: Cinemanía)

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«Maravillosa adaptación musical de la popular Oliver Twist, de Charles Dickens, por medio de un alarde de originalidad visual. Un auténtico festín visual para disfrute de todos, un catálogo de sabiduría cinematográfica» (Miguel Ángel Palomo: Diario El País)

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Copia y pega de Filmaffinity.

Oliver está basada en la novela de Dickens, “Oliver Twist”. Por cierto así celebramos el 100 aniversario de su muerte. Grande Dickens.

Me gusta este musical.

Pero eso sí, quizás el argumento que voy a contar, se parece al original en… ¿nada?

Recuerdo una anécdota del gran Welles. Orson Welles rodó una película. Quería montarla él, pero… el productor no estaba por la labor. Entonces lo que hizo Welles, es rodar sin claqueta, sin numerar las tomas ni las secuencias. Nada. Cuando el productor intentó montar la película, se encontró con tal maremágnum de imágenes para él sin sentido, que tuvo que dejarle montar a Welles la película, porque era el único que sabía a qué correspondía cada imagen, porque él tenía la película en la cabeza.

Vosotros imaginaos que estamos en un cine de barrio y que al de proyección, se le han caído los rollos de la película y no sabe cual es el orden.

Y podría suceder que el crítico de cine de la hoja dominical del barrio, viera esta otra película.

Ta, chan.

Nancy tiene una taberna. Una taberna llena de hombres, porque en aquella época las tabernas eran cosa de hombres. Y ella, cantarina y feliz por el éxito de su taberna, canta entre las mesas. Perdona, pero las tabernas era cosa de hombres… y de mujeres de mala vida.

 

Y todos hacen los coros, felices y disfrutando de las dotes cantarinas de la dueña de la taberna. Y a lo mejor de otras dotes… ocultas.

La tabernera del puerto, tiene un hijo, Oliver. Rubito él, con ese aire de no haber roto un plato el condenado. Desangelado y tal.

Claro, con la madre tan cantarina que tiene, pues él cuando se levanta, sale al balcón y canta el jodido, y todo el barrio le hace los coros… hasta los pájaros le dan la réplica.

Claro, así cantando, luego llega tarde a la escuela, y encima como tiene hambre, porque no le ha dado tiempo a desayunar, pues pide más comida. Y eso en una escuela elegante como la que visita él, es… ¡¡No!! O como dice el amable director… ¡¡What!! Es que está alucinado con el chico… ¡¡Mooooreeeeeee!! Qué se habrá creído…

Qué morro tiene el Oliver. Hasta sus propios compañeros se lo echan en cara: ¡No cantes por las mañanas y así te dará tiempo a desayunar!!

El director provincial de educación va a ver las instalaciones magníficas del colegio público al que va Oliver. El director le enseña lo limpio que está todo, y la comida tan apetecible que dan a los niños. Los niños felices, cantando alegres, con cara de dicha supina al recibir su abundante comida, se sientan alborozados a “mangar”, mientras el director y su séquito comen en un reservado… ¡puag! ¡Una comida de trabajo! Dentro en la dirección, envidian a los estudiantes.

Mientras mamá, en su taberna, juega a las miraditas con un hombre por el que bebe los vientos, y también una pinta de cerveza. ¿O será un pelotazo de ginebra? Y se pregunta como se llevará ese hombre que le baila el agua, con su hijo querido, ese rubito desangelado y un poco descarado.

Pero el pavo, que conste que no le gusta a Oliver.

Mientras, éste está en clase. Manualidades. Con prácticas. Un profesor bonachón, buena gente, y atractivo.

Pero Oliver está distraído pensando en cuando conoció a su buen amigo Jack. No seáis mal pensados que Jack es solo un buen amigo, y lo será siempre. Jack ese primer día le invitó a su casa… es que fue un flechazo… de amistad.

El profesor no tiene más remedio que mandarlo al Director, que ya estaba un poco enfadado con él por pedir más comida, desde luego… y lo lleva a casa personalmente para dar un mensaje a su madre. Y así, de camino aprovecha para recaudar a otros padres el dinero que deben a la Asociación de padres.

Pero nadie está por la labor de pagar… na… en fin.

El caso es que mamá va al colegio y cantarina ella, animado por el amigo de su hijo, cantarín él también, (a ver si el amigo del hijo está enamorado en secreto de la madre…) acaban todos cantando ahí… el director yo creo que se arrepentiría de haberla llamado… sisisisi. ¡Menudo jaleo, con representación y todo!

Porque el amigo de Oliver es como el líder del grupo… como el capitán del equipo de fútbol, vamos… y canta como los ángeles…

El profesor de Oliver está triste, porque no sabe que hacer con su alumno preferido, que solo le da disgustos… ains. Y su amigo Jack también se queja…

¿Y como acabará? Pues casi que la veis.

Ains.

 

Y colorín colorado, este post se ha acabado. O no. A lo mejor continúa en los comentarios… ¿A que vas a escribir?